Inquietud ante la naturaleza abstracta del Cielo de Un curso de milagros
Puede ser interesante considerar el consejo de Ken Wapnick de que no nos preocupemos demasiado por esa parte tan avanzada del proceso de despertar en la que desaparecemos en Dios y únicamente experimentamos la Unidad. Ken dijo que esto ocurre muy al final del proceso y que, mientras tanto, lo que experimentamos es una vida en la que todavía nos percibimos en el mundo, pero cada vez menos ansiosos, con menos sentimientos de culpa y, por lo tanto, más tranquilos y felices. Un Curso de Milagros nos habla del sueño feliz y del mundo real, donde experimentamos una alegría profunda pero aún percibimos un mundo de cuerpos. Como si dijéramos, estamos en el mundo pero sin ser del mundo: percibimos, pero estamos tranquilos y felices.
No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad. El tiempo es benévolo, y si lo usas en beneficio de la realidad, se ajustará al ritmo de tu transición. (T-16.VI.8:1-2)
Ciertamente, muy al final del todo, cuando nos sentimos preparados, nuestro único deseo finalmente será sumergirnos completamente en la Abstracción de la Unidad, en la eterna Amorfia de Dios, y sólo entonces ocurrirá debido a nuestro deseo indiviso:
La liberación se te concede en el instante en que la desees. (T-18.VII.4:3)
Lo desearemos más y más a medida que experimentemos vislumbres de Ello y veamos cuán magnífico y totalmente satisfactorio es.
Para confortarnos, el Curso nos ofrece algunas insinuaciones de cuán intensamente placentera es la Verdad:
Lo único que se experimenta es una sensación de paz tan profunda que ningún sueño de este mundo ha podido jamás proporcionarte ni siquiera el más leve indicio de lo que dicha paz es. (T-13.XI.3:13)
¡Oh hermanos míos, si tan sólo supierais cuánta paz os envolverá y os mantendrá a salvo, puros y amados en la Mente de Dios, no haríais más que apresuraros a encontraros con Él en Su altar! (C-4.8:1)
¿Puedes imaginarte lo que sería un estado mental en el que no hubiese ilusiones? ¿Qué sensación te produciría? Trata de recordar algún momento —quizá un minuto, o incluso menos— en el que nada vino a perturbar tu paz; en el que te sentiste seguro de ser amado y de estar a salvo. Trata entonces de imaginarte cómo sería si ese momento se pudiera extender hasta el final del tiempo y hasta la eternidad. Luego deja que la sensación de quietud que sentiste se multiplique cien veces, y luego cien veces más.
Entonces tendrás un atisbo, no más que un leve indicio, del estado en el que tu mente descansará una vez que haya llegado a la verdad. (L-107.2:1-5; 3:1)
En el Cielo está todo lo que Dios valora, y nada más. Allí nada es ambiguo. Todo es claro y luminoso, y suscita una sola respuesta. En el Cielo no hay tinieblas ni contrastes. Nada varía ni sufre interrupción alguna. Lo único que se experimenta es una sensación de paz tan profunda que ningún sueño de este mundo ha podido jamás proporcionarte ni siquiera el más leve indicio de lo que dicha paz es.
No hay nada en este mundo que pueda brindarte semejante paz porque no hay nada en este mundo que se comparta totalmente. (T-13.XI.3:7-13; 4:1)
El Curso también nos dice que al conformarnos con el mundo, lo que implica límites, estamos pidiendo muy poco porque estamos abandonando el verdadero Placer total que es nuestro simplemente con reclamarlo. Cuando pedimos cualquier cosa del mundo, estamos conformándonos con una migaja, con un simple trozo (límite), en vez de reconocer que si lo elegimos podemos disfrutar de la sagrada Totalidad.
No pides demasiado de la vida, al contrario, pides demasiado poco. (L-133.2:1)
Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. (T-26.VII.11:7-8)
Nada que no sea Su Voluntad podrá jamás satisfacerte. No aceptes menos y recuerda que todo lo que aprendí es tuyo. (T-15.III.10:3-4)
Pero en cualquier caso no hay prisa. Podemos disfrutar el sueño feliz y el mundo real. Cuando estemos listos, y sólo entonces, abriremos nuestros corazones y permitiremos de buena gana y felizmente la experiencia de la liberación total. Es una experiencia tan increíblemente jubilosa que no se puede describir con palabras.
Nota: Por cierto, este asunto del temor a Dios es el último obstáculo del proceso de despertar, el cuarto obstáculo de "Los obstáculos a la paz" (T-19.IV-D).
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