miércoles, 7 de octubre de 2015

L-68 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 68 — El amor no abriga resentimientos

Como he mencionado antes, hay lugares del Libro de ejercicios en los que las lecciones se agrupan en torno a un tema específico. Las próximas lecciones se centran en el papel que juega el ataque —manteniendo quejas, juicios o resentimientos— en el plan del ego para preservar nuestra individualidad y mantener alejado al Amor de Dios. Aunque el término no aparece en el Libro de ejercicios, la explicación que aquí da Jesús del ataque y de albergar resentimientos está basada en la dinámica de las relaciones de odio especial.

(1.1-2) Tú, que fuiste creado por el Amor a semejanza de Sí Mismo, no puedes abrigar resentimientos y conocer tu Ser. Abrigar resentimientos es olvidarte de quien eres.

Estos dos versículos señalan inequívocamente por qué nos aferramos a los resentimientos. El propósito del sistema de pensamiento del ego es asegurarse de que no conozcamos nuestro verdadero Ser, y por lo tanto que olvidemos Quién somos. El Espíritu Santo es el principio de la Expiación, y si elegimos Su consejo en lugar del consejo del ego, Él nos recordará nuestra Identidad como Cristo, el Hijo único de Dios, perfectamente unido con Su Padre. Por lo tanto, si recurriéramos al Espíritu Santo recordaríamos automáticamente. Si el Hijo de Dios es perfecta Unidad, y nuestra Identidad como el Hijo de Dios es el Amor, todo lo que necesitamos hacer para mantener esta Identidad alejada de nuestra conciencia es acentuar las diferencias dentro de la Filiación. El ataque, los resentimientos y los juicios logran este objetivo al expresarles a otros que ellos son diferentes y separados de nosotros. En ese momento, evidentemente, el amor se ha ido al diablo. El amor especial es ciertamente bienvenido, pero el Amor de Dios ya no tiene un hogar en nuestra mente.

Desterrar al amor fuera de nuestra mente es la línea de fondo del ego, y explica por qué prácticamente todo el mundo tiene problemas con la verdadera intimidad, la amistad y el amor. En las relaciones santas no hay barreras: no hay intereses especiales, necesidades especiales, ni expectativas especiales —solo la experiencia de la unidad de un propósito compartido. Por lo tanto, si tenemos miedo de esta unidad porque refleja Quién somos en realidad, haremos todo lo posible por mantenerla lejos de nosotros. Estas lecciones subrayan cómo el ataque y los resentimientos consiguen precisamente eso. 

(1.3) Abrigar resentimientos es verte a ti mismo como un cuerpo.

Esto tiene mucho sentido cuando te das cuenta de que el cuerpo es la idea de la separación expresada en la forma. Si el cuerpo es real, entonces la fuente del cuerpo —la idea de estar separado de Dios— también debe ser real. En la lección 161 Jesús habla de la necesidad que tenemos de tener cosas concretas: si vamos a odiar, tenemos que odiar un cuerpo. Y no es necesario decir que si odio un cuerpo, tengo que ser un cuerpo yo también. Esta identificación corporal es la motivación subyacente para todos los pensamientos de ataque y los resentimientos.

(1.4) Abrigar resentimientos es permitir que el ego gobierne tu mente y condenar al cuerpo a morir.

En mi mente consciente yo podría pensar que es a tu cuerpo al que estoy condenando a la muerte por medio de mi ataque; pero en realidad, puesto que las ideas no abandonan su fuente, es mi propio ser lo que estoy condenando. Una vez que el sistema de pensamiento de la separación es considerado real, la totalidad de ese sistema de pensamiento es considerado real también. La muerte, al ser la culminación del sistema de pensamiento del pecado, la culpa y el miedo, se vuelve por lo tanto inevitable.

(1.5) Quizá aún no hayas comprendido del todo lo que abrigar resentimientos le ocasiona a tu mente.

