martes, 21 de marzo de 2017

Otro resumen y aclaraciones del proceso del perdón

Este post se complementa con el que titulé "Algunos recordatorios del perdón": http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2016/12/algunos-recordatorios-del-perdon.html

Leyendo un libro de Kenneth Wapnick he visto que él señala otro párrafo del Curso que sirve también como resumen del perdón; concretamente el 6º párrafo del capítulo 4 de la Clarificación de términos. Copio ese párrafo, señalo en colores diferentes las principales referencias a los 3 pasos del perdón, y luego debajo comentaré un poco el tema, pasando después a comentar algunas otras citas muy inspiradoras sobre este tema. Empecemos con la cita que he anunciado:

Este es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. Ahí se establece el altar al Hijo, y ahí se recuerda a su Padre. Ahí se llevan todas las ilusiones ante la verdad y se depositan ante el altar. Lo que se ve como que está afuera no puede sino estar más allá del alcance del perdón, pues parece ser por siempre pecaminoso. ¿Qué esperanza puede haber mientras se siga viendo el pecado como algo externo? ¿Qué remedio puede haber para la culpabilidad? Mas al ver a la culpabilidad y al perdón dentro de tu mente, éstos se encuentran juntos por un instante, uno al lado del otro, ante un solo altar. Ahí, por fin, la enfermedad y su único remedio se unen en un destello de luz curativa. Dios ha venido a reclamar lo que es Suyo. El perdón se ha consumado. (C.4.6)

En color rojo he señalado la principal referencia al primer paso del proceso del perdón. En color naranja, la principal referencia al segundo paso del perdón. Luego vienen unas aclaraciones sobre estos dos pasos, y finalmente, al final del párrafo y en color verde, he señalado la referencia al tercer paso del perdón.

Como ya vimos en el otro post (cuyo link he puesto más arriba), los 3 pasos del perdón pueden sintetizarse brevemente con esquemas del siguiente estilo (elaboro aquí otra aclaración basada en el mismo tipo de esquema):

1) Discernimiento. Identificación de la causa; esto implica ver la ilusoriedad del sueño del mundo, de lo externo, y acordarnos de que toda percepción externa simboliza lo que sucede en el interior de nuestra mente, que es donde está la verdadera causa de nuestros problemas, una causa que sigue siendo ilusoria: nuestra creencia en la separación. Recordatorio: "Nunca estoy disgustado por la razón que creo".

2) Desapego/"entrega". El discernimiento nos lleva al interior de la mente y a la comprensión de que no merece la pena seguir sufriendo; no merece la pena seguir eligiendo creer en lo falso: aferrarnos a la individualidad/separación. No tenemos que hacer nada excepto observar el asunto desde la perspectiva de la mentalidad recta ("con Jesús/Espíritu Santo", en palabras del Curso; es decir: sin juicios). Por lo general nos negamos a observar nuestro ego en funcionamiento sin juzgarlo. Reprimimos eso (nuestras tencias egoicas; nuestra responsabilidad en ello). Pero es eso lo que tenemos que mirar, pero mirándolo sin juicios. Así llegaremos a la comprensión de que no vale la pena, no es nada. Y simplemente por mirarlo así (sin juzgarlo, con discernimiento), dejaremos de desear seguir apoyando al ego/individualidad. Y de manera natural se desvanecerá sin que tengamos que hacer nada, simplemente por haberlo observado sin juicios. No tenemos que luchar contra el ego, ni siquiera tratar de corregirlo ni de soltarlo/entregarlo: basta con mirarlo sin juicio, pues al ver su demencia e insustancialidad, dejaremos de creer en él, y eso es lo que producirá de manera natural y espontánea su deshacimiento. Recordatorio: "Sinceramente, ya no quiero seguir eligiendo esto. Ya no lo necesito. No es nada".

3) Gracia/confianza/paz. Una vez completado el perdón, llega la paz. Conforme más perdonamos y más deshacemos nuestra resistencia a despertar, más nos abrimos a la paz. La paz no la buscamos; llega por sí sola al practicar el perdón. Al dar los dos primeros pasos (que no implican hacer nada en el mundo, pues todos estos pasos son simplemente un cambio de mentalidad en nuestra propia mente), este tercer paso sucede por sí solo sin ningún esfuerzo por nuestra parte.

