martes, 2 de diciembre de 2014

L-199 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 199 — No soy un cuerpo. Soy libre. 

Esta lección anticipa la 6ª revisión (lecciones 201-220), en la cual durante veinte días decimos: "No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó". Este importante tema se repite a lo largo del Libro de ejercicios, y la idea principal de esta lección es que no ser un cuerpo significa que somos una mente. Así que vemos el contraste entre nuestra identidad como un cuerpo —la meta del ego es mantenernos convencidos de esto— y el hecho de que esa identidad solamente existe en nuestra mente. 

(1.1) No podrás ser libre mientras te percibas a ti mismo como un cuerpo.

Jesús continúa desarrollando el tema de la libertad. Mientras siga pensando que soy un cuerpo seguiré estando aprisionado, y por lo tanto nunca conoceré la libertad que viene al volver mi atención a la mente. En ella tomé la decisión que me aprisionó, la cual ahora deshago con la ayuda de Jesús. De hecho, en esto radica mi única libertad:

La única libertad que aún nos queda en este mundo es la libertad de elegir, y la elección es siempre entre dos alternativas o dos voces. (C.1.7.1) (Pág. 86)

Por lo tanto, el papel de Jesús como nuestro maestro es ayudarnos a elegir la voz correcta —la suya: 

La curación es un reflejo de nuestra voluntad conjunta. (...) La decisión de unirse tiene que ser inequívoca, o, de lo contrario, la mente misma estaría dividida e incompleta. Tu mente es el medio por el cual determinas tu propia condición, ya que la mente es el mecanismo de decisión. Es el poder mediante el que te separas o te unes, y, consecuentemente, experimentas dolor o alegría. Mi decisión no puede imperar sobre la tuya porque la tuya es tan poderosa como la mía. (T.8.IV.5.1, 6-9) (Págs. 160 y 161)

Así que aprendemos de nuestro verdadero poder cuando nos unimos a Jesús, una unión que no puede suceder a nivel del ilusorio cuerpo, sino únicamente en la mente, la fuente del aprisionamiento y de la libertad. 

(1.2) El cuerpo es un límite. 

El cuerpo, tal como nos dice Jesús en el Texto, "es un límite que se le impone al amor" (T.18.VIII.1.2); y sin embargo insistimos tercamente en que somos un cuerpo y constantemente elegimos ver a todos los demás también como cuerpos. Sin embargo su mensaje es que no hay que negar esta experiencia, pero tampoco hay que justificarla. Mientras nos experimentemos en el mundo también tenemos que experimentar el cuerpo, lo cual hemos acordado en realidad. Jesús simplemente nos pide que reconozcamos las desastrosas consecuencias de dicha identificación: 

Estar consciente del cuerpo es lo único que hace que el amor parezca limitado, pues el cuerpo es un límite que se le impone al amor. La creencia en un amor limitado fue lo que dio origen al cuerpo, que fue concebido para limitar lo ilimitado. No creas que esto es algo meramente alegórico, pues el cuerpo fue concebido para limitarte a ti. ¿Cómo podrías tú, que te ves a ti mismo dentro de un cuerpo, saber que eres una idea? (...) 

El cuerpo es incapaz de saber nada. Y mientras limites tu conciencia a sus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea. Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo ni tú puedes unirte a Él ahí. Todo límite que se le imponga al amor parecerá siempre excluir a Dios y mantenerte a ti separado de Él. El cuerpo es una diminuta cerca que rodea a una pequeña parte de una idea que es completa y gloriosa. El cuerpo traza un círculo, infinitamente pequeño, alrededor de un minúsculo segmento del Cielo, lo separa del resto, y proclama que tu reino se encuentra dentro de él, donde Dios no puede hacer acto de presencia. (T.18.VIII.1.1-5; 2) (Págs. 434 y 435)

¿Quién en su sano juicio elegiría permanecer en el cuerpo, una vez que su rol de limitar el amor ha quedado claro? Nuestra resistencia a esta idea es enorme, algo de lo que todos podemos dar fe, pero al menos podemos comenzar el proceso de aprender a des-identificarnos del cuerpo, el cual nos mantiene apartados del Cielo. Lecciones como estas facilitan este desaprendizaje. 