Cada vez que estamos enfadados o albergamos pensamientos de enojo o de juicio, no somos conscientes de las consecuencias. En cierto sentido, podríamos decir que el propósito de Un curso de milagros es hacernos ver los efectos desastrosos —para nosotros— de abrigar resentimientos. Recuerda que este Curso es para ayudarnos a recordar la relación que hay entre causa y efecto. En este contexto la causa es abrigar resentimientos, y sus efectos son la miseria y el sufrimiento. Sin embargo, si no somos conscientes de la conexión causal entre nuestros pensamientos de ataque y nuestro dolor, no habrá motivación para dejar ir los resentimientos. Una de las principales "cargas" de Jesús como nuestro maestro es hacer que nos demos cuenta de la consecuencia de aferrarnos a estos resentimientos. Y aquí está:

(1.6) Parece separarte de tu Fuente y hacerte diferente de Él. ((He optado por una traducción más literal para que el próximo comentario de Ken Wapnick concuerden mejor con esta cita. La versión oficial es: "Te hace sentir como si estuvieses enajenado de tu Fuente y fueses diferente de Él". El comentario de Ken de aquí abajo también se entiende si ponemos el énfasis en el "como sí", que es el equivalente a "parece"))

Observa que Jesús dice "parece separarte". Aferrarnos a los resentimientos parece separarnos porque, en realidad, la separación nunca ocurrió. Dentro de nuestra pesadilla ilusoria de ira, no solo estamos separados de la persona con la que estamos enfadados, sino también de Dios. Puesto que dentro de nuestra mente dividida todo es uno ((a nivel inconsciente)), lo que creemos hacerle a uno, se lo hacemos al otro. Tal como afirma sucintamente este pasaje, en el contexto de perdonar a nuestro hermano: 
Él representa a su Padre, a Quien ves ofreciéndote tanto vida como muerte. 

Hermano, lo único que Él da es vida. Sin embargo, los regalos que crees que tu hermano te ofrece representan los regalos que sueñas que tu Padre te hace a ti (T.27.VII.15.7; 16.1-2). 
Este ahora es el motivo por el que Dios está detrás de nuestros hermanos, en el perdón y en la falta de perdón por igual:

(1.7) Te hace creer que Él es como aquello en lo que tú piensas que te has convertido, pues nadie puede concebir que su Creador sea diferente de sí mismo.

Este es un concepto importante. De hecho, veremos que se repite muy brevemente en la lección 72. El significado es el siguiente: si yo creo que he atacado, y el pensamiento original de ataque es contra Dios, automáticamente proyectaré ese pensamiento y creeré que Dios me va a atacar. Cuando me separo de una parte de mí mismo —un ser asociado siempre con la culpa— inevitablemente produzco otro ser que percibo fuera de mí. Este ser está hecho literalmente a mi imagen y semejanza; es un duplicado del pensamiento que he rechazado, una copia del pensamiento que creo que puedo negar y librarme de él. Pero como las ideas no abandonan su fuente, mis ideas de ataque y culpa siguen conmigo. Soy inconsciente de que esto es así porque creo que me he librado de ellas mediante la proyección, y por lo tanto veo la culpa en otro. El siguiente pasaje del Texto expresa bien esta dinámica, por la cual de manera inevitable acabas por separarte de ti mismo, al mismo tiempo que te separas de los demás —un resultado perfecto para el ego:

Repudias lo que proyectas, por lo tanto, no crees que forma parte de ti. Te excluyes a ti mismo al juzgar que eres diferente de aquel sobre el que proyectas. Puesto que también has juzgado contra lo que proyectas, continúas atacándolo porque continúas manteniéndolo separado de ti. Al hacer esto de manera inconsciente, tratas de mantener fuera de tu conciencia el hecho de que te has atacado a ti mismo, y así te imaginas que te has puesto a salvo. 

