jueves, 7 de enero de 2021

La atención interior es salvación

La atención interior, o la conciencia/mente vuelta hacia dentro, es la salvación o iluminación, pues acelera enormemente el proceso de reconocimiento de la paz.

Volver la mente hacia dentro es dejar que la atención repose en el instante presente. El instante presente es la puerta a la eternidad (la intemporalidad). Pero el ser humano se distrae constantemente del momento presente, perdiendo así de vista la plenitud y la paz. La atención correcta (hacia dentro, hacia Dios, a favor del proceso de despertar) nos lleva de vuelta a disfrutar de lo que en realidad nunca hemos perdido. Al volvernos hacia dentro al momento presente, reaceptamos la paz, y junto con ella recuperamos la conciencia de que no somos un limitado ser humano. Somos Espíritu, o lo que es lo mismo, la intemporalidad, la eternidad.

Uno de los aspectos útiles del Libro de ejercicios de Un curso de milagros (UCDM) es que la dinámica de sus lecciones nos permite tomar conciencia de nuestra resistencia a la verdad, o lo que es lo mismo, de nuestra distracción del momento presente o del amor de Dios. El antídoto contra la distracción es la atención (y el mero hecho de tomar conciencia de habernos distraído indica que ya hemos vuelto a la atención). Y por lo tanto UCDM subraya en el Texto la relevancia de estar atentos, y nos ayuda en el Libro de ejercicios a entrenar nuestra mente para que nuestra atención no se desvíe del perdón, es decir, del instante presente.

Esto es un asunto muy práctico y enormemente relevante, pues cuando nos damos cuenta de que el caos que percibimos es simplemente el resultado ficticio de nuestro propio autosabotaje, vemos lo simple que es recuperar la paz que creíamos haber perdido. Y entendemos cómo podemos mantenerla, si bien esto requiere que ejercitemos nuestra atención, dado que tenemos la fea costumbre de deshacernos de la paz (T-19.IV.A). ¡Y es tan fácil recuperarla! Simplemente prestando atención y volviendo la mente hacia dentro, o hacia el instante presente. 

Girar la atención desde nuestras proyecciones hasta el instante presente es un proceso o entrenamiento que sólo puede hacerse coherentemente con ayuda de la intuición. Nuestra atención tiende a derramarse hacia afuera (al pasado, al futuro, o a suposiciones sobre innumerables circunstancias) y por lo tanto detener esta inercia o costumbre requiere algo de entrenamiento. Cuando mediante el entrenamiento de la atención tengamos el hábito de descansar en el momento presente, en lugar del hábito a divagar hacia el pasado o el futuro, nos mantendremos en paz de manera espontáneamente natural. Cuanto más afianzado esté el entrenamiento a atender al presente, más frecuente será que nos sintamos en paz. Sólo tendremos que corregir en los momentos puntuales en que nos hayamos distraído. Y una vez culminado el proceso de despertar ya ni siquiera habrá distracciones puntuales: la paz será permanente, eterna, tal como realmente es. 

Dada la relevancia de tomar conciencia de nuestras distracciones, así como de la importancia de mantenernos alerta en favor de la verdad, UCDM se apresura a dar indicaciones sobre esto desde muy pronto, por ejemplo:

Eres demasiado tolerante con las divagaciones de tu mente, y condonas pasivamente sus creaciones falsas. (T-2.VI.4:6)

En realidad no hay problema con ello, porque nuestras divagaciones y distracciones son sólo ilusiones y por tanto no tienen ningún poder ni pueden hacernos ningún daño. Nuestro verdadero ser es inmutable. De modo que la actitud del Curso no es empujarnos a nada, ni decirnos que tengamos que hacer esto o aquello. Pero sí nos señala muy amablemente que no tenemos ninguna necesidad de seguir soñando que sufrimos. En cualquier momento podemos invitar a la paz. Y esto lo logramos simplemente mediante un giro de nuestra atención, desde la falsedad hacia la realidad.

