jueves, 18 de diciembre de 2014

L-41 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 41 — Dios va conmigo dondequiera que yo voy

Este es un pensamiento obviamente feliz, y por supuesto que Jesús no está diciendo literalmente que Dios camine físicamente con nosotros, lo cual nos traería a la memoria la canción de la versión cinematográfica de El príncipe estudiante: "Camino con Dios". Lo que Jesús nos está diciendo aquí es que el recuerdo de Dios está en nuestras mentes —el hogar del Espíritu Santo— y que por lo tanto está siempre con nosotros. En ese sentido, Dios está en verdad con nosotros dondequiera que vayamos. Esto se hará más evidente conforme sigamos avanzando por esta lección. 

(1) Con el tiempo, la idea de hoy desvanecerá por completo la sensación de soledad y abandono que experimentan todos los que se consideran separados. La depresión es una consecuencia inevitable de la separación, como también lo son la ansiedad, las preocupaciones, una profunda sensación de desamparo, la infelicidad, el sufrimiento y el intenso miedo a perder. 

Aquí reaparece el importante tema de la causa y el efecto. Aunque no se mencione explícitamente, lo que enseña Jesús puede ser visto como un reflejo de ese tema. Todos nuestros problemas son lo mismo y provienen de una única causa: creer que estamos separados de Dios. Los efectos de este error son las preocupaciones, la depresión, la infelicidad, el sufrimiento y el miedo a la pérdida. Hemos hablado antes de que el mundo existe para proveer causas para nuestro sufrimiento, las cuales simplemente disfrazan [encubren] la verdadera causa. Nuestros egos son increíblemente habilidosos para ocultar la verdad y convencernos de que conocemos el origen de nuestra infelicidad: todo, excepto la decisión de la mente en favor de la culpabilidad. 

Así que si yo sé que "Dios va conmigo dondequiera que yo voy" porque Él está en mi mente, eso significa que yo no Le he abandonado y que Él no me ha abandonado a mí. Más aún: significa que no Le he matado, ni estoy separado de Él. Si acepto esta verdad de la Expiación, no puedo estar deprimido, aislado, ansioso ni temeroso, pues estas cosas provienen de la culpa, la cual, sin la creencia en la separación, no puede existir. La manera de darme cuenta de que estoy creyendo en la separación es ser consciente de mis sentimientos de ansiedad, preocupación e infelicidad. Por eso es esencial no esconder nuestras experiencias negativas. Si lo hacemos, literalmente no habrá esperanza, la cual depende de que primero reconozcamos nuestro malestar y nuestra desesperación, y a continuación nos demos cuenta de que son simplemente el efecto del pensamiento de que Dios no va con nosotros dondequiera que vayamos debido a que Le matamos. Ese pensamiento pecaminoso representa una decisión que ahora felizmente puede ser cambiada.

Tienes que aprender que estabas equivocado, y que ahora quieres ser un alumno feliz que se alegra de estar equivocado, en lugar de alegrarse por demostrarse a sí mismo que tiene la razón (T.29.VII.1.9). Esta es una idea que nunca será citada con la suficiente frecuencia. Si inviertes en tener razón, nunca serás feliz. Quizá tengas razón hoy, pero la "razonabilidad" (o inocencia) que le robaste a alguien te será robada por aquel a quien airadamente le robaste. La única manera de que puedas tener verdadera razón es que sepas que Dios está contigo dondequiera que vas, lo cual significa que todo lo que el ego te ha enseñado es mentira. No te separaste de Dios porque no podrías. 

(2.1-2) Los que se consideran separados han inventado muchos "remedios" para lo que, según ellos, son "los males del mundo". Pero la única cosa que no han hecho es cuestionar la realidad del problema.

