martes, 18 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (VIII)

Cuando el río suena, agua lleva.

Cuando no vemos algo directamente pero prestamos atención a los indicios, podemos averiguar lo que hay detrás. Hay diversos tipos de aplicación para este refrán. Por ejemplo, si nos sentimos en conflicto, esto nos está diciendo qué es lo que estamos eligiendo en nuestra mente inconsciente (siempre una de estas dos opciones: el conflicto del ego o la paz del Espíritu Santo). Otro ejemplo: si veo que los demás se sienten tranquilos cuando estoy con ellos, esto puede indicarme que algo debe haber en mi interior capaz de suscitar esta tranquilidad; de este modo entiendo que la paz tiene que estar también en mí.

El Curso dice:

¿Cómo puedes saber sí has elegido las escaleras que llevan al Cielo o el camino que conduce al infierno? Muy fácilmente. ¿Cómo te sientes? ¿Estás en paz? ¿Tienes certeza con respecto a tu camino? ¿Estás seguro de que el Cielo se puede alcanzar? Si la respuesta es no, es que caminas solo. Pídele entonces a tu Amigo que se una a ti y te dé certeza con respecto al camino a seguir. (T.23.II.22.6-13)

¿Cómo puedes saber cuándo estás viendo equivocadamente o cuándo no está alguien percibiendo la lección que debería aprender? ¿Parece ser real el dolor en dicha percepción? Si lo parece, ten por seguro que no se ha aprendido la lección, y que en la mente que ve el dolor a través de los ojos que ella misma dirige permanece oculta una falta de perdón. (L.193.7.1-4)

¿Cómo puedes hacerte cada vez más consciente del Espíritu Santo en ti sino mediante los efectos que Él produce? No puedes verle con tus ojos ni oírle con tus oídos. ¿Cómo puedes, entonces, percibirle en absoluto? Si inspiras alegría ((o paz, etc)), y otros reaccionan ante ti con alegría, es que debe haber algo en ti capaz de suscitarla aunque tú mismo no la estés experimentando. (T.9.VI.1.1-4)

En definitiva, que atendiendo a cómo suena el río de nuestras percepciones conscientes, podemos deducir qué tipo de agua estamos eligiendo aceptar como real en nuestra mente inconsciente u ontológica.

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar.

Parece ser que antiguamente se consideraba como una gran afrenta cortar las barbas a un hombre. Este refrán podemos usarlo como recordatorio de nuestros intereses compartidos. Lo que le sucede al prójimo puede sucedernos también a nosotros, pues somos iguales (nuestra mente profunda funciona del mismo modo).

En otras palabras: cuando veamos que alguien cae en las trampas del ego, no nos consideremos superiores sino que debemos recordar que nosotros también caemos en las redes del ego cada vez que relajamos nuestra atención. Pues todos tenemos en común una misma estructura mental, que incluye una parte regida por el ego, otra parte regida por el Espíritu Santo, y una capacidad tomadora de decisiones que elige entre las dos partes de nuestra mente.

El quid de este refrán es que recordemos que no somos diferentes de los demás.

Cuando una puerta se cierra, otra se abre.

Significa que siempre hay esperanza. La puerta del perdón está siempre abierta. Lo que percibimos como un problema (= puerta cerrada) puede percibirse como una oportunidad para perdonar (= puerta abierta).  Significa lo mismo que este otro refrán:

No hay mal que por bien no venga.

Porque cualquier "mal" es en realidad una oportunidad para perdonar y así reconocer la paz. Y por lo tanto, depende de nosotros cómo percibir las cosas: como males o como bendiciones; como puertas cerradas o como puertas abiertas; como conflictos o como recordatorios de que podemos dejar de elegir el conflicto y en su lugar elegir la paz.

Como dice otro refrán:

Dios aprieta pero no ahoga.

Obviamente, Dios no aprieta, nunca.  Pero cuando nuestra vida parece apretarnos podemos mirar las cosas desde el punto de vista del perdón, y así salir del agobio. De este modo nunca nos ahogaremos en el mar de conflictos del ego, pues al reconocer que son apariencias y perdonarlas navegaremos tranquilos y felices. Y la puerta del perdón siempre la tenemos abierta. Depende de nosotros usarla.

