martes, 1 de noviembre de 2016

Jesús y el Espíritu Santo como símbolos - La revelación

Pregunta: ¿Con quién hay que observar al ego, con Jesús, o con el Espíritu Santo?; ¿a quién hay que entregarle las emociones, a Jesús o al Espíritu Santo?; ¿a quién hay que pedirle ayuda, a Jesús o al Espíritu Santo?; ¿es indiferente, ambos símbolos son lo mismo, o no exactamente? Si Dios no conoce este mundo ilusorio, porque Él no está dormido, imagino, que eso hace imposible una comunicación directa sin intermediarios, ¿o por el contrario, sí es viable la comunicación directa con Él?

Respuesta: Jesús y el Espíritu Santo son símbolos del recuerdo de la verdad en el interior de tu mente. Simbolizan lo mismo en cuanto al contenido (amor, verdad), pero obviamente no son exactamente iguales con respecto a la forma: tú los ves diferentes y por lo tanto es posible que te sientas más cómodo con un símbolo o con el otro. Puedes usar el que prefieras. Otras personas prefieren usar otros símbolos, como Buda, Shankara, Krishna, Shiva, o el símbolo que sea. Cada uno puede ver cuál le resuena más. El Curso nos propone dos símbolos principales en su línea, que son Jesús y el Espíritu Santo. Si tienes una mentalidad que le gusta lo abstracto, tal vez entonces prefieras al Espíritu Santo. Y si a tu mentalidad le gusta más lo concreto, entonces preferirás a Jesús, que adopta una forma personal semejante a como te consideras a ti mismo y eso puede facilitar el que confíes en él como en un amigo sabio, un hermano despierto y amoroso con el que puedes establecer una relación personal de amor y confianza.

En cuanto a la comunicación directa con Dios, sí es posible y el Curso llama a eso conocimiento, revelación. Hay una sección del Manual para el maestro dedicada concretamente a ese tema: M.26: «¿Es posible llegar a Dios directamente?».

Como Dios está despierto y no reconoce el sueño o dualidad, comunicarse con Él es simplemente volver nuestra atención a la verdad pura. Ahí no hay percepción, ni palabras, ni consejos para un mundo que no existe. Esta "comunicación" (más bien reconocimiento) no sucede dentro del sueño, ni dentro del tiempo. Es intemporal. Es conocimiento puro sin formas. Es puro gozo. En palabras se ha aludido a esto como "comunicación con Dios", pero eso son solo indicaciones con palabras; en realidad ahí solo hay UNO. Es Unicidad. Si lo llamamos "comunicación", es una comunicación o gozo del Uno Consigo Mismo.

La comunicación con Dios es directa, es conocimiento puro, y no utiliza palabras. No es forma, sino contenido puro: experiencia, éxtasis. No es aplicable al mundo, por lo que el antídoto para despertar del sueño dual no es el conocimiento, sino la percepción correcta (C.4.3.1-2). No obstante, la experiencia de la revelación puede dar mucho ánimo para persistir en la práctica de la percepción correcta, pues al vislumbrarse la meta final del conocimiento, uno está más motivado a despertar. Sin embargo, el camino rápido para despejar de obstáculos el reconocimiento de la verdad, es la percepción de mentalidad correcta. El conocimiento es intemporal, mientras que la percepción correcta opera dentro del tiempo, deshaciéndolo, acortándolo.