Los "males del mundo" está entrecomillado porque no hay "males del mundo". Puesto que no hay mundo, ¿cómo podría haber males? Lo único que hay es un mal pensamiento [o: un pensamiento enfermo]. "Remedios" está también entre comillas porque no puedes curar un problema que no existe. El verdadero problema es la separación, y si no reconocemos ese pensamiento como la causa de nuestros problemas, ¿cómo podemos cuestionarlo, y no digamos cambiarlo? El ego nos ha convencido de que la separación es real, y ese es un pensamiento tan horrible que no podemos mirarlo de nuevo, por miedo a que seamos destruidos. Como explica Jesús en el Texto:

Te pide imperiosamente [el ego] que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará. Esto es lo que crees, y, por lo tanto, no miras. (T.21.IV.2.3-4) (Pág. 507)

Así que el ego nos aconseja que huyamos de la mente, el hogar de la idea de separación, y que levantemos una defensa tras otra, poniendo muro sobre muro sobre muro, todos con el propósito de anclar nuestra atención en el mundo del cuerpo. De este modo estamos protegidos [en el sentido de impedidos, imposibilitados] de cuestionar la aparente realidad de la declaración: "Me separé de Dios". Mientras seamos inconscientes de esto [literalmente: mientras estemos en el estado "sin-mente"] no podremos verdaderamente "cuestionar la realidad del problema", el cual permanece siempre en su fuente: la mente.

(2.3) Los efectos de éste, no obstante, no se pueden sanar porque el problema no es real. 

Nuestros intentos de sanar un problema en el mundo, tanto si se trata de nuestros mundos personales como si se trata del mundo en general, nunca tendrán éxito. Es posible que el síntoma desaparezca temporalmente, pero todavía creeremos que el problema —la causa— es real. Mientras sigamos así, la causa de la culpa seguirá generando síntomas —el síntoma freudiano de la sustitución— que nos molestan. Sin embargo, a pesar del dolor que constantemente llama nuestra atención, la causa subyacente de los síntomas pasa desapercibida, y el ego sigue reinando triunfalmente hasta que por fin podemos exclamar: "¡Tiene que haber otra manera!". Finalmente nuestro Maestro nos ayuda a ir más allá del efecto hasta la causa, para que así podamos cambiarla. 

(2.4-5) La idea de hoy tiene el poder de acabar con todo este desatino para siempre. Pues eso es lo que es, un desatino, por muy serias y trágicas que parezcan ser sus manifestaciones.

Es importante destacar que Jesús no usa la palabra pecaminoso/pecaminosidad; él simplemente dice que eso es un desatino [algo tonto: una tontería]. Lo que él expresa aquí es idéntico a lo que enseña en «El "héroe" del sueño», en donde dice que el problema es habernos olvidado de reírnos de la diminuta y alocada idea, y que el Espíritu Santo ve nuestras preocupaciones y se ríe de ellas, no burlonamente, sino con la dulzura del que sabe que esas molestias no son reales. Este tema es recurrente a lo largo de Un curso de milagros, pero el siguiente pasaje del final del capítulo 27 es representativo: 

El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. ¿De qué otra manera podría corregir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riais juntos por un rato. juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. Y mediante Su juicio se eliminan los efectos. Tal vez vengas con los ojos arrasados en lágrimas, mas óyele decir: "Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocurrir". Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él. (T.27.VIII.9) (Pág. 661)

Más adelante en este Libro de ejercicios examinaremos el uso de la metáfora de los juguetes para representar la aparentemente gigantesca naturaleza del pecado, la cual no sirve para nada más que ocultar su locura [estupidez, tontería] innata.

(3) En lo profundo de tu interior yace todo lo que es perfecto, presto a irradiar a través de ti sobre el mundo. Ello sanará todo pesar y dolor, todo temor y toda sensación de pérdida porque curará a la mente que pensaba que todas esas cosas eran reales y que sufría debido a la lealtad que les tenía. 

