lunes, 31 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XXI)

Mañana será otro día.

Es un mensaje de esperanza: nunca hay que desesperarse ante los problemas, pues este mundo es cambiante y aquí todo se pasa. Muchas veces somos nosotros mismos quienes alimentamos el problema al tratar de resolverlo por nuestra cuenta (como egos). Si simplemente dejamos de querer controlarlo obsesivamente todo, los problemas pasan y la inspiración llega. Entonces recordaremos cuál es nuestro único problema (la creencia en la individualidad/separación) y que en realidad ya se ha resuelto: simplemente tenemos que aceptar esto mediante el perdón.

Las situaciones se transforman. Mañana será otro día. Pero si queremos estar libres de problemas para siempre en vez de simplemente transformar un problema en otro, tendremos que aprender a practicar el perdón, que nos saca de este juego basado en alternar entre continuos problemas.

Ya hemos comentado sobre el tiempo en otras partes de esta serie, por ejemplo en el capítulo anterior, al comentar el refrán de que "Los tiempos cambian".

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Manos duchas comen truchas. 

Alude a las ventajas de ser hábil. Y puesto que habilidad más útil es la de perdonar, podemos parafrasear así este refrán:

Corazón que perdona, siente que la paz aflora.

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Manos frías, corazón caliente.

Lo que importa no es lo externo, sino lo interior. No la forma, sino el contenido. Alguien puede parecer ser frío o distante a nivel del comportamiento ("manos frías") y sin embargo sentir un gran amor por los demás en su corazón.

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Más daño hacen amigos necios que enemigos descubiertos.

Los enemigos declarados, al no esconderse podemos afrontarlos como veamos oportuno, pues somos conscientes de su presencia. Pero un amigo necio es un enemigo oculto, disfrazado en forma de amigo. Y por "amigo necio" nos referimos, por supuesto, al ego. Mientras pensemos que el ego es nuestro amigo y sigamos su sistema de creencias, estaremos indefensos porque experimentaremos multitud de problemas pero no comprenderemos de dónde vienen, pues nuestro "enemigo" está escondido y creemos que es nuestro amigo. El ego nos distrae con los problemas aparentes del mundo —que son ilusorios e irrelevantes— para que no prestemos atención a nuestro verdadero enemigo (el ego) y en vez de eso nos unamos con él —creyéndolo amigo— para combatir contra los otros supuestos enemigos del mundo. Pero cuando nos damos cuenta de que el ego no es nuestro amigo (de hecho es nuestro único "enemigo"), nos volvemos conscientes del verdadero problema y por fin podemos ponerle solución. La solución es el perdón (dejar de creernos cuerpos separados, dejar de creer en el sistema de pensamiento de la separación).

Más quiero libertad con pobreza que riqueza con esclavitud.

Más vale ser libres aunque tengamos pocos medios materiales, que disponer de muchos medios materiales pero carecer de libertad. Pero la riqueza o pobreza materiales no importan; no son algo bueno ni malo. De lo que conviene ser pobres es de ego. Porque el ego es esclavitud. Cuanto más pobres seamos de ego, menos esclavos seremos.

La verdadera riqueza es estar libre de ego, porque solo entonces podemos reconocer la verdad de nuestro Ser, que es la única e infinita Riqueza.

Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Con el tiempo, atención y paciencia todos tenemos muchas oportunidades de aprender de nuestras experiencias. Quien aprende de sus experiencias es en cierto sentido un "viejo que se vuelve sabio". Tarde o temprano todos debemos aprender, por propia experiencia, que este mundo de dualidad no nos da felicidad, por lo que debe haber algún otro camino. Y hallaremos ese camino, que es el perdón, es decir, volver la mente hacia dentro para despertar del sueño de la dualidad. Los despiertos son los verdaderos sabios que ya han "hecho sus deberes" del perdón.

Más se ha de estimar un diente que un diamante.

Este refrán aparece en el Quijote. Significa que tienen más valor las cosas básicas que las cosas accesorias. Cuando Don Quijote, apaleado, se vio dolorido y con varios dientes partidos y rotos, se dio cuenta de que más le gustaría tener de nuevo sus dientes sanos que cualquier otro regalo, incluso un diamante.

Lo más básico que todos tenemos es nuestro propio Ser. Todo lo demás es accesorio. Más se ha de estimar el Ser, que el ego (el cual ni siquiera es un diamante, sino una piedra común y sin valor). Cuando queramos nuestro Ser por encima de todo, las ilusorias baratijas del ego desaparecerán y reconoceremos lo verdaderamente valioso. Cuando uno suelta el mundo y el cuerpo —las ilusiones— y renuncia a los resentimientos, el Ser aparece. La Vida, que siempre estuvo ahí, se revela.

Más vale quien Dios ayuda que quien mucho madruga.

Sale mejor parado quien acepta la ayuda de Dios —del Espíritu Santo— que quien trata de resolver las cosas por su cuenta, confiando en su propia pericia personal. Porque el primero está receptivo a recibir ayuda desde más allá de su limitada individualidad, mientras que el segundo es arrogante en el sentido de creer que podrá resolver sus problemas exclusivamente desde el ego.

En otras palabras: más vale quien es humilde y acepta aprender a volver la mente hacia dentro, que quien sigue lidiando orgullosamente entre las proyecciones del mundo.

Más vale estar solo que mal acompañado.

Especialmente si nos referimos a la compañía del ego. Pero en realidad nunca podemos estar del todo solos en este mundo: estamos siempre con uno de los dos compañeros posibles: el ego o el Espíritu Santo. Y en cada instante de nuestras vidas estamos eligiendo al uno o al otro. ¿A cuál estoy eligiendo ahora mismo? Puedo saberlo así: si estoy en paz y amabilidad, estoy con el Espíritu Santo. De lo contrario estoy con el ego y más me valdría estar a solas.

En cuanto dejamos al ego a un lado, el Espíritu Santo nos sonríe y nos hace saber que no estamos solos sino que ahora —conscientes de Él— estamos muy bien acompañados.

Más vale maña que fuerza.

Se refiere a que en muchas ocasiones es más útil la habilidad que la fuerza bruta.

Para nuestros propósitos, puesto que la habilidad más útil que hay en este mundo es la de despertar de él, podríamos expresar el refrán así: Más vale el perdón que la lucha y la imposición. Porque más vale la suave habilidad con que el perdón hace desaparecer los problemas, que la fuerza bruta del ego tratando de imponer sus crueles soluciones guerreras basadas en "o tú o yo".

Más vale pedir que robar.

El quid de la cuestión es que en este mundo todo lo que no sea amar o practicar el perdón es robar. Y somos cada uno quienes nos robamos a nosotros mismos nuestra propia paz. Así que podríamos expresar la idea así: Más vale perdonar que perder nuestra paz. Porque el perdón es la oración más elevada para quienes creemos estar en este mundo.

La oración es una forma de pedir algo. Es el vehículo de los milagros. Mas la única oración que tiene sentido es la del perdón porque los que han sido perdonados lo tienen todo. Una vez que se ha aceptado el perdón, la oración, en su sentido usual, deja de tener sentido. La oración del perdón no es más que una petición para que puedas reconocer lo que ya posees. (T.3.V.6.1-5)

Más vale poco y bueno que mucho y malo.

La calidad es preferible a la cantidad. Más vale prestar atención a la calidad de algo (el contenido) que a la cantidad de ese algo (lo que abulta a nivel de la forma). Más vale un solo instante unido a Dios que mil años devaneando junto al ego. Porque mil años de ego son mil años de conflicto y sufrimientos, mientras que en ese único instante de unión con Dios está contenida la infinita eternidad.

También: Más vale un instante de perdón que cien años de lamentación.

Más vale preguntar viejo, que morir necio.

El aprendizaje no tiene edad; lo que requiere es la humildad de estar dispuesto a aprender. Lo más útil que podemos aprender en este mundo es a volver la mente hacia dentro (perdonar; despertar). Y no importa la edad en que uno empiece a aprender esto. Podríamos, pues, expresar esta idea así: Más vale empezar a perdonar en la vejez, que morir en la estupidez. Porque si morimos sin haber perdonado, cargados con la culpa y el resto de creencias ilusorias del ego, nuestro apego al conflicto nos impulsará a seguir soñando nuevas vidas de sufrimientos y de problemas. Y así una y otra vez, hasta que finalmente en una de ellas nos dignemos a perdonar y así despertar del sueño del mundo.

No importa si empiezas a perdonar de niño o de viejo; simplemente perdona y dejarás de ser preso.

Más vale prevenir que curar.

Y como siempre con nuestro sistema de pensamiento del Curso, la mejor manera de prevenir los problemas es el perdón. Que sirve también para curar los problemas cuando ya se han presentado.

Si practicamos el perdón asiduamente, muchos problemas ni siquiera llegarán a presentarse, al haber perdonado la culpa inconsciente que los generaba. Otros problemas sí aparecerán (pues durante la mayor parte del proceso de despertar nuestro perdón no es completo), pero una vez nos percatemos de ellos podremos aplicarles también la receta del perdón. Así mantendremos la paz, y el problema desaparecerá o dejará de importar.

Más vale perdonar (prevenir, o la verdadera curación) que lamentarse por los sufrimientos y tener que recurrir a la ineficaz magia del ego. (Nota: la magia del ego a veces sí parece eficaz, pero esto es una apariencia, pues cambia los efectos pero deja intacta la causa que los origina, por lo que deja sin resolver el problema de nuestra falta de plenitud, y por lo tanto es un "remedio" que en el fondo es ineficaz).

Más vale que sobre que no que falte.

Más vale la abundancia que la escasez. Creer en el sistema de pensamiento del ego implica siempre escasez. El ego es incapaz de gozar de la verdadera abundancia, pues la abundancia solo se encuentra en la verdad, que es unión y no separación.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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domingo, 30 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XX)

Los amigos de mis amigos son mis amigos.

Nuestro verdadero Amigo es el Espíritu Santo. Haremos bien en aceptar la amistad de los amigos del Espíritu Santo, pues son también nuestros amigos y solo quieren amarnos, y ayudarnos a despertar para que seamos completamente felices. Estos amigos son: Jesús (o cualquier iluminado, o la esencia de cualquiera de nuestros hermanos), el perdón, el milagro, la inocencia, la paz, la amabilidad, el aprecio, la confianza, la bondad, el amor, la unión, etc.