Comentemos también alguna citas más, todas del Texto, dos de ellas de la muy importante sección "La inversión de efecto y causa" (T.28.II):

El milagro establece que estás teniendo un sueño y que su contenido no es real. Éste es un paso crucial a la hora de lidiar con ilusiones. Nadie tiene miedo de ellas cuando se da cuenta de que fue él mismo quien las inventó. Lo que mantenía vivo al miedo era que él no veía que él mismo era el autor del sueño y no una de sus figuras. Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó a su hermano. Y esto es todo lo que el sueño ha hecho y lo que le ha ofrecido para mostrarle que sus deseos se han cumplido. Y así, él teme su propio ataque, pero lo ve venir de la mano de otro. Como víctima que es, sufre por razón de los efectos del ataque, pero no por razón de su causa. No es el autor de su propio ataque, y es inocente de lo que ha causado. El milagro no hace sino mostrarle que él no ha hecho nada. De lo que tiene miedo es de una causa que carece de los efectos que habrían hecho de ella una causa. Por lo tanto, nunca lo fue. (T.28.II.7)

El párrafo anterior sirve también de resumen de los dos primeros pasos del perdón, que son los pasos que nos incumben (ya que el tercero sucede por sí solo cuando se dan los otros dos).

He mantenido el código de colores que usé anteriormente. Comentar el párrafo entero podría ser largo, en cualquier caso podemos interpretarlo usando las claves que ya hemos mencionado más arriba y en el post anterior sobre los recordatorios del perdón. Aquí voy a comentar solamente una frase que puede venir bien aclarar: "Él se causa a sí mismo lo que sueña que le causó a su hermano": esto lleva nuestra atención del sueño al soñador; del cuerpo/mundo hasta la mente; desde el efecto hasta la causa. Es útil la distinción entre los dos niveles del sueño, el sueño del mundo (nuestras percepciones como cuerpos/formas) y el sueño secreto u ontológico. "Él se causa a sí mismo..." se refiere a que en el mundo nos percibimos como víctimas de algo externo, reprimiendo que somos nosotros mismos quienes lo hemos orquestado todo (por ejemplo nos enfadamos con alguien o le condenamos porque creemos que nos ha hecho daño), pero podemos tomar conciencia de que eso que percibimos externamente no es la verdadera causa de nuestro malestar, sino que estamos proyectando sobre otros "lo que soñamos que le causamos a nuestro hermano", lo cual se refiere al sueño secreto u ontológico, en el cual la situación se invierte, pues ahí no somos la víctima, sino el agresor: fuimos nosotros quienes nos separamos de Dios (y por extensión del Cristo, de la Filiación, del Hermano que engloba a cualquier hermano del nivel del mundo). No se nos hizo nada, sino que somos nosotros mismos quienes elegimos hacérnoslo a nosotros mismos. No fuimos expulsados del Paraíso, sino que decidimos salir de él, huyendo del Amor que pondría fin a nuestra individualidad. Pero como resulta duro reconocer que nosotros mismos renunciamos al Amor, y que somos los artífices de nuestro sufrimiento y carencia, entonces preferimos proyectar eso fuera de nosotros, echando las culpas a Dios en un nivel ("¡Oh, fue Dios Quien me expulsó!"), y echando la culpa a cualquier forma externa en el nivel del mundo, que es una mera proyección ilusoria para representar lo que queremos: que la culpa la tenga otro, alguien externo. De modo que en el sueño secreto soñamos que nosotros somos culpables por la separación ("soñamos que le causamos daño a nuestro hermano"), y proyectamos eso sobre el sueño del mundo invirtiendo causa y efecto, de modo que ahora es nuestro hermano quien creemos que nos ha causado daño (y por lo tanto nos sentimos justificados a considerarnos víctimas, contraatacar juzgando, condenando, etc; ahora podemos releer el párrafo entero de la cita, entendiéndolo mejor). Esto se relaciona con la famosa cita de la sección «El "héroe" del sueño», en la que se dice:

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. (T.27.VIII.10.1)

Lo cual sigue estando relacionado con el primer paso del perdón (por cierto, recordemos que ese "tú" no se refiere a nuestro "yo" humano, sino a nuestro "yo" ontológico, es decir, nosotros en el nivel más real —aunque todavía ilusorio— de la mente, como soñador o tomador-de-decisiones).