Hay muchos modos de entrenar nuestra atención. Cualquier pequeño esfuerzo cuenta, y sirve de ayuda. Podemos simplemente ver nuestras emociones presentes, sin juzgarlas. O bien observar nuestros pensamientos, sin juzgarlos. O simplemente observar nuestras circunstancias presentes, de nuevo sin juzgarlas; por ejemplo a veces se ha recomendado atender a nuestras conversaciones situados desde la perspectiva del Testigo, sin juzgar nada de lo que se diga, simplemente constatando lo que ocurre, qué se dice, por qué se dice, quién interrumpe a quién, sentir si nos surgen ganas de dar una opinión antes de que la otra persona haya terminado de contarnos la suya (el deseo intenso de interrumpir a alguien puede reflejar nuestra tendencia de interrumpir al Maestro interior que constantemente trata de guiarnos y frecuentemente nos distraemos y no le escuchamos, interrumpiendo Su guía), o mirar atentamente qué emociones despierta en nosotros lo que la otra persona acaba de decir. Pero lo más importante de todo es recordar una y otra vez algo muy simple: que si sentimos haber perdido la paz, eso no se debe a la otra persona ni a las circunstancias; se debe únicamente a que nos hemos distraído de la verdad, o del puro momento presente.

Otra modalidad de esta práctica es estar atento a la guía interna en el momento presente, instante tras instante (o en principio con cierta frecuencia creciente), ahora. O lo que es lo mismo, estar atento a las intuiciones (lo cual al principio consiste en estar alerta a las ilusiones, a las distracciones). Y la intuición o guía interna siempre nos conduce al momento presente, y por tanto a la paz.

La esencia del Curso (UCDM) es básicamente este asunto de no distraernos de la verdad, del momento presente. Veamos algunas indicaciones que el propio Curso nos da, comenzando por la frase que ya hemos citado arriba pero situada en el párrafo del que viene, con un poco más de contexto. Veamos:

Deshacer el miedo ((o la falta de paz)) es tu responsabilidad. Cuando pides que se te libere del miedo, estás implicando que no lo es. En lugar de ello, deberías pedir ayuda para cambiar las condiciones que lo suscitaron. Esas condiciones siempre entrañan el estar dispuesto a permanecer separado. A ese nivel tú puedes evitarlo. Eres demasiado tolerante con las divagaciones de tu mente, y condonas pasivamente sus creaciones falsas. El resultado particular no importa; lo que importa es el error fundamental. La corrección es siempre la misma. Antes de decidir hacer algo, pregúntame si tu elección está de acuerdo con la mía. Si estás seguro de que lo está, no tendrás miedo. (T-2.VI.4)

Podemos entrenar la atención desde muchas perspectivas equivalentes entre sí. Un modo muy simple es estar atentos a cuando no nos sentimos en paz. En cada momento podemos saber: ¿estoy en paz o no? Si notamos falta de paz, es el momento de perdonar, de volver al instante presente. 

El perdón (...) es tranquilo y sosegado, y no hace nada. (...) Simplemente observa, espera y no juzga. (L.PII.Preg1.4:1,3)

El Espíritu Santo estará contigo mientras observas y esperas. (L-75.7:5)

Es importante salirnos de la inercia victimista de creer que es normal continuar con tal falta de paz. Eso no tiene por qué ser así (T-4.IV, sección que en seguida citaremos). Basta con tomar conciencia (perdonar) y elegir reconocer nuevamente la paz. En la misma sección de T-2.VI de donde venía el párrafo que copié un poco antes, se dice también unos párrafos después cómo resolver de manera simple nuestra percepción errónea fruto de la distracción. El ejemplo viene como antídoto contra el miedo, pero la misma idea es aplicable a los otros aspectos del error, por ejemplo a la falta de paz, y en la cita voy a cambiar la palabra "miedo" por la expresión "falta de paz":

Original:

Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo.

El miedo procede de una falta de amor.

El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.

El amor perfecto es la Expiación. (T-2.VI.7:5-8)

Adaptado a nuestro contexto:

Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es falta de paz.

La falta de paz procede de una falta de amor.

El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto.

El amor perfecto es la Expiación. (adaptación de T-2.VI.7:5-8)

Donde dice amor, podríamos haber escrito también "atención verdadera", "interiorización", o "aceptación del instante presente", etc. 

El simple ejercicio de estar atentos a cuando no estamos en paz, acelera muchísimo nuestro proceso de despertar y es una invitación directa a la iluminación. El primer paso es simplemente darnos cuenta de nuestra distracción. Esta toma de conciencia es el comienzo de la atención, pues habernos dado cuenta significa que ya estamos atentos. Esta toma de conciencia se debe llevar a cabo siempre de manera suave, sin juicios, pues juzgar es en sí una falta de atención correcta. Juzgar implica proyección, mientras que la atención correcta implica interiorización. Juzgar implica recurrir al pasado o suposiciones de futuro, mientras que la atención correcta descansa apaciblemente en el instante presente.