(1.3) El que busca su libertad en un cuerpo la busca donde ésta no se puede hallar. 

Esto es lo que hacen las gentes oprimidas cuando se rebelan contra un tirano; de hecho, es lo que todos hacemos cuando nos rebelamos contra las autoridades. Creemos automáticamente que nuestra libertad es inhibida por algo externo a nosotros —un gobierno, un cuerpo, o el mundo— y no somos conscientes de que la verdadera libertad se encuentra solo en la mente, donde la decisión es nuestra: 

¿Deseas la libertad del cuerpo o la de la mente? Pues no puedes tener ambas. ¿Qué valoras más, el cuerpo o la mente? (...) Todo aquel que anhela la libertad tratará de encontrarla. Pero la buscará donde cree que está y donde cree que puede hallarla. (T.22.VI.1.1-3, 8-9) (Pág. 537)

En la próxima lección volveremos a este tema de buscar y encontrar. 

(1.4-5) La mente puede ser liberada cuando deja de verse a sí misma como que está dentro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su presencia. Si esto fuese cierto, la mente sería en verdad vulnerable. 

Ya estamos muy familiarizados con la estrategia del ego, según la cual la mente —el almacén del pecado, la culpa y el miedo— es un lugar peligroso, y por eso tenemos que protegernos de la ira de Dios ocultándonos en el cuerpo. Al privarnos de la mente, el ego se asegura de que nunca seremos capaces de usar la mente para elegir contra él. Recordemos este agudo pasaje del Texto, que expone la estrategia del ego de convencernos de que estaremos seguros en el cuerpo, al mismo tiempo que lo establece como el paradigma de la vulnerabilidad y nos previene —por medio de la negación— de jamás desafiar su plan: 

El cuerpo es el hogar que el ego ha elegido para sí. Ésta es la única identificación con la que se siente seguro (...) En este punto es donde la mente queda definitivamente aturdida. Habiéndole dicho el ego que ella es realmente parte del cuerpo y que el cuerpo es su protector, también le dice que el cuerpo no puede protegerla. Por consiguiente, la mente inquiere: "¿Dónde puedo encontrar protección?", a lo que el ego responde: "En mí". La mente, y no sin razón, le recuerda al ego que él mismo ha insistido que con lo que ella se tiene que identificar es con el cuerpo, de modo que no tiene objeto recurrir a él para obtener protección. El ego no dispone de una respuesta plausible para esto, puesto que no la hay, pero sí dispone de una solución típica: eliminar la pregunta de la conciencia. Una vez fuera de la conciencia la pregunta puede producir desasosiego, y de hecho lo produce, pero no puede ser contestada porque no puede ser planteada. 

Ésta es la pregunta que debes hacerte: "¿Adónde debo acudir en busca de protección?". "Busca y hallarás" no significa que tengas que buscar ciega y desesperadamente algo que no podrías reconocer. La búsqueda que tiene sentido se emprende conscientemente, se organiza conscientemente y se dirige conscientemente. (T.4.V.4.1-2, 5-11; 5.1-3) (Págs. 72 y 73)

Así que Un Curso de Milagros nos presenta el mensaje de Jesús sobre la invulnerabilidad de la mente, y el propósito de Jesús es ayudarnos a ser conscientes de esta invulnerabilidad mental. Por eso nos insta a que busquemos únicamente lo que deseamos encontrar: la seguridad y la protección de Dios. 

(2.1) La mente que está al servicio del Espíritu Santo es ilimitada para siempre y desde cualquier punto de vista, transciende las leyes del tiempo y del espacio; está libre de ideas preconcebidas y dispone de la fortaleza y del poder necesarios para hacer cualquier cosa que se le pida. 