Y esto el Curso nos lo recuerda así en el Libro de ejercicios:

Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda. (L.193)

Lo que inicialmente percibimos como conflictivo y doloroso, podemos aprender a percibirlo como una oportunidad de perdón. De este modo, convertimos el conflicto en paz. El mal en bien. La puerta cerrada, en una puerta abierta. El dormir/sufrimiento, en el feliz despertar.

Cuando menos se piensa, salta la liebre.

Cuando hacemos del perdón un hábito frecuente y dejamos de preocuparnos por controlar las cosas, salta la liebre de la paz. Si simplemente dejamos que el perdón se convierta en nuestra segunda naturaleza (en algo espontáneo y natural), sin tratar de controlar, sin comernos la cabeza por los resultados, de repente saltará la liebre: brotan los regalos del Espíritu Santo, incluida la iluminación.

Cuando uno no quiere, dos no se pelean.

O: Dos no discuten si uno no quiere.

Quiere decir que todo depende de uno mismo. Si elijo verlo todo como expresiones de amor o como peticiones de amor, solamente percibiré amor de un modo u otro. Y esto depende de mí. De mí depende ver la paz de toda situación, sean cuales parezcan ser las circunstancias externas.

Unas lecciones relacionadas:

No soy víctima del mundo que veo. (L.31)

Podría ver paz en lugar de esto. (L.34)

Mi salvación procede de mí. (L.70)

Tengo derecho a los milagros. (L.77)

Porque tengo derecho a elegir la paz. De mí depende interpretarlo todo en clave de paz: ver puertas abiertas (oportunidades de perdón) en vez de puertas cerradas (conflicto, culpa).

Además, para que haya pelea o conflicto tiene que haber diferencias, tiene que haber al menos dos seres. Si solo hay uno, pelear se vuelve imposible (el aplauso de una sola mano es silencioso). Por eso, nuevamente: Cuando uno no quiere, dos no se pelean. Porque cuando hay uno, no hay dos. Donde hay unidad, no hay conflicto/separación.

Pasemos a otro refrán:

Cuanto más se tiene, más se quiere.

Así es como funciona el ego. El ego cree que el mundo es una guerra, "tú o yo", en la que cuanto más tengo yo, menos tienen los demás; y al revés, cuanto más tiene el prójimo, menos hay disponible para mí. Esta manera de pensar procede del miedo y lo refuerza. Es el principio de escasez, según el cual las cosas disponibles son limitadas, por lo que resulta imposible que todo el mundo lo tenga todo.

Pero el ego se equivoca. Y el Espíritu Santo nos enseña que ya lo tenemos todo, porque somos todo. Y lo que somos es un UNO compartido por igual por todos. Nadie tiene más o menos. Todos juntos somos el infinito.

El que desea tener más o tener menos, no es consciente de que lo tiene todo. (T.25.VIII.13.7)

Cambiemos de refrán:

Culo de mal asiento, no acaba cosa ninguna y empieza ciento.

El ego es especialista en dejar las cosas a medio y así nunca hallar la paz. Fiel a su lema de "busca, pero no halles" (T.12.V.7.1). El ego lo deja todo partido, a medio, interrumpido. Incluso la vida. Incluso la muerte. Por eso produce los interminables ciclos de aparente vida-muerte, de placer-dolor, etc.

El significado de este refrán es similar al de los 4 primeros refranes que comentamos en la parte III (el que mucho abarca poco aprieta, etc). Ahí podéis leer la metáfora de quien busca agua cavando muchos hoyos superficiales en vez de uno que sea realmente profundo, aplicado a las enseñanzas espirituales.

Culo veo, culo quiero.

Culico que veo, culico que deseo.

Este refrán ilustra el carácter caprichoso del ego. Al sentirse interiormente vacío, trata de llenarse con cualquier objeto que ve. Pero como dice una cita del Curso que hemos copiado unas líneas más arriba, el que desea tener más no es consciente de que ya lo tiene todo.

Solo el perdón puede llenar nuestro vacío interior, al reconocer que no existe tal vacío: la separación es un mito. Nuestro Ser es la plenitud.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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