Más específicamente, no deberíamos negar nuestro amor ni a uno solo de nuestros hermanos, pues todos ellos forman parte indispensable de nuestra bienaventuranza, al formar parte de nuestro propio Ser. 

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No dejes que los árboles te impidan ver el bosque.

Cuando prestamos demasiada atención a los detalles concretos perdemos de vista la visión más amplia, la perspectiva global. El ego tiende a lo concreto (porque busca la separación y lo concreto está limitado/separado de lo demás) y rehúye lo abstracto. El mundo de las formas, generado por el ego, es el lugar de las cosas concretas. Cada forma es concreta, limitada, separada de las demás. En cambio, el Cielo o conocimiento no-dual es abstracto, pues al no haber separación/límites no se puede definir. El cuerpo es concreto; Dios, abstracto. Al identificarnos con el sistema de pensamiento del ego (la creencia en la separación y sus ramificaciones), creemos ser un cuerpo y al percibirnos como cuerpos perdemos de vista a Dios (nuestro verdadero Ser), que es abstracto. El cuerpo es el árbol que nos impide ver el bosque que es Dios. El mundo es el árbol que nos impide ver a Dios (ser Dios; ser Lo que somos).

Si nos acercamos demasiado, un solo árbol puede taparnos todo lo demás (ocultando tanto la verdad como el resto de las ilusiones), al igual que un dedo cerca del ojo puede tapar la luna. Del mismo modo, si nos aferramos demasiado al cuerpo (o al mundo: los resentimientos, etc) prestándole demasiada atención, estaremos permitiendo que lo concreto (la forma) nos impida ver lo abstracto. Aquí, "ver" significa comprender, experimentar, incluso ser (conscientemente).

Veamos algunas citas del Curso en relación a esto:

Nada es tan cegador como la percepción de la forma. (T.22.III.6.7)

El pensamiento abstracto es pertinente al conocimiento porque el conocimiento es algo completamente impersonal, y para entenderlo no se necesita ningún ejemplo. La percepción, por otra parte, es siempre específica y, por lo tanto, concreta. (T.4.II.1.4-5)

La condición natural de la mente es una de abstracción total ((en la que todo es uno, sin diferencias, distinciones ni excepciones)). (...) Un hermano es todos los hermanos. Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. (...) La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. (...) Los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo. El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto. (L.161.2.1; 4.1-2,7; 5.2-5)

Y en la sección del Texto "Creación y comunicación" (T.4.VII) se ofrecen algunas aclaraciones relevantes sobre este tema:

Las ilusiones del ego son muy concretas aunque la mente es naturalmente abstracta. Parte de la mente, no obstante, se vuelve concreta al dividirse. La parte concreta cree en el ego porque el ego depende de lo concreto. El ego es aquella parte de la mente ((la mentalidad errada)) que cree que lo que define tu existencia es la separación. (T.4.VII.1.2-5)

El espíritu está en completa y directa comunicación con todos los aspectos de la creación, debido a que está en completa y directa comunicación con su Creador. (...) Creación y comunicación son sinónimos. (...) Esta comunicación es perfectamente abstracta, ya que su aplicación es de una calidad universal y no está sujeta a ningún juicio, excepción o alteración. (T.4.VII.3.4,6,9)

Tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comunicación. La existencia, sin embargo, es específica en cuanto a qué, cómo y con quién vale la pena entablar comunicación. El estado de ser carece por completo de estas distinciones. Es un estado en el que la mente está en comunicación con todo lo que es real. En la medida en que permitas que ese estado se vea coartado, en esa misma medida estarás limitando la idea que tienes acerca de tu propia realidad (...). (T.4.VII.4.1-5)

La Abstracción Divina se deleita compartiendo. Eso es lo que significa la creación. Las preguntas "¿qué?", "¿cómo?" y "¿con quién?" son irrelevantes toda vez que la verdadera creación lo da todo, ya que sólo puede crear a semejanza propia. Recuerda que la diferencia que hay entre tener y ser en la existencia, en el Reino no existe. En el estado de ser la mente siempre lo da todo. (T.4.VII.5.4-8)

Por lo tanto, si queremos ser felices y no perder de vista la plenitud de nuestro verdadero Ser, no dejemos que los árboles nos impidan ver el bosque. No nos apeguemos a lo concreto cegándonos a la infinitud abstracta de nuestro Ser. La manera de desapegarnos es practicar el perdón. El perdón no separa, sino que une. No ve diferencias concretas, sino que entiende nuestra universal igualdad. No ve las cualidades concretas que aparentemente nos diferencian y separan a unos de otros, sino que se centra en lo que todos tenemos en común: lo universal. Por ejemplo, nuestras formas difieren y el ego considera importantes esas diferencias, pero el perdón reconoce que las diferencias son ilusorias y no les da importancia, centrándose en lo universal que todos compartimos: todos aquí estamos dormidos, con un ego del que nos conviene despertar. En esto somos iguales. Y en el Cielo somos incluso más que iguales, pues en el Ser somos Uno.

No dejemos que lo plural (las ilusiones) nos vuelva ciegos a lo universal (el Ser/Unidad). A medida que practiquemos el perdón, los ilusorios árboles de lo concreto dejarán de taparnos el bosque de la verdad universal.

Los celos son malos consejeros.

Los celos, como la envidia y el resto de baratijas del ego, provienen de la creencia de estar separados e incompletos. Provienen de la sensación de carencia, que a su vez proviene de haber elegido creer en el sistema de pensamiento del ego. Estas baratijas refuerzan la sensación de carencia de la que provienen, y nos vuelven ciegos e incapaces de ver con sabiduría. Librarnos de estas baratijas, por lo tanto, nos devuelve la plenitud y la libertad que creíamos haber perdido.

Los extremos se tocan.

El ego cree en las diferencias, pero en lo básico no somos diferentes unos de otros, ni siquiera en casos considerados extremos por el ego. Por ejemplo, un fanático de la política "de derechas" puede parecer superficialmente muy diferente de un fanático de la política "de izquierdas", sin embargo ambos comparten las características de su común fanatismo: odio por los rivales, enfado ante las opiniones contrarias, incapacidad de ver los aciertos del lado opuesto, etc. Otro ejemplo: un policía puede parecer diferente de un ladrón, pero ambos, como todos nosotros, tienen un lado mental egoico y un lado mental pacífico, junto con la capacidad de elegir entre ambos lados. Un policía puede llegar a robar cuando está en su mentalidad errada, mientras que un ladrón puede comportarse con virtud cuando está en su mentalidad recta.

Otro ejemplo de que los extremos se tocan es lo fácilmente que pasamos del amor (el amor especial del mundo) al odio. Esto se debe a que en este mundo de opuestos, los aparentes opuestos (los extremos) son en realidad lo mismo. El amor especial no es más que una forma disimulada de odio. El amor de este mundo es odio disfrazado, por eso nuestros comportamientos y sentimientos son tan cambiantes, pues cambiamos constantemente de un disfraz a otro, aunque el contenido es siempre el mismo:

No hay amor en este mundo que esté exento de esta ambivalencia, y puesto que ningún ego ha experimentado amor sin ambivalencia, el amor es un concepto que está más allá de su entendimiento. (T.4.III.4.6)

Un ejemplo final: la diferencia entre el héroe y el cobarde es a veces inexistente, cuando ambos actúan desde el miedo. A veces, por miedo, uno reacciona huyendo y se le llama cobarde. Pero otro, debido al miedo, siente el impulso de atacar y se le llama valiente. Pero ambos son lo mismo: miedosos expresando su miedo de formas diferentes. Una vez más, los extremos u opuestos se tocan; porque ambos son ilusorios.

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Los niños y los locos dicen las verdades.

O sus variantes:

Del loco, del bobo y de la criatura se sabe todo.

Los niños, los borrachos y los locos no callan nada y lo largan todo.

Significa que aquellos incapaces de razonar o de disimular, muchas veces hablan más de lo debido, sin poder callarse o mentir de un modo creíble (las mentiras de un niño se descubren en menos que dura un guiño).

Pero a nosotros nos interesa otro matiz: cuando alguien descubre una verdad espiritual y la cuenta a otros, frecuentemente le menosprecian o se ríen de él, como si fuera un tonto, un niño, un loco o un borracho. Por eso, si uno afirma que el mundo es un sueño, o que la vida no tiene forma, o que el tiempo no existe, o que no somos cuerpos, es fácil que se le considere tonto o loco.

En este sentido, para el mundo resulta muy difícil distinguir al sabio del loco, pues ambos pueden llegar a decir "locuras", ideas increíbles.  En el mundo se confunde al genio con el borracho, al sabio con el niño o con el bobo, etc.

Visto así, podríamos recordar el dicho bíblico de "Dejad que los niños se acerquen a mí" y parafrasearlo con "Dejad que los sabios se acerquen a mí". Aunque el sentido de ese dicho bíblico no es exactamente ese, pues ahí la palabra "niño" no simboliza al sabio, sino más bien la inocencia y humildad, es decir, a aquellos que son receptivos y están dispuestos a aprender: "Dejad que los humildes y los inocentes se acerquen a mí". Porque ellos son sinceros y buscan y respetan la verdad.

Los reyes y los jueces no se casan con nadie.

Es decir, que quienes desempeñan cargos de poder deberían ser imparciales y no beneficiar a ninguna de las partes en litigio (pues eso sería ser parcial). Recordemos lo que hemos hablado más arriba sobre lo concreto y lo abstracto. El ego busca lo concreto y es parcial: ve intereses separados y prefiere a unos sobre otros, en interés propio. El Espíritu Santo reconoce lo universal (los intereses compartidos, y en última instancia la abstracción pura) y es imparcial: ama y bendice a todos por igual. En este sentido, no confiemos en el ego como líder o guía, pues el ego es un rey/juez cruel y parcial. Y un líder parcial perjudica a quienes le siguen, pues les conduce al sufrimiento y a la muerte. Confía, pues, en el Espíritu Santo, que es un guía bondadoso e imparcial que nos lleva hacia la Vida y que nos conduce a reconocer nuestra propia verdadera realeza.

