jueves, 20 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (X)

De noche todos los gatos son pardos.

Cuando no hay discernimiento ("de noche") no podemos distinguir lo verdadero de lo ilusorio. De modo que confundimos la liberación con la esclavitud, la vida con la muerte, la dicha con el dolor, la paz con el conflicto, la fortaleza con la debilidad, la defensa con el ataque, etc.

Esto nos sucede cada vez que elegimos al ego como nuestro guía. Por lo tanto, la manera de escapar a nuestro sufrimiento es simplemente soltar la mano del ego y recurrir al Espíritu Santo como nuestro guía hacia la verdadera paz. Con la luminosa visión del Espíritu Santo nos será fácil discernir lo verdadero de lo falso. Veremos los gatos blancos como blancos, los negros como negros; la verdad como verdad y las ilusiones como ilusiones. Ya no estaremos engañados, por lo que elegir despertar se volverá mucho más fácil. Ya no habrá "gatos pardos" que nos confundan. Pues habremos elegido al maestro de la paz y del discernimiento como nuestro guía. Así, ahora ya no es de noche. Hay luz y es de día.

De perdidos, al río.

Cuando todo lo que nos resultaba familiar parece fallar, ¿por qué no le damos una oportunidad a la única alternativa restante? El río (el Espíritu Santo, el Amor) puede darnos miedo porque intuimos que si nos zambullimos en Él, nuestra ilusoria individualidad desaparecerá. Pero si todo lo que intentamos en el mundo fracasa y seguimos en sufrimiento sin hallar escapatoria, ¿por qué no darle al río de la verdad la oportunidad de limpiar nuestra mente? En última instancia, sólo el río o Cielo puede proporcionarnos la paz permanente y la plenitud. Atrevámonos, pues, a soltarnos del ego y zambullirnos en el río del perdón. Pues solo así reconoceremos nuestra eterna herencia: nuestro verdadero Ser de total felicidad, o Cielo.

Del amor al odio no hay más que un paso.

Este refrán se refiere al amor especial y al odio especial. En realidad, ambos son odio. El amor especial parece amor, pues está disfrazado con la apariencia de amor, pero su contenido sigue siendo odio y en cualquier momento puede revelar su verdadera naturaleza. Por ejemplo, si nuestra pareja nos deja por otra persona, podemos enfadarnos y pasar en un instante del "amor" al odio. Por eso el Curso dice:

No hay amor en este mundo ((el amor especial)) que esté exento de esta ambivalencia (("amor" = odio)), y puesto que ningún ego ha experimentado amor sin ambivalencia, el amor ((el verdadero)) es un concepto que está más allá de su entendimiento. (T.4.III.4.6)

Del árbol caído todos hacen leña.

El árbol caído está separado de la tierra que le da vida, por lo que se debilita y se seca. Un tronco seco acaba sirviendo como leña para alimentar el fuego del ego. De modo que estar separado, aunque solo sea una creencia falsa, implica sufrimiento.

Este refrán nos invita a que dejemos de aceptar pasivamente nuestra decisión en favor del ego. Nuestra costumbre en el mundo es mantenernos en el ego en "piloto automático", eligiendo constantemente (y en gran medida inconscientemente) creer en la separación. Esto nos convierte en seres aislados, pasivos, sin vida, secos... nos convierte en leña para alimentar el fuego del sufrimiento. Pero en cualquier momento podemos cambiar de opinión y elegir el perdón. El perdón nos da vida y hace que dejemos de ser confundidos con leña seca. Perdonando estamos vivos. Y ahora es el ego el que se convierte en leña seca, que alimenta el fuego del amor/unión, que somos Nosotros Mismos. Este fuego acaba con el sufrimiento, pues produce únicamente éxtasis, plenitud. Ni siquiera el ego sufre si lo echamos al fuego de nuestro Ser. Pues el ego, ilusorio, no puede realmente ni vivir ni sufrir. Simplemente dejará de parecer que existe, desapareciendo en la nada de la que provino. Y lo único que quedará es una deliciosa felicidad sin fin. Ya no hay árboles caídos, ni leña. Solo paz/felicidad.

Del dicho al hecho hay un buen trecho.

No basta con la teoría (lo que decimos creer, lo que decimos "de boca"), sino que es necesaria la práctica (los hechos). No basta con decir que queremos despertar; la manera de demostrar que lo que decimos es verdad es practicar el perdón y así despertar de hecho. No basta con decir: "soy amoroso". Para ser cierto, eso tiene que expresarse en todo lo que somos, en todo lo que pensamos, en todo lo que hacemos.

