jueves, 2 de abril de 2020

El propósito de las enfermedades

El propósito de la enfermedad es siempre el mismo propósito que el ego le asigna a todo: separar en vez de unir, proyectar en vez de extender, temer en vez de amar, diferenciar en vez de compartir, reforzar la creencia en el dolor/separación en vez de reconocer que solo la jubilosa unidad es real.

Esto es aplicable a todo, incluso a un insignificante virus. Un virus, como el cuerpo o el tiempo o cualquier otra cosa, no es nada de por sí: ni malo ni bueno. Es neutral. Todo depende del propósito que le asignamos. Podemos usarlo para proyectar nuestros miedos sobre él, y así convertir al virus en un monstruo asesino que no es. O podemos aprovecharlo para perdonarlo y extender amor y unión, y el virus no será diferente de nuestra propia vida: «Todas las cosas obran conjuntamente para el bien» (T.4.V.1.1). Para un santo, un virus forma parte simplemente de su vitalidad, algo así como la fauna intestinal o el "buen colesterol" o las propias células, es decir, forma parte de un todo unido que trabaja en favor del bien mayor. En última instancia, en realidad los virus no existen.

Así pues, los síntomas de temor los producimos nosotros mismos mediante nuestras creencias, mediante la proyección. Por eso el Curso nos dice que no somos víctimas del mundo que vemos, «Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti» (T.10.introd.1.1) y nos recuerda que tenemos el poder de decidir:

Nadie puede sufrir pérdida alguna a menos que ésa haya sido su propia decisión. Nadie sufre dolor salvo cuando él mismo así lo decide. Nadie puede estar afligido, sentir temor o creer que está enfermo a menos que eso sea lo que desea. Y nadie muere sin su propio consentimiento. Jamás ocurre nada que no sea una representación de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges. (L.152.1.1-5)

Hay muchísimas aclaraciones del Curso relacionadas con este tema. Citemos por ejemplo dos importantes secciones, la lección 136 del Libro de ejercicios, «La enfermedad es una defensa contra la verdad», y el capítulo 5 del Manual para el maestro, «¿Cómo se logra la curación?». No los copiaré aquí, pero estas secciones son útiles de releer. Como mero recordatorio citaré unos flashes de cada una de estas secciones:

La enfermedad no es un accidente. Al igual que toda defensa, es un mecanismo demente de auto-engaño. (L.136.2.1-2)

La enfermedad es una decisión. (L.136.7.1)

Lo que comenta esta lección 136 se complementa con lo dicho en la lección 76, «No me gobiernan otras leyes que las de Dios», que no vamos a incluir aquí pero que también es útil de releer.

En cuanto a la otra sección que mencioné, dejo otros pocos flashes:

La curación se logra en el instante en que el enfermo deja de atribuirle valor al dolor. (...) pues la enfermedad es una elección, una decisión. Es la elección de la debilidad, procedente de la equivocada convicción de que es fuerza. (M.5.I.1.1,4-5)

La curación es directamente proporcional al grado de reconocimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enfermedad. Sólo con decir: "Con esto no gano nada" uno se curaría. Pero antes de uno poder decir esto, es preciso reconocer ciertos hechos. (M.5.II.1.1-3)

La base fundamental de la curación es la aceptación del hecho de que la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo. (M.5.II.2.1)

El resumen muy resumido es que toda enfermedad, problema y miedo consiste en diferencias, en separación, y que se resuelven mediante la unicidad, la unión. La enfermedad es la creencia de que soy diferente o separado de mi hermano (por ejemplo uno tiene síntomas y otro no, uno siente dolor y otro no, esto es el resultado de la creencia egoica en la separación) mientras que la curación y la dicha es el resultado de reconocer que la separación es imposible.

Cada vez que creemos que estamos separados de algo o de alguien, estamos alimentando la enfermedad en algún nivel, pues la enfermedad es la ilusión de separación, una mera creencia. Y se resuelve simplemente tomando consciencia de la imposibilidad de la separación, reconociendo lo que nos une, lo que compartimos en igualdad, nuestra indisoluble unión.

Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe. 
En esto radica la paz de Dios.
(T-introd)

Dejo como complemento una colección de citas del Curso relacionadas con este tema:

Percibir el cuerpo como una entidad separada no puede sino fomentar la enfermedad, ya que ello no es verdad. (T.8.VII.11.4)

Vuestras mentes no están separadas, y Dios tiene solamente un canal para sanar porque sólo tiene un Hijo. El único nexo de comunicación que le queda a Dios con Sus Hijos los une a todos ellos entre sí, y a todos ellos con Él. Ser consciente de esto es sanarlos, ya que es la conciencia de que ninguno de ellos está separado y, por ende, ninguno está enfermo. (T.10.III.2.5-7)

En el mundo real no hay enfermedades, pues en él no hay separación ni división. (T.11.VIII.10.1)

La idea de la separación dio lugar al cuerpo y permanece conectada a él, haciendo que éste enferme debido a la identificación de la mente con él. (T.19.I.7.7)

Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega la separación, la enfermedad desaparece. (T.26.VII.2.1)

¿Qué puede permanecer enfermo y separado de la Unidad que encierra dentro de Sí todas las cosas? (T.26.VII.10.4)

Ninguna mente puede estar enferma a menos que otra mente esté de acuerdo en que están separadas. (T.28.III.2.1)

La curación es el efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de mentes que se separan. (T.28.III.2.6)

Las semillas de la enfermedad proceden de la creencia de que es posible encontrar felicidad en la separación y de que renunciar a ella sería un sacrificio. (T.28.IV.10.6)

¿Qué puede ser la sensación de estar enfermo, sino una sensación de estar limitado, o de estar desunido de algo y separado de ello? ¿O de una brecha que percibes entre tu hermano y tú y lo que ahora consideras la salud? Y de este modo, lo bueno se ve como si estuviese afuera, y lo malo, adentro. Y así, la enfermedad aparta al ser de lo bueno, y conserva lo malo adentro. Dios es la Alternativa a los sueños de miedo. El que es partícipe de sueños de miedo, no puede ser partícipe de Él. Pero el que se niega a ser partícipe de ellos, participa en Él. No hay ninguna otra alternativa. Nada puede existir a menos que tú compartas su existencia. Y tú existes porque Dios compartió Su Voluntad contigo para que Su creación pudiese crear. (T.28.V.1)

Cuando ése se vuelve tu propósito, el cuerpo se cura, pues no se le utiliza para dar testimonio del sueño de separación y enfermedad. (T.28.VII.4.1)

El mundo acata las leyes que la enfermedad apoya, pero la curación opera aparte de ellas. Es imposible que alguien pueda curarse solo. En la enfermedad, él no puede sino estar aparte y separado. Mas la curación es el resultado de su decisión de ser uno solo nuevamente, y de aceptar su Ser con todas Sus partes intactas e incólumes. En la enfermedad, su Ser aparenta estar desmembrado y desprovisto de la unidad que le da vida. Mas la curación se logra al él comprender que el cuerpo no tiene el poder de atacar la universal unicidad del Hijo de Dios. (L.137.3)

La separación que la enfermedad pretende imponer en realidad jamás ha tenido lugar. (L.137.4.3)

El que está enfermo se percibe a sí mismo como separado de Dios. ¿Quieres verle tú además separado de ti? Tu tarea es sanar la sensación de separación que le hizo enfermar. Tu función es reconocer por él que lo que cree acerca de sí mismo no es verdad. Tu perdón debe mostrarle eso. Curar es muy simple. (M.22.6.5-10)

La enfermedad y la separación deben curarse mediante el amor y la unión. (O.3.III.5.7)

En ti no hay separación, y no hay substituto que pueda mantenerte separado de tu hermano. (T.18.I.10.1)

En definitiva, siempre hay motivos para estar tranquilos, puesto que Dios es Bueno y por tanto nunca ha habido ningún problema real. Tal como dice el Curso:

Permítaseme reconocer el problema para que pueda ser resuelto. (L-79) (Siendo nuestro único problema la creencia en la separación, sea cual sea la forma en que se manifieste)

Permítaseme reconocer que mis problemas se han resuelto. (L.80) (El único problema, la creencia en la separación, ya fue respondido por el Espíritu Santo mediante la Expiación, y por tanto basta con que aceptemos Su respuesta)

Que no me olvide de que soy uno con Dios. (L-124)

La elección de lo que percibimos es siempre nuestra. Siempre podemos elegir si centrarnos en el miedo o en el amor.

Todos los aspectos del miedo son falsos porque no existen en el nivel creativo y, por lo tanto, no existen en absoluto. En la medida en que estés dispuesto a someter tus creencias a esta prueba, en esa misma medida quedarán corregidas tus percepciones. En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro procede de acuerdo con lo siguiente:
El amor perfecto expulsa el miedo. 
Si hay miedo, es que no hay amor perfecto. 
Mas: 
Sólo el amor perfecto existe. 
Si hay miedo, éste produce un estado que no existe. 
 Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta solución y esta fe es Su don. (T.1.VI.5)

Resumido en un par de frases:

     El miedo procede de una falta de amor. (T.2.VI.7.6)

     El amor perfecto expulsa el miedo. (T.1.VI.5.4)