Esto describe nuestra mente cuando estamos fuera del sueño, tras habernos dado cuenta de nuestro error de elegir al ego en lugar del Espíritu Santo. En el instante santo nacido de una nueva decisión, estamos más allá de la prisión del espacio, del tiempo y de todas las ideas preconcebidas [o prejuicios]. En este instante de perdón no hay pasado ni futuro; sólo hay el reflejo ilimitado del momento eterno que es el Cielo, donde nuestra voluntad y la de Dios son una: 

(...) la Voluntad de Dios no tiene límites, y todo poder y gloria residen en ella. Su fuerza, su paz y su amor son ilimitados. No tiene límites porque su extensión es ilimitada, y abarca todas las cosas porque las creó, y al crearlas, las hizo parte de sí misma. Tú eres la Voluntad de Dios porque así es como fuiste creado. Debido a que tu Creador crea únicamente a Semejanza Propia, eres como Él. Eres parte de Aquel que es todo poder y gloria, y, por lo tanto, eres tan ilimitado como Él. (T.8.II.7) (Pág. 156)

(2.2) Los pensamientos de ataque no pueden entrar en una mente así, toda vez que ha sido entregada a la Fuente del amor, y el miedo no puede infiltrarse en una mente que se ha unido al amor. 

Esto es una referencia indirecta al bien conocido versículo de la primera epistola de Juan, citada a menudo en Un Curso de Milagros: "El amor perfecto expulsa el miedo" (1 Jn 4,18)*. En la presencia del amor no puede haber miedo, pues en el instante en que elegimos a Jesús como nuestro maestro —el Amor de Dios dentro del sueño— no hay separación ni culpa. Solo la paz permanece cuando los sueños se han desvanecido —al no elegirlos ni por lo tanto compartirlos, su miedo no puede sino desaparecer en el amor que es nuestra realidad: 

Lo que les confiere realidad a los perniciosos sueños de odio, maldad, rencor, muerte, pecado, sufrimiento, dolor y pérdida es el hecho de compartirlos. Si no se comparten, se perciben como algo sin sentido. Pues al no prestarles apoyo dejan de ser una fuente de miedo. Y el amor no puede sino llenar el espacio que el miedo ha dejado vacante porque ésas son las únicas alternativas que existen. Donde uno aparece, el otro desaparece. Y el que compartas, será el único que tendrás. Y tendrás el que aceptes, pues es el único que deseas tener. (T.28.V.2) (Pág. 677)

* Nota del traductor: incluyo aquí el verso completo que se mencionaba más arriba de la primera epístola de Juan, seguido de algunas de las frases del Texto de UCDM que hacen eco de él:

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. (1 Juan 4,18) 

El amor perfecto expulsa el miedo. Si hay miedo, es que no hay amor perfecto. Mas: Sólo el amor perfecto existe. Si hay miedo, éste produce un estado que no existe. (T.1.VI.5.4-8) (Pág. 15)

En el amor perfecto no hay miedo. (T.12.II.8.1) (Pág. 243) 

Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto. (T.15.V.4.4) (Pág. 346)

En el amor perfecto no hay cabida para el miedo porque el amor perfecto no conoce el pecado y sólo puede ver a los demás como se ve a sí mismo. (T.20.III.11.3) (Pág. 481)

(2.3-4) Dicha mente descansa en Dios. ¿Y quién que viva en la Inocencia sin hacer otra cosa que amar podría tener miedo? 

Cuando hemos elegido al Espíritu Santo como nuestro Maestro, Él nos recuerda que nuestra verdadera realidad es la Unidad del Cielo. Por cierto, aquí "Inocencia" hace referencia a Dios, en Quien no puede haber ningún pecado. 

(3.1) Es esencial para tu progreso en este curso que aceptes la idea de hoy y que la tengas en gran estima. 

Deberías prestar mucha atención cuando Jesús habla de esta manera, porque te está diciendo que si verdaderamente quieres hacer progresos, es esencial que te des cuenta de que tu identidad no es el cuerpo, sino la mente. Por lo tanto, todo lo que has creído sobre ti mismo y sobre otros está equivocado, al estar basado en una percepción según la cual la separación, el mundo y el cuerpo son reales. Así que Jesús está enfatizando la necesidad de que estemos atentos a la idea del día, la cual se repetirá a lo largo de la lección. 