Finalmente, la primera frase de esa sección del Texto que ya hemos citado es muy poderosa y tiene muchas lecturas, a varios niveles:

Sin causa no puede haber efectos, mas sin efectos no puede haber causa. (T.28.II.1.1)

Esta breve frase es espléndida y tiene diversas lecturas. Una de ellas es resumir de manera breve el proceso del perdón, pues en esta frase se tocan los dos aspectos principales del perdón (los dos primeros pasos). Sin causa (en la mente: sin tomar en serio la idea de la separación) no puede haber efectos (es decir, que en el mundo nada puede afectarnos, pues al no tomar en serio la causa y reconocer su ilusoriedad, tampoco tomamos en serio los efectos pues reconocemos que son igualmente ilusorios). Y esto también funciona al revés, ¡y esto es muy importante, porque aquí es donde comienza nuestra práctica del perdón!: ¡sin efectos no puede haber causa! Esto quiere decir que si no tomamos en serio los efectos que percibimos (en nuestro nivel cotidiano del sueño del mundo), al no darles importancia y reconocer su ilusoriedad, estamos simultáneamente deshaciendo su también ilusoria causa en el sueño secreto ontológico. Por ejemplo, se me cae un vaso de cristal al suelo y se rompe (o enfermo de cáncer, etc), y en vez de darle importancia y tomarlo a la tremenda, recuerdo que es simplemente la ilusoria proyección/sueño de una causa que es igualmente ilusoria, situada en la mente ontologica: mi decisión en favor de la separación. Al no tomarme en serio el efecto percibido, estoy dejando de tomarme en serio también su causa, y por lo tanto deshaciendo el ego en su misma raíz ontológica.

Esa frase tiene también otras lecturas, por ejemplo para recordarnos que si negamos a Dios/Unidad, no podremos percibir Sus efectos (amor, paz, etc), ya que "Sin causa no puede haber efectos". Y de nuevo funciona también al revés: si en el sueño del mundo adoptamos una actitud que niega los efectos del Amor, es decir, elegimos juzgar, condenar, rechazar, etc., entonces experimentar a Dios se vuelve imposible para nosotros, porque "sin efectos no puede haber causa". Sin perdón no puede haber paz, ni puede experimentarse la Unidad.

Pero lo que hacemos, al seguir el sistema de pensamiento del ego, es aferrarnos a nuestros resentimientos, lo cual es una negación del perdón (y en consecuencia una negación de Dios). Entonces no podemos experimentar paz, sino que fortalecemos nuestra percepción de conflicto, y además le damos la vuelta a causa (nuestra decisión de apoyar al ego, de no perdonar) y efecto (conflicto) y decidimos que la culpa no es nuestra, sino que son "ellos" (las circunstancias, las personas, quien sea) quienes han causado nuestro conflicto o dolor.

Lo cual se relaciona con esta otra cita, del capítulo 21 del Texto, de la sección titulada "Somos responsables de lo que vemos" (T.21.II):

Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo independiente, y capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. Anteriormente hablamos de tu deseo de crear a tu propio creador, y de ser el padre y no el hijo de él. Éste es el mismo deseo. El Hijo es el efecto que quiere negar a su Causa. Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender ninguna de las dos. (T.21.II.10)

Nosotros elegimos qué vamos a considerar real o a qué le vamos a dar valor y credibilidad: a Dios o al conflicto. Al Amor o al mundo/cuerpo. La paz o el miedo. El perdón o la condenación. Somos libres de elegir, y dependiendo de lo que elegimos, así es nuestra experiencia.