Despertar del sueño de sufrimientos/separación —iluminarnos— es algo que decimos desear. Pero eso es solo una teoría nuestra... ¿realmente lo deseamos? Si es así, eso se demuestra en la práctica: practicando el perdón. Entrenarnos en el perdón es lo mismo que decir "sí" a despertar.

Pasito a pasito; sin prisas pero sin pausas (o con pausas jejeje, pero volviendo al camino del perdón cada vez más cuando nos acordemos). El proceso de entrenamiento en el perdón es un proceso que se despliega en el ilusorio tiempo. Pero si somos constantes e insistimos en esto, finalmente vamos a despertar y felizmente veremos que hemos hecho la mejor inversión posible: olvidarnos de lo que no es nada y recordar lo que está siempre presente y lo es todo.

Dentro de cien años, todos calvos.

Es una invitación a no tomarnos demasiado en serio los eventos cotidianos. Y un mensaje de esperanza de que todo sufrimiento llegará a su fin. El mundo de las formas, al ser ilusorio, es cambiante, fugaz. Las cosas que hoy me preocupan no me preocupaban ayer, ni me preocuparán el día de mañana. Cosas que nos preocupaban en nuestra juventud han dejado ya de preocuparnos y ahora podemos reírnos de ellas. E incluso las preocupaciones "crónicas", como el miedo general a la vida, a la muerte, o el miedo a la carencia, no nos preocupaban antes de nacer ni nos preocuparán tras morir (en ese punto todos calvos).

¿Realmente puede ser tan preocupante lo que alguna vez ni siquiera existía y que un día tampoco existirá? Si algo no es constante, no es real. Así que no hay por qué darle el poder de preocuparnos. Si en vez de temer algo lo miramos con los ojos del Espíritu Santo (con los ojos del perdón, de la unión y de la paz), al mirarlo con discernimiento el motivo del miedo desaparecerá. Y así aceptamos nuestro estado constante de paz.

Otras versiones de este refrán:

Dentro de cien años, todos salvos. 

Antes de mil años, todos seremos calvos.

Y un refrán relacionado:

Después de la tempestad, viene la calma.

Está relacionado con los anteriores en el sentido de que se afirma que el conflicto (la tempestad) no durará eternamente. Nadie acepta al ego continuamente, porque nos produce dolor y tarde o temprano nos cansamos de sufrir. Incluso en este mundo nos cansamos del ego regularmente y necesitamos ponerle una pausa de vez en cuando (calmas temporales entre tormentas).

La resistencia al dolor puede ser grande, pero no es ilimitada. (T.2.III.3.5)

Cuando el dolor nos sobrepasa, cambiamos de opinión y soltamos al ego. Entonces parece venir la calma. Pero la única verdadera calma, la calma permanente, la lograremos mediante la práctica del perdón, que es la manera de despertar del ego y reconocer la Realidad de nuestro eterno Ser de Paz.

Como tarde o temprano todos acabamos por cansarnos de sufrir y llegamos a la conclusión de que los regalos del ego no son más que apariencias (sufrimiento disfrazado de cosas aparentemente atractivas), el que cambiemos de opinión es cuestión de tiempo:

El que todos acepten la Expiación es sólo cuestión de tiempo. (T.2.III.3.1)

Y como Dios (nuestro verdadero Ser) está de nuestro lado, el despertar es finalmente inevitable:

Aun así, el desenlace final es tan inevitable como Dios. (T.2.III.3.10)

Que transcenderemos el ego está garantizado por Dios. (T.8.V.4.4)

El final es indudable y está garantizado por Dios. (C.Ep.1.10)

Pasemos a otro refrán:

Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.

Este es un dicho perspicaz y que conviene tener en cuenta, porque nos muestra uno de los típicos funcionamientos del ego. El ego es pura apariencia. Cuando teme o le preocupa algo, a menudo finge lo contrario e incluso a veces alardea de ello. Por ejemplo, quien ante una situación de miedo se comporta como un valiente (acciones violentas y de guerra que en realidad proceden del miedo, aunque superficialmente parezcan "actos valientes"). O cuando alguien habla con palabras bravuconas cuando interiormente está asustado realmente (lo sepa conscientemente o no).

Otros ejemplos son el de quien se siente pobre pero finge disfrutar de un nivel financiero superior, por temor a ser despreciado en la opinión de los demás. O quien se cree superior a los demás, sin darse cuenta de su inconsciente complejo de inferioridad.