Cuando notemos que nos hemos distraído y que no estamos en paz, basta entonces con simplemente recordar que esto no tiene por qué ser así. La sección T-4.IV se titula precisamente "Esto no tiene por qué ser así", y es útil de releer de vez en cuando porque expresa claramente con qué sencillez podemos corregir nuestros propios autosabotajes mentales. Extraigo sólo unas pocas citas de esa sección, que abordan directamente el tema que estamos tratando de la falta de atención:

El hábito de colaborar con Dios y Sus creaciones se adquiere fácilmente sí te niegas diligentemente a dejar que tu mente divague. No se trata de un problema de falta de concentración, sino de la creencia de que nadie, incluido tú, es digno de un esfuerzo continuo. Ponte de mi parte sistemáticamente contra este engaño, y no permitas que esa desafortunada creencia te retrase. (T-4.IV.7:1-3)

Ciertamente nuestras distracciones no son un pecado, pues son sólo ilusiones. Simplemente retrasan nuestra iluminación, aunque incluso eso es risible puesto que el tiempo es ilusorio, si bien tiene sentido evitarnos sufrimientos innecesarios, por muy ilusorios que sean. Nuestro ser está siempre en paz, pero nuestras percepciones pueden ser sufridas y aparentar falta de paz mientras sigamos creyendo en ellas. Lo bueno es darnos cuenta de que no somos víctimas, pues somos libres de elegir de nuevo la paz, y mediante la atención podemos recuperar rápidamente la paz, y finalmente al final del proceso encontrar la paz permanente, reconociendo la intemporalidad que nunca se fue.

Seguimos con citas de la misma sección, con unas indicaciones simples que ayuden a nuestra intuición a captar cómo proceder, mediante estos ejemplos:

Cuando te sientas triste, reconoce que eso no tiene por qué ser así. Las depresiones proceden de una sensación de que careces de algo que deseas y no tienes. Recuerda que no careces de nada, excepto si así lo decides, y decide entonces de otra manera. (T-4.IV.3)

Cuando te sientas culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero no. (T-4.IV.5:1)

De la misma sección, de nuevo enfatizando sobre la atención:

Vigila tu mente contra las tentaciones del ego, y no te dejes engañar por él. (T-4.IV.6:1)

Y esto se relaciona, por supuesto, con muchas otras secciones del Curso, por ejemplo:

Acuérdate siempre del Reino, y recuerda que tú que formas parte de él, jamás te puedes perder. (T-5.VI.3:1)

Lo único que necesitas hacer es ofrecerle tu atención indivisa. (T-12.V.9:4)

Y por supuesto tenemos las muchas lecciones del Libro de ejercicios que ayudan a entrenar nuestra atención, o la indicación directa de la sección del Texto titulada:

Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino. (T-6.V.C)

Mantenernos atentos o alerta nos permitirá recuperar rápidamente la paz. La alerta es una ilusión útil, correctora, pero no es la pura realidad pues cuando uno está ya en paz no necesita ejercitar ninguna atención, simplemente es. Por eso el Curso nos dice:

Si tuvieras presente lo que el Espíritu Santo te ofrece, no podrías mantenerte alerta excepto en favor de Dios y de Su Reino. La única razón por la que te puede resultar difícil aceptar esto es porque tal vez aún creas que hay algo más. Las creencias no requieren vigilancia a menos que estén en conflicto. Si lo están, es que hay elementos conflictivos en ellas que han desencadenado un estado de guerra, haciendo que sea imprescindible mantenerse alerta. Cuando se está en paz no es necesario estar alerta. El estado de alerta es necesario contra las creencias que no son ciertas, y el Espíritu Santo nunca lo habría solicitado si tú no hubieses creído lo falso. Cuando crees en algo, haces que sea real para ti. Cuando crees en lo que Dios no conoce, tu pensamiento parece contradecir al Suyo y esto hace que parezca que lo estás atacando. (T-7.VI.7)

Cuando estamos en la mentalidad correcta o percepción verdadera disfrutamos de paz y confianza y sentimos claramente la verdad que expresan lecciones como la que dice que "La Voz de Dios me habla durante todo el día" (L-49) o la que dice que "Dios va conmigo dondequiera que yo voy" (L-41). Dios —nuestro verdadero Ser— nos acompaña a todas partes y nos habla todo el tiempo a través de nuestra intuición, pero... ¿y nosotros? ¿Le escuchamos? ¿O nos permitimos distraernos y divagar, saliéndonos del bendito instante presente y dejándonos deslizar hacia el pasado y el futuro?

