sábado, 13 de agosto de 2016

Facimoutreach P-1001

Lo único que conozco es soledad y dolor. El Curso promete paz, ¿pero cómo la consigo?

P-1001: Abandoné mis estudios en el colegio (secundaria). He contruido un ego que nunca fue capaz de llevar una vida adulta por mí misma. Me siento tan aislada y desvalida para cambiar mi experiencia de soledad que quiero morir. A mis 55 años he fracasado en todo lo que he intentado hacer. Mi vida ha sido una serie de enfermedades mentales y perturbaciones emocionales y no veo ninguna esperanza de salir de este infierno viviente. Pero esto es sólo el ego que inventé. Jesús dice que podría ver paz en lugar de esto ((L.34)) ¡porque no soy este desdichado ego! Sé eso intelectualmente, pero no supone ninguna diferencia —el dolor no se detiene. ¿Podríais indicarme la dirección correcta conforme intento aceptar la ayuda de Dios y experimentar la paz?

Respuesta: Puede que te alivie un poco saber que no estás sola. El dolor que describes es la experiencia inevitable de todo el mundo cuando la mente elige creer que la separación de Dios es posible y que ha sido lograda. A menudo la angustia es negada, tapada y camuflada, pero es universal para todos aquellos que se perciben separados. El dolor de la separación no puede descartarse con una comprensión intelectual de su origen tal como lo enseña la metafísica de Un Curso de Milagros. De hecho, usar los principios del Curso para tratar de reprimir las punzadas de dolor sólo agrava el problema. La enseñanza del Curso está destinada a ser aplicada con suavidad, empezando con la amable aceptación de uno mismo, sin importar a qué se pueda parecer el bagaje del ego en la vida de uno. El mensaje de perdón del Curso es que la idea de la separación no es un pecado, independientemente de la forma que adopte, y que nadie es un pecador, aunque venga aquí en busca de lo que no puede ser encontrado aquí.

Jesús reconoce los sentimientos que la separación engendra cuando nos dice en el Libro de ejercicios: «Crees ser la morada del mal, de las tinieblas y del pecado. Piensas que si alguien pudiese ver la verdad acerca de ti sentiría tal repulsión que se alejaría de ti como si de una serpiente venenosa se tratase. Piensas que si la verdad acerca de ti te fuese revelada, te sobrecogería un horror tan grande que te apresurarías de inmediato a quitarte la vida, pues sería imposible seguir viviendo después de haber contemplado semejante atrocidad» (L.93.1.1-3). Observa que él no dice que sólo algunos de nosotros podamos pensar eso. Esas palabras se aplican por igual a quienes se ven a sí mismos como fracasos y a quienes se consideran a sí mismos grandes triunfadores en términos del mundo. Todo el mundo tiene este secreto (o no tan secreto) pensamiento acerca de sí mismo. Las palabras clave en esa cita son: "Piensas que..." (o "Crees ser"). Jesús no está diciendo que seamos esas cosas, pero reconoce, sin juzgarnos, que nosotros nos percibimos de esa manera. Se trata de una distinción muy importante y de una cita muy importante. En ella vemos que se reconoce la condición en la que parecemos encontrarnos, vemos que se acepta eso como nuestra experiencia, y aún más importante, que no se hace ningún juicio al respecto. Esta es una de las muchas maneras en que Jesús nos ofrece un modelo para nuestro aprendizaje. Él hace lo que nos aconseja hacer a nosotros: mirar con honestidad a cómo nos sentimos realmente, aceptar que estos son nuestros sentimientos y no juzgarlos como pecaminosos. La verdadera angustia no proviene de haber fracasado en el mundo, sino de juzgar que este fracaso es la prueba de que se es un miserable pecador que merece morir. Siempre es la interpretación que hacemos de una situación lo que le da su significado. Son estas interpretaciones lo que Jesús nos pide que cuestionemos para que podamos determinar si hemos elegido pensar con el ego, que llena nuestra vida de conflicto, o con el Espíritu Santo, que nos llena de paz. Por lo tanto encontrar la paz requiere que estemos dispuestos a cambiar la percepción del ego por la del Espíritu Santo, la cual implica que estemos dispuestos a dejar de lado la interpretación del ego.

El Espíritu Santo establece un estándar del éxito y del fracaso que está en directa oposición a lo que enseña el ego. El mundo nos bombardea con el mensaje de que podemos y tenemos que encontrar la felicidad en este mundo, y de que nuestro éxito se mide por esta felicidad. Nuestros juicios contra nosotros mismos se basan en esta creencia. El Curso enseña que tal sistema de creencias está del revés y se basa no sólo en la creencia de que la separación ha ocurrido, sino en que ha sido un rotundo éxito. El ego ve el sufrimiento mental y emocional como un fracaso; el Espíritu Santo lo ve como lo ve todo en nuestras vidas: como un aula en la que reinterpretarlo todo de acuerdo con Su mensaje. Él nos enseña que la enfermedad de la que todos padecemos está en la mente que cree que es un cuerpo que sufre emocionalmente y psicológicamente porque se identifica con el pensamiento de la separación. El problema no es que pensamos cosas monstruosas sobre nosotros mismos, es que creemos que tales cosas son ciertas, nos las tomamos en serio y, aún más significativo, las juzgamos como pecaminosas. El ego nos dice que una persona con una enfermedad mental está más en el infierno que la persona que está emocionalmente equilibrada. El infierno es el infierno. Aunque el mundo ofrece muchas "tiritas" o parches diferentes para tener la ilusión de que se alivia el dolor de la separación, ninguna de esas tiritas o parches contribuye a la verdadera curación. Una vida exitosa no implica que haya habido sanación, y la angustia emocional no la impide. El único modo de establecerte en la dirección de la paz es que estés dispuesta a aceptar que lo que crees acerca de ti misma no es verdad, y que pongas tu fe en la práctica del perdón que el Curso enseña. En el Texto, Jesús hace una amable llamada a nuestra fe: «Ten fe únicamente en lo que sigue a continuación, y ello será suficiente: la Voluntad de Dios es que estés en el Cielo, y no hay nada que te puede privar del Cielo o que pueda privar al Cielo de tu presencia. Ni tus percepciones más absurdas, ni tus imaginaciones más extrañas ni tus pesadillas más aterradoras significan nada. No prevalecerán contra la paz que Dios ha dispuesto para ti» (T.13.XI.7.1-3).

Si el dolor y la aflicción de tu vida te han llevado a la enseñanza del Curso, han servido para un propósito útil. Sólo queda aceptar la esperanza que éste ofrece dando el primer pequeño paso de reconocer que la mente que eligió la devastación puede hacer una elección diferente. Puesto que el ego te ha fallado, ahora tienes la oportunidad de conseguir el éxito al aplicar el plan de estudios del Espíritu Santo con una mente abierta. Esto sólo requiere que reflexiones en que tal vez hayas estado equivocada con respecto a quién eres, y en que tal vez el Espíritu Santo tiene razón. Te has puesto a ti misma en la dirección correcta al buscar el mensaje de Jesús en el Curso, y por lo tanto «ya no estás completamente [loca], ni tampoco [sola]» (T.17.VII.10.2). Esto en sí mismo no es un alivio pequeño.

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions204.htm#Q1001

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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