La proyección, sin embargo, siempre te hará daño. La proyección refuerza tu creencia de que tu propia mente está dividida, creencia ésta cuyo único propósito es mantener vigente la separación. (...) La proyección y el ataque están inevitablemente relacionados, ya que la proyección es siempre un medio para justificar el ataque. Sin proyección no puede haber ira. El ego utiliza la proyección con el solo propósito de destruir la percepción que tienes de ti mismo y de tus hermanos. El proceso comienza excluyendo algo que existe en ti, pero que repudias, y conduce directamente a que te excluyas a ti mismo de tus hermanos. (T.6.II.2; 3.1-2, 5-8)

Esto pone de relieve la importancia de no olvidar nunca la metafísica subyacente del Curso. Si no hay nadie ahí fuera, y el mundo no es nada excepto una proyección de lo que creo que está en mí, entonces todo lo que veo fuera viene en realidad de mí. Cuando soñamos por la noche, los personajes, sucesos, lugares y cualquier símbolo en el sueño son todos partes divididas de nuestro ser; diferentes aspectos de una personalidad que ahora percibimos fuera de nosotros en el sueño. Y nuestros sueños de la vigilia funcionan de la misma manera.

Así que es imposible que yo vea a alguien diferente de mí, porque todos están fabricados a mi semejanza, sea Dios, Jesús, el Espíritu Santo o las personas de mi vida cotidiana. Por tanto, si me veo a mí mismo como separado de ti, he hecho la separación real, lo cual hace real mi separación de Dios. Esta es la fuente de mi auto-acusación de que soy un pecador. Y al proyectar esto fuera, automáticamente veo a Dios como un pecador también. Este es el tipo de Dios que conocemos y "amamos" en la Biblia; un Dios inventado, que está literalmente hecho a nuestra imagen y semejanza. Así que Él está tan loco como nosotros, repleto de nuestro querido especialismo. La ley de la proyección garantiza que no puede ser de otra manera. 

(2.1) Escindido de tu Ser, el Cual sigue consciente de Su semejanza con Su Creador, tu Ser parece dormir, mientras que la parte de tu mente que teje ilusiones mientras duerme, parece estar despierta.

Aquí Jesús yuxtapone la imagen del Cristo verdaderamente despierto, aunque pareciendo estar dormido, con nuestro ser egoico realmente dormido y todavía soñando con su vida. Este ser dividido parece estar despierto porque de hecho creemos que vivimos. Nuestro Ser (Cristo), en realidad, nunca puede caer dormido. Tan solo parece dormir, un "sueño" que está enterrado en nuestra mente, protegido por el sistema de pensamiento del ego de la culpa y el ataque.

(2.2-5) ¿Podría ser todo esto el resultado de abrigar resentimientos? ¡Desde luego que sí! Pues aquel que abriga resentimientos niega haber sido creado por el Amor, y en su sueño de odio, su Creador se ha vuelto algo temible. ¿Quién podría tener sueños de odio y no temer a Dios?

Esto es una expresión de la egoica "trinidad profana" del pecado, la culpa y el miedo: creo que me he separado de Dios (esto es el pecado); estoy abrumado por el horror de lo que he hecho (esto es la culpa); proyecto fuera mi culpa y veo fuera a Dios (al igual que a todo aquel que venga a simbolizar a este Dios vengativo) dispuesto a robarme lo que yo creo que le robé a Él (esto es el miedo). Es imposible para nosotros abrigar resentimientos contra alguien y no creer, finalmente, que Dios nos va a castigar por eso. Esta es la dinámica que Jesús quiere que reconozcamos. Él no quiere que nos sintamos culpables por tener pensamientos de ataque; él simplemente quiere que seamos conscientes de por qué estamos eligiéndolos, y de las consecuencias de nuestra decisión. Él también quiere que entendamos que mientras sigamos creyendo que nuestra función es deshacernos de la culpa mediante el ataque, nunca conoceremos la auténtica felicidad. Por eso él nos dice que nuestra función y la felicidad son lo mismo. Nuestra función es dejar ir nuestros resentimientos y perdonar, lo cual hace posible que suban hasta la superficie los pensamientos de amor del Espíritu Santo, los cuales son los únicos que pueden hacernos felices. La conexión que hay entre nuestra falta de perdón y el miedo a Dios es destacada en esta cita del último obstáculo a la paz:

Mientras no lo perdones completamente, tú sigues sin ser perdonado. Tienes miedo de Dios porque tienes miedo de tu hermano. Temes a los que no perdonas. Y nadie alcanza el amor con el miedo a su lado. (T.19.IV.D.11.4-7) 

La importancia de que entendamos esta dinámica de causa y efecto, de falta de perdón y miedo, se refleja en la frecuencia con la que Jesús vuelve a esto, tal como seguiremos viendo en el Libro de ejercicios.

(3.1) Es tan cierto que aquellos que abrigan resentimientos forjarán una nueva definición de Dios de acuerdo con su propia imagen, como que Dios los creó a Semejanza de Sí Mismo y los definió como parte de Él.

La verdad es que Dios y Su Hijo son iguales, pero en cuanto al Amor y la perfecta Unidad. El ego dice que Dios y Su Hijo son iguales, pero en cuanto a la culpa y a la perfecta separación. Las famosas ocurrencias de Voltaire son siempre relevantes: 

Dios creó al hombre a su propia imagen. Y entonces el hombre le devolvió el cumplido. 

(3.2) Es tan cierto que aquellos que abrigan resentimientos sentirán culpabilidad, como que los que perdonan hallarán la paz.

Tal como lo aprendemos también en otros muchos pasajes de Un curso de milagros, la causa de nuestro sufrimiento y dolor es, sin excepción, la culpa. El siguiente pasaje del Texto, del cual ya hemos citado algo, es representativo:

Hubo un tiempo en que no eras consciente de cuál era la causa de todo lo que el mundo parecía hacerte sin tú haberlo pedido o provocado. De lo único que estabas seguro era de que entre las numerosas causas que percibías como responsables de tu dolor y sufrimiento, tu culpabilidad no era una de ellas. Ni tampoco eran el dolor y el sufrimiento algo que tú mismo hubieses pedido en modo alguno. Así es como surgieron todas las ilusiones. El que las teje no se da cuenta de que es él mismo quien las urde ni cree que la realidad de éstas dependa de él. Cualquiera que sea su causa, es algo completamente ajeno a él, y su mente no tiene nada que ver con lo que él percibe. No puede dudar de la realidad de sus sueños porque no se da cuenta del papel que él mismo juega en su fabricación y en hacer que parezcan reales. (T.27.VII.7.3-9)

Lo que mantiene a nuestra culpa en su lugar son los pensamientos de ataque, así que podemos concluir que este tipo de pensamientos, nacidos de nuestra culpa, son la causa de nuestra miseria e infelicidad. Reconocer esto es fundamental para que estemos motivados para renunciar al ataque, por medio del perdón. Solo entonces podemos encontrar la paz que buscamos tan desesperadamente.

(3.3) Y es igualmente cierto que aquellos que abrigan resentimientos se olvidarán de quienes son, como que los que perdonan lo recordarán.

Queremos recordar nuestra motivación subyacente, que es olvidar Quién somos. Queremos olvidar, porque cuando recordamos nuestra Identidad no hay especialismo, "uniquismo" o individualidad con la que nos identifiquemos como siendo nosotros mismos. Lo que nos mantiene alejados de recordar eso es la culpa, el dolor de la cual es defendido al proyectar resentimientos contra todos los demás.

(4.1-2) ¿No estarías dispuesto a abandonar tus resentimientos si creyeras que todo esto es cierto? Tal vez crees que no puedes desprenderte de tus resentimientos. 