Si sé que Dios va conmigo, que Su Amor está siempre conmigo a través del Espíritu Santo, entonces me doy cuenta de que todo lo que había creído y percibido no es verdad. Una vez más, ese es el miedo —si mis creencias y percepciones no son verdad, entonces yo tampoco soy verdadero. Por lo tanto mantengo inconscientemente la creencia de que la culpa es el cielo, pues eso prueba que yo existo, el yo que yo creo que soy.

(4) Jamás se te puede privar de tu perfecta santidad porque su Fuente va contigo dondequiera que tú vas. Jamás puedes sufrir porque la Fuente de toda dicha va contigo dondequiera que tú vas. Jamás puedes estar solo porque la Fuente de toda vida va contigo dondequiera que tú vas. Nada puede destruir tu paz mental porque Dios va contigo dondequiera que tú vas. 

A Jesús le gustaría que vieras cuán terca y categóricamente intentas demostrar que estas declaraciones están equivocadas y que tus creencias están en lo cierto. Haces esto al probar que el mundo es hostil, amenazador y pecaminoso, o al probar que tú eres hostil, amenazador y pecaminoso. No importa cuál. Es de mucha ayuda darte cuenta de cuánto te defiendes contra esta verdad al estar constantemente afirmando que tienes razón y tratando de demostrarlo. Es también crucial que reconozcas que no crees en las palabras de Jesús, como él te va a decir en la siguiente frase [5.1].

Un asunto más, antes de seguir: si estuviésemos dispuestos a aceptar como ciertas las hermosas frases del párrafo de arriba [4], nuestra culpa no tendría donde ir excepto seguir estando dentro de nuestras mentes, donde el ego nos dijo que nos esperaba una muerte segura a manos de un dios vengativo, empecinado en nuestra destrucción. Nuestro sufrimiento e infelicidad proyectados externamente protegen este pensamiento interno. De aquí viene la necesidad de protegernos a nosotros mismos, la cual produce la resistencia a que aceptemos las reconfortantes palabras de Jesús. 

(5.1-2) Comprendemos que no creas nada de esto. ¿Cómo ibas a creerlo cuando la verdad se halla oculta en lo profundo de tu interior, bajo una pesada nube de pensamientos dementes, densos y turbios que representan, no obstante, todo lo que ves? 

¿Cómo es posible que entiendas esto cuando todavía crees que hay un leyendo estas palabras? ¿Cómo podrías entender cuando sigues preocupado por tu especialismo, tu individualidad y tus problemas? Una vez más, vemos el propósito de nuestros pensamientos dementes que conducen a nuestras percepciones dementes: dicho propósito es que ellos ocultan la verdad que ciertamente nos hará libres del sistema de pensamiento del ego: el del miedo, el odio y el sufrimiento. 

(5.3) Hoy intentaremos por primera vez atravesar esa obscura y pesada nube y llegar a la luz que se encuentra más allá. 

Jesús empleará de nuevo esta imagen en la lección 70 [párrafos 8 y 9 de la L.70, sobre todo L.70.9.2-3], siendo esa vez la idea que es Jesús el que te guía a través de la nube. Él te pide que no niegues la presencia de esta nube de culpa, individualidad y especialismo, sino que prestes mucha atención a ella. Nunca podremos llegar a la luz sin antes pasar a través de la nube, "obscura y pesada" solamente para el ego. Pero en realidad no es más que un "frágil velo ante la luz" [T.18.IX.5.4], como leemos en este maravilloso y extenso pasaje del Texto

Pues la supuesta realidad de la culpabilidad es la ilusión que hace que ésta parezca ser algo denso, opaco e impenetrable, y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego. Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es. 

Esta barrera tan aparentemente sólida, y ese falso suelo que parece una roca, es como un banco de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de ser una sólida muralla ante el sol. Su apariencia impenetrable no es más que una ilusión. Cede mansamente ante las cumbres que se elevan por encima de ella, y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera ascender por encima de ella y ver el sol. Esta aparente muralla no es lo suficientemente fuerte como para detener la caída de un botón o para sostener una pluma. Nada puede descansar sobre ella, pues no es sino una base ilusoria. Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos no agarran nada. 