Es muy fácil distraerse, pues es a lo que estábamos habituados. De ahí la necesidad de cierta cantidad de entrenamiento mental. Por eso el Libro de ejercicios insinúa sobre este tema de vez en cuando:

Déjalos que te vengan ((los pensamientos)) sin censurarlos, a menos que notes que tu mente está simplemente divagando y que es obvio que has permitido que se infiltren pensamientos irrelevantes. (L-42.5:3)

Repite la primera fase del ejercicio si notas que tu mente divaga, pero trata de pasar la mayor parte del tiempo escuchando sosegadamente aunque con mucha atención. (L.PI.Repaso2.introd.3:1)

El Curso nos asegura que somos capaces de superar nuestra tendencia a distraernos, aunque sea poco a poco, gradualmente a medida que entrenamos nuestra atención correcta:

Las distracciones del ego tal vez parezcan interferir en tu aprendizaje, pero el ego no tiene realmente ningún poder para distraerte a menos que tú se lo confieras. (T-8.I.2:1)

Sin embargo, se irá haciendo cada vez más fácil a medida que tu mente se vuelva más disciplinada y menos propensa a distraerse. (L-39.9:4)

Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, manteniéndola despejada de cualquier pensamiento que pudiese distraerte. (L-41.6:6)

Si te distraes, repite la idea y añade: Deseo recordar esto porque quiero ser feliz. (L-62.5:6)

Pero el Curso no nos critica ni nos pide que nos culpabilicemos por distraernos y divagar. De hecho es muy amable y comprensivo con nosotros, recordándonos que es casi lo esperable dado nuestro anterior entrenamiento que reforzaba las distracciones del ego. Simplemente nos ayuda a ir entrenándonos poco a poco, incluso muy suavemente sobre todo en las etapas iniciales. Y se nos dice:

Dedicar los primeros cinco minutos de cada hora de vigilia a practicar la idea del día te ofrece ciertas ventajas en la etapa de aprendizaje en la que te encuentras ahora. Es muy difícil a estas alturas evitar que la mente divague si se la somete a largos períodos de práctica. Seguramente ya te habrás percatado de esto. Has visto cuán grande es tu falta de disciplina mental y la necesidad que tienes de entrenar a tu mente. Es necesario que reconozcas esto, pues ciertamente es un obstáculo para tu progreso. (L-95.4)

Simplemente se nos invita a comenzar por algo muy simple: ir dándonos cuenta de nuestra tendencia a las distracciones, de nuestra resistencia a despertar o a reconocer la verdad. Pues el mero hecho de darnos cuenta, junto con recordar que en realidad preferimos la paz, nos conduce de vuelta a recuperar la atención correcta y con ello a empezar a invitar a la paz para que vuelva. Nunca se fue. Simplemente tenemos que recordar que podemos reconocerla en este mismo instante.

El ego puede decirnos que parece arduo eso de tener que prestar "atención correcta", pero en realidad es toda una fiesta pues nos conduce a un proceso que es un camino de paz creciente, y cada momento de atención interiorizada nos llena espontáneamente de gozo. 

Todo aprendizaje requiere atención y estudio en algún nivel. (T-1.VII.4:2)

Si quieres recordar la eternidad, debes contemplar sólo lo eterno. (T-10.V.14:5)

Curar es hacer feliz. (T-5.introd.1:1)

La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad. (L-100.2:1)

Como ya dije en este blog (post: HOGAR):

Estás a salvo; simplemente no te vayas del momento presente.

En realidad es muy simple. Pero hay que repetirlo una y otra vez hasta que se convierta en un hábito. Es simplemente recordar lo que somos. Descansar en el instante presente. Empezando por algo tan simple como verificar: ¿estoy en paz ahora mismo o no? Y si es que no, seguir las sugerencias dadas. Llegará el día en que la paz será constante y no tendrá sentido plantearse la pregunta de si estamos en paz o no. La paz será tan evidente que jamás surgirán más preguntas. Sólo habrá paz, siempre. Sólo queda disfrutar y celebrar. Y eso es así ahora. Es el momento presente. Cuando dejemos de salirnos del presente para irnos de "víctimas" con el pasado o el futuro, la realidad será de nuevo el dulce latir del centro de nuestro corazón: nuestra dulce experiencia continua de paz y plenitud.

El Curso dice llanamente en una de sus lecciones:

«Este instante es el único tiempo que existe» (L-308)

Si esto nos parece demasiado tajante y alejado de nuestra experiencia directa, podemos empezar a practicarlo poco a poco:

Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe. (T-15.I.9:5)

Como decía Ralph Waldo Emerson, y son palabras que sirven de recordatorio para este tema:

Este momento es tan bueno como cualquier momento de la eternidad.

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1 comentario:

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