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Los tiempos cambian.

El mundo de espacio/tiempo, de la dualidad, es cambiante: en él nada es seguro. La felicidad se troca en tragedia, la tristeza se troca en alegría, el placer se troca en dolor, y así sucesivamente en ciclos que se repiten indefinidamente. Unas veces estamos arriba en la noria de la vida, otras abajo. Pero siempre girando, alternando entre placeres y conflictos inacabables. La única escapatoria es despertar de este mundo/sueño irreal, lo cual podemos hacer mediante la práctica del perdón.

Aquí, en el mundo de la dualidad, todo pasa y es fugaz, alegrías y dolores por igual. Aquí nada es permanente. Si buscamos algo de verdadero valor, algo permanente, debemos buscarlo donde está: en la verdad, en lo eterno. Y el perdón es el medio que nos conduce a esta gozosa revelación. Todo lo demás no importa, pues ahora aparece y luego desaparece. Todo pasa, excepto la verdad. Y el perdón es el medio para eliminar los obstáculos que nos impiden reconocer la verdad.

Sobre el tiempo ya hemos comentado algunas ideas en esta serie, por ejemplo al final de la parte VI, en los comentarios a los refranes "El tiempo es oro", "El tiempo todo lo cura", "No hay mal que cien años dure", "No hay bien que dure ni mal que no se acabe".

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Los toros se ven mejor desde la barrera.

Explicación normal: "Resulta fácil juzgar algo desde un sitio donde no hay peligro alguno" (CVC).

Desde la tranquilidad y la seguridad todos somos valientes, pero cuando estamos en medio del peligro aparecen amenazas aparentemente urgentes de afrontar y perdemos el buen juicio y la tranquilidad. En definitiva, perdemos los papeles y es más fácil que caigamos en las redes del ego, reaccionando con miedo, crueldad, remordimientos, a la defensiva, etc.

El mundo del ego es un campo de batalla en el que, identificados con un cuerpo implicado con diversidad de problemas, luchamos por sobrevivir. Al sentirnos implicados en el campo de batalla no vemos las cosas con tranquilidad ni ecuanimidad, por lo que se cierra nuestro discernimiento y caemos fácilmente en el miedo y los líos resultantes de pensar y reaccionar como egos.

Ante este feo y desconcertante panorama, el Espíritu Santo nos da la solución: "Elévate por encima del campo de batalla y no serás afectado por las ilusiones, pues en ese elevado punto no podrán tocarte". Elevarse por encima del campo de batalla es desidentificarnos del cuerpo (el "héroe" del sueño) e identificarnos con el soñador, es decir, con la mente que está proyectando el sueño. El soñador, también llamado "Testigo" en otras tradiciones, o "Tomador de decisiones" por Kenneth Wapnick, es libre de cambiar su identificación con el sistema de pensamiento del ego, eligiendo en su lugar dar su lealtad al sistema de pensamiento de perdón del Espíritu Santo. Esto nos eleva del campo de batalla, nos despierta del sueño y nos conduce de vuelta a casa, a nuestro Ser.

Hay una metáfora que es la de ver el mundo como un teatro. Si nos identificamos con el personaje que encarnamos en la obra de teatro, sufrimos. Un paso en la dirección correcta es recordar que no es un mundo real, sino puro teatro, una escenificación (un sueño irreal, etc). Entonces pasamos de ser un personaje en la obra de teatro, a ser el actor. Esto es un paso ventajoso porque el personaje es quien parece estar en peligro; en cambio, el actor es alguien que ha recordado que la historia que está representando es una ficción. En consecuencia, sufre menos que el personaje. El siguiente paso es desidentificarnos del actor y pasar a vernos como el espectador. El espectador está aún más libre y tranquilo que el actor, porque el actor aún está en el escenario mientras que el espectador se sabe tranquilamente sentado en la butaca, observando la obra sin implicarse en ella. Simplemente la observa. Es el testigo de la obra de teatro. El soñador; el tomador de decisiones; la mente que se durmió y que puede elegir despertar. El paso final, que ocurre espontáneamente tras una continuada práctica espiritual (como por ejemplo el proceso del perdón), consiste en salir del teatro. Es decir, ahora nos desidentificamos del espectador y simplemente salimos del teatro. Y entonces ya no hay ilusiones que observar. Ya solo se reconoce la inmutable Verdad (lo Absoluto); y se entiende que el teatro nunca existió, ni tampoco el actor ni el espectador. Nunca hubo teatro, pues lo único siempre existente es Dios; el Ser Libre de ilusiones. La Plenitud ilimitada.

Pero en este refrán no se está haciendo hincapié en ese paso final, sino en el paso intermedio de convertirnos en el espectador, en el soñador, en la mente tomadora de decisiones: el Testigo. Esto es lo que significa "elevarse por encima del campo de batalla". O lo que es lo mismo, "ver los toros desde detrás de la barrera". Pues ahí estamos a salvo. Como cuerpos parecemos estar en peligro, pero como la mente que sueña (el espectador, el Testigo, etc) estamos completamente a salvo. Ahí no puede pillarnos el toro. Y entonces vemos las cosas de otra manera, desde otra perspectiva que nos permite estar en paz, elegir el sistema de pensamiento del Espíritu Santo y despertar.

Elevarnos por encima del campo de batalla (T.23.IV) es lo mismo mantenernos en el "centro tranquilo" de la paz (T.18.VII.7-8) y consiste básicamente en lo que hemos comentado: pasar del sueño al soñador, y desde ahí elegir la paz del perdón. Otra manera de decirlo es que consiste en soltar el pasado y el futuro y centrarnos únicamente en el presente puro (que no debe ser confundido con el presente temporal). En este oasis interior podemos sentirnos seguros, amados y en paz.

Algunas citas del Curso relacionadas con este tema:

Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla. (T.23.IV.4.7)

Elévate, y desde un punto más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. Aquí, en medio de él ((del campo de batalla del mundo)), ciertamente parece real. Aquí has elegido ser parte de él. Aquí tu elección es asesinar. Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. (T.23.IV.5.1-7)

Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo. 

No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. (T.23.IV.6; 7.1)

Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? ¿Y podría ser algo que durase eternamente? 

Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. ¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofrecer o poseer. Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. ¿Qué puede estar en conflicto con lo que lo es todo? (T.23.IV.8.7-9; 9.1-6)

((la mente: el Testigo; el Tomador de decisiones)) eres el soñador del mundo de los sueños. (T.27.VII.13.1)

Sueña con la bondad de tu hermano en vez concentrarte en sus errores. (T.27.VII.15.3)

Lo anterior es una llamada al perdón. Al sustituir nuestros resentimientos por el perdón estamos dando el paso de dejar atrás el personaje para tomar conciencia del Testigo o soñador.

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. (...) Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño. 

Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. (T.27.VIII.10.1,5-6; 11.1)

¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! (T.27.VIII.13.1)

Y con referencia al "centro tranquilo":

No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. (...) Con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. (...) A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente. 

Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia. (T.18.VII.7.7,5,8-9; 8.1-5)

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Y para finalizar este capítulo de la serie, comentemos brevemente este último refrán:

Los últimos serán los primeros.

Su fuente son estas palabras de Jesús en el evangelio: 

Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros. (Mt 20:16)

Significa que quienes son humildes (los últimos) serán los primeros en despertar a la paz, pues están receptivos para aprender y practicar el perdón. Por el contrario, los arrogantes que creen saberlo ya todo y se creen superiores, están hundidos en el ego y tardarán más en despertar: los arrogantes (los "primeros") serán los últimos en despertar. En realidad estas aclaraciones ya vienen incluidas en la propia Biblia también:

Pero que el mayor de vosotros sea vuestro servidor. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Mt 23:11-12)

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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sábado, 29 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XIX)

Las desgracias nunca vienen solas.

El origen de todo disgusto es nuestra elección en favor del ego. Una vez que decidimos apoyar al ego en nuestra mente, aunque nos olvidemos de esa decisión seguimos experimentando las consecuencias en el mundo: un disgusto tras otro; una desgracia tras otra; la pérdida de nuestra paz. Los disgustos se sucederán uno tras otro mientras no cambiemos la decisión de nuestra mente. Pero cuando dejemos de apoyar al ego y elijamos en su lugar el perdón del Espíritu Santo, los disgustos se desvanecerán y nos sentiremos en paz independientemente de las circunstancias externas. Esto facilita el despertar, tras el cual se comprende que nunca hubo desgracias.

Las malas noticias vuelan.

Esto es así porque al ego le gusta propagar malas noticias; se siente protagonista y especial cuando es portador de novedades trágicas (incluso se emociona cuando se entera antes que otro de una noticia trágica, para así tener el placer de contársela, haciéndose a veces el interesante y demorando ir al grano, pues una vez que ya ha avisado de que sabe algo importante que el otro desconoce, le encanta disfrutar de esos momentos de superioridad durante los que ambos saben que él tiene más "conocimiento" —información— que el otro). Por otro lado, el Espíritu Santo tiene muchas noticias buenas que darnos, pero mientras sigamos identificados con el ego, en esa misma medida nos sentiremos atraídos por la tragedia. No tenemos más que ver los informativos del mundo para ver la importancia que se les da a las noticias trágicas y la poca atención que en comparación despiertan las noticias amables. Por eso el Curso nos explica nuestra atracción por los problemas: nos habla de la atracción por el dolor (T.19.IV.B.i), la atracción de la culpabilidad (T.19.IV.A.i) junto con nuestro deseo de deshacernos de la paz (T.19.IV.A), la atracción por la muerte (T.19.IV.C), etc. Tales atracciones, junto con el miedo a Dios (miedo a la verdad) (T.19.IV.D), son los obstáculos a la paz. Pero cuando queramos más la paz que los conflictos comenzaremos a practicar con más intensidad el perdón, logrando así acelerar enormemente el despertar. ¡Y eso producirá felicísimas noticias! Las noticias felices sí que vuelan, pero de verdad: nos elevan hasta la Realidad. Son noticias que vuelan y nos hacen volar.

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Lo cortés no quita lo valiente.

