jueves, 3 de agosto de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XXIV)

No hay dos sin tres.

En este mundo las situaciones se repiten una y otra vez. Por lo tanto, si seguimos eligiendo el sistema de pensamiento del ego, seguiremos sufriendo decepciones y molestias una y otra vez. En cambio, si elegimos al Espíritu Santo en nuestra mente (el sistema de pensamiento de mentalidad recta), los momentos de paz se repetirán uno tras otro.

Por otro lado, si nos hemos comprometido con la enseñanza del Curso y detectamos que hemos fallado al desperdiciar una ocasión de practicar el perdón, no nos lamentemos. La oportunidad se repetirá y repetirá una y otra vez hasta que hayamos perdonado la lección simbolizada por esas circunstancias. Las oportunidades de perdonar nunca se agotarán: nunca hay dos sin tres. Solo cuando ya no haya nada de culpa inconsciente en nuestra mente, el perdón será por fin innecesario.

Así que no nos lamentemos por una oportunidad perdida. Es el ego quien se lamenta siempre. El Espíritu Santo simplemente sonríe. Y además, cuando finalmente nos damos cuenta de que pudimos haber perdonado, no solo es que la oportunidad se repetirá, sino que incluso podemos perdonarla ahora que nos hemos acordado, sin necesidad de esperar a que se repita. No importa el tiempo que haya pasado (un minuto, un día, una semana o diez años), porque el tiempo es ilusorio. La situación es simplemente una idea en nuestra mente, y cuando detectamos que hemos perdido de vista la paz, podemos aprovechar para perdonar. Por cierto, no es casual que este comentario tenga tres párrafos. Ya lo dice el refrán.

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No hay enemigo pequeño.

No debemos subestimar nuestro ego, ni siquiera cuando se manifiesta en formas comparativamente bajas de intensidad. No se trata de grados de intensidad, porque el ego es siempre ego al 100%. Por lo tanto, es tan importante que perdonemos un leve enfado como una enorme furia o incluso un asesinato. Las formas cambian, pero el contenido (mantenernos atados al sufrimiento de la dualidad, dormidos en el sueño del mundo) es el mismo. Así que es igual de importante perdonar un leve resfriado que un cáncer, o perdonar un robo con violencia que un pequeño hurto del que nadie se da cuenta. Todo acto de perdón es un paso que damos en dirección a despertar. El Curso nos lo dice así:

La ira (o miedo, dolor, odio, etc; ego) puede manifestarse en cualquier clase de reacción, desde una ligera irritación hasta la furia más desenfrenada. El grado de intensidad de la emoción experimentada es irrelevante. Te irás dando cuenta cada vez más de que una leve punzada de molestia no es otra cosa que un velo que cubre una intensa furia. (L.21.2.3-5)

Tal vez sea útil recordar que nadie puede enfadarse con un hecho. Son siempre las interpretaciones las que dan lugar a las emociones negativas, aunque éstas parezcan estar justificadas por lo que aparentemente son los hechos o por la intensidad del enfado suscitado. Éste puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como para ni siquiera poderse notar claramente. O puede también manifestarse en forma de una ira desbordada acompañada de pensamientos de violencia, imaginados o aparentemente perpetrados. Esto no importa. Estas reacciones son todas lo mismo. Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca una cuestión de grados. O bien la verdad es evidente, o bien no lo es. No puede ser reconocida sólo a medias. El que no es consciente de la verdad no puede sino estar contemplando ilusiones. (M.17.4)

(Nota: si alguien desea profundizar más en este tema, escribí varios comentarios en el foro Concordia y plenitud, en los que incluí estas citas y algunas otras, acompañadas de aclaraciones).

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No hay felicidad completa.

En este mundo no hay felicidad que sea completa, porque al ser un mundo dual de opuestos, toda felicidad tiene su contraparte de infelicidad que se evidenciará en un momento u otro. Incluso el "guión perfecto" del ego acaba igualmente en la muerte. Por eso el Curso dice que la única felicidad aquí consiste en perdonar, para así despertar de esta pesadilla y reconocer la Verdad.

El perdón es la llave de la felicidad. (L.121)

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No hay mayor dificultad que la poca voluntad.

El único problema que tenemos realmente es nuestra poca voluntad de perdonar/despertar. Seguimos aferrándonos a los resentimientos, lo cual nos mantiene en dualidad. Pero si entrenamos nuestra mente en el perdón, cada día nos resultará más fácil, hasta que se convierte en un hábito automático. Entonces todo se vuelve más fácil.

Una mente sin entrenar no puede lograr nada. El propósito de este libro de ejercicios es entrenar tu mente a pensar según las líneas expuestas en el texto. (L.PI.introd.1.3-4)

Los milagros son hábitos, y deben ser involuntarios. (T.1.I.5.1)

Puesto que la capacidad de crear reside en la mente, todo lo que creas es necesariamente una cuestión de voluntad. (T.2.VIII.1.4)

El hábito de colaborar con Dios y Sus creaciones se adquiere fácilmente si te niegas diligentemente a dejar que tu mente divague. No se trata de un problema de falta de concentración, sino de la creencia de que nadie, incluido tú, es digno de un esfuerzo continuo. (T.4.IV.7.1-2)

Y para quien piense que es difícil tener voluntad, el Curso nos ofrece el concepto de la "pequeña dosis de buena voluntad": basta con un pequeño gesto de voluntad por nuestra parte para que el proceso del perdón dé comienzo. Los pasitos del perdón se irán agrandando y volviendo más fáciles conforme continuamos con nuestro entrenamiento mental del perdón.

El instante santo no procede únicamente de tu pequeña dosis de buena voluntad. Es siempre el resultado de combinar tu buena voluntad con el poder ilimitado de la Voluntad de Dios. (T.18.IV.4.1-2)

Él te capacitará para que vayas mucho más allá de la curación que lograrías por tu cuenta, pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para reinstaurar la plenitud Él sumará toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea plena. (T.11.II.4.3)

No es difícil. Toda maratón comienza por un pequeño pasito. Los pasitos del perdón son muy accesibles si los abordamos sin prisas, uno por uno. No se necesita más voluntad que esta pequeña buena disposición a comenzar nuestro entrenamiento.

No hay peor ciego que el que no quiere ver.
No hay peor sordo que el que no quiere oír.

Es inútil tratar de convencer a alguien de que vea lo que no quiere ver. Si no tiene la voluntad de ver o entender algo, ni aunque Dios baje del Cielo lo creería. Esto tiene que ver también con la voluntad.

Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella. (L.73.7.7)

La percepción puede dar forma a cualquier imagen que la mente desee ver. (M.19.5.2)

Vemos lo que queremos ver (inocencia o culpa), y al Espíritu Santo le resulta muy difícil ayudarnos cuando nuestra mente está cerrada. Por eso, entre las diez características de los "maestros avanzados de Dios" que se dan en el Manual, una de ellas es la de tener una mentalidad abierta (M.4.X), pues a una mente receptiva el Espíritu Santo sí le puede enseñar a perdonar.

No hay mejor lotería que el trabajo y la economía.

Esto significa que no debemos dejar nuestra suerte en manos de la lotería del ego, pues su "azar" está trucado y los resultados de sus sorteos acaban siempre en sufrimiento: unas veces de manera inmediata, y otras con el tiempo (cuando las apariencias de placer se quitan su disfraz). Se nos aconseja que en vez de jugar a la tramposa lotería del ego, hagamos nuestro trabajo del perdón y seamos constantes en ello, pues esto sin duda alguna nos lleva a la liberación. Con el perdón tenemos el verdadero éxito asegurado.

No hay que empezar la casa por el tejado.

La escalera espiritual debemos subirla peldaño por peldaño. No conviene tratar de subir de abajo arriba de un solo salto, pues eso suele ser síntoma de arrogancia y acaba en batacazo. Los pequeños y humildes pasitos del perdón conducen gradualmente a los peldaños superiores de la escalera del despertar, y si avanzamos pacientemente peldaño por peldaño, cada paso nos resultará obvio, accesible, lógico y natural.

No hay que mezclar churras con merinas.

Nunca hay que mezclar los sistemas de pensamiento del ego y del Espíritu Santo. Únicamente el segundo nos saca de la pesadilla y nos despierta en la liberación. Nunca mezclemos, pues, la unión con la separación, ni la inocencia con la culpabilización, ni el miedo con el amor.

No hay regla sin excepción.

El ego dice que no hay regla sin excepción; y va siempre en busca de las excepciones. Las reglas del ego están llenas de excepciones, al igual que su mundo: uno ama... hasta que llega la gota que colma el vaso y decide hacer una excepción para odiar, etc.

La verdad, en cambio, no conoce excepciones. Para ayudarnos a despertar en la verdad, el Espíritu Santo nos enseña que las excepciones no están nunca justificadas. Por eso nos enseña a perdonar de manera universal, sin excluir a nadie del abrazo de nuestro perdón, sin excepción.

No hay rosa sin espinas.

El mundo del ego, al ser un mundo de opuestos, es un mundo de mezclas: el placer viene mezclado con el dolor; el amor, mezclado con el odio; las rosas, mezcladas con las espinas. La felicidad completa es imposible en este mundo de opuestos. No es aquí donde debemos buscar la felicidad. Es en nuestro interior donde está; y la hallaremos con la ayuda del proceso del perdón. Así el mundo desaparecerá y volveremos a experimentar el Cielo, la Rosa Única, que es todo felicidad, absolutamente sin ninguna espina ni interrupción.

Otra forma del mismo refrán es la siguiente:

No hay vida sin muerte, ni placer sin pesar.

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No muerdas la mano que te da de comer.

El ego está constantemente atacando a la mente, a pesar de que de ella procede su propia existencia. El ego está constantemente esforzándose en separarse de la mente, pero al mismo tiempo reconociendo que depende de ella para subsistir, pues sin ella el ego desaparecería por completo. El ser individual que el ego ha fabricado —el cuerpo— no es más que un reflejo de la luz de la mente, y sin la mente ni siquiera podría aparentar ser. De manera que la situación en que el ego se ha puesto a sí mismo es muy estresante: está constantemente alejándose de la Vida, pero procurando que el alejamiento no sea tanto como para desaparecer por completo. ¿Cómo no iba a ser estresante vivir continuamente entre la espada y la pared?

El ego no puede oír al Espíritu Santo, pero cree que parte de la mente que lo hizo está en su contra. Interpreta esto como una justificación para atacar a su hacedor. Cree que la mejor defensa es el ataque, y quiere que creas eso también. A no ser que lo creyeses no te podrías poner de su parte, y el ego tiene gran necesidad de aliados, aunque no de hermanos. Al percibir en tu mente algo ajeno a sí mismo, el ego hace del cuerpo su aliado porque el cuerpo no forma parte de ti. Esto hace del cuerpo el amigo del ego. Ésta es una alianza claramente basada en la separación. Si te pones de parte de esta alianza no podrás sino sentir miedo porque te estarás poniendo de parte de una alianza basada en el miedo. (T.6.IV.4)

Por lo tanto, dejemos de apoyar esta alianza de nuestra conciencia con el ego y el cuerpo. Pues el objetivo de esta alianza es mantenernos en el miedo, es decir, ser desagradecidos a la Vida que nos ama y nos creó, y en vez de responder con amor reaccionar con el miedo del ego, mordiendo la mano de la Vida que nos da de comer (nos da su propia Vida). En resumen: No morder la mano que nos da de comer significa simplemente que elijamos el perdón en lugar de la culpa/ego/separación.

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No sólo de pan vive el hombre.

Este refrán "recuerda que el ser humano tiene más necesidades, además de las meramente alimenticias" (CVC). Y efectivamente: la única verdadera necesidad que tenemos es la de perdonar. Pues el perdón nos conduce a despertar en la Vida eterna, mientras que el mundo que el ego nos ofrece no es vida: es sólo una apariencia de vida.

No tires piedras sobre tu tejado.

Cuando nos negamos a perdonar estamos tirando piedras sobre nuestro propio tejado, es decir, estamos negando nuestra propia felicidad.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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