Es la voz del ego la que nos dice que Un curso de milagros es demasiado difícil, que nuestros juicios llenos de odio son demasiado abrumadores, que nuestro miedo es demasiado grande, y finalmente que no hay esperanza de lograr ningún cambio significativo. Sin embargo, el lector recordará el pasaje que ya hemos presentado del principio del capítulo 31 (T.31.I.5), donde Jesús nos amonesta suavemente por creer que nuestra mente no es lo suficientemente poderosa como para aprender su Curso y practicar sus principios del perdón.

(4.3) Esto, sin embargo, es simplemente una cuestión de motivación.

Otra forma de describir Un curso de milagros es decir que es sobre la motivación. Por lo tanto, tenemos que darnos cuenta de que todos tenemos una motivación secreta, una agenda oculta que dice: "No quiero despertar del sueño y volver a casa; no quiero renunciar a mis resentimientos". Esa es la motivación oculta. Hasta que no seamos conscientes de estos pensamientos secretos, no podremos cambiarlos. Por eso es tan importante ser honestos con nosotros mismos sobre esta motivación secreta de no querer despertar del sueño. Si somos verdaderamente honestos, nos daremos cuenta de que lo que realmente queremos es vivir en este mundo, pero más venturosamente, y tergiversar este Curso para adaptarlo al propósito de nuestro ego. Por lo tanto Jesús nos ruega en el Texto, como hemos visto, que seamos honestos con él, lo cual evidentemente quiere decir que lo seamos con nosotros mismos. Sus palabras son dignas de otra lectura:

Examina detenidamente qué es lo que estás realmente pidiendo. Sé muy honesto contigo mismo al respecto, pues no debemos ocultarnos nada el uno al otro. (T.4.III.8.1-2)

Examina honestamente qué es lo que has pensado que Dios no habría pensado, y qué no has pensado que Dios habría querido que pensases. Examina honestamente tanto lo que has hecho como lo que has dejado sin hacer, y cambia entonces de mentalidad para que así puedas pensar con la Mente de Dios. Esto puede parecer difícil, pero es mucho más fácil que intentar pensar al revés de como piensa Él. (T.4.IV.2.4-6)

Jesús nos está ayudando a darnos cuenta de que lo que estamos haciendo no nos va a hacer felices. Las relaciones especiales pueden funcionar temporalmente, pero no van a traer la paz de Dios, mientras que el perdón ciertamente sí lo hará. Nuestra honestidad, al permitirnos unirnos con Jesús, es lo que da lugar a este feliz efecto.

(4.4-5) Hoy trataremos de ver cómo te sentirías sin ellos [los resentimientos]. Si lo logras, aunque sea brevemente, jamás volverás a tener problemas de motivación.

Una vez que permitimos que Jesús entre en nuestra mente, lo que quiere decir que nos permitimos a nosotros mismos entrar en la suya, conoceremos la paz de Dios. A pesar de que podemos estar tentados a dejarlo fuera otra vez, siempre habrá una parte de nosotros que conoce la experiencia de lo verdaderamente felices que éramos cuando estábamos con él. Cuando dejamos ir nuestros pensamientos de ataque, los juicios y el especialismo, somos verdaderamente felices. Si escuchamos, podemos oír cómo nos dice las siguientes palabras, las cuales en última instancia nos motivarán para que las hagamos nuestras. Por lo tanto, las repetiremos de vez en cuando:

No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. (T.3.VI.3.1)

(5.1) Comienza la sesión de práctica más larga de hoy escudriñando tu mente en busca de aquellas personas que son objeto de lo que según tú son tus mayores resentimientos.

Este es un ejercicio que Jesús repite muchas veces en el Libro de ejercicios. Es otro ejemplo de la honestidad que él nos pide que practiquemos: mirar verdaderamente a aquellos contra quienes tenemos resentimientos. El propósito de este mirar, ni que decir tiene, es aprender a dejar ir los resentimientos. Al acordarnos del dolor de aferrarnos a ellos, estaremos al fin motivados para liberar a nuestros hermanos, liberándonos de este modo a nosotros mismos.