(3.2) No te preocupes si al ego le parece completamente descabellada. 

Es necesario que reconozcas que tú eres el ego del que Jesús habla, así que eres tú quien cree que esto es una locura. Reconoce que crees que Jesús es un cuerpo, que te habla a ti como a un cuerpo, diciéndole [a tu cuerpo] lo que debería hacer. Recuerda esta importante línea: 

Identificas todo lo que reconoces con cosas externas, con algo externo a ello mismo. Ni siquiera puedes pensar en Dios sin imaginártelo en un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer. (T.18.VIII.1.6-7) (Pág. 434)

Pero como Jesús no es un cuerpo, por supuesto que él no está diciéndole a tu cuerpo lo que tendría que hacer. Más bien, él le pide a tu mente elegirlo a él en tu mente, y desde el amor que has elegido, el cuerpo automáticamente reflejará su propósito del perdón. Sin embargo se requiere una gran diligencia y práctica para reconocer, y entonces aceptar, la locura de la identificación corporal —eligiendo así por Dios, por Jesús y por nosotros mismos. 

(3.3-4) El ego tiene en gran estima al cuerpo porque mora en él, y no puede sino vivir unido al hogar que ha construido. Es una de las partes de la ilusión que ha ayudado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio. 

Una aclaración de la frase 3: el ego no mora realmente en el cuerpo, porque la mente no puede estar en una proyección —las ideas no abandonan su fuente. Sin embargo, la estrategia del ego consiste en decirnos que nuestro ser, que ahora es un ego, ciertamente mora en un cuerpo. Por lo tanto estas frases reflejan la estrategia del doble-escudo. El segundo escudo es el cuerpo, el cual fue hecho para mantener oculto el pensamiento de separación y culpa, que es el primer escudo del ego. Así que el propósito del cuerpo es impedirnos que descubramos que el ego no es más que un pensamiento que habíamos decidido que fuese verdad. Pero puesto que tomamos esa decisión, podemos cambiar de opinión sobre eso. Una vez más, se hace hincapié en transferir nuestra atención desde el ser físico y psicológico hasta la fuente, la decisión tomada por la mente de no ser tal como Dios la creó. 

(4.1) Ahí se esconde y ahí se le puede ver como lo que es. 

El ego se esconde en el cuerpo, así que cuando ves el cuerpo como lo que realmente es, verás al ego como realmente es. Al igual que el ego, el cuerpo es separación —una prisión de limitación—, diseñado para mantenernos aparte del Amor de Dios. 

(4.2) Declara tu inocencia y te liberas. 

Jesús nos dice: "Da conmigo un paso atrás al instante santo, donde serás inocente y libre, ya no pecaminoso ni limitado". Nada ha cambiado con respecto al cuerpo, pero el sistema de pensamiento de la mente ha cambiado —de la culpa a la inocencia, del miedo al amor. Este cambio se logra al llevar nuestras oscuras ilusiones de separación a la redentora luz de la Expiación. Así se proclama nuestra eterna inocencia, mientras reconocemos alegremente nuestra redención: 

Ese "secreto por el que te sientes culpable" no es nada, y si lo sacas a la luz, la luz lo desvanecerá. No quedará entonces ninguna nube tenebrosa que pueda interponerse entre ti y el recuerdo de tu Padre, pues recordarás a Su inocente Hijo, que no murió porque es inmortal. Y te darás cuenta de que fuiste redimido junto con él y de que nunca has estado separado de él. (...) Pues el hijo redimido del hombre es el Hijo inocente de Dios, y reconocerlo es tu redención. (T.13.II.9.2-4, 7) (Pág. 267)

(4.3-4) El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él. A tal fin, el cuerpo se percibirá como una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. 

