sábado, 6 de agosto de 2016

Facimoutreach P-936

¿Enseña el Curso que sólo algunos grupos de personas son dignos de amor?

P-936: Hace unos años mi hermano entró en contacto con una Unity Church ((Iglesia de la Unidad)) y ahora él quiere convertirse en pastor de esa iglesia. Él ha estudiado también Un Curso de Milagros durante los últimos dos años. Recientemente me dijo que él piensa que los judíos no aportaron nada hasta que llegó Jesús. Me dijo: "Está muy claro, los judíos eran guerreros y nunca promovieron la paz, el amor ni la hermandad. Todo eso empezó con Jesús". Me quedé boquiabierto por su opinión y sé que él está enormemente mal informado. ¿Son sus palabras representativas de la Unity Church? ¿Es esto lo que enseña el Curso?

Respuesta: Aunque no estamos afiliados con Unity Church y por lo tanto está claro que no somos expertos en ella, según nuestra experiencia, el tipo de actitud que has descrito no es en modo alguno representativa de sus enseñanzas.

En cuanto a Un Curso de Milagros, su principal propósito es ayudarnos a deshacer nuestra errónea creencia de que algunos de nosotros somos más capaces y dignos de amor que otros. El Curso trata de ayudarnos a que nos demos cuenta de que todos estamos jugando al mismo juego. Nos decimos a nosotros mismos que otras personas o grupos son los culpables, pero esto es una tapa para esconder nuestra creencia oculta de que la culpa está en nosotros mismos. En el fondo, profundamente adentro, cada uno de nosotros sabe que estamos jugando a este juego. Y la única manera de que podamos saber que estamos jugándolo (y de hecho jugándolo completamente) es teniendo dos sistemas de pensamiento opuestos en nuestra mente. Estos son el sistema de pensamiento del ego y el del Espíritu Santo.

El ego es al 100% un sistema de pensamiento de odio. Busca mantener nuestra individualidad y existencia, independientemente de a quién haya que atacar en el proceso. Su lema es "mata o muere" (mata o te matarán... asesina o serás asesinado) (M.17.7.11). Esto generalmente no suele expresarse como un asesinato físico. Es más frecuente que se exprese en forma de juicios —como la continua condenación sanguinaria/asesina que hacemos en nuestras mentes sobre nuestros compañeros humanos. En términos de nuestro propio crecimiento espiritual, tenemos que saber que no hay ninguna diferencia entre si condenamos a toda una raza de personas o al individuo que acaba de cortarnos con su coche en la autopista. Cuando hacemos un juicio sobre una persona o grupo que no aplicaríamos a la totalidad de la Filiación, estamos reforzando nuestra propia culpa y auto-odio. Y así nos aseguramos de seguir dormidos, manteniendo intacta nuestra creencia en este mundo doloroso de separación y muerte. Esto es cierto independientemente de lo justificados que puedan parecer nuestros juicios.

Esto no quiere decir que no debamos reconocer nuestros comportamientos poco amables, o por ejemplo responsabilizar a los criminales por sus acciones. Lo que quiere decir es simplemente que deberíamos hacerlo sin odio. Tampoco quiere decir que debamos negar o reprimir nuestros pensamientos poco amorosos. Más bien el Curso nos pide que nos volvamos más honestos con respecto a ellos. De hecho, al observarlos, podemos por fin dejar de proyectarlos y empezar a tomárnoslos menos en serio.

Jesús resume la totalidad del proceso de ser un estudiante del Curso con esta simple declaración: «Lo único que necesitas hacer es ver el problema tal como es, y no de la manera en que lo has urdido» (T.27.VII.2.2). Nuestros ojos siempre nos van a decir que tenemos muchos problemas en este mundo y que el origen de esos problemas está fuera de nosotros. Pero urdimos un mundo, un cuerpo y un cerebro para convencernos de que esto es así. Sólo podemos ir más allá de nuestro dolor al decirnos que "quizá estoy equivocado".

El proceso para hacer esto es recurrir al Espíritu Santo en nuestra mente y pedirle que nos ayude a mirar todo nuestro odio, nuestros juicios y nuestra ira de manera honesta y sin culpa. El Espíritu Santo es nuestro recuerdo del Amor de Dios. El Curso enseña que estamos aún en nuestro hogar en el Cielo, unidos con nuestro Creador. Pero tuvimos una diminuta y alocada idea de que podíamos estar separados. Esta idea desencadenó culpa, la cual nos hizo temer la venganza de un Dios enfadado. Para escapar de eso, caímos dormidos e imaginamos este mundo. Así que nuestro objetivo desde el principio fue fabricar un mundo en el que viéramos la falta de amor en todos excepto en nosotros mismos.

Y sin embargo, a pesar de este objetivo, en nuestra mente conservamos el recuerdo del Amor de Dios. En cualquier momento podemos darle la espalda al ego y girarnos hacia el Espíritu Santo. Él nos dirá que «El problema de la separación, que es en realidad el único problema que hay, ya se ha resuelto» (L.79.1.4). Ya se ha resuelto porque, de hecho, no existe. El problema está sólo en nuestra mente, y también en ella está la solución. Esta misma dinámica —el conflicto producido por la existencia de dos sistemas de pensamiento mutuamente excluyentes, el del ego y el del Espíritu Santo— ha existido en la mente de prácticamente todos los seres humanos que jamás hayan parecido vivir en este mundo a lo largo de la historia: judíos o cristianos, musulmanes o ateos. Jesús es el ejemplo más potente en el mundo occidental de alguien que eligió escuchar únicamente la Voz del Espíritu Santo. Pero la decisión que él tomó está igualmente disponible para todos nosotros.

Por lo tanto, nuestra tarea es tomar esa decisión. Si otros la han tomado o no, no es asunto nuestro (y de hecho no hay modo de que podamos saberlo, ya que no podemos saber lo que está sucediendo dentro de la mente de otra persona). Si nos encontramos haciendo conjeturas sobre cúan avanzada espiritualmente está otra persona, podemos estar seguros de que es simplemente una táctica de nuestro ego —provocada por nuestro propio miedo— para mantener el Amor de Dios apartado de nosotros. Y cuando nos vemos atrapados en toda esta tontería, el Curso puede ayudarnos a regresar a la cordura recordándonos que: «Tú no crees que el Hijo de Dios es inocente porque ves el pasado, pero no le ves a él. Cuando condenas a un hermano, estás diciendo: "Yo que soy culpable elijo seguir siéndolo". Has negado su libertad, y al hacer eso, has negado el testigo de la tuya. Con igual facilidad podías haberle liberado del pasado y haber eliminado de su mente la nube de culpabilidad que le encadena a él. Y en su libertad habrías encontrado la tuya» (T.13.IX.4.3-7).

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions188.htm#Q936

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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