Este refrán es muy ucedemiano, por lo que nos vale así tal cual, sin necesidad de cambiarle nada. El ego confunde la debilidad con la fortaleza. Cree que el amor es débil. Cree que la crueldad y el ataque son muestras de fortaleza. El ego ve la amabilidad y la bondad como síntomas de debilidad. Al asesino lo considera fuerte, y al inocente y amable, débil. Y en el mundo hay mucha gente que, identificada con estas creencias del ego, considera que las personas amables y bondadosas son fáciles de manipular y así aprovecharse/abusar de ellas. Con una creencia así nos cuesta esfuerzo ser amables, pues tememos que si lo somos el mundo se aprovechará de nosotros. Debido a eso "guardamos las distancias" y nos disfrazamos con una máscara de rigor, de seriedad, a veces mostrando mal genio o indiferencia, todo ello para aparentar fortaleza.

Pero el Espíritu Santo nos explica que lo cortés (ser amoroso) no quita lo valiente (ser fuerte). Los auténticamente fuertes no tienen miedo de que se les tome por débiles, pues saben lo que son. Y cuando lo estiman oportuno pueden actuar de manera tan amorosamente amable que al mundo le daría vergüenza (y la vergüenza es debilidad y miedo). Al mismo tiempo, en otras ocasiones pueden pararle los pies a algún listillo que se les acerque con afán depredador, pero le paran los pies sin perder la amabilidad interior. Exteriormente mostrarán tanta firmeza como sea oportuno, pero sin perder en ningún momento el amor y la paz interior. Por eso los verdaderamente valientes pueden permitirse ser corteses sin miedo a que nadie abuse de ellos. Unirnos al Espíritu Santo aumentará nuestra confianza y nos dará la verdadera valentía y la verdadera fortaleza. Y la cortesía fluirá por sí sola sin esfuerzo mientras nos mantengamos unidos a Él. Y si a veces hay que ser tajantes, fluirá espontáneamente también.

Quienes han elegido al ego y se comportan cruelmente no pueden escapar al miedo y la cobardía, por más que traten de disimularlo y ocultar eso incluso de sí mismos. Pero quienes se han unido al Espíritu Santo han elegido la inocencia, que es fortaleza. La inocencia fortalece; el ataque recicla la culpa y nos debilita. Puesto que el perdón deshace la culpa y desvela la inocencia, nos fortalece porque nos une al Espíritu Santo y nos acerca a nuestro Ser.

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Lo mío, mío, y lo tuyo, de entrambos.

Es uno de los lemas del ego. Lo mío es solo mío, y lo de los demás es para compartirlo entre todos. Se parece a la actitud del atracador que, según un chiste, repartía así con su cómplice el dinero que ambos habían robado: Aquí está el saco de billetes que hemos robado; vamos a hacer dos montones, uno para ti y el otro para mí. Voy sacando y repartiendo los billetes uno por uno: uno para mí, otro para ti y otro para mí; uno para mí, otro para ti y otro para mí; uno para mí, otro para ti y otro para mí...

En cualquier situación, el ego siempre está mirando qué es lo que puede sacar para sí. Y las personas le interesan también en el mismo sentido: en función de lo que pueda obtener de ellas (compañía, cariño, belleza, sexo, dinero, cuidados, disponer de alguien con quien discutir, a quien culpar, de quien sentirse víctima, a quien victimizar, a quien criticar, etc).

El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. (T.15.VII.2.1)

El cuerpo es el arma predilecta del ego para obtener poder mediante las relaciones que entabla. (T.20.VI.4.3)

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Lo que no mata, engorda.

Interpreto el refrán a mi manera, con el fin de destacar algo interesante de recordar. En el mundo todo tiene contraindicaciones, pues es un mundo de conflictos y opuestos, generado por el ego. Cualquier sustancia tiene algún lado nocivo. Lo que no mata, engorda; lo que ni mata ni engorda, empeora la salud o es un pecado, o tiene algún tipo de defecto, o perjudica de alguna manera. De ahí también el dicho de que todo placer es pecado, que hoy en día ha llegado incluso a los anuncios de la tele, donde para enfatizar el placer de comer determinado dulce, lo presentan como un pecado: "comer algo tan bueno tiene que ser un pecado... disfruta de este pecado...".

Pero cuando practicamos el perdón, la situación se invierte y entonces todas las cosas pierden su poder de dañarnos y se convierten en bendiciones, pues nos ayudan a recordar la verdad.

Finalmente, como curiosidad, al redactar este comentario me he enterado del verdadero significado de este refrán, que hasta hoy desconocía. Resulta que la clave es que antiguamente la gordura era vista como fortaleza (esto me recuerda que a mi abuela siempre le agradaba mucho verme la cara más redondita, síntoma de que había engordado). Entonces el refrán está diciendo que si algo no te mata, al sobrevivir te haces más fuerte ("engordas"). Una forma más moderna de este refrán se expresa con estas palabras: Lo que no te mata, te hace más fuerte. Pero este otro significado del refrán no resulta tan interesante para nuestro propósito.

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Lo que no quieres para ti no lo quieras para mí.

Esto se parece a la regla de oro:

La Regla de Oro te pide que te comportes con los demás como tú quisieras que ellos se comportasen contigo. (T.1.III.6.2)

Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo vosotros con ellos, porque en esto se resumen la ley y los profetas. (Mt 7:12)

Esto forma parte de la enseñanza del Espíritu Santo de ver los intereses compartidos, en vez de intereses separados. Si nos vemos iguales y hermanos con los demás, lo que deseemos para nosotros (paz, felicidad) deberíamos desearlo también para ellos. Y lo sepamos o no, lo que deseamos para los demás lo estamos decretando para nosotros mismos porque nuestra mente inconsciente sabe que somos lo mismo. Así que más nos vale desear a todos el bien. La regla de oro no puede aplicarse exitosamente sin disponer de discernimiento, pues de no ser así nuestra mente confundida podría creer que desea dolor, y entonces querer causar dolor también a los demás. Ese masoquismo desaparece cuando tenemos discernimiento (cuando nos unimos al sistema de pensamiento del Espíritu Santo).

Debido a estos matices, el Curso explica con un poco más de detalle:

Respondes a lo que percibes, y tal como percibas así te comportarás. La Regla de Oro te pide que te comportes con los demás como tú quisieras que ellos se comportasen contigo. Esto significa que tanto la percepción que tienes de ti como la que tienes de ellos debe ser fidedigna ((= sin distorsiones; con discernimiento)). La Regla de Oro es la norma del comportamiento apropiado. Tu no puedes comportarte de manera apropiada a menos que percibas correctamente ((con discernimiento)). Dado que tú y tu prójimo sois miembros de una misma familia en la que gozáis de igual rango, tal como te percibas a ti mismo y tal como lo percibas a él te comportarás contigo mismo y con él. Debes mirar desde la percepción de tu propia santidad a la santidad de los demás. (T.1.III.6)

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Lo que no se comienza, nunca se acaba.

Así que empecemos ya a perdonar. Cuanto antes empecemos el proceso del perdón, antes finalizará. Incluso una maratón comienza con un simple paso. La iluminación comienza también con pasos muy simples: los pasos del perdón. Si perdonamos con constancia, la meta es nuestra.

Lo que sea, sonará.

Significado: "Se dice para expresar conformidad ante una situación. No debe uno preocuparse por lo que todavía no ha sucedido y, por consiguiente, debe esperar el resultado con calma" (CVC).

Se trata de una invitación a que permanezcamos en calma, sin dejarnos llevar por la ansiedad ante los posibles resultados de un tema que nos interesa. Añado dos dichos relacionados, uno de ellos de UCDM:

Lo que tenga que pasar, pasará.

Pongo el futuro en Manos de Dios. (L.194)

De esta lección del Libro de ejercicios extraemos las siguientes ideas:

Acepta la idea de hoy, y habrás dejado atrás toda ansiedad (...). Y así, cada instante que se le entrega a Dios, con el siguiente ya entregado a Él de antemano, es un tiempo en que te liberas de la tristeza, del dolor y hasta de la misma muerte. (...) Tu futuro está en Manos de Dios, así como tu pasado y tu presente. Para Él son lo mismo (...) Sólo se te pide que te desentiendas del futuro y lo pongas en Manos de Dios. Y mediante tu experiencia comprobarás que también has puesto en Sus Manos el pasado y el presente, porque el pasado ya no te castigará más y ya no tendrá sentido tener miedo del futuro. Libera el futuro. Pues el pasado ya pasó, y el presente, libre de su legado de aflicción y sufrimiento, de dolor y de pérdida, se convierte en el instante en que el tiempo se escapa del cautiverio de las ilusiones, por las que ha venido recorriendo su despiadado e inevitable curso. (...) ¿Qué preocupación puede asolar al que pone su futuro en las amorosas Manos de Dios? (...) ¿Qué podría temer? ¿Y de qué otra manera podría contemplar todo sino con amor? Pues el que ha escapado de todo temor de futuros sufrimientos ha encontrado el camino de la paz en el presente y la certeza de un cuidado que el mundo jamás podría amenazar. (L.194.2.1; 3.4; 4.1-2,5-6; 5.1-2; 7.1,4-6)

Más adelante, en el 6º repaso:

El pasado ya pasó y el futuro aún no ha llegado. (L.214.1.2)

Y anteriormente:

Pues el pasado ya pasó y el futuro es tan solo algo imaginario. (L.181.5.2)

También en el Texto:

El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó, y que lo que realmente ya pasó no puede tener efectos. (T.28.I.1.8)

Y al deshacer el pasado, desaparecen también el futuro y la culpa y ansiedad del presente, pues todos procedían de un pasado amenazador que en realidad era inexistente.

La noción de pagar por el pasado en el futuro hace que el pasado se vuelva el factor determinante del futuro, convirtiéndolos así en un continuo sin la intervención del presente. (T.13.IV.4.4)

Por lo tanto, perdonamos. Y esto nos conduce al auténtico presente que es la paz, donde ya no escuece el pasado ni preocupa el futuro ni hay conflicto en el presente.