El plan del ego, que seguimos tan fielmente, consiste en reprimir nuestra responsabilidad sobre nuestro sufrimiento, y en vez de reconocer que la causa es nuestra propia decisión, preferimos proyectar la responsabilidad sobre otros, sobre personajes proyectados sobre un mundo inventado, invirtiendo la causa y el efecto. Ahora parecemos ser víctimas de las circunstancias, de las personas, de un mundo externo. El perdón consiste en mirar esa dinámica proyectora de culpa del ego, mirándola sin juicio, y simplemente observándola sin juzgarla llegaremos a la comprensión del dolor que esa decisión nos causa, llegando al punto en que ya no seguiremos deseando aferrarnos a ningún aspecto de la ilusión. Y mediante esta observación libre de juicios y repleta de discernimiento, de manera natural y espontánea, el ego se deshará conforme vamos dejando de creer en él y al dejar de desearlo.

El Curso nos invita a que dejemos de reprimir nuestro apego al ego, nuestra resistencia a despertar, nuestro aferrarnos a la individualidad, y por lo tanto a los resentimientos, a juzgar, etc. No se nos pide que luchemos contra todo eso; simplemente se nos invita a que lo observemos sin juicio (eso es mirar con Jesús o con el Espíritu Santo), y el resto corre a cargo del Espíritu Santo (el resultado, la paz, el despertar, sucede por sí solo cuando tomamos esta tranquila actitud de perdonar, de observar sin juzgar). Se nos invita a que no escondamos nada de Jesús; a que no le ocultemos ninguno de nuestros pensamientos tenebrosos al Espíritu Santo. Pues esconderle algo a Jesús o al Espíritu Santo significa reprimir esos pensamientoe egoicos; lo cual significa que todavía los deseamos, porque si los mirásemos sin juzgarlos, desaparecerían, y una parte de nosotros sabe eso.

Por eso hay lecciones del Libro de ejercicios que nos invitan a observar nuestra mente, haciendo introspección en busca de cualquier pensamiento egoico que hayamos reprimido: resentimientos, preocupaciones, miedos, etc. Por ejemplo, lo que muchas veces hacemos ante un miedo o preocupación es reprimirlo, tratando de pensar en otra cosa, tratando de ser positivos, de "pensar en positivo", etc. Pero eso no sana el pensamiento erróneo, simplemente lo tapa y lo oculta temporalmente. Para sanarlo, tenemos que dejar de reprimirlo, mirándolo "con Jesús", es decir, desde una perspectiva de mentalidad recta: sin juicio, sin miedo, comprendiendo con discernimiento la dinámica de proyección del ego, y viendo lo inútil de apoyar todo eso. Al comprender su inutilidad, desaparecerá por sí solo gradualmente. Pero esto ocurre al mirar nuestros procesos egoicos sin juzgarlos; no ocurre si en vez de mirar en nuestro interior, decidimos mirar a otra parte (o sea: si los reprimimos, fingiendo que no somos tan egoicos, sino que somos tan bellamente "inocentes", tan "espirituales"...).

Y todo esto se relaciona con citas del Curso como por ejemplo (hay otras; copio solamente una como ejemplo):

Nadie puede escapar de las ilusiones a menos que las examine ((¡lo contrario de reprimirlas!)), pues no examinarlas es la manera de protegerlas. No hay necesidad de sentirse amedrentado por ellas, pues no son peligrosas. Estamos listos para examinar más detenidamente el sistema de pensamiento del ego porque juntos disponemos de la lámpara que lo desvanecerá (es decir, que juntos —junto a Jesús, es decir, desde una perspectiva de mentalidad recta— disponemos de la lámpara —la Expiación; la mentalidad recta que nos recuerda que "la separación nunca ocurrió"— que desvanecerá todo conflicto, toda ilusión), y, puesto que te has dado cuenta de que no lo deseas, debes estar listo para ello.  (T.11.V.1.1-3)

Cita con la cual concluimos este post. Una cuidadosa reflexión de las ideas contenidas en estos dos posts (este y el que linkeé arriba del todo) puede ayudarnos a captar mejor algunos de los principales aspectos del proceso del perdón.

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