domingo, 23 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XIII)

El que no duda, no sabe cosa alguna.

La ausencia de dudas tiene dos significados, dependiendo de la etapa en que esté uno en el proceso espiritual. 1) Quien ha finalizado el proceso y está iluminado, felizmente está libre de dudas por siempre y es un auténtico sabio. 2) Pero en el resto de casos, y especialmente en las primeras etapas del proceso de despertar, dudar es un factor esencial. Porque quien ya cree saberlo todo y no duda de lo que "sabe", no está dispuesto a aprender de quien sí sabe. Le falta humildad y receptividad. Por lo tanto, dudar es un elemento clave durante gran parte del proceso espiritual. Como dice el Curso:

Mas para estