Veamos el siguiente ejemplo, que ha motivado este post, donde dos citas del capítulo 30 del Texto, sacadas de dos secciones consecutivas (la III y la IV) parecen contener algún grado de contradicción (señalo en negritas las partes que apuntan más directamente a la aparente contradicción):
No es nunca el ídolo lo que realmente quieres. Mas lo que crees que te ofrece, eso ciertamente lo quieres, y tienes derecho a pedirlo. Y es imposible que te sea negado. Tu voluntad de estar completo es la Voluntad de Dios, y se te concede por ser la Suya. Dios no sabe nada de formas. (T.30.III.4:1-5)
En cambio, en la sección siguiente se dice:
Pero sí verás los grandes cambios que se producirán de inmediato, una vez que hayas tomado esta simple decisión: que no deseas lo que crees que un ídolo te puede dar. Pues así es como el Hijo de Dios declara que se ha liberado de todos ellos. Y, por lo tanto, es libre. (T.30.IV.6:4-6)
De modo que en T.30.III parece que se nos dice que no queremos realmente el ídolo, pero sí queremos lo que creemos que el ídolo nos ofrece (y que de hecho tenemos derecho a ello). En cambio, en T.30.IV parece que se nos dice que lo liberador es darnos cuenta de que no deseamos lo que creemos que el ídolo nos puede dar. ¿En qué quedamos entonces: es cierto que deseamos lo que un ídolo ofrece, o lo contrario, lo cierto es que no deseamos eso que el ídolo nos da?
Pues bien, el ejemplo es interesante porque así podemos ver que ambas afirmaciones son ciertas, cada una en su contexto.
En T.30.III el mensaje es que cuando alguien va tras un ídolo, lo que realmente busca es la felicidad genuina, o en las palabras que usa esa sección, busca la compleción (la verdad, la plenitud). El ego hace que nos interesemos por los ídolos al decirnos que ellos (las cosas externas, las relaciones especiales) pueden llenar nuestro vacío interior (completarnos, darnos algún tipo de felicidad duradera). El Espíritu Santo, en cambio, nos explica que ninguna cosa externa (o ídolo) puede darnos felicidad duradera, y que la incómoda sensación de carencia producida por el inexistente vacío interior podrá únicamente solucionarse volviendo a prestar atención a la mente y así elegir el sistema de pensamiento de la mentalidad recta, en lugar del sistema de juicios y carencias del ego. Visto así, comprendemos que lo que realmente buscamos no son los ídolos en sí mismos, sino la felicidad o compleción que creemos que ellos podrían aportarnos. Este mensaje se venía anticipando al principio del párrafo anterior, en el que dice: «Tras la búsqueda de todo ídolo yace el anhelo de compleción» (T.30.III.3.1), pero a continuación se añade algo que deja claro que en los ídolos no lograremos culminar ese anhelo de compleción, porque lo pleno (lo completo) no tiene forma, mientras que los ídolos son simples formas limitadas, por lo que no pueden brindar la totalidad que únicamente la realidad ofrece: «Lo pleno no tiene forma porque es ilimitado. Buscar una persona o una cosa especial para añadir a lo que tú eres y así alcanzar tu compleción, sólo puede querer decir que crees que te falta algo que una forma puede proporcionarte» (T.30.III.3:2-3). O también en los párrafos anteriores a esos se sueltan perlas como: «No es la forma lo que andas buscando» (T.30.III.2:1), porque es el contenido lo que realmente nos interesa (la verdad, la plenitud, la Unidad en Dios); y también: «Los ídolos son algo muy concreto» (T.30.III.1:1), y por lo tanto son formas (límites) y nunca nos van a proporcionar lo infinito, lo verdadero, pues la verdad es abstracta (ilimitada, sin forma), y no concreta (limitada, con forma).
En T.30.IV, sin embargo, el énfasis se pone en que lo que buscamos con los ídolos es engañarnos a nosotros mismos para creer que es posible conseguir la felicidad o la paz mediante las formas: «Lo único que las apariencias pueden hacer es engañar a la mente que desea ser engañada» (T.30.IV.6:1). Pero cuando volvemos a la mente y elegimos la mentalidad recta en lugar del ego, nos damos cuenta de que ya no queremos los ídolos, ni tampoco su falsa felicidad de imitación especial (lo que creemos que un ídolo da). En ese sentido, no queremos lo que los ídolos parecen ofrecernos, porque hemos comprendido que los ídolos sólo ofrecen engaño y ya no queremos seguir engañándonos. Con esta decisión, nos liberamos de ellos.
En resumen, ayudados por el Maestro interior llegamos a la conclusión de que los ídolos no son lo que nos interesa, ni tampoco lo que los ídolos ofrecen (supuesta felicidad a nivel del mundo); pero sí queremos lo que en verdad estuvimos buscando siempre cuando perseguíamos ídolos: sentirnos genuinamente bien; ser felices; ser totalmente plenos. Y esto no nos lo pueden dar los ídolos, pues la plenitud se encuentra únicamente en la Realidad, que al ser ilimitada, tiene que ser abstracta, al contrario que los ídolos, que son concretos.
Busquemos, por lo tanto, la verdad y no lo falso. La paz y no el conflicto. A Dios y no a las ilusiones. Lo universal y eterno, en vez de lo concreto y temporal. El todo, en vez de la nada. La Unidad del Amor, en lugar de los fugaces vaivenes del mundo y sus especialismos.
Por cierto, es inspirador releer esas dos secciones (T.30.III-IV).
Y cuando nos parezca ver contradicciones, antes de darlas por ciertas procuremos captar el mensaje de cada cita, pues cuando se entiende el mensaje desaparecen las contradicciones. Esto es válido para el Curso, para otros textos espirituales y para la vida en general. Por ejemplo, si queremos llegar a la ciudad de Madrid y no conocemos el camino, si preguntamos a alguien y nos responde: "A Madrid se llega yendo hacia el norte", puede ser un dato útil. Podemos preguntar a otra persona que podría respondernos: "A Madrid se llega yendo hacia el sur". ¿Significaría eso que hay una contradicción y una de las pistas está equivocada? Puede que sí o puede que no. Si por ejemplo hemos preguntado a alguien cuando estamos en Málaga, nos dirá correctamente que Madrid queda al norte. Pero si hemos preguntado a alguien cuando estamos en Bilbao, nos dirá correctamente que Madrid queda al sur. No vale criticarle con: "Pues Fulanito me dijo que Madrid quedaba hacia el norte". Pues ambas afirmaciones son válidas, y si uno se apega a la información "correcta" en el contexto "equivocado", en vez de llegar a Madrid ("al norte, al norte, al norte") acabará en el Mar Cantábrico... ¡Y entonces el remojón le servirá para desapegarse de su fijación por el norte y reconocer que en ese contexto es mejor girar hacia el sur! ;-)
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Los que se consideren cristianos no debieran seguir u oir como mandatos los viejos testamentos... pues cristo vino a reescribirlos.
ResponderEliminarPero el principio del escrito es claro. Seguimos ídolos que por la sociedad aprendimos q, pasando por ciertas normas, obtenías ciertos beneficios palpables ... (deseos q son lícitos desde el punto de vista humano siempre en carestía) Pero q con el tiempo y la experiencia observadora se llega a la terrible conclusion q " te han tomado el pelo" respecto de ídolos dioses y otras hierbas. Por lo q recuperas tu verdadero poder (o tu vida) cuando rehusas tanto el ídolo como sus premios anhelados y te dedicas a practicar tus verdaderas habilidades sin esperar nada de "nadie".
Los cambios son visibles e inmediatos segun dice la sentencia.