(5.2-3) Algunas de ellas serán muy fáciles de identificar. Piensa luego en los resentimientos aparentemente insignificantes que abrigas en contra de aquellas personas a quienes aprecias e incluso crees amar.

Jesús está hablando tanto del odio especial como del amor especial. No es solo una cuestión de detectar la ira que podamos sentir hacia una persona concreta; estos sentimientos son relativamente fáciles de detectar en nuestra mente. Lo que es incluso más importante es identificar los sentimientos que son más sutiles, especialmente aquellos que se esconden debajo de la cara del amor especial. Jesús subraya también su punto anterior en la lección 21 cuando dice que no hay grados de ira ((L.21.2.3-5)), algo que también señala en el Manual para el maestro:

Éste [el enfado, la ira] puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como para ni siquiera poderse notar claramente. O puede también manifestarse en forma de una ira desbordada acompañada de pensamientos de violencia, imaginados o aparentemente perpetrados. Esto no importa. Estas reacciones son todas lo mismo. Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca una cuestión de grados. O bien la verdad es evidente, o bien no lo es. No puede ser reconocida sólo a medias. El que no es consciente de la verdad no puede sino estar contemplando ilusiones. (M.17.4.4-11)

Cualquier cosa que no sea de Dios es ilusoria, independientemente de su aparente magnitud o intensidad.

(5.4-5) Muy pronto te darás cuenta de que no hay nadie contra quien no abrigues alguna clase de resentimiento. Esto te ha dejado solo en medio de todo el universo tal como te percibes a ti mismo. 

¡Estas son frases que no gustan a nadie! Sin embargo lo que dice Jesús debe ser así si la Filiación de Dios es una. Si literalmente yo invento el mundo según mi imagen de auto-odio, no importa cuántos millones de fragmentos existan en el mundo que yo he proyectado, habrá una parte de mí que los odia a todos. Si crees que tú no albergas este odio en ti, piensa por un momento en las personas a las que crees amar. Imagina lo que ocurre cuando ellas no hacen o dicen lo que tú quieres. Una vez más, sentirse decepcionado o incluso ligeramente irritado no es sino un velo que cubre una intensa furia ((L.21.2.5)).

Mientras abrigues pensamientos de ataque dirigidos contra ti mismo, y creas que lo que realmente quieres es tu individualidad, te será imposible percibir a nadie con amor. Por lo tanto es importante tomar conciencia de estos resentimientos sutiles. Recuerda, puesto que la Filiación de Dios es una, si afirmas que tienes resentimientos contra muchas personas pero no contra una determinada persona en particular, acuérdate de lo enfadado, molesto, herido y decepcionado que te sentiste cuando esta maravillosa persona no dijo o hizo lo que tú querías. El desafortunado efecto de esta dinámica es que "te ha dejado solo en medio de todo el universo tal como te percibes a ti mismo". Aquí es donde comienza el ego: en la creencia de que hemos asesinado a Dios y destruido a Cristo, quedándonos aislados en nuestro universo de separación. Y como no queremos aceptar la responsabilidad por esta situación, proyectamos el pensamiento y hacemos un universo de millones y millones de personas —aquellos a los que amamos y aquellos a los que odiamos. Y ya no nos sentimos solos o separados, a pesar de que efectivamente lo estamos, pues nuestro pensamiento original nunca ha abandonado su fuente: "Estoy solo, y he hecho una cosa terrible".

El especialismo, entonces, es un intento de cubrir la abrasadora ansiedad de la separación para que acabemos pensando: "No estoy solo en mi odio contra estas personas, porque estas otras están de acuerdo conmigo", o : "No estoy solo porque este ser querido está conmigo". Desde el punto de vista del propósito —la única perspectiva significativa para entender el sueño— el amor especial y el odio especial son lo mismo. Sus formas difieren, pero el contenido de separación y culpa sigue siendo el mismo.