No es el presente lo que da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no existen. El miedo no tiene cabida en el presente cuando cada instante se alza nítido y separado del pasado, sin que la sombra de éste se extienda hasta el futuro. Cada instante es un nacimiento inmaculado y puro (...).  Es tan bello, puro e inocente, que en él sólo hay felicidad. (T.15.I.8.2-4,6)

Así pues, los milagros:

Cancelan el pasado en el presente, y así liberan el futuro. (T.1.I.13.3)

Es decir, nos liberan para permanecer en la paz intemporal. Esta paz es el conocimiento eterno, el recuerdo de Dios:

No es ni del pasado ni del futuro, al ser eterno para siempre. (T.12.VIII.4.8)

En la realidad del "ahora", sin pasado ni futuro, es donde se puede empezar a apreciar lo que es la eternidad. (T.13.IV.7.6)

O como lo expresó Ralph Waldo Emerson:

Este momento es tan bueno como cualquier momento de la eternidad. 

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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viernes, 28 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XVIII)

La mayor riqueza es la voluntad contenta.

La felicidad es interior, no exterior. No depende de los objetos externos. Por lo tanto, no se trata de tener más, sino de estar contentos con lo que tenemos. Y lo que tenemos no es poco, pues es lo que somos: el Ser, que es infinito, que lo es Todo.

La música amansa a las fieras.

Por supuesto. Sobre todo la música del perdón, que amansa los resentimientos y nos lleva a la paz. Y en la Unidad del Cielo la Música del Amor es tan dulce que ya está todo eternamente amansado y no hay fieras.

La ocasión hace al ladrón.

No somos diferentes de los demás. Por muy santos que imaginemos que somos, mientras tengamos ego seremos ladrones (en acto o en potencia). Unos roban en lo mucho, otros en lo poco, otros simplemente no han tenido la oportunidad idónea. Y cuando no robamos a otros, nos robamos a nosotros mismos. El mero hecho de sentir resentimientos contra alguien significa que estamos robándonos nuestra propia paz. Al darnos cuenta de todo esto, y de que somos iguales a los demás (pues todos tenemos ego y la posibilidad de perdonarlo y deshacerlo), es cuando podemos darnos cuenta de la importancia de librarnos del ego mediante el perdón. Y lo practicaremos con frecuencia. Cuando el proceso del perdón se haya completado ya no seremos ladrones y habremos comprendido que el ego nunca existió. Habremos despertado del sueño de la separación. Ahora solo hay plenitud y paz. Ahora lo Uno disfruta de su propia Infinitud Inmutable.

La palabra convence, el ejemplo arrastra.

Significa que la teoría no tiene mucho de valor si no viene respaldada por la práctica: los hechos.

Citemos primero unos cuantos refranes sinónimos del anterior:

No hay mejor predicador que Fray Ejemplo.

Obras son amores, que no buenas razones.

El amor y la fe, en las obras se ven.

Palabras sin obras se venden barato.

También el Curso enseña el mismo mensaje:

Se puede enseñar de muchas maneras, pero ante todo con el ejemplo. (T.5.IV.5.1)

Es decir, que las palabras por sí solas son de poco valor. Lo realmente importante es la práctica. Lo que importa no es la teoría, sino los hechos, la honestidad sincera. Por ejemplo, decir "anhelo despertar de la dualidad" no significa nada si no respaldamos nuestras palabras con la práctica del perdón, pues es el medio para despertar. Por eso el Curso dice:

«Deseo la paz de Dios». Decir estas palabras no es nada. Pero decirlas de corazón lo es todo. Si pudieras decirlas de corazón, aunque sólo fuera por un instante, jamás volverías a sentir pesar alguno, en ningún lugar o momento. (L-185 - L.185.1.1-3)

Lo mismo pasa si decimos: "quiero iluminarme cuanto antes". Si realmente es cierto lo que decimos, entonces lo demostramos mediante nuestra constante práctica del perdón. Al entrenar nuestra mente en el perdón, demostramos que somos sinceros al decir que queremos iluminarnos: que lo estamos diciendo de corazón.

La práctica vale más que la gramática.

Similar a los refranes que acabamos de ver: no es la teoría, sino la práctica del perdón lo que nos despierta y libera del sueño de la dualidad. Más vale un año practicando el perdón que cien años de erudición. La teoría es útil, pero sólo como preparación para la práctica. Es la práctica lo que nos libera. Y por eso es la práctica lo que tiene más valor.

La perseverancia todo lo alcanza.

Si somos perseverantes con el perdón, tendremos muy cercana la liberación.

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La procesión va por dentro.

Lo que importa no es lo exterior, sino lo interior. Externamente podemos aparentar estar bien y sin embargo sentirnos interiormente deprimidos. Exteriormente nuestra vida puede aparentar ir bien, pero lo relevante es si interiormente estamos eligiendo al Espíritu Santo o al ego. Si lo primero, estaremos realizando lo único útil aquí: apoyar nuestro proceso de despertar. Si lo segundo, por bien que aparenten las cosas, estaremos girando en la noria sin sentido del ego, donde las cosas cambian constantemente hasta que los estropicios se vuelven evidentes. En cualquier caso, lo verdaderamente relevante es lo que estamos eligiendo interiormente en nuestra mente.

La realidad supera la ficción.

Nosotros podemos interpretar este refrán bastante literalmente: La realidad (el Cielo, o su reflejo la mentalidad recta) supera a la ficción (lo ilusorio, el mundo). Parafraseando el refrán de varias maneras: 1) El conocimiento transciende el mundo. 2) El perdón desvanece los resentimientos. 3) La paz supera el conflicto. 4) El Amor transciende las ilusiones.

Un refrán relacionado:

La respuesta mansa la ira quebranta.

La respuesta mansa es el perdón, que quebranta o deshace la ira. Como ya hemos citado en el segundo refrán de este capítulo, la música (el perdón) amansa a las fieras (desvanece la ira).

Las cuentas claras y el chocolate espeso.

A cada cosa le damos el tratamiento que le corresponde. Ejemplos: 1) Al Amor le prestamos atención; al ego, en cambio, le damos perdón. 2) Al Espíritu Santo lo abrazamos, y al ego lo rechazamos. 3) Al perdón lo contratamos; al ego, lo despedimos y lo olvidamos.

El uso normal de este refrán se refiere a no mezclar la amistad con los negocios. Se parece al consejo popular de no mezclar el amor/placer con el dinero, por miedo a que por lo segundo, se pierda lo primero. Visto así, nosotros podemos usar la idea para recordar no mezclar los sistemas de pensamiento del ego con el del Espíritu Santo. Con el ego, las cuentas claras (el perdón siempre a mano). Con el Espíritu Santo, el chocolate bien espeso (confianza y amor).

La suerte de la fea la bonita la desea.

Este mundo dual no es un lugar de plenitud, por lo que no todos disponemos de todas las cualidades. Unas personas pueden ser bellas físicamente, otras puede que sean inteligentes, otras ricas, otras con una salud de hierro, etc. A pesar de las inevitables diferencias externas, no hay motivos para envidiar a nadie. No sólo porque las diferencias son ilusorias, sino porque interiormente todos somos iguales.

La suerte está echada.

El guión ya está escrito. (L.158.4.3)

Pero puesto que no somos conscientes de los detalles, podemos concentrarnos en lo que depende de nosotros: perdonar o no perdonar. Si perdonamos, estamos aceptando la paz y acercando el momento del total despertar. Con el perdón somos libres, incluso del guión. Pues si perdonamos completamente ahora, nos iluminamos inmediatamente ahora. Debido a nuestra resistencia a despertar, en vez de perdonarlo todo de golpe y despertar repentinamente, solemos cortar el iceberg del perdón trocito a trocito para irlo perdonando y derritiendo más despacito.

La suerte está echada también en el sentido de que el final es inevitable: todos despertaremos.

La unión hace la fuerza.

No puede haber un refrán más cierto. El perdón es unión y deshace la separación. El ego es incapaz de unirse, pues nacido de la separación su impulso es siempre a separar y seguir separando, y la división no produce fuerza sino debilidad. Unirnos al Espíritu Santo y a nuestros hermanos nos hace infinitamente fuertes, pues es perdón, conduce a la paz y al despertar, y finalmente nos permite reconocer la Unidad con Dios. Dios es la Fuerza Única e Infinita. La Fuerza que no tiene opuestos, que no lucha. La Fuerza de ser totalmente pleno y feliz. La Fuerza que simplemente ES. La Libertad de Ser.

La verdad es amarga.

La verdad es lo infinitamente dulce. Solo podríamos decir que es amarga en el sentido de que a veces uno no desea escucharla, por preferir las ilusiones. Al ego le resulta amargo pensar que la individualidad pueda ser una mentira, porque eso significa que el ego no existe. Por eso el ego tiene miedo de la verdad y se niega a escucharla.

En definitiva, la verdad es lo más dulce, pero nos negaremos a escucharla mientras sigamos apegados a las ilusiones, identificados con nuestra ilusoria individualidad.

El perdón desvela la verdad. Por eso al comienzo puede parecernos un poquito amargo, cuando aún tenemos suspicacias contra la idea de que desaparezca nuestra individualidad. Sin embargo cuanto más practicamos el perdón más dulce se vuelve y menos amarga imaginamos la verdad. Y de todos modos no deberíamos temer la disolución de nuestra individualidad. Es ilusoria y terminará desapareciendo, pero el proceso es muy gradual: mientras sigamos queriendo en alguna medida la experiencia individual, la tendremos:

No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad. El tiempo es benévolo, y si lo usas en beneficio de la realidad, se ajustará al ritmo de tu transición. (T.16.VI.8.1-2)

Así que el perdón se va volviendo cada vez más dulce. Conforme disminuye nuestra individualidad, más dulce se vuelve el perdón y su paz/felicidad. Pero seguiremos experimentando la individualidad casi hasta el final del proceso. Solo muy al final de la escalera espiritual es cuando nos desprendemos de la individualidad, y para cuando llega ese momento ya estamos maduros, preparados y deseosos de que la individualidad desaparezca de una vez por todas. Y sucede de manera muy espontánea. Pero antes de eso, pasamos por el resto de escalones de la escalera espiritual, en los peldaños en los que aún tenemos individualidad, pero conforme perdonamos vamos teniendo una individualidad más ligera: cada vez con menos preocupaciones y resentimientos, con menos sufrimiento y con más paz y amor. Y cuando el proceso finalice por completo, nos reiremos a carcajadas del refrán de que "la verdad es amarga"; diremos: "¡la verdad es tan dulce que es lo único que quiero!".