Algunas citas sobre el tema (cuando se habla de "milagro", se refiere al perdón):

Los milagros son un modo de liberarse del miedo. La revelación produce un estado en el que el miedo ya ha sido abolido. Los milagros son, por lo tanto, un medio, y la revelación un fin. (T.1.I.28)

Cuando retornes a la forma original de comunicación con Dios por revelación directa, los milagros dejarán de ser necesarios. (T.1.I.46.3)

El milagro es un recurso de aprendizaje que reduce la necesidad del tiempo. Establece un intervalo temporal fuera de lo normal que no está sujeto a las leyes usuales del tiempo. En ese sentido es intemporal. (T.1.I.47)

El milagro es el único recurso que tienes a tu inmediata disposición para controlar el tiempo. Sólo la revelación lo transciende al no tener absolutamente nada que ver con el tiempo. (T.1.I.48)

La revelación produce una suspensión completa, aunque temporal, de la duda y el miedo. Refleja la forma original de comunicación entre Dios y Sus creaciones, la cual entraña la sensación extremadamente personal de creación que a veces se busca en las relaciones físicas. La proximidad física no puede proporcionarla. Los milagros, en cambio, son genuinamente interpersonales y conducen a un auténtico acercamiento a los demás. La revelación te une directamente a Dios. Los milagros te unen directamente a tu hermano. (T.1.II.1.1-6)

La revelación es algo intensamente personal y no puede transmitirse de forma que tenga sentido. De ahí que cualquier intento de describirla con palabras sea inútil. La revelación induce sólo a la experiencia. Los milagros, por otra parte, inducen a la acción. Por ahora resultan más útiles debido a su naturaleza interpersonal. (T.1.II.2.1-5)

La revelación es literalmente inefable porque es una experiencia de amor inefable. (T.1.II.2.7)

La revelación puede, de vez en cuando, revelarte cuál es el fin, pero para alcanzarlo, los medios son necesarios. (T.1.VII.5.11)

El conocimiento es el resultado de la revelación y genera sólo pensamiento. (T.3.III.5.10)

Nadie que haya experimentado la revelación de esto puede volver a creer completamente en el ego otra vez. (T.4.III.3.7)

Sólo la mente sana puede experimentar una revelación de efectos duraderos porque la revelación es una experiencia de pura dicha. (T.5.I.1.3)

Y la verdad te será revelada, por haber elegido que los símbolos del amor ocupen el lugar del pecado. (T.27.VI.8.6)

Allí donde todos los conceptos del yo han sido abandonados, la verdad se revela tal como es. (T.31.V.17.4)

Dios Mismo ha prometido que ésta le será revelada a todo aquel que la pida. (L.94.4.2)

Y la verdad se pide mediante el perdón.

La revelación de que el Padre y el Hijo son uno alboreará en toda mente a su debido tiempo. (L.158.2.8)

Cuándo ha de llegar esta revelación es irrelevante, pues no tiene nada que ver con el tiempo. (L.158.11.1)

Él [el Espíritu Santo] reconoció todo lo que el tiempo encierra, y se lo dio a todas las mentes para que cada una de ellas pudiera determinar, desde una perspectiva en la que el tiempo ha terminado, cuándo ha de ser liberada para la revelación y la eternidad. (L.169.8.2)

Sea cual sea el momento que la mente haya fijado para la revelación ello es completamente irrelevante para lo que no puede sino ser un estado constante, eternamente como siempre ha sido, y como ha de seguir siendo eternamente. (L.169.9.2)

Cuando la revelación de tu unidad tenga lugar, lo sabrás y lo comprenderás plenamente. Pero por ahora es mucho lo que aún nos queda por hacer (...) (L.169.10.2-3)

Lo que "aún nos queda por hacer" es, obviamente, perdonar.

El perdón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. (L.336.1.4)

El conocimiento no es el remedio para la percepción falsa, puesto que al proceder de distintos niveles, jamás pueden encontrarse. La única corrección posible para la percepción falsa es la percepción verdadera. Ésta no perdurará. Pero mientras dure, su propósito será sanar. La percepción verdadera es un remedio que se conoce por muchos nombres. El perdón, la salvación, la Expiación y la percepción verdadera son todos una misma cosa. Son el comienzo de un proceso cuyo fin es conducir a la Unicidad que los transciende a todos. La percepción verdadera es el medio por el que se salva al mundo de las garras del pecado, pues el pecado no existe. Y esto es lo que la percepción verdadera ve. (C.4.3)

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