El cuerpo no desaparece sin dejar rastro [no se esfuma o se desvanece en el aire], sino que se convierte en el aula en la que la mente, con su Maestro recién elegido, aprende las lecciones que deshacen su creencia en el cuerpo. Así, el propósito que le da el ego al cuerpo desaparece en la visión de salud del Espíritu Santo, según la cual el cuerpo sirve a un propósito amoroso en lugar de a uno sin amor, lo que representa la vida en lugar de la muerte: 

El Espíritu Santo te enseña a usar el cuerpo sólo como un medio de comunicación entre tus hermanos y tú, de modo que Él pueda enseñar Su mensaje a través de ti.  Esto los curará y, por lo tanto, te curará a ti. (...) No permitas que el cuerpo sea el reflejo de una mente dividida. No dejes que sea una imagen de la percepción de pequeñez que tienes de ti mismo. No dejes que refleje tu decisión de atacar. Se reconoce que la salud es el estado natural de todas las cosas cuando se deja toda interpretación en manos del Espíritu Santo, Quien no percibe ataque en nada. La salud es el resultado de abandonar todo intento de utilizar el cuerpo sin amor. La salud es el comienzo de la correcta perspectiva con respecto a la vida bajo la dirección del único Maestro que sabe lo que ésta es, al ser la Voz de la Vida Misma. (T.8.VIII.9.1-2, 5-10) (Pág. 174)

(4.5) De este modo se convierte en un vehículo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todoabarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios. 

El cuerpo, que no tiene significado de por sí, se convierte en el medio para el cumplimiento del plan de la Expiación —"el plan de Dios". Este es el verdadero origen de la alegría, porque ya no permitimos que el plan de ataque del ego oscurezca la dulce luz del perdón, nuestro único propósito y única meta: 

La dicha procede de un propósito unificado, y un propósito unificado es algo que es únicamente propio de Dios. Cuando tu propósito está unificado es el Suyo. Si crees que puedes interferir en Su propósito necesitas salvación. Te has condenado a ti mismo, pero la condenación no es algo que proceda de Dios. (T.8.VII.15.1-4) (Pág. 171)

(5.1-2) Ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día. Haz que pase a formar parte de cada sesión de práctica que lleves a cabo. 

En lugar de amar [estimar] al ego y la culpa, Jesús pide que aceptemos y estimemos su sistema de pensamiento, y al Curso que enseña eso, y al maestro que lo enseña —estimándolos porque nos guían alegremente fuera de la prisión. Nunca deberíamos ser tan arrogantes como para pensar que sabemos lo que es mejor para nuestros intereses.

(5.3-5) No hay pensamiento cuyo poder de ayudar no aumente con esta idea, ni ninguno que de esta manera no adquiera regalos adicionales para ti. Con esta idea hacemos resonar la llamada a la liberación por todo el mundo. ¿Y estarías acaso tú excluido de los regalos que haces? 

De nuevo tenemos el tema de que dar y recibir son lo mismo: si doy el regalo, lo recibo; si te lo ofrezco, lo acepto para mí mismo. Y así el mundo es sanado, porque el mundo es uno con nosotros. En esta visión de libertad, el propósito del perdón se consuma —para todos: 

La ofrenda de la Expiación es universal. Es aplicable por igual a todo el mundo y en cualquier circunstancia. (...) Curar es muy simple. La Expiación se recibe y se ofrece. Habiéndose recibido, tiene que haberse aceptado. Es en el recibir, pues, donde yace la curación. Todo lo demás se deriva de este único propósito. (M.22.6.1-2, 10-14) (Pág. 62)

(6.1-4) El Espíritu Santo es el hogar de las mentes que buscan la libertad. En Él han encontrado lo que buscaban. El propósito del cuerpo deja de ser ahora ambiguo. Y su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta. 