La verdad, como el aceite, quedan encima siempre. 

Por mucho que el ego la quiera ocultar, a la larga la verdad sale siempre a flote. ¿Con cuánta rapidez? Con tanta rapidez como la deseemos. Quien quiere la verdad, la tiene y la es.

La vida no es un camino de rosas.

¿Será porque las rosas tienen espinas y la vida no? Pero no va por ahí el refrán, pues no se refiere a la Vida, sino a la vida en el mundo. Y no debemos idealizar el mundo, creyendo que está diseñado para darnos felicidad (un lecho de suaves y aromáticas rosas). El mundo fue diseñado por el ego para ser un lugar de dolorosas espinas, no un lugar de cómoda felicidad. Por lo tanto, la vida no es un camino de rosas. Es un camino de espinas, sin las rosas. O de vez en cuando con alguna rosa para despistar (de lo contrario, abandonaríamos al ego en seguida). Puesto que la vida no es un camino de rosas, convirtámosla al menos en un camino de azucenas (violetas). Las azucenas son uno de los símbolos que utiliza el Curso para representar el perdón. Si aprovechamos cada oportunidad para perdonar, sustituyendo las espinas (conflicto, culpa) por azucenas (perdón, unión), convertiremos esta vida en un aula en la que aprender feliz y tranquilamente a despertar. Por eso el Curso nos anima a ofrecer azucenas a nuestros hermanos, en lugar de las espinas que les hemos estado ofreciendo durante eones.

Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. Te encuentras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a cuál le vas a dar. Únete a mí ahora, deshazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele las azucenas. (T.20.I.2.5-7)

Ofrécele espinas y te crucificas a ti mismo. Ofrécele azucenas y es a ti mismo a quien liberas. (T.20.II.3.8-9)

Las apariencias engañan.

Lo que importa no es lo externo (la apariencia, la forma), sino lo interno (la mente, el propósito o contenido de la mente). Como ya hemos comentado en otro refrán más arriba, "la procesión va por dentro". Por lo tanto, no nos dejemos engañar por las apariencias. Porque el mundo son apariencias, y sus formas engañan y tratan de ocultar el contenido:

Nada es tan cegador como la percepción de la forma. (T.22.III.6.7)

Pero si prestamos atención a lo esencial, a si estamos en paz o no, aprenderemos a fijarnos en el contenido y nos daremos cuenta de cuándo hemos caído en la trampa del ego, por lo que podremos aplicar la solución del perdón. Cuando no estoy en paz, deduzco que he elegido mal y que es hora de perdonar.

Las comparaciones son odiosas.

Las comparaciones son uno de los recursos preferidos del ego para establecer diferencias. Las usa para menospreciar a alguien, o para encumbrar a alguien: en ambos casos separando, dando importancia a las diferencias. Las comparaciones son para el ego un medio de reforzar la separación.

Ya hemos hablado de las comparaciones en el capítulo X (comentando el refrán de "Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces"). Si estás interesado en un par de citas oportunas del Curso, y en unas explicaciones aclaratorias sobre las comparaciones, allí puedes leerlas.

De todos modos las diferencias externas son ilusorias, por lo que es de sabios darnos cuenta de que en lo esencial, interiormente, todos somos iguales. Y si somos iguales, no hay necesidad de comparaciones.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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jueves, 27 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XVII)

La esperanza es lo último que se pierde.

Es lo último que se pierde porque cuando agotamos completamente nuestras esperanzas, nos dejamos morir. A medida que la esperanza disminuye, aumentan nuestras tendencias suicidas conscientes o inconscientes. Por lo tanto, la esperanza es útil; es un brillo de luz en nuestra conciencia. Una reminiscencia de que en alguna parte de nosotros sigue intacta la felicidad. Pero debemos situar nuestras esperanzas en lo fiable, no en lo traidor. Debemos llevar cuidado de dónde depositamos nuestra esperanza. Si la depositamos en el ego y su cambiante mundo seremos decepcionados una y otra vez. Pero si ponemos nuestra confianza en el Espíritu Santo, nuestro despertar es seguro y encontraremos la paz y la felicidad.

Su Voz ((del Espiritu Santo)) te recuerda continuamente que tienes motivos para sentirte esperanzado debido a que estás a Su cuidado. (T.5.VII.1.6)

Es indudable, no obstante, que jamás encontrarás satisfacción en fantasías, de manera que tu única esperanza es cambiar de parecer con respecto a la realidad. (T.9.IV.10.2)

¿Pondrías tus esperanzas de paz y felicidad en lo que no puede sino fracasar? (T.19.IV.B.i.9.9)

Todo esfuerzo de encontrar esperanzas de paz en un campo de batalla ha sido en vano. (T.29.II.3.1)

No busques esperanzas más allá de tu Padre. (T.29.VII.10.6)

En él ((el mundo)) no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. Por mucho que te hayas esforzado por aprender la tarea que elegiste, la lección que refleja el Amor de Dios es todavía más fuerte. Y aprenderás que el Hijo de Dios es inocente, y verás otro mundo.

En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes. (T.31.I.7.6-11; 8.1)

Porque ese otro mundo es otra manera de ver el mundo, una en la que lo usamos para aprender la inocencia a través del perdón. La única utilidad feliz del mundo es usarlo como un aula en la que aprender a despertar de la creencia de que el mundo es real. Cualquier otra esperanza que pongamos en el mundo nos causará sufrimiento al reforzar la falsa creencia de que el mundo es real.

Aprende ahora, sin dejarte abatir por ello, que no hay ninguna esperanza de encontrar respuesta alguna en el mundo. (...) No sigas tratando de encontrar esperanzas donde no las hay. (T.31.IV.4.3,6)

Pero no te quedes sólo en eso. Sigue adelante:

Pues desde este punto —el más bajo— el aprendizaje te llevará a cumbres de felicidad (...). (T.31.IV.4.8)

De modo que pese a que:

El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee. (L.128)

Sin embargo:

Más allá de este mundo hay un mundo que deseo. (L.129)

Es el mundo mirado desde el punto de vista de practicar el perdón, y es algo que deseamos porque ver el mundo así (como un aula en la que practicamos el perdón) nos lleva a despertar del sueño de sufrimiento y reconocer la feliz verdad de nuestro Ser.

Así que habrá esperanzas genuinas o no, dependiendo de si miramos el mundo como algo real o como un aula en la que practicar el perdón y reconocer nuestra compartida inocencia.

La mente que no perdona vive desesperada, sin la menor esperanza de que el futuro pueda ofrecerle nada que no sea desesperación. (...) No tiene esperanzas, pero tú te conviertes en su esperanza ((al perdonarla)). Y al convertirte en su esperanza, te vuelves la tuya propia. (L.121.5.1; 7.3-4)

El único propósito digno de tu mente que este mundo tiene es que lo pases de largo, sin detenerte a percibir ninguna esperanza allí donde no hay ninguna. (L.128.2.3)

Pero, de nuevo, no nos quedemos sólo ahí, pues si nos desapegamos del mundo sin ser conscientes de nada a cambio, nos deprimiremos:

No puedes detenerte en la idea de que el mundo no tiene valor, pues a menos que veas que hay algo más por lo que sentirte esperanzado, no podrás evitar caer en la depresión. No estamos haciendo hincapié en que renuncies al mundo, sino en que lo intercambies por algo mucho más satisfactorio, algo rebosante de alegría y capaz de ofrecerte paz. ¿Crees acaso que este mundo puede ofrecerte eso? (L.129.1.2-4)

Es el perdón quien nos ofrece eso, puesto que nos conduce a la realidad. El perdón nos permite ver el mundo de otra manera, como un aula en la que aprendemos a despertar del sueño de esclavitud y a reconocer nuestra completa libertad. Ese sí es un mundo con esperanza, que aun siendo también ilusorio, nos acompañará como un río de agua fresca mientras sigamos aquí aprendiendo a despertar. Una vez que despertemos del todo, incluso el mundo del perdón desaparecerá y entonces disfrutaremos de la total Plenitud de nuestro Ser, sin interferencias.

Vivir para despertar (practicando el perdón) sí es una vida llena de esperanza:

Pues tener esperanzas está ciertamente justificado. Tus dudas no tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza. Y el Pensamiento de Él nunca está ausente. (L.165.7.2-4)

De manera que sí tenemos motivos para la esperanza, si vemos el mundo como el tranquilo refugio en el que practicamos el perdón. Es ahí donde radica la esperanza; en ninguna otra parte. En el mundo en sí (visto por el ego como un lugar real) no hay esperanza alguna, pues todo falla y nos conduce al dolor. En el Cielo tampoco hay esperanzas porque en él la esperanza es innecesaria porque ya hay plenitud de todo. La esperanza remite a beneficios futuros (por ejemplo la esperanza de despertar de la pesadilla de la dualidad), pero en el Cielo no hay futuro: todas las bendiciones ya están colmadas en el presente y por eso no hay necesidad de esperanza. ¿Quién podría tener la esperanza de lograr algo cuando ya disfruta de ello?

Por eso el Curso dice:

Si supieras el significado de Su Amor, tanto la esperanza como la desesperación serían imposibles. Pues toda esperanza quedaría colmada para siempre y cualquier clase de desesperación sería inconcebible. (L.168.2.1-2)

Así es en el Cielo. Así es en Dios. Ahí ya lo tenemos todo, pues lo somos todo. Somos Uno. Somos Él, lo que es:

En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. (L.286.1.6)

Eso es el Ser, despierto. Pero incluso ahora, cuando aún estamos en el proceso de despertar, el mero hecho de saber que ese es nuestro destino nos da esperanzas mientras seguimos practicando el perdón:

¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? (C.Epílogo.1.6)

De hecho, ese Epílogo de la Clarificación de términos es una joya de esperanza, muy recomendable de releer entero. Copiaré de muestra el comienzo del primer párrafo, que es bellísimo (incluye la frase que acabo de citar):

No olvides que una vez que esta jornada ha comenzado, el final es seguro. Las dudas te asaltarán una y otra vez a lo largo del camino, y luego se aplacarán sólo para volver a surgir. El final, no obstante, es indudable. Nadie puede dejar de hacer lo que Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto, recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte, pero aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión está la realidad y está Dios. (C.Epílogo.1.1-8)

Y con esta esperanzadora cita hemos puesto el broche de oro a este comentario sobre el refrán de la esperanza.