(...)

Asimismo debería ser con las tenebrosas nubes de la culpabilidad, las cuales son igualmente vaporosas e insubstanciales. No te pueden magullar al atravesarlas. Deja que tu Guía te muestre su naturaleza insubstancial a medida que te conduce más allá de ellas, pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan sombras. (T.18.IX.5.2-4; 6; 8.1-3) (Págs. 439 y 440)

De hecho, esta enseñanza sobre la "naturaleza insubstancial" de la culpabilidad es el corazón y el alma de Un curso de milagros; la esencia de la Expiación. Nos enseña que no hay necesidad de defendernos de la idea de culpabilidad, la cual no tiene efecto y por lo tanto no está ahí. Una vez más, podemos observar cómo la profunda enseñanza del Texto se encuentra en estas "simples" lecciones del Libro de ejercicios

Ahora sigue con las intrucciones para el día, en las cuales tendremos que volver a hacer una sesión de práctica larga. Esta vez Jesús nos insta más directamente a ir adentro, haciendo una clara distinción entre la actividad del cerebro de pensar y la de la mente, la verdadera fuente de nuestros pensamientos: 

(6.1-6; 7.1-2) Hoy tendremos una sola sesión de práctica larga. Por la mañana, a ser posible tan pronto como te levantes, siéntate en silencio de tres a cinco minutos con los ojos cerrados. Al comienzo de la sesión de práctica repite la idea de hoy muy lentamente. No trates de pensar en nada en particular. Trata, en cambio, de experimentar la sensación de que estás sumergiéndote en tu interior, más allá de todos los pensamientos vanos del mundo. Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, manteniéndola despejada de cualquier pensamiento que pudiese distraerte. 

De vez en cuando puedes repetir la idea de hoy si observas que eso te ayuda. Pero sobre todo, trata de sumergirte tan profundamente como puedas en tu interior, lejos del mundo y de todos sus pensamientos disparatados. 

Y todo es disparatado aquí; o, mejor, es disparatado creer que las cosas del mundo pueden proporcionarnos placer o dolor. El sumergimiento interior —más allá de ellas— significa pasar de largo nuestra identificación corporal —el lugar donde aparentemente ocurre nuestro placer y nuestro dolor— para llegar a la mente, que es el único origen de nuestros sentimientos y pensamientos. Es en la mente donde experimentamos la Presencia de Dios por medio del Espíritu Santo, y es en la mente donde tomamos la decisión de sustituir la presencia del ego por la Suya. 

Las próximas dos frases hacen hincapié en la distinción crucial, tomada de Platón, entre apariencia y realidad; de hecho, ir hacia dentro tiene como propósito tomar conciencia de esta importante distinción. 

(7.3-4) Estás tratando de llegar más allá de todo ello. Estás tratando de dejar atrás las apariencias y de aproximarte a la realidad.

Jesús quiere que primero miremos cuidadosamente lo que nos parece tan real: el mundo, repleto de personas que ven y oyen nuestro cuerpo, y cuyos cuerpos nosotros también vemos y oímos. Después, el siguiente paso, siguiendo la suave guía de Jesús, es reconocer la naturaleza ilusoria de estas apariencias e ir más allá de ellas hasta los pensamientos del ego; y entonces, finalmente, ir más allá del ego hasta llegar al pensamiento de la Expiación del Espíritu Santo. 

(8.1-4) Es perfectamente posible llegar a Dios. De hecho, es muy fácil, ya que es la cosa más natural del mundo. Podría decirse incluso que es lo único que es natural en el mundo. El camino quedará despejado, si realmente crees que ello es posible. 