(6.1-3) Resuélvete ahora a ver a todas esas personas como amigos. Diles a todas ellas, pensando en cada una por separado: 
Te consideraré mi amigo, para poder recordar que eres parte de mí y así poder llegar a conocerme a mí mismo.
Regresa el importante tema de la unidad. Sin embargo, Jesús no espera que vayamos a tener éxito con este ejercicio al primer intento. Es un ejercicio que él quiere que practiquemos constantemente, mediante la comprensión de nuestro pensamiento demente de que hay algunas personas a las que podemos amar y algunas personas a las que podemos odiar. A nivel de la forma, esto no quiere decir que tengamos que pasar nuestra vida con todo el mundo. Más bien, cuando compartimos nuestra vida con determinadas personas en concreto —el aula de clases que todos tenemos— no excluiremos en nuestra mente a ninguna otra persona. Es muy fácil, cuando se trata de personas que amamos porque satisfacen nuestras necesidades especiales, usar la relación como un estándar en comparación con el cual juzgamos a las personas que nos han fallado en el pasado, por ejemplo: "No he conocido nunca antes a nadie como tú". "Jamás nadie ha sido tan amable". "Nunca nadie me ha entendido realmente hasta ahora". Pensamientos de este tipo señalan que el amor todo-abarcador de Jesús no está expresándose.

(6.4-9) Pasa el resto de la sesión tratando de imaginarte a ti mismo completamente en paz con todo el mundo y con todo, a salvo en un mundo que te protege y te ama, y al que tú, a tu vez, amas. Intenta sentir la seguridad que te rodea, te envuelve y te sustenta. Trata de creer, por muy brevemente que sea, que no hay nada que te pueda causar daño alguno. Al final de la sesión de práctica di para tus adentros:
El amor no abriga resentimientos. Cuando me desprenda de mis resentimientos sabré que estoy perfectamente a salvo.
Jesús quiere que cuando nos sentimos inseguros llevemos nuestra atención a nuestra seguridad. Él sabe que en este momento nuestra capacidad para hacer esto es limitada, y por eso usa las palabras "por muy brevemente que sea". Sin embargo, él quiere que nos acostumbremos a nuestra mente dividida: el sistema de pensamiento de peligro/inseguridad del ego y la corrección de la seguridad del Espíritu Santo. Solo entonces podemos ejercitar el poder de la mente para llevar la inseguridad hasta la seguridad, la oscuridad hasta la luz, el resentimiento hasta el amor.

(7) Las sesiones de práctica cortas deben incluir una rápida aplicación de la idea de hoy tal como se indica a continuación, la cual deberá hacerse siempre que surja un pensamiento de resentimiento contra alguien, tanto si esa persona está físicamente presente como si no:
El amor no abriga resentimientos. No traicionaré a mi propio Ser. 
Además de eso, repite la idea varias veces por hora de la siguiente manera:
El amor no abriga resentimientos. Quiero despertar a la verdad de mi Ser dejando a un lado todos mis resentimientos y despertando en Él. 
Una vez más aún, Jesús nos recuerda que debemos mantenernos vigilantes ante las payasadas de nuestro ego, para que podamos mirarlas con su dulce amor a nuestro lado, dejando que desaparezcan. Parafraseando la pregunta retórica (T.23.IV.9.8) que citamos anteriormente: ¿A quién que esté con el Amor de Dios a su lado podría resultarle difícil elegir entre los resentimientos y el perdón?

☼☼☼

Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

1 comentario:

Comentarios actualmente cerrados. Si quieres comentar algo podrías inscribirte en el foro 'Concordia y Plenitud' mientras siga abierto:

http://concordiayplenitud.foroactivo.com/

Saludos :-)

☼☼☼

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.