Otro refran relacionado:

Mientras hay vida hay esperanza. 

Y vida siempre tendremos, pues jamás podremos perderla (aunque sí imaginar que la distorsionamos), pues nuestro ser es inmortal. Por lo tanto, teniendo siempre vida en nuestro interior, nunca ha de faltarnos la esperanza.

De todos modos ya hemos tocado el tema de la esperanza en diversos capítulos de esta serie. Por ejemplo, las citas pueden complementarse con las dos que ya di en el capítulo XV, que son muy oportunas (las que vienen tras el refrán de "Hombre viejo, cada día un duelo nuevo").

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La experiencia es la madre de la ciencia.

Cuando miramos con discernimiento, la experiencia es la madre de la sabiduría. Si miramos atentamente los resultados de seguir el sistema de pensamiento del ego, pronto nos daremos cuenta de que siempre conllevan carencia, deterioro y sufrimiento. Y cuando tengamos esto bien claro por experiencia propia, tendremos la sabiduría de cambiar el ego por el perdón. Únicamente esto es sabio, pues únicamente esto nos llevará a reconocer nuestra verdadera felicidad.

La fe mueve montañas.

Si tenemos la fe de practicar con constancia el perdón, los obstáculos que pone el ego para obstruir nuestra felicidad desaparecerán. Esos obstáculos que parecían montañas se convierten en granitos de arena que podemos alejar con un simple soplido de perdón.

Como dice el Jesús bíblico:

Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a este monte: "quítate de ahí y ponte allá", y el monte os obedecería. ¡Nada sería imposible para vosotros! (Mt 17:20)

Independientemente de que al recobrar el acceso a la mente inconsciente podemos transformar si queremos las circunstancias externas, aun así lo importante es lo interno: los obstáculos del ego son obstáculos en el interior de nuestra mente (creencias erróneas), mientras que las proyecciones externas son simplemente un truco para distraernos de lo interior. Con el perdón deshacemos los verdaderos obstáculos (internos) y alcanzamos la verdadera felicidad, que siendo felicidad interior no depende de la presencia o ausencia de los aparentes objetos externos.

La guerra engendra guerra.

Si elegimos el sistema de pensamiento del ego, no podemos esperar conseguir paz. Cosecharemos sus resultados: conflicto. Es un tema que ya hemos visto repetidamente, por ejemplo cuando vimos el refrán de "El que a hierro mata, a hierro muere" (capítulo I), el de "De tal palo, tal astilla" (capítulo IX), o el de "Si uno no quiere, dos no se pelean" (capítulo VIII), etc. Si elegimos el sistema de pensamiento de la paz, no experimentaremos otra cosa que paz.

La hermosura poco dura.

Este refrán está relacionado con el primero que vimos en este capítulo, sobre la esperanza. No debemos depositar nuestra esperanza en las cosas de este mundo, pues aquí todo es temporal y tarde o temprano se acaba. La belleza física puede deslumbrar durante algunos años, pero el mundo y el cuerpo son cambiantes (como todo lo relativo al ego) y están en constante deterioro. Por lo tanto, la única hermosura que sí dura es la belleza interior, que podemos descubrir mediante el perdón.

La información es poder.

Si disponemos de la información de que este mundo no es real y de que podemos recordar nuestro verdadero Ser mediante el proceso del perdón, esto nos da el poder de despertar. Esto nos conduce a la verdadera felicidad, al poder infinito de nuestro Ser, que es el Ser Mismo.

La intención es lo que vale.

Lo que realmente cuenta es lo interno (la mente, el propósito), no los actos externos. La intención o propósito con el que hacemos las cosas (con el ego o con el Espíritu Santo) es lo que determina su valor (sufrir o despertar en paz). Los actos externos son solamente formas. Lo que importa no es la forma, sino el contenido, el propósito desde el que obramos. En este sentido, la intención es lo que cuenta. Si ayudo a alguien para sentirme superior, entonces lo que cuenta es mi intención de despreciar a otro, y eso significa que yo mismo estoy eligiendo hundirme en el cenagal de sufrimiento del ego, al estar reforzando la intención o propósito del ego, que es mantenernos en el sueño del sufrimiento. Pero si ayudo a alguien reconociendo nuestra inherente igualdad y como una manera de apoyar nuestro mutuo despertar, entonces estoy obrando desde la intención de aceptar la verdad, y esa es la única intención valiosa, el único propósito digno, pues es lo que nos conduce a reconocer nuestra inagotable felicidad.

Cuando estamos en el ego ninguna intención es amorosa, por muy bienintencionada que parezca externamente:

No confíes en tus buenas intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. (T.18.IV.2.1-2)

Por lo tanto, incluso a la hora de ayudar a los demás, hagámoslo tomando como guía al Espíritu Santo. Porque con el ego toda ayuda se convierte en un regalo envenenado, con el propósito de reforzar el especialismo y el sueño de separación, en vez de ayudar de verdad. La única verdadera ayuda es la de apoyar en todo aquello que nos ayude a despertar. Y como un ciego no puede guiar a otro ciego, antes deberíamos de tener la humildad de despertar lo suficiente nosotros mismos, y una muestra de esto es tener el discernimiento de sintonizar con el Espíritu Santo (la mentalidad recta) antes de querer ayudar "a nuestra manera". Ya que "ayudar a nuestra manera" (desde el ego) no es ayudar. Como dijo Jesús:

Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán al hoyo. (Mt 15:14) (Evangelio de Tomás, 34)

Con el ego vamos ciegos. Pero si nos unimos al Espíritu Santo, entonces no podremos evitar ser inspirados y que todo lo que hagamos se convierta en una bendición de amor y una ayuda para despertar.

Por lo tanto, si la intención o propósito es lo que vale, lo que debemos vigilar es si estamos siguiendo al ego o al Espíritu Santo. Eso es lo que cuenta, y lo demás son apariencias de la forma. Al estar atentos a esto, podremos cambiar desde el ego hasta el Espíritu Santo cuando nos sintamos mal, y así recuperar nuestra merecida paz.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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miércoles, 26 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XVI)

La avaricia rompe el saco.

Y no solo eso, sino que el saco que a nosotros nos interesa, el saco de la dualidad o ego, es un saco roto de antemano. Está partido; separado; roto; dividido. Ese saco es el mundo; o el cuerpo; la individualidad. Al ser un saco que ya está roto desde el principio, ¿de qué sirve tratar de acumular cosas en él? Lo que metemos por un lado del saco, se va saliendo por el otro. Es como tratar de sacar toda el agua del mar con un colador lleno de enormes agujeros. Una tarea desesperante, inútil e imposible.

Todo lo que acumulemos para el cuerpo, lo perderemos. Pues ya de antemano el cuerpo es un saco roto. No busquemos tesoros en el mundo o en el cuerpo, donde todo tiene fecha de caducidad. Busquémoslos en la verdad, que es eterna. No busquemos esperanzas en el sistema de pensamiento del ego. Busquémoslas en el sistema de pensamiento de la paz. El saco del ego tiene cada día más agujeros, en cambio la paz nunca se alterará porque su naturaleza es inmutable.

Buscad el tesoro que no falla, que es constante (eterno), que la polilla no consume ni el gusano destruye. (Evangelio de Tomás, 76).

El mundo y el cuerpo son del ego y de eternos no tienen nada; no son más que un saco roto con el que no podremos retener nada. Identificarnos con el cuerpo ya es avaricia suficiente para romper el saco de nuestras esperanzas de encontrar plenitud. Porque el cuerpo es un saco roto y la felicidad no se encuentra en el ilusorio mundo externo, sino en nuestra inmutable paz interior. Si nos damos cuenta de esto y elegimos confiar en la verdad interior, despertaremos del sueño de los sacos rotos y reconoceremos que nuestro Ser lo es todo y no puede perder nada.

La ley del embudo, para mí lo ancho y para ti lo agudo.

El embudo simboliza nuestra capacidad de obtener cosas del mundo. El ego querría disponer del embudo más ancho del mundo, para quedarse con todo. Y si por el ego fuese, los demás deberían tener un embudo deficiente, por ejemplo un embudo usado del revés, que al presentar la parte estrecha y aguda, apenas pudiera recoger nada.

Nuestros cuerpos son una especie de embudo, chupando todo lo que pueden del mundo. Esto se debe al vacío interior que sentimos por haber elegido creer en la separación e identificarnos con lo limitado: ahora nos sentimos carentes, como si fuésemos cuerpos limitados y separados que necesitan absorber constantemente alimento y recursos para sobrevivir.

Mientras pensemos que estamos separados de otros nos veremos en competencia contra los demás, mirando de soslayo los embudos de los demás y esperando que obtengan los menos recursos posibles, porque creemos que se trata de "ellos o yo": cuanto más recursos acaparen los demás, menos habrá para mí... así que más vale que yo acapare lo máximo posible, aunque eso implique dejar sin medios a los demás. Esta actitud está equivocada porque lejos de resolver el problema del vacío interior, lo refuerza. La verdadera solución a nuestra sensación de necesidad y de escasez es la solución de siempre: cambiar nuestro punto de vista sobre el mundo y dejar de creer en la separación. A medida que hagamos esto, veremos cada vez más nuestros intereses como unidos a los intereses de los demás. Nos uniremos más y más a los demás, viéndolos como compañeros en el despertar, en vez de como competidores. Pasaremos de la actitud de "tú o yo" a la de "tú y yo", en la que la única manera de ganar es que todos ganemos. Y así, finalmente nuestros apegos se suavizarán, nos abriremos a la paz y finalmente aceptaremos completamente el despertar. Y tras despertar, a disfrutar sin interrupciones del Cielo, nuestro Ser.

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La buena obra, a quien la hace se torna. 

Cuando actuamos sinceramente para bien de los demás, ese bien nos bendice primeramente a nosotros mismos, pues estamos reforzando los intereses unidos, en vez de las diferencias. Y con una actitud así, estamos apoyando el despertar del sueño de la dualidad.

Lo que ofrecemos a los demás (perdón o condenación) es lo que estamos eligiendo para nosotros mismos. El Curso lo dice así:

Nunca olvides que sólo te das a ti mismo. El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse de la idea del sacrificio. (L.187.6.1-2)

No puedes darle nada a otro, ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende enseñando. (M.introd.2.6)

¿Cuántas veces se ha subrayado el hecho de que sólo te das a ti mismo? (M.17.2.6)

Protege todas las cosas que valoras dándolas, y así te asegurarás de no perderlas nunca. (L.187.4.1)

Da gustosamente, pues con ello sólo puedes beneficiarte. El pensamiento sigue vivo y su fuerza aumenta a medida que se refuerza al darse. Los pensamientos se extienden al compartirse, pues no se pueden perder. No hay un dador y un receptor en el sentido en el que el mundo los concibe. Hay un dador que conserva lo que da, y otro que también habrá de dar. Y ambos ganarán en este intercambio, pues cada uno de ellos dispondrá del pensamiento en la forma que le resulte más útil. Lo que aparentemente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con toda seguridad le será devuelto. (L.187.5)

Todo es pensamiento (incluso las formas del mundo), pero esta enseñanza se refiere principalmente a que si ofrecemos paz a los demás (perdonando en vez de culpando) estaremos ofreciéndonos paz a nosotros mismos. Pero si condenamos a alguien, estamos condenándonos secretamente a nosotros mismos (pues nuestra mente inconsciente sabe que todos somos lo mismo).

Por lo tanto, si queremos dejar de jugar a sufrir, demos lo único que tiene valor: inocencia, paz, unidad, perdón.

La caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Esto es un mensaje para invitarnos a no creer en el sacrificio. No se trata de que nos sacrifiquemos para beneficiar a los demás, sino de comprender que todos estamos juntos: o todos ganamos, o todos perdemos. El ego pretende que todos perdamos (aunque nos dice que nosotros podemos ganar a expensas de los demás), pero el Espíritu Santo nos enseña que todos podemos ganar unidos, sin necesidad de que nadie se sacrifique. Para ello, basta con aceptar la Verdad.

Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. (L.343.1.5)

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La cabra siempre tira al monte.

El ego siempre es ego: va siempre en busca de problemas, pues parte de la creencia errónea de que es carente porque se ha separado. No nos engañemos pensando que el ego nos va a dar lo que no es (él no puede dar paz, sino conflicto y sufrimiento). No nos engañemos pensando que el mundo puede darnos algo de valor en sí mismo: el mundo fue diseñado basándose en la separación y lo que ofrece cuando nos apegamos a él no es más que separación y carencia, separación y carencia, y más separación y carencia. Igualmente con el cuerpo, no nos engañemos pensando que tiene valor por sí mismo, pues si nos apegamos a él sufriremos.

Lo único que tiene verdadero valor es lo que es eterno. Y la única cabra que siempre se tira al monte de lo eterno es el Espíritu Santo. Sigamos a esa bondadosa Cabra/Espíritu y, aceptando su regalo de la mentalidad recta del perdón, despertemos de la pesadilla de la dualidad.

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La cara es el espejo del alma.

Este refrán se usa refiriéndose a la cara del cuerpo, el rostro físico, pero nosotros le vamos a dar una interpretación diferente, siguiendo la enseñanza de UCDM. La cara es lo que percibimos en el mundo. Y al mirar el mundo, podemos deducir qué es lo que estamos eligiendo a nivel de nuestra mente inconsciente. Esta es la esencia del proceso del perdón que nos enseña Un Curso de Milagros. El mundo refleja lo que sucede en la mente inconsciente. No somos conscientes de lo que hemos aceptado inconscientemente, y esto es así porque lo hemos reprimido: de lo contrario, no podríamos creer que el mundo es real. Pero aunque hayamos reprimido lo que estamos eligiendo inconscientemente, el Espíritu Santo nos está enseñando que podemos averiguar qué es eso que estamos reprimiendo. Y lo averiguamos mirando lo que vemos en el mundo. Porque el mundo (nuestras percepciones) es el reflejo de la mente inconsciente. Por lo que si queremos darle al refrán un estilo más ucedemiano podríamos parafrasearlo así:

El mundo es el espejo de la mente. Por ejemplo, si me percibo en conflicto con mi familia, o en conflicto con mi cuerpo (enfermedad, disgusto por la apariencia física, etc), esto significa que estoy eligiendo creer en la separación en mi mente inconsciente. Y cuando me percibo en armonía con los demás, esto indica que estoy aceptando la unidad en mi mente inconsciente. En términos generales, cada vez que me percibo sin paz es porque estoy eligiendo al ego/individualidad en la mente inconsciente. Y cada vez que me siento en paz, es porque estoy eligiendo la mentalidad recta del Espíritu Santo en mi mente inconsciente. De este modo, puedo utilizar el mundo como un espejo para cambiar lo que estoy aceptando en mi mente inconsciente. ¿No estoy en paz? Pues nada, si quiero cambiar eso, toca perdonar. No se requiere nada más para despertar: prestar atención a si estamos en paz o no, y cuando no lo estemos, practicar el proceso del perdón no-dual que enseña Un Curso de Milagros.

Hay una versión de este mismo refrán que expresa esto de manera más directa:

Los ojos son el espejo del alma.

Los ojos (nuestra manera de mirar el mundo: con inocencia/paz o con culpabilidad/conflicto) reflejan lo que estamos eligiendo en nuestra mente inconsciente. Para sentir paz no hace falta cambiar las circunstancias del mundo; basta con mirar el mundo de otra manera:

Hay otra manera de ver el mundo. (L.33)

Puedes cambiar tu percepción del mundo tanto en su aspecto externo como en el interno. (L.33.1.1)

[El mundo] es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. (...) No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él. (T.21.introd.1.5,7)

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La crítica es fácil y el arte difícil.

El ego quiere destruir (separar, dividir), no construir (unir, perdonar). Y nosotros, identificados con el ego (aferrados a nuestra individualidad), encontramos más fácil criticar que apreciar. Nos resulta más fácil condenar que perdonar. Preferimos centrarnos en las diferencias que parecen separarnos, en vez de enfocarnos en lo mucho que todos tenemos en común. Siempre estamos adoptando una de estas dos actitudes: uniéndonos o separándonos; apreciando o condenando; amando u odiando; viendo virtudes o viendo defectos; perdonando o condenando.

Mientras sigamos identificándonos con el sistema de pensamiento del ego nos resultará más fácil criticar que apreciar. El aprecio nos parece un camino estrecho o una puerta pequeña, algo difícil. En cambio, criticar nos parece un camino amplio, fácil de seguir; una puerta enorme, fácil de traspasar. La Biblia lo dice así:

Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran. (Mt 7:13-14)

Es decir, que nos resulta más fácil condenar que perdonar, porque identificados con el ego preferimos prestar atención al camino de "la perdición" (el conflicto, sufrimiento, miedo, separación). Pero en cualquier momento podemos elegir la otra opción: si empezamos a confiar en el Espíritu Santo nos resultará cada vez más fácil elegir el perdón en vez de la condenación. Al final del proceso, el camino ancho será el del perdón/salvación, mientras que el camino del ego se habrá vuelto tan estrecho que ni siquiera lo veremos, pues ya no nos interesará. Y solo vemos lo que queremos ver. Del mismo modo que solo nos parece fácil lo que realmente queremos conseguir.

Elijamos, por lo tanto, apartarnos del camino egoico de la condenación que nos conduce a la muerte y al sufrimiento; y cambiémonos al tranquilo camino del perdón que nos conduce a la plenitud y a la vida eterna. 

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La curiosidad mató al gato.

Según el mito de la separación, cuando el Hijo de Dios —que hasta entonces vivía en eterna plenitud— se preguntó qué tal sería vivir por su cuenta, separado de Dios... ¿A qué se parecería tener mi propia individualidad sin depender en nada de Dios?... Esa fue la curiosidad, y en ese sentido, el Hijo fue el gato. ¡Suerte que se trata de un gato inmortal jejeje! De todos modos, la separación nunca ocurrió; lo que es pleno no puede sentir curiosidad/duda porque lo sabe todo.

Pero una vez que ya hemos elegido creer en lo imposible... una vez que ya hemos aceptado el mito de la separación y nos experimentamos viviendo como individuos en un mundo de formas y espacio... podemos darle un par de nuevos sentidos a este refrán, dependiendo de que nos refiramos a la curiosidad basada en el ego o a la curiosidad basada en el despertar:

1) La curiosidad del ego mató al gato: Si seguimos creyendo que el mundo es real y seguimos sintiendo curiosidad/deseo por el mundo, esperando que finalmente obtendremos la felicidad en él, esta curiosidad es simplemente un apego al espacio/tiempo, una curiosidad/deseo de que algún día el mundo de las formas nos funcione y nos dé auténtica felicidad. Pero eso nunca ocurre. Ese día nunca llega.

2) La curiosidad por despertar, mató al gato/ego: Por otro lado, existe la curiosidad liberadora, por ejemplo la que se expresa en las preguntas: ¿Y si este mundo fuese irreal, tal como dicen los sabios? ¿Y si es un sueño del que se puede despertar? ¿No sería interesante averiguar si realmente despertar es la auténtica felicidad? ¿No es interesante probar el perdón para ver si realmente me da lo que el Espíritu Santo asegura que da? Esta curiosidad, que nos lleva a cuestionar el mundo y reconocer la paz por medio del perdón y que nos permite despertar, es la buena curiosidad (es desapego del mundo/individualidad). No mata realmente al gato/ego, porque el ego no existe y lo que no existe no puede surgir ni morir. Pero cuando uno deja de creer en el ego, éste deja de aparentar que existe. Al no desearlo más, desaparece en la nada en la que siempre ha estado. Ahora se vuelve claro que nunca hubo ego.

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La diligencia es la madre de la buena ventura.

La ociosidad es la madre de todos los vicios.

Estos dos refranes son complementarios. Si somos diligentes en practicar con constancia el perdón, reconoceremos nuestra buena fortuna, pues despertaremos del sueño del sufrimiento y reconoceremos nuestra eterna felicidad. Pero si nos distraemos del perdón (lo cual es el único sentido negativo de la palabra "ociosidad"), entonces estaremos eligiendo alargar nuestra pesadilla un ratito más.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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