Ya no busco la libertad fuera de mí mismo, sino solamente dentro. El único propósito del cuerpo es ser un aula que mi Maestro pueda usar para instruirme en el perdón, que es el significado que la mentalidad recta le otorga a la comunicación dentro del sueño de separación y odio del ego. Solo veo ese propósito en todo lo que hago hoy, el pensamiento unificador que le da sentido a mi vida y que deshace el sinsentido del especialismo y el ataque: 

Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor como medio de obtener algo, dejará de haber entonces interferencia en la comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. A medida que le permitas al Espíritu Santo enseñarte a utilizar el cuerpo sólo como un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y el ataque, que es la función que el ego le ha asignado, aprenderás que no tienes necesidad del cuerpo en absoluto. En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. Al aceptarla como algo completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. (T.15.IX.7.1-4) (Pág. 359)

(6.5) Y en respuesta libre de conflicto e inequívoca a la mente que sólo tiene como objetivo el pensamiento de libertad, el cuerpo sirve su propósito y lo sirve perfectamente.

Seguiremos en conflicto en tanto que veamos al cuerpo como un hogar protector y como fuente de dolor y placer. Mientras nuestro objetivo sea hacer el cuerpo real —positiva o negativamente— nunca podremos aceptar la única meta del Espíritu Santo de considerar al cuerpo como una herramienta de aprendizaje. En un pasaje especialmente hermoso, Jesús describe el santo propósito —de perdón— del cuerpo cuando este se vuelve un instrumento de Cristo y de Su santa visión: 

¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. Él está en paz porque no ve pecado alguno. Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no tengas? Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. ¡Qué afables son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! ¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! ¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír! 

Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. Los Suyos son ilusiones también, lo mismo que los tuyos. Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado. (T.24.V.3; 5) (Págs. 571 y 572)

(6.6; 7.1-3) Al no poder esclavizar, se vuelve un digno servidor de la libertad que la mente que mora en el Espíritu Santo persigue. 

Sé libre hoy. Y da el regalo de libertad a todos aquellos que creen estar esclavizados en el interior de un cuerpo. Sé libre, de modo que el Espíritu Santo se pueda valer de tu liberación de la esclavitud para poner en libertad a los muchos que se perciben a sí mismos encadenados, indefensos y atemorizados. 

Nos convertimos en maestros de la verdad al ejemplificarla.Mediante mi paz creciente, que es independiente de la suerte del cuerpo, me vuelvo un brillante recordatorio para que los demás puedan elegir tal como elegí yo. En el siguiente pasaje, parte del cual ya nos resulta muy familiar, Jesús nos insta a demostrar su resucitador mensaje de libertad, perdón y paz, que redime al mundo de sus pesadillas de crucifixión: 

¿Qué prefieres, unirte a la resurrección o a la crucifixión? ¿Condenar a tus hermanos o liberarlos? ¿Te gustaría transcender tu prisión y ascender hasta el Padre? (...) Cree en la resurrección porque ésta ya se ha consumado, y se ha consumado en ti. Esto es tan cierto ahora como lo será siempre, pues la resurrección es la Voluntad de Dios, Quien no sabe de tiempo ni de excepciones. (...) No hallarás paz hasta que hayas extraído los clavos de las manos del Hijo de Dios y hayas sacado la última espina de su frente. (...) No enseñes que mi muerte fue en vano. Enseña, más bien, que no morí, demostrando que vivo en ti. Pues poner fin a la crucifixión del Hijo de Dios es la tarea de la redención, en la cual todo el mundo juega un papel igualmente importante. (T.11.VI.2.1-3; 4.6-7; 7.1, 3-5) (Págs. 230 y 231)

Nuestra redención no se logra mediante nuestras palabras o acciones, sino mediante la simple tranquilidad en nuestra mente, una tranquilidad que dice: "Elijo recordar que no soy un cuerpo, y tú, hermano mío, puedes elegir lo mismo, pues en ti y en mí vive el mismo maestro".

(7.4-6) Permite que el amor reemplace sus miedos a través de ti. Acepta la salvación ahora, y entrégale tu mente a Aquel que te exhorta a que le hagas este regalo. Pues Él quiere darte perfecta libertad, perfecta dicha, así como una esperanza que alcanza su plena realización en Dios. 

