sábado, 5 de marzo de 2016

Desesperanza y suicidio

Comparto una conversación por mail, principalmente sobre la desesperación y el suicidio. Dejo claro que la respuesta es mía para que no se confunda con las preguntas&respuestas de Kenneth Wapnick que estoy posteando por estas fechas, ya que en el caso de las respuestas de Kenneth, la precisión está garantizada por tratarse de alguien que probablemente estaba iluminado. De hecho, en mi respuesta, cito también una respuesta de Ken respondiendo sobre el tema del suicidio.

Pregunta: 

Título del mail: De repente

Hola Toni

Cuando todo va más o menos "normal", de repente entra en tu vida un problema inesperado en escena y todo se desequilibra. Se ve tan nítido como la vida es precaria, débil, inestable... Entra la ansiedad, la angustia, la tristeza, el pesimismo, la desesperanza y comienzan otros días de oscuridad. Y, a veces, uno se harta, se cansa, se hastía, se deprime y ya no quisiera seguir porque siempre es lo mismo o volvemos a lo mismo (cómo un péndulo que vuelve al otro lado).

Quisiera uno desaparecer y ya no seguir viviendo. Inevitablemente se viene la idea del suicidio como solución de no seguir en esto, porque siempre es lo mismo, siempre se vuelve a lo mismo, una vez y otra vez. Pero la idea se va, aunque queda el sentimiento de renuncia, de renunciar a la vida.

Pero, cómo renunciar a la vida y seguir viviendo?

Respuesta (de Toni):

Muchas veces en nuestras vidas suceden cosas repentinas que parecen interponerse entre nosotros y nuestra felicidad, como si se nos retara. Otras veces los problemas parecen aproximarse progresivamente. Cuando vienen de repente, es un reflejo de lo mismo de siempre, del instante original de separación del Ser. Como señala el Curso:

Los que creen estar separados siempre temen cambiar porque no pueden concebir que los cambios sean un paso hacia adelante en el proceso de subsanar la separación. Siempre los perciben como un paso hacia una mayor separación, debido a que la separación fue su primera experiencia de cambio. (T.4.I.2.2-3)

Así que los cambios repentinos nos asustan fácilmente, porque nuestra primera experiencia de cambio (a nivel de la mente "metafísica" más allá del mundo de espacio y tiempo) fue una experiencia extraordinariamente dolorosa: el cambio de pasar de vivir en la dulcísima comodidad de Dios, a vivir separados de esa gozosa plenitud; un cambio que se percibió como si de repente hubiésemos cometido un pecado imperdonable que nos hubiera conducido a un infierno. Esa posibilidad no existe, pero nuestra mente olvidó reírse de esa idea tan absurda, y desde entonces nos aferramos a la dualidad, la cual aprendemos a soltar mediante el proceso del perdón que nos lleva a despertar y así retornar a la dulcísima comodidad y gozo del Cielo/Ser.

Por lo tanto nos asustan los cambios per se, no importa que sean cambios progresivos o que sean repentinos, o que sean cambios que podrían ser agradables o desagradables. Siempre tememos el cambio, porque tememos que incluso si pudiera haber un cambio agradable, hay el riesgo de que no sea así, y que sea en parte desagradable. De ahí viene el refrán "Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer". Una parte de nuestra mente, asustada, teme tanto los cambios que incluso si puede haber cambios favorables, prefiere no cambiar nada por si acaso se cuela algún susto entre los cambios. Siempre se teme que el cambio, al final, acabe siendo desagradable, incómodo. Debido a eso que indica el Curso: nuestra primera experiencia de cambio fue de lo más desagradable. Así que detestamos el cambio. (Antes de dormirnos en la dualidad, vivíamos en el estado mental del Ser inmutable, o sea, sin cambios, lo cual es una perfecta, dulcísima y comodísima paz, que es nuestro verdadero ser y lo que experimentamos al despertar del sueño dual).

Así que nos asustan los cambios. Y si además se trata de cambios repentinos y desagradables, podemos llegar a percibir la situación como una auténtica tragedia, pasando por alto la oportunidad de transcender el símbolo y usarlo como trampolín hacia el despertar (mediante el uso del perdón).

El ego también trata de convencernos de que hay cambios más "graves" o "enormes" que otros, pero eso es otro engaño, pues como dice el Curso, no hay una "jerarquía de ilusiones", pues todas las ilusiones son básicamente lo mismo: ilusorias, sin importar su aparente forma. Un sueño de un cuerpo resfriado es básicamente lo mismo que un sueño de un cuerpo con enormes problemas (cáncer, accidentes, problemas de todo tipo), y es lo mismo también que un sueño donde un cuerpo gana en la lotería, etc. Sea cual sea la forma del sueño, sigue siendo un sueño, y por lo tanto irrelevante, en el sentido de que lo único relevante es despertar y experimentar la dulcísima Realidad, más allá de todo sueño. Debido a que las ilusiones son todas ilusorias (sea cual sea su aparente forma), el perdón puede aplicarse por igual a cualquier ilusión, sin importar la aparente gravedad o levedad de cada problema determinado.