En realidad todos somos iguales. Así que no tenemos por qué compararnos con los demás, ni para creernos superiores ni para creernos inferiores. Somos iguales: mentes durmientes con la necesidad de perdonar y despertar.

Es el ego quien busca hacer comparaciones destructivas, o sea, comparaciones que apoyen la creencia de que somos diferentes de los demás.

El ego vive literalmente a base de comparaciones. (T.4.II.7.1)

Hacer comparaciones es necesariamente un mecanismo del ego, pues el amor nunca las hace. Creerse especial siempre conlleva hacer comparaciones. (T.24.II.1.1-2)

El Espíritu Santo, en cambio, nunca hace comparaciones destructivas. Si compara algo, es para unir, no para separar. Para despertar, no para dormir. Por ejemplo, el Espíritu Santo compara el sufrimiento que nos produce el ego con la paz que nos proporciona el perdón, para que así podamos ver con claridad qué nos conviene elegir. Y si alguna vez el Espíritu Santo compara personas, es para ver lo que tenemos en común (nuestra necesidad de transcender el ego y despertar), pues el Espíritu Santo sabe que no somos diferentes, sino iguales (a nivel de la forma claro que parecemos ser diferentes —cuerpos diferentes, personalidades diferentes, etc—, pero en esencia todos somos iguales porque tenemos una mente igual, con dos sistemas de pensamiento opuestos: el del conflicto y el de la paz).

Todos necesitamos despertar del ego. Así pues, ¿cómo podríamos presumir? ¡Como si fuéramos diferentes de alguien! Pero todos somos iguales y necesitamos lo mismo: despertar. Todos estamos igualados en esto. Y los pocos que han deshecho totalmente al ego están iluminados y no necesitan presumir de nada, pues disfrutan de una paz permanente.

Un refrán relacionado:

Perro que ladra no muerde.

Quien está asustado presume de valiente y alardea de ser peligroso ("ladra"), pero en realidad es una pobre marioneta en manos del ego. El ego es la creencia en la separación, que siempre conduce a carencia, debilidad, culpa, sufrimiento, conflicto y miedo.

Si uno realmente se sintiese fuerte no necesitaría presumir de fuerza, ni necesitaría defenderse (solamente lo frágil necesita defensa, y las ilusiones o ego son lo único frágil, de ahí las defensas y el miedo). Pero quien interiormente se siente débil se ve impulsado a ladrar y defenderse/atacar (lo llama "defensa", pero es un ataque). Pero aparentar fortaleza no es la verdadera fortaleza. Fingir felicidad no es felicidad. Hacer como que las heridas no duelen no es lo mismo que no tener heridas. Por eso el único verdadero bálsamo es el perdón, que nos permite reconocer que las heridas y problemas que percibíamos no eran más que sombras imaginarias. Es por esto que el perdón es la única verdadera defensa ante las ilusiones, ya que las deshace pacíficamente. Todas las demás "defensas" no son defensas, sino ataques que multiplican lo que queríamos esquivar:

Es esencial darse cuenta de que todas las defensas dan lugar a lo que quieren defender. (T.17.IV.7.1)

Es decir, que el conflicto (las "defensas" del ego) genera más conflicto. Pero todas estas poses de aparente fortaleza, todos estos aparentes ataques y alardes del ego, no son más que ladridos que no muerden: inofensivas ilusiones incapaces de hacer verdadero daño y que desaparecen cuando dejamos de creer en ellas. Por lo tanto, no ladremos: perdonemos.

Donde hay amor, hay dolor. 

O: No hay amor sin amargor.

Pero obviamente se refiere al amor especial del ego. Y el Curso dice lo mismo así:

Es imposible tratar de obtener placer a través del cuerpo y no hallar dolor. (T.19.IV.B.i.12.1)

No importa la palabra que usemos como ejemplo: amor frente a odio/dolor, placer frente a dolor, etc. El amor especial y el placer especial son disfraces del ego para el dolor. Pues el ego usa el placer físico para que nos identifiquemos con el cuerpo, y eso nos lleva al dolor: 

El resultado inevitable de equipararte con el cuerpo (...) es la invitación al dolor. (T.19.IV.B.i.12.4)

Por eso el amor del mundo se convierte tan fácilmente en odio, y el placer se convierte tan fácilmente en adicción y en dolor. Como ya vimos en el tercer refrán comentado en este capítulo, "del amor al odio no hay más que un paso". Pero si renunciamos al amor especial, reconoceremos el verdadero amor que no tiene opuesto. Y ese Amor es lo único permanente, inmutablemente en paz y plenitud. Es nuestro verdadero Ser.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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