El tema de la esperanza vuelve en la próxima lección, pero recordemos que la esperanza no proviene de los cambios externos. Un Curso de Milagros, por ejemplo, no va a funcionar en el mundo, ni conduce a un cuerpo más feliz viviendo en un sueño más feliz. La esperanza de este Curso radica en el Maestro que nos guía fuera del sueño, lo cual hace llevándonos a nuestra mentalidad correcta, lo que nos permite tomar la decisión correcta. Sin embargo, para que esto suceda, debemos buscar la alegría donde ella se encuentra, y no donde no está: 

¿De qué otra forma puedes encontrar dicha en un lugar desdichado, excepto dándote cuenta de que no estás en él? Tú no puedes estar donde Dios no te ubicó, y Dios te creó como parte de Él. Eso es al mismo tiempo donde estás y lo que eres. Esto es algo completamente inalterable. Es inclusión total. No puedes cambiarlo ahora ni nunca. Es verdad para siempre. No es una creencia, sino un Hecho. (T.6.II.6.1-8) (Pág. 107)

(8.1-3) Tú eres el Hijo de Dios. Vives en la inmortalidad para siempre. ¿No te gustaría retornar tu mente a esto? 

Retornar tu mente a Dios significa recuperar nuestros pensamientos errantes [tb: divagaciones mentales] que, siguiendo la estrategia del ego, nos llevaron al mundo corporal de las relaciones especiales. Ahora volvemos a nuestra mente y elegimos de nuevo —negar lo que nunca ha sucedido, y aceptar lo que siempre ha sido. Recuerda las líneas finales del poema de Helen titulado "Canción a mi Ser": 

Nunca dejé la casa de mi Padre. ¿Qué necesidad
tengo de regresar de vuelta a Él? 
(The Gifts of God [Los Regalos de Dios], p. 38)

(8.4-9) Practica entonces debidamente el pensamiento que el Espíritu Santo te da para el día de hoy. En él tus hermanos y tú os alzáis liberados; el mundo es bendecido junto contigo; el Hijo de Dios no volverá a llorar y el Cielo te da las gracias por el aumento de gozo que tu práctica le proporciona incluso a él. Dios Mismo extiende Su Amor y felicidad cada vez que dices: 

No soy un cuerpo. Soy libre. Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece. 

Este es el regalo de alegría que les damos a todos, incluidos nosotros mismos. El amor y la paz que experimentamos interiormente es el efecto de elegir al Espíritu Santo como nuestra única Voz. Así es liberado el mundo del pesar, mientras nuestras felices voces se unen como una, junto con la de Helen en "Oración de un Hermano": 

Hay un final para el pesar. Lo que se hizo
será deshecho. Los transitorios juguetes de resentimiento
se convertirán en polvo. Las cosas del tiempo se disiparán 
y se desvanecerán en la nada. La noche 
de sueños perversos cederá el paso suavemente a la luz. 

Todas las cosas que Dios no creó terminarán
como ellas empezaron, en secreto y en deshonra
las cuales, al jamás haber nacido, no pueden oponerse 
a la santa Voluntad de Dios de que el perdón enmarque 
la faz de Cristo, Quien entra en Su Nombre.

¿Qué necesitamos hacer para permitir la llegada del perdón? 
Nada. Únicamente necesitamos darnos cuenta de que nosotros 
unidos al mundo somos la suma 
de toda promesa de salvación. Yo soy aquel 
que dice la Palabra de Dios, y tú conmigo.

Hay un final para el pesar. En la Voluntad de Dios 
el Cristo descansa serenamente. El santo Hijo de Dios
es todo lo que la creación es, pues él es todavía 
tal como Dios lo creó. Siempre uno, 
Su Palabra es inmutable; lo que dice, es hecho. 

El parpadeo de un instante es lo único que hay entre
nosotros y la completa salvación. ¿Acaso necesitamos hacer 
más de lo que Dios nos pide? La faz de Cristo es vista 
y luego no es vista nunca más. El pesar también 
ha desaparecido, y yo junto contigo. 
(The Gifts of God, p. 63)

☼☼☼

Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

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