Dicho esto, cuando nos encontramos ante un cambio ya consumado, y que experimentamos como desagradable, intentamos en la medida de lo posible escapar de él. Y si no se puede, o si llegamos al punto de que debido a nuestra experiencia durante años de ver cómo en este mundo las cosas buenas son periódicamente eclipsadas por las cosas desagradables, podemos entonces llegar al punto de decepcionarnos del mundo y querer escapar de él.

Y querer escapar del mundo es una intuición correcta, de hecho, ya que en este mundo ilusorio no se encuentra la felicidad. El problema, es que debido a nuestra falta de discernimiento, intentamos escapar del mundo usando métodos equivocados, que en lugar de alejarnos del problema, nos hacen quedarnos atados al problema.

El ego nos propone los diversos medios populares de escapar del mundo: desde el materialismo, o las drogas, las adicciones, el dinero, la fama, el éxito, el sexo, e incluso como último recurso, cuando todo lo demás parece fallar, el ego nos propone el suicidio. ¿Qué mejor modo de escapar del mundo?, nos susurra el ego.

Y si esos métodos (drogas, sexo, suicidio, etc) funcionaran, entonces no sería mala idea usarlos, sería una alternativa tan buena como cualquier otra.

Centrándonos en el ejemplo que mencionas, el suicidio: si el suicidio funcionara, sería una opción sensata a tener en cuenta. Pero el suicidio no funciona, pues no es más que una engañifa del ego. Tampoco es que el suicidio sea "malo", pues todo lo ilusorio es neutro: ni bueno ni malo. Por tanto, el suicidio es neutro: ni nos beneficia ni nos perjudica. Ni nos aleja del problema, ni nos puede hacer verdadero daño, pues no afecta a nuestro ser real.

El suicidio no hace nada. Pues en el mejor de los casos podría diferir el problema (al menos en la forma en que lo estamos experimentando ahora), pero sería un simple aplazamiento y volveremos a encontrarnos con el problema, en alguna otra forma, en el momento oportuno. Y en el peor de los casos, el suicidio —si lo llevamos a cabo llenos de los miedos/creencias del ego— podría agudizar temporalmente nuestro miedo, lo cual podría experimentarse como una pesadilla desagradable durante el tiempo que tardemos en calmarnos en el periodo de entre-vidas (lo mismo nos sucede cualquier noche en nuestros sueños convencionales en la cama), y luego cada mente se experimenta de acuerdo con sus condicionamientos internos (creencias inconscientes, etc), teniendo experiencias diversas unas de otras, hasta que finalmente se produce una aparente reencarnación igual de ilusoria que ya era la anterior, naciendo de nuevo y reproduciéndose otra vez los problemas, adoptando nuevamente formas más convencionales (de nuevo problemas físicos, con un cuerpo físico, etc).

En realidad el suicidio no cambia nada sustancial (ni a mejor ni a peor), pues nosotros experimentamos el reflejo de nuestras creencias y actitudes internas, y tanto si parecemos estar encarnados en una vida física como si parecemos estar en un alma en un período entre-vidas o soñando por la noche en nuestra cama, en todos los casos experimentamos lo que hemos aceptado interiormente en nuestra mente. Como dice el Curso, el mundo, o lo que experimentamos:

Es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. (T.21.introd.1.5)

Si bien el suicidio no soluciona nada (aunque tampoco perjudica realmente), lo que sí soluciona el problema es el perdón. Pues el suicidio no nos despierta de la pesadilla de la dualidad, pero el perdón sí nos despierta.

Por eso, quienes disponen del suficientemente discernimiento, usan el perdón, en lugar de los escapes que ofrece el ego. Sin discernimiento, el proceso de despertar se vuelve tan lento que a veces puede parecer desesperadamente largo; pero con discernimiento, o usando el perdón, el proceso de despertar se va dulcificando y se acelera enormemente a medida que vamos permitiéndonos sentirnos cada vez más en paz.

Ese es el motivo de que el perdón sea tan útil y recomendable, porque es lo único que realmente funciona para poder disolver nuestros aparentes problemas.

El mundo y sus problemas no es lo que parece. Es un reflejo de algo que se cuece por dentro en nuestra mente. Refleja nuestra creencia/decisión por la separación. Si tomamos el mundo como real, puede llegar a convertirse en desesperante (como reflejo que es de una situación mentalmente desesperante de separación de Dios), pero el perdón corrige esa falsa creencia, al corregir nuestra decisión de separarnos y sustituirla por nuestra decisión de aceptar la verdad tal como es. Esto es un proceso y lleva tiempo, pero cuanto más practicamos el perdón, más disminuye la desesperación y más aumenta la paz.

Guiados por el ego, tendemos a percibirnos como víctimas en un mundo cruel. El perdón nos ayuda a corregir esa falsa suposición, pues no somos víctimas de un mundo que ni siquiera existe, y a fin de cuentas todo depende de nuestra decisión (en nuestro estado actual, nuestra decisión es simplemente la decisión entre practicar el perdón o no querer practicarlo: la decisión entre proyectar o volvernos hacia dentro a transcender la falsa causa y reconocer la paz interior).

Leer y releer el Curso (y ante todo, practicarlo) y "La Desaparición del Universo", nos proporciona numerosos elementos que aumentan nuestro discernimiento y elevan nuestro ánimo, recordándonos lo beneficioso que es practicar el perdón para así elegir despertar del sueño. El perdón es la única solución que resuelve realmente el problema. Todo esfuerzo que hagamos para informarnos bien del perdón y para practicarlo, nos ahorra toneladas de sufrimientos, o como dice el Curso, nos ahorra "miles de años" de ilusorios disgustos duales, como una especie de "atajo" hacia el despertar a la paz/felicidad de nuestro auténtico Ser.

Este proceso lo vamos recorriendo poco a poco, ya que es poco a poco como vamos aprendiendo a practicar más y mejor el perdón, con lo que aumenta su eficacia. El perdón perfecto se produce solamente al final del proceso, pues conlleva automáticamente la iluminación. Teóricamente es posible perdonar todo completamente de golpe, pero ese perdón tan perfecto raramente sucede en la práctica, debido a nuestro miedo a despertar (nuestra identificación con la identidad individual que nos ofrece el ego es aún tan intensa, que debido a este apego nos da miedo renunciar a esta identidad falsa y despertar). Pero poco a poco, vamos practicando el perdón y la parte de nuestra mente que teme despertar se va disolviendo, quedando solamente nuestra parte verdadera que es paz.

En las preguntas&respuestas que traduzco en el blog, Ken Wapnick respondió a algunas preguntas sobre el suicidio, aquí: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/12/facimoutreach-p-135.html

La vida en el mundo no es nuestra verdadera Vida, sino una pesadilla dual. La manera de soltar la vida ilusoria y retornar al Hogar de la Vida verdadera es simplemente practicar el perdón con frecuencia. El perdón es nuestro pasaporte para salir de las tierras de la amargura y despertar donde verdaderamente estamos: en el Hogar de la plenitud ilimitada. No somos víctimas de un mundo ilusorio, porque aunque nos percibimos todavía aquí en el mundo, incluso aquí "en el mundo" nada puede impedirnos elegir entre perdonar o no perdonar. Por lo tanto no somos víctimas, ya que tenemos la sartén por el mango. La decisión de perdonar o no perdonar no la puede tomar el mundo, sino uno mismo. Y somos libres de elegir perdonar. Por lo tanto estamos salvados, ya que poco a poco el perdón nos va a revelar que en realidad nuestro único problema (la separación), es simplemente algo imaginario, algo aparente y que además ya ha sido resuelto por el Espíritu Santo. Nosotros simplemente tenemos que aceptar esta solución que ideó el Espíritu Santo. Y la aceptamos cada vez que practicamos el perdón. Estamos salvados.

Un abrazo, y ánimo, y confía en el Mensaje de la Esperanza, en el mensaje esperanzador de perdón del Espíritu Santo, pues es un Mensaje que resuena desde dentro de ti, que es reconocido por parte de tu mente, y que el perdón te revelará cuán dichoso y esperanzador es tal Mensaje. Es el Mensaje en el que todos somos invitados a reconocer que nunca hemos salido de nuestro verdadero Hogar, donde vivimos dentro del Corazón de Paz de Dios.


(Fin del mail)

Hasta ahí llegaba ese mail-respuesta. Pero resulta interesante también leer como complemento este otro post de otro de mis blogs, de Rupert Spira, donde Rupert comenta algo que tiene relación con la desesperanza y la búsqueda de la paz y de la felicidad, así como con la búsqueda espiritual:

http://jugandoalegremente.blogspot.com/2016/03/el-arte-de-la-paz-y-la-felicidad-rupert.html (el contenido de este post se lo envié también como complemento, en un mail posterior, al amigo con el que intercambié esta serie de mails).

Saludos

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