Jesús no está diciendo que tengas que creer esto totalmente; solo tienes que creer que quizá, solo tal vez, es posible que él tenga razón y que tú estés equivocado. Si la cosa más natural del mundo es llegar a Dios, y todo en este mundo es un movimiento contra Él, entonces nada de este mundo es natural, incluyéndote a ti mismo, tu cuerpo, personalidad y existencia individual. Es tu creencia la que te llevará al Hogar, una vez que pongas su poder bajo el principio de la Expiación del Espíritu Santo, corrigiendo la creencia errónea de la separación.

Jesús en seguida subraya la importancia de esta lección, tratando de reforzar nuestra confianza en el proceso de entrenamiento para nuestras mentes que provee el Libro de ejercicios. Este es uno de los muchos "mensajes de ánimo" que él nos da a lo largo del camino: 

(8.5-7; 9.1-3) Este ejercicio puede producir resultados asombrosos incluso la primera vez que se intenta, y tarde o temprano acaba por tener éxito. A medida que avancemos ofreceremos más detalles acerca de este tipo de práctica. No obstante, nunca fracasa del todo, y es posible tener éxito inmediatamente. 

Usa la idea frecuentemente a lo largo del día, repitiéndola muy despacio, preferiblemente con los ojos cerrados. Piensa en lo que estás diciendo, en el significado de las palabras. Concéntrate en la santidad que esas palabras te atribuyen; en la compañía indefectible de la que gozas, en la completa protección que te rodea. 

Estas últimas líneas apuntan hacia la verdad que se encuentra más allá de la ilusión, una verdad que es nuestra una vez que nos centramos en las lecciones y en la práctica de los ejercicios. 

Y a continuación la última declaración de la lección: 

(10) Puedes ciertamente permitirte el lujo de reírte de los pensamientos de miedo, recordando que Dios va contigo dondequiera que tú vas. 

Jesús vuelve al tema de reírnos del ego; es decir, no tomarlo seriamente. Esto solo es posible cuando hemos llevado nuestros pensamientos de miedo al Amor de Dios, el cual nos lo recuerda el Espíritu Santo. Sin este proceso de llevar las ilusiones a la verdad, nuestra risa sería superficial en el mejor de los casos, y burlona y enjuiciadora [sentenciosa, repleta de juicios] en el peor. La risa del Espíritu Santo tiene su origen en una sonrisa amable que conoce la diferencia entre apariencia y realidad, entre la ilusión y la verdad, entre la separación y la Expiación. En la lección 187 Jesús hace la aparentemente escandalosa afirmación de que podrías mirar el dolor, el sufrimiento y el hambre del mundo y reírte de ello [L.187.6.4]. Te reirás del sufrimiento, no porque te estés burlando de la gente, sino porque, al haberte unido con el Espíritu Santo en tu mente correcta, sabrás que no es cierto —y que no tiene el poder de arrebatarte la paz y el Amor de Dios.

☼☼☼

Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

6 comentarios:

  1. Tóni....gracias, muchísimas gracias he buscado este libro en castellano ysolo a través de ti he podido dar con el....un trabajo extraordinario

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  2. Tóni....gracias, muchísimas gracias he buscado este libro en castellano ysolo a través de ti he podido dar con el....un trabajo extraordinario

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  3. Muchas, muchas gracias. También lo he buscado en castellano y me encontré con tu blog. Gracias por compartirlo!

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  4. Muchísimas gracias, es una gran ayuda tu traducción 😊

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  5. Muy buen trabajo, ojalá te animaras a traducir todos los ejercicios, y lo que podrías hacer es recopilarlos y venderlos.
    Esto sería una gran contribución a todos los practicantes hispanoamericanos de UCDM

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  6. Llevo mucho tiempo buscando este libro, no entiendo que no se haya traducido al castellano ya de forma oficial. Agradezco mucho tu esfuerzo por compartirlo con otras personas. Gracias,gracias,gracias infinitas.

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