lunes, 8 de agosto de 2016

Facimoutreach P-950

¿Cómo puede ayudarme el Curso a controlar mi peso?

P-950: He estado trabajando con Un Curso de Milagros durante 10 años y me siento atascado. En la pregunta P-655* decís que no hay nada malo en poner bajo control una conducta adictiva basada en la culpa, y yo lo he intentado sin éxito durante 30 años. Mi aula es comer en exceso y tener sobrepeso. Cuando como o pienso en la comida, o cuando pienso en hacer ejercicio, me siento culpable. Parece que me siento culpable con cualquier cosa. Me gustaría saber dónde encaja el Espíritu en esto. ¿Sólo debo decirle "ayúdame con esto"; debo pensar en Él? No sé cómo conseguir Su ayuda, puesto que siempre me siento culpable sea con lo que sea.

Respuesta: En el centro del problema, tal como lo describes, está la culpa, no la comida o el peso. La culpa no es sólo el problema, es el objetivo. Tratar de cambiar la forma (incluso durante 30 años) sin renunciar a la culpa es la manera de la mente para tener su pastel y además comérselo ((o sea, transigir: querer hacer reales unas ilusiones y eliminar otras ilusiones que percibimos como molestas, negándose a descartar a todas las ilusiones por igual sin excepción)). El eslabón que falta en la ecuación es el deseo oculto de aferrarse a la culpa. En el Texto, Jesús nos dice que el primer obstáculo a la paz, «el deseo de deshacerte de ella» (T.19.IV.A), es alimentado por la "atracción de la culpabilidad" (T.19.IV.A.i). Aunque puede parecer que el pastel, la pasta o las patatas fritas son la gran atracción, la verdadera atracción la sentimos hacia la culpa aparentemente engendrada por la comida. La culpa es el alimento del ego, así que cuando la mente elige al ego como su maestro, buscará culpa y la encontrará, con el fin de sostener su creencia en la realidad del ego. Por lo tanto, usado como un aula, tener sobrepeso es una herramienta muy útil para tomar conciencia de la culpa, que a su vez revela la decisión oculta que ha tomado la mente de identificarse con el ego. Estar dispuesto a ver el sobrepeso y al cuerpo mismo (grande o pequeño) bajo esta luz es la primera manera de que el Espíritu Santo entre en la escena. Los programas para perder peso no detectan como fuente del problema la decisión de la mente por el ego. Ni ofrecen un régimen de reducción de culpa para ayudar a resolver el problema, como hace el Espíritu Santo.

La dieta del Espíritu Santo comienza con la distinción entre forma y contenido, mediante la cual se reconoce el verdadero origen de la adicción como la decisión de la mente entre el ego y el Espíritu Santo (el contenido), en vez de la decisión del cuerpo (la forma) entre tomar patatas fritas o zanahorias. El objetivo del Espíritu Santo es enseñarnos a reconocer el origen/fuente del problema, para que pueda ser sanado. Cuando el cuerpo dice "quiero patatas fritas" está reflejando a la mente diciendo "quiero culpa para alimentar mi creencia en la separación". Todos los malos sentimientos que provienen de lo que comemos (o de la obsesión por estar delgados) mantienen la atención enfocada en las decisiones que toma el cuerpo, lo cual saca de nuestra conciencia el poder de la mente para elegir entre el ego y el Espíritu Santo. Los esfuerzos para resolver la adicción a la comida en términos del cuerpo van a fallar, como tus 30 años han demostrado, porque la adicción está en la mente que quiere alimentarse de culpa. Pedir ayuda al Espíritu Santo para deshacer la culpa significa, en primer lugar, aceptar que ésta es realmente el problema, lo cual no es tan fácil como parece. De hecho, la razón por la que buscamos soluciones en el cuerpo y en su conducta es exactamente que no queremos renunciar a nuestra identidad con el cuerpo. Cuando el cuerpo piensa que puede tomar a hurtadillas unas pocas patatas fritas y que no se notarán en la báscula, refleja el furtivo pensamiento de la mente de que puede salirse con la suya buscando felicidad en un cuerpo delgado y Dios no se dará cuenta. La verdad es que Dios no se da cuenta, pero la mente sentirá inevitablemente el dolor y la culpa que provienen de buscar en el cuerpo lo que éste no puede dar, y de darle la espalda a la verdadera felicidad de la unidad con nuestra Fuente.

Comer en exceso es sólo una de las interminables formas que usa el ego para camuflar el contenido y representar su cuento del pecado, la culpa y el miedo. Todas las relaciones especiales tienen este mismo objetivo. Cualquier cosa sirve como sujeto para establecer una relación especial. En la cima de la lista está el cuerpo con sus multitudinarias necesidades, y su logro supremo: la muerte. La muerte del cuerpo es la prueba definitiva del ego de que la separación ocurrió y de que la culpa es real, justificada e ineludible. Con esta creencia firmemente mantenida, no es de extrañar que el tema de la comida parezca muy útil para el ego. La culpa de identificarnos con el cuerpo es muy dolorosa. Jesús nos revela la locura de la atracción del ego por el dolor y la culpa: «El cuerpo, a las órdenes del miedo, irá en busca de culpabilidad y servirá a su amo, cuya atracción por la culpabilidad mantiene intacta toda la ilusión de su existencia. En esto consiste, pues, la atracción del dolor. Regido por esta percepción, el cuerpo se convierte en el siervo del dolor, lo persigue con un gran sentido del deber y acata la idea de que el dolor es placer. Ésta es la idea que subyace a la excesiva importancia que el ego le atribuye al cuerpo. Y mantiene oculta esta relación demente, si bien se nutre de ella. A ti te enseña que el placer corporal es felicidad. Mas a sí mismo se susurra: "Es la muerte"» (T.19.IV.B.13.2-8). Al igual que los programas para perder peso suelen pedir a sus clientes que presten atención a sus hábitos alimenticios para que puedan cambiarse, el Espíritu Santo nos pide que reconozcamos el sistema de pensamiento que ha elegido la mente —y sus devastadores efectos—, para que podamos tomar otra decisión. Su solución para el sobrepeso del cuerpo es deshacer la creencia en la culpa, que es lo que mantiene congelada a la mente en su errónea decisión. Su plan de estudios nos ofrece la liberación de la culpa y una nueva percepción del cuerpo, tanto si su forma es grande como pequeña: «la supuesta realidad de la culpa es la ilusión que hace que éste [el cuerpo] parezca ser algo denso, opaco e impenetrable y un auténtico fundamento para el sistema de pensamiento del ego. Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras él. Y ahí, ante la luz, lo ves como el frágil velo que realmente es» (T.18.IX.5.2-4; cursivas añadidas) ((Debo señalar que en esta cita he modificado tres palabras relevantes de la traducción oficial [las he señalado en color violeta: éste, él, lo] para seguir la interpretación que aquí dan los Wapnick, ya que cuando indican entre paréntesis que "éste" se refiere a "el cuerpo", están interpretando o parafraseando el pronombre "it" de las frases de esa cita, el cual puede entenderse como referido a la culpa [entonces lo traducimos en femenino: ésta, ella, la] o como referido al cuerpo [entonces se traduce en masculino: éste, él, lo]. El pronombre en inglés "it", en estas frases en concreto es válido para ambas posibilidades [ya que aunque parece referirse principalmente a la culpa si se lee en el contexto de los párrafos cercanos, aun así también podemos considerarlo válido para el cuerpo, pues el cuerpo es el "héroe del sueño", uno de los principales símbolos de la culpa]. Por lo tanto, en la traducción oficial está puesto en femenino, mientras que aquí, como los Wapnick aluden al cuerpo, tenemos que escribirlo en masculino)). En esto radica la auténtica delgadez que todos buscamos.

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions191.htm#Q950

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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