jueves, 5 de febrero de 2015

L-75 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 75 — La luz ha llegado 

En esta lección Jesús habla del mundo real; y tal como hace en otras lecciones, nos da una charla motivacional. A pesar de lo que dice abiertamente, obviamente Jesús no espera que sus estudiantes se identifiquen con la luz en este día en particular. Si así fuera, este mensaje no se repetiría en otras lecciones. Hay palabras de aliento que nos llevan a saber que más allá de las nubes de la ilusión —la complejidad de nuestros enfados, juicios, sufrimiento y ansiedad— hay realmente una luz. Es la luz del mundo real, la verdad que brilla fuera de los egoicos sueños oscuros de separación y locura. 

Permíteme comentar sobre el tema que aparece a lo largo de la lección como el leitmotiv musical que no nos dice tanto que la luz viene, sino que nosotros hemos llegado a la luz. Nuestra experiencia es que la luz ha venido a nosotros, pero en realidad ella nunca se fue, pues está siempre presente en nuestras mentes. Puesto que fuimos nosotros quienes abandonamos la luz, tenemos que ser también nosotros quienes regresamos a ella. Si la afirmación del Libro de ejercicios fuera aceptada literalmente, parecería que no tuviéramos nada que ver con la llegada de la luz. Simplemente llegaría por su cuenta, lo que implicaría que en algún otro momento sería ella la que se habría alejado.

Esto apunta una vez más a la importancia de entender que las palabras de Un Curso de Milagros son simplemente símbolos. La verdadera dinámica de trabajo aquí es que fuimos nosotros quienes dejamos la luz por el apego a las egoicas ilusiones de separación e individualidad. Por lo tanto, somos nosotros quienes debemos darnos cuenta de nuestra decisión equivocada —la oscuridad de nuestras ilusiones no nos hace felices. Darnos cuenta de esto nos conduce a que finalmente digamos que debe haber otra manera, y entonces buscaremos la luz que nosotros mismos abandonamos. De hecho, es más que eso de que simplemente la abandonamos. El ego nos dice que fuimos infieles a la luz: que la traicionamos, la abandonamos y destruimos su amor. Por lo tanto nos acusamos a nosotros mismos por este pecado, del cual, como hemos visto muchas veces, proviene la experiencia de la culpa y el horror que nos impele a deshacernos de la culpa mediante la proyección, de modo que inventamos un Dios a nuestra imagen y semejanza, y un mundo que refleja también nuestro autoconcepto [nuestro "concepto del yo", o nuestro "concepto del ser"] de separación, culpa y ataque.

Si nos diésemos cuenta de que simplemente cometimos un error, tomando el camino equivocado porque elegimos al guía equivocado, recordaríamos a Aquel Guía al que verdaderamente podemos pedir ayuda. Su Amor nos enseñaría que nuestro "pecado" fue un error que ya ha sido corregido. Por lo tanto no puede haber pecado, culpa, negación o proyección, ni mundo. Es en ese punto en el que llegamos a la luz interior, a la cual Un Curso de Milagros se refiere como el mundo real.

(1.1-2) La luz ha llegado. Te has curado y puedes curar. 

Si estoy curado, eso quiere decir que el pensamiento de separación ha sido deshecho en mi mente, junto con el dolor y el sufrimiento, quedando solamente el Hijo de Dios tal como Él lo creó. Así es como me convierto en un sanador: aceptando la sanadora luz de la Expiación en lugar de la oscuridad del ego. Puesto que la Filiación es una conmigo, ella es sanada también. Esto mismo es lo que quiere decir de nuevo la lección 137: "Cuando me curo no soy el único que se cura". 

(1.3-4) La luz ha llegado. Te has salvado y puedes salvar. 

Esto por supuesto es paralelo a "Te has curado y puedes curar". Te has salvado de la prisión de tu propia decisión equivocada, del dolor y del sufrimiento de la culpabilidad de tu mente. En el instante santo te has convertido en el Hijo único de Dios, simbolizando, como lo hace Jesús, la decisión de la mentalidad correcta en favor de la luz en lugar de la oscuridad. 

(1-5) Estás en paz y llevas la paz contigo dondequiera que vas.

Esto es porque las ideas no abandonan su fuente. A lo largo del día —dondequiera que vayamos, hagamos lo que hagamos— nuestra mentalidad-correcta está repleta de la luz que está siempre ahí. No es algo que llevamos literalmente con nosotros, sino algo que sucede de forma automática, siendo tan natural para la mente como respirar lo es para el cuerpo. Las ideas no abandonan su fuente: el cuerpo y su uso inadecuado para el ataque y el juicio nunca han abandonado su fuente —el pensamiento de culpa en la mente errada; el cuerpo como un instrumento del amor de Jesús nunca ha abandonado su fuente —el pensamiento de luz en la mente-recta. Esta pacífica luz se extiende automáticamente a través de la mente del Hijo de Dios, lo cual, de nuevo, es el significado de "llevas la paz contigo dondequiera que vas". 

(1.6-7) Las tinieblas, el conflicto y la muerte han desaparecido. La luz ha llegado. 

Recuerda, es uno o el otro. El ego usa este principio como una forma de justificar el ataque: si no te mato yo, me matarás tú. El mismo principio funciona con Jesús también, pero con un contenido diferente. Si me uno a la luz no puede haber ninguna oscuridad, no porque yo la haya atacado, sino porque la oscuridad desaparece en presencia de la luz. Para Jesús, entonces, uno o el otro es un principio no-dualista. Si hay luz y unidad, no puede haber oscuridad y separación; dado que mi mente y mi voluntad son una con la de Dios, y que no hay otra Mente y Voluntad excepto la Suya, ¿cómo podría existir la separación? Por lo tanto, el principio de uno o el otro es válido para ambos maestros: para el ego significa ataque y asesinato; para Jesús refleja el reconfortante hecho de la Expiación —la separación de Dios nunca ocurrió. 

(2.1) Hoy celebramos el feliz desenlace de tu largo sueño de desastres. 

Considera esto como otra de las arengas de Jesús para animar. Si sientes aflicción o infelicidad hoy, no uses esta declaración para juzgarte a ti mismo como un fracaso. El hecho de que existe el resto del Libro de ejercicios —y Jesús acaba el Libro de ejercicios diciendo que este Curso es un comienzo y no un final— nos indica que él no espera que tú acabes con el sueño del ego aquí y ahora. Sin embargo, lo que él sí quiere recordarte es el principio de la Expiación: La luz ha llegado porque nunca se fue. 

Esto es otra manera de decirnos —tal como Jesús lo hace a lo largo de todo el Libro de ejercicios— que hay otro sistema de pensamiento dentro de nuestras mentes, el cual es completamente independiente del ego. Nosotros creemos que no hay nada aparte del ego, y nuestras interpretaciones de Dios, Jesús y la salvación están basadas en nuestro especialismo, según el cual esperamos mágicamente que alguien o algo externo a nosotros sea nuestro salvador. No sabemos de otro maestro, el Jesús que está fuera del sueño y no la figura más familiar para nosotros, la cual es una parte muy importante de los sueños del ego —"un sueño que llega en son de burla" (The Gifts of God, p. 121). Lecciones como ésta, por lo tanto, son la forma que tiene Jesús de decirnos que hay otro maestro en nuestra mente; es su forma de comunicarnos —precisamente al comenzar a aprender sus lecciones de perdón— nuestra meta final: la luz al final del túnel del ego, la cual brilla felizmente disipando nuestros sueños de desastres y muerte. Este resultado —la luz— es de hecho tan cierto como su Fuente. 

(2.2) Ya no habrá más sueños tenebrosos. 

Desde una perspectiva diferente, podemos ver esta lección como que Jesús nos está proporcionando el ideal, a pesar de que él sabe que estamos a kilómetros de despertar (parafraseando a Robert Frost) y de identificarnos con la luz. Por lo menos ahora sabemos que hay una meta; y él nos enseña cómo alcanzarla. Otra forma de entender la lección es considerarla como una manera que tiene Jesús de decirnos: "Si me sigues, haces estas lecciones fielmente y lees mi Texto cuidadosamente, estarás en paz y tus sueños tenebrosos se acabarán. Sin embargo, si persistes en creer que tú sabes todo mejor que yo, entonces desafortunadamente tus sueños de separación, especialismo e individualidad continuarán. ¿Valen realmente la pena?". 

(2.3-4) La luz ha llegado. Hoy comienza la era de la luz para ti y para todos los demás. 

Nunca será dicho lo suficiente que si la luz de Cristo brilla para mí tiene que brillar para todos, ya que Cristo es uno. Por lo tanto, no es sólo que la luz haya llegado, en el sentido de que he elegido aceptarla en lugar de los egoicos sueños tenebrosos de intereses separados, sino que la luz ha llegado para toda la Filiación, ya que los sueños felices del Espíritu Santo ven los intereses de todos como lo mismo [unos mismos intereses compartidos por todos].

(2.5-7) Es una nueva era, de la que ha nacido un mundo nuevo. Y cuando el viejo pasó de largo, no dejó rastro alguno sobre el nuevo. Hoy vemos un mundo diferente porque la luz ha llegado. 

Cuando Jesús dice que el mundo viejo cuando pasó de largo "no dejó rastro alguno sobre el nuevo", se hace eco de las hermosas palabras que nunca me cansaré de citar: "no se perdió ni una sola nota del himno celestial" (T.26.V.5.4) —o sea: los pecados del pasado no han tenido ningún efecto sobre el presente; no el presente de culpabilidad del ego, sino el presente del instante santo. Una vez que estamos en el nuevo mundo —el mundo real— y aceptamos el perdón como nuestro principio reinante en lugar del ataque, el sistema de pensamiento del ego desaparece. Cuando los estudiantes preguntan si recordarán su mundo cuando despierten del sueño, la respuesta es "no" —no hay nada que recordar. El desaparecido mundo viejo no ha dejado huella sobre el nuevo. Lo que ha desaparecido ha desaparecido, porque nunca existió. 

(3.1) Nuestros ejercicios de hoy serán ejercicios felices, pues en ellos daremos gracias por la desaparición de lo viejo y el comienzo de lo nuevo.

"La desaparición de lo viejo" no es algo que hagan Jesús o Un Curso de Milagros, sino que es nuestro logro cuando ejercemos el poder de elegir de la mente. Jesús nos ofrece un vislumbre de lo maravilloso que será cuando nos hayamos liberado de nuestras ilusiones de individualidad, especialismo y juicio, tal como nos cuenta al principio del Texto, y lo repetimos una y otra vez: 

No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. (T.3.VI.3.1) (Pág. 51)

(3.2) Ya no quedan sombras del pasado que puedan nublar nuestra vista y ocultar el mundo que el perdón nos ofrece. 

Esto es una declaración explícita de que las sombras de nuestro pasado —las expresiones del pecado— "ocultan el mundo que el perdón nos ofrece". En otras palabras, nuestros pensamientos de ataque y juicio son intencionales y no suceden por mera casualidad. Los elegimos para ocultar el mundo de luz que el perdón nos ofrece. Al ser la llave, el perdón abre la puerta cerrada de nuestra mente, tras la cual se encuentra la amorosa presencia de Jesús. La puerta se abre cuando miramos nuestras defensas: las sombras de culpa que hemos proyectado sobre nuestros hermanos. Muy al final del Texto se reitera este ya familiar pensamiento de forma preciosa:

Ya no se le otorga fe a ninguna ilusión, ni queda una sola mota de obscuridad que pudiese ocultarle a nadie la faz de Cristo. (T.31.VIII.12.5) (Pág. 754)

(3.3-5) Hoy aceptaremos el nuevo mundo como lo que deseamos ver. Lo que anhelamos se nos concederá. Nuestra voluntad es ver la luz; la luz ha llegado.

Jesús apela a nuestra motivación para ser felices, pues la felicidad es lo que realmente queremos. Sin este deseo, sin embargo, nunca la encontraremos. Así que se nos está enseñando, como se enfatiza en el Texto, a asociar la luz del perdón con la felicidad y la paz, y la oscuridad de la culpa con la miseria y el dolor. En el siguiente pasaje del Texto, Jesús profundiza en la filosofía de su enseñanza. Como cualquier buen teórico del refuerzo, él sabe que "es más eficaz aprender a base de recompensas que a base de dolor" (T.4.VI.3.4). Así que él nos está enseñando a asociar la alegría con la apreciación (valoración) de su enseñanza, y la miseria con la ignorancia de su enseñanza. De este modo llegamos a desear su enseñanza de luz por la alegría que nos brindará: 

¿Cómo puedes enseñarle a alguien el valor de algo que él mismo ha desechado deliberadamente? Tiene que haberlo desechado porque no le atribuyó ningún valor. Lo único que puedes hacer es mostrarle cuánta infelicidad le causa su ausencia e írselo acercando lentamente para que pueda ver cómo mengua su infortunio según él se aproxima a ello. Esto le enseña a asociar su infelicidad con la ausencia de lo que desechó, y lo opuesto a la infelicidad con su presencia. Comenzará a desearlo gradualmente a medida que cambie de parecer con respecto a su valor. Te estoy enseñando a que asocies la infelicidad con el ego y la felicidad con el espíritu. Tú te has enseñado a ti mismo lo contrario. Sigues siendo libre de elegir, mas a la vista de las recompensas de Dios, ¿puedes realmente desear las recompensas del ego? (T.4.VI.5) (Pág. 75)

(4.1-5; 5.1) Dedicaremos nuestras sesiones de práctica más largas a ver el mundo que el perdón nos muestra. Eso, y sólo eso, es lo que queremos ver. Nuestro único propósito hace que la consecución de nuestro objetivo sea inevitable. Hoy el mundo real se alza jubiloso ante nosotros para que por fin lo podamos ver. Se nos concede la visión ahora que la luz ha llegado. 

No queremos ver hoy sobre el mundo la sombra del ego. 

La "sombra del ego sobre el mundo" se refiere a nuestros pensamientos de dolor y ataque, que surgen de la culpa de nuestra mente. Sabemos cómo el ego inventa un mundo ilusorio de pecado, culpa y miedo, basado en el igualmente ilusorio pensamiento de la individualidad. Esto no permite que este mundo de pensamiento se disuelva, sino que lo entierra dentro de nuestra mente y después lo proyecta. Es este sistema de pensamiento de culpa el que proyecta una larga y desesperada sombra sobre lo que nosotros pensamos como el mundo. El destino final de la culpabilidad es, por lo tanto, el cuerpo, la fuente percibida de todo dolor y angustia, incluida la muerte. Sin embargo esto no es más que un delgado velo usado por el ego para ocultar la verdad que no queremos ver porque es la verdad (T.21.VII.5.14). Al reconocer nuestro error, elegimos de nuevo: el perdón en lugar del juicio, el mundo de luz en lugar de las sombras de culpa del ego. 

(5.2) Vemos la luz y en ella vemos el reflejo del Cielo extenderse por todo el mundo.

No vemos el Cielo en el mundo; vemos su reflejo, conocido como el mundo real. Primero hemos mirado dentro, y entonces hemos visto las sombras proyectadas de la culpa del ego por todos lados alrededor de nosotros: pérdida, abandono, sacrificio y muerte. Cuando cambiamos nuestras mentes y le pedimos ayuda a Jesús, estamos dejando que las sombras se vayan y desaparezcan, permitiendo que su luz interior sea lo único que vemos reflejado en el mundo.

(5.3-5) Comienza las sesiones de práctica más largas dándote a ti mismo las buenas nuevas de tu liberación: 

La luz ha llegado. He perdonado al mundo. 

"Buenas nuevas", por supuesto, es una frase bíblica que se refiere a la venida de Jesús como la luz del mundo. Así que él usa una frase que ha tenido una serie de connotaciones y le da un significado totalmente diferente. Aquí las buenas noticias, "las buenas nuevas", no es que la luz de Jesús vino al mundo, sino que la luz de Jesús nunca ha desaparecido de nuestra mente, a pesar de nuestra creencia de que la habíamos destruido. El principio de la Expiación del Espíritu Santo era verdad después de todo. ¿Qué buenas nuevas podría haber mejores que esas?

Podemos perdonar al mundo únicamente porque nos perdonamos a nosotros mismos por la destrucción de la luz del mundo, el mundo interior de amor que nuestra desquiciada mente nos convencía de que se había desvanecido. Así que nos damos cuenta —al aceptar el amor de Jesús por nosotros aquí— de que no nos hemos separado del amor, lo cual significa que no hemos crucificado ni destruido su Fuente. Eso, repito, son las buenas nuevas. Nos damos cuenta felizmente de que nuestros intentos de envolver (amortajar) esta luz en la oscuridad no han tenido ningún efecto porque la luz no se ha ido. Una vez que aceptamos este hecho gozoso las mortajas (envolturas) desaparecen, el velo de oscuridad se va, las sombras se desvanecen, y únicamente la luz permanece. Esto sucede solamente al habernos perdonado a nosotros mismos por haber cometido un error —¡eso ciertamente son buenas nuevas! 

(6.1) No te entretengas hoy en el pasado.

El pasado expresa pecado, literalmente; la creencia de que pecamos contra Dios. Nos pillamos a nosotros mismos preocupándonos por el pasado todas y cada una de las veces que tenemos una queja, pues cada una es el fragmento sombrío que nos recuerda nuestra queja original: contra nosotros mismos. Así llegamos a reconocer que retener el perdón refleja nuestro deseo de mantener vivo el pecaminoso pasado, reforzando la identidad separada que es protegida por nuestras proyecciones sobre los demás. 

(6.2) Mantén tu mente completamente receptiva, libre de todas las ideas del pasado y de todo concepto que hayas inventado. 

La lección 189 contiene una oración que expresa muy bien esta idea. Es lo suficientemente importante para citarla aquí, a pesar de que volveremos a encontrarnos con ella más tarde: 

Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. Vacía tu mente de todo lo que ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente avergonzada. No conserves nada. No traigas contigo ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea cual sea su procedencia, hayas aprendido con anterioridad. Olvídate de este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios. (L.189.7) (Pág. 386)

Esto implica que tenemos que saber que estamos realmente felices de estar equivocados y de que Jesús tenga razón. Estamos equivocados porque creemos que aquí hay un mundo de ataque y dolor, y Jesús tiene razón porque nos dice que todo esto es inventado. Sólo cuando nos permitimos aprender que nuestra recompensa de paz es mucho mayor que el castigo del dolor, podemos permitir que nuestras mentes sean purificadas. 

(6.3-9) Hoy has perdonado al mundo. Puedes contemplarlo ahora como si nunca antes lo hubieses visto. Todavía no sabes qué aspecto tiene. Simplemente estás esperando a que se te muestre. Mientras esperas, repite varias veces lentamente y con absoluta paciencia: 

La luz ha llegado. He perdonado al mundo. 

Jesús está diciéndonos que no traigamos el mundo real hasta nosotros, ya que somos nosotros quienes tenemos que elegirlo [N.T.: Creo que se refiere al típico consejo de UCDM de no traer la luz a la sombra, sino primero llevar nuestra sombra a la luz; es decir, que no tratemos de definir la luz con nuestros conceptos, sino que nos vaciemos y estemos receptivos a que la realidad se muestre tal cual es]. Por otra parte, nuestra paciencia no incluye esperar a Jesús porque hay una larga lista de espera; únicamente nos esperamos a nosotros mismos, pues aún tenemos demasiado miedo de aceptar la luz, en presencia de la cual la oscuridad de nuestro ser individual desaparece. Vemos nuevamente que Jesús nos está indicando que sabe que no estamos todavía en el punto en el que podemos mirar al mundo perdonado. Es por eso por lo que no hay necesidad de fingir que hemos progresado más de lo que realmente lo hemos hecho. Tal arrogancia difícilmente conviene a un Hijo de Dios; por otra parte, tal arrogancia garantiza (mientras dure) que nunca recordemos que somos el Hijo de Dios. 

Es evidente en el enfoque de Jesús a lo largo de Un Curso de Milagros que aunque él nos presenta la verdad sin hacer ningún tipo de concesiones (con una inequívoca congruencia), al mismo tiempo él es siempre amable, paciente y comprensivo con nuestra falta de preparación para aceptarla. Es extremadamente importante experimentar su paciencia, para que así podamos también expresarla a los demás. Cuando nos sentimos molestos con otras personas e impacientes con sus errores, es sólo porque no queremos aceptar la paciencia de Jesús con nuestros propios errores. Esto es porque queremos verlos como pecados, y en lugar de aceptar la responsabilidad por estos pensamientos erróneos, los proyectamos afuera y nos sentimos aparentemente justificados para ser impacientes con todos los demás. Declaraciones como éstas dejan claro que el amor paciente de Jesús está con nosotros, siendo de este modo Jesús un modelo para todos nosotros. 

(7.1) Date cuenta de que tu perdón te hace acreedor a la visión. 

Vuelve el tema de la visión, esta vez en el contexto de nuestra aceptación del mundo real por medio del perdón. En otras palabras, cuando nos negamos a perdonar no podemos ver, y lo que pensamos que vemos es simplemente una distorsión. Por otra parte, cuando perdonamos, nuestros ojos se limpian de las sombras de la culpa y entonces llega la visión. 

(7.2) Entiende que el Espíritu Santo jamás deja de darles el don de la visión a los que perdonan.

Esto no significa que el Espíritu Santo nos niegue ese don cuando juzgamos a otros o a nosotros mismos, sino que somos nosotros quienes rechazamos ese don cuando estamos llenos de juicios. De hecho es por eso por lo que juzgamos: para mantener ese don a distancia. Al igual que sucede con la gracia de Dios, la visión del Espíritu Santo es para todos, y abarca a todos. Simplemente aguarda a que mediante nuestro perdón la aceptemos. 

(7.3-11) Confía en que Él no dejará de dártelo a ti ahora. Has perdonado al mundo. El Espíritu Santo estará contigo mientras observas y esperas. Él te mostrará lo que la verdadera visión ve. Ésa es Su Voluntad y tú te has unido a Él. Espéralo pacientemente. Él estará allí. La luz ha llegado. Has perdonado al mundo. 

Una vez más, si tomamos estas palabras literalmente suena como si tuviéramos que esperar a que el Espíritu Santo llegue. Obviamente eso no tiene sentido, del mismo modo que tampoco tiene sentido que durante dos mil años los cristianos hayan estado esperando la llegada de Jesús: la así llamada Segunda Venida. La cuestión no es su Segunda Venida sino la nuestra, tal como el término es redefinido en Un Curso de Milagros (T.4.IV.10.2-3). De modo que cuando Jesús dice "Espéralo pacientemente", lo que realmente quiere decir es que esperemos pacientemente para que nosotros mismos dejemos de lado nuestro miedo lo suficiente como para que podamos aceptar al Espíritu Santo. Por lo tanto observamos y esperamos con paciencia, reflejo de su infinita paciencia: 

La paciencia que tengas con tu hermano es la misma paciencia que tendrás contigo mismo. ¿No es acaso digno un Hijo de Dios de que se tenga paciencia con él? He tenido infinita paciencia contigo porque mi voluntad es la Voluntad de nuestro Padre, de Quien aprendí lo que es la paciencia infinita. Su Voz estaba en mí tal como está en ti, exhortándonos a tener paciencia con la Filiación en Nombre de su Creador. (T.5.VI.11.4-7) (Pág. 97)

(8.1-3) Dile que sabes que no puedes fracasar en tu empeño porque confías en Él. Y dite a ti mismo que esperas lleno de certeza poder contemplar el mundo que Él te ha prometido. De ahora en adelante verás de otra manera. 

Señalando una vez más el sentido metafórico de las palabras, dichas palabras no se las estamos diciendo realmente al Espíritu Santo, pues difícilmente podría ser necesario que tuviésemos que contarle a Él nada sobre nosotros. El significado de esa primera frase es simplemente que tenemos que reforzar nuestra decisión de confiar en Él. Aprendemos a reconocer la conexión causal entre abandonar nuestra creencia de que estamos mejor por nuestra propia cuenta, y los maravillosos efectos que la visión nos trae: ver un mundo apacible de intereses compartidos, totalmente diferente del detestable mundo del ego basado en intereses separados.

(8.4-5) La luz ha llegado hoy. Y verás el mundo que se te ha prometido desde los orígenes del tiempo, en el cual el fin del tiempo está garantizado. 

Esta última frase es intrigante. Cuando Jesús dice "verás el mundo que se te ha prometido desde los orígenes del tiempo", él no está hablando sobre el que tú crees que eres. Tú no has existido desde el origen del tiempo; no tienes quince mil millones de años de edad. Por lo tanto él se refiere al "tomador-de-decisiones" en nuestra mente, que es una parte del Hijo único a quien le fue prometido al principio que "la luz ha llegado" —el principio de la Expiación. En aquel instante ontológico en el que creímos que nos habíamos separado de Dios, la promesa estaba allí, ya cumplida. Simplemente que no la habíamos aceptado. Al proyectar la culpa por el rechazo, creímos que el Espíritu Santo no había mantenido Su promesa, ni tampoco Dios, ni Jesús, ni ahora Un Curso de Milagros. Este es el problema que Jesús corrige. La Expiación estaba en nuestra mente desde el primer instante en que el pensamiento de la separación pareció comenzar, reflejando la promesa que Dios nos hizo (y nosotros a Él), tal como leemos en el siguiente inspirador pasaje del Texto. Aparece en el contexto de nuestra elección de la enfermedad en lugar de la salud, habiendo hecho una promesa al ego en lugar de a Dios: 

Dios cumple Sus promesas; Su Hijo cumple las suyas. Esto fue lo que su Padre le dijo al crearlo: "Te amaré eternamente, como tú a Mí. Sé tan perfecto como Yo, pues nunca podrás estar separado de Mí". Su Hijo no recuerda que le contestó: "Sí, Padre", si bien nació como resultado de esa promesa. Con todo, Dios se la recuerda cada vez que él se niega a mantener la promesa de estar enfermo, y permite, en cambio, que su mente sea sanada y unificada. Sus votos secretos son impotentes ante la Voluntad de Dios, Cuyas promesas él comparte. Y lo que ha usado como substituto de éstas no es su voluntad, pues él se comprometió a sí mismo a Dios. (T.28.VI.6.3-9) (Pág. 680)

Una vez más, si prestas cuidadosa atención a una frase como la de arriba, resulta claro que Jesús no está hablando del que tú crees que está leyendo, estudiando y practicando estas palabras, sino que le habla al Hijo único de Dios que está más allá del tiempo y del espacio, al yo-tomador-de-decisiones el cual creyó en sí mismo en lugar de en su Ser, tal como lo expresa tan sucintamente una lección posterior: 

No dejes que olvide que mi ser no es nada, pero que mi Ser lo es todo. (L.358.1.7) (Pág. 517)

(9.1-4) Las sesiones de práctica más cortas serán asimismo jubilosos recordatorios de tu emancipación. Recuérdate a ti mismo cada cuarto de hora aproximadamente que hoy es un día de una celebración especial. Da gracias por la misericordia y el Amor de Dios. Regocíjate de que el perdón tenga el poder de sanar completamente tu vista. 

Tal como en muchas otras lecciones, Jesús quiere que experimentemos la alegría de aprender su mensaje. El final de nuestra miseria radica en perdonar a nuestros hermanos y a nosotros mismos —realmente uno y lo mismo. ¿Quién que sepa este hecho se negaría a recordar cada quince minutos que la luz ha llegado y es nuestra? No obstante esa luz es lo que todavía tenemos que aceptar como la verdad acerca de nosotros mismos. 

(9.5-7) Confía en que este día será un nuevo comienzo. Sin las tinieblas del pasado sobre tus ojos, hoy no podrás sino ver. Y tu acogida a lo que veas será tal que felizmente extenderás el día de hoy para siempre. 

Date cuenta de que Jesús dice "un nuevo comienzo", lo cual, por cierto, es el título del capítulo 30 del Texto. Él no está diciendo que el viaje ha terminado, a pesar de que muchas de las afirmaciones de la lección vendrían a decir eso, pues él no habla desde una perspectiva lineal. Él está diciendo que "la luz ha llegado" porque la luz ya está aquí dentro de nosotros. Sin embargo, debemos comenzar el proceso de aceptarla, que consiste en la liberación de la oscuridad de nuestro pecaminoso pasado. Solo entonces podremos adquirir la alegría de la visión de Cristo, a la que damos la bienvenida una vez que ya no deseamos hacer el pecado real ni protegerlo percibiendo la culpa en alguien más. A medida que le damos la bienvenida a la visión, sin añadirle nada más, ella se extiende hasta la eternidad del conocimiento. 

(10) Di entonces: 

La luz ha llegado. He perdonado al mundo. 

Si te asaltase la tentación, dile a quienquiera que parezca estarte llevando nuevamente a las tinieblas: 

La luz ha llegado. Te he perdonado. 

Practicamos para que esta visión de la luz venga más rápidamente, junto con la alegría del perdón. Lo que nos acelera en esto es nuestra buena voluntad de practicar el estar vigilantes sobre nuestras quejas, para que la luz del perdón disipe la oscuridad de la culpa que nos había envuelto —a nosotros y al mundo— en el dolor y la miseria. 

(11) Dedicamos este día a la serenidad en la que Dios quiere que estés. Mantenla en la conciencia que tienes de ti mismo y contémplala en todas partes hoy, según celebramos el comienzo de tu visión y del panorama que ofrece el mundo real, el cual ha venido a reemplazar al mundo que no habías perdonado y que pensabas era real. 

Jesús continúa inspirándonos con el feliz resultado de la paz que él nos asegura que es nuestra. Simplemente tenemos que desearla tan plenamente como deseamos abandonar el mundo-no-perdonado, y caminar en la luz nacida del perdón a nuestros compañeros en el especialismo. Esta luz es nuestra realidad y nuestra recompensa, tal como Jesús retrata tan bien en el siguiente pasaje del Texto, una hermosa manera de culminar nuestro debate de esta lección: 

Esta belleza no es una fantasía. Es el mundo real, resplandeciente, puro y nuevo, en el que todo refulge bajo la luz del sol. No hay nada oculto aquí, pues todo ha sido perdonado y ya no quedan fantasías que oculten la verdad. (...) Esta belleza brotará para bendecir todo cuanto veas, conforme contemples al mundo con los ojos del perdón. Pues el perdón transforma literalmente la visión, y te permite ver el mundo real alzarse por encima del caos y envolverlo dulce y calladamente, eliminando todas las ilusiones que habían tergiversado tu percepción y que la mantenían anclada en el pasado. (...) Ve gustosamente a encontrarte con tu Redentor, y con absoluta confianza abandona con Él este mundo y entra al mundo real de belleza y perdón. (T.17.II.2.1-3; 6.1-2; 8.5) (Págs. 392 y 393)

☼☼☼

Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios actualmente cerrados. Si quieres comentar algo podrías inscribirte en el foro 'Concordia y Plenitud' mientras siga abierto:

http://concordiayplenitud.foroactivo.com/

Saludos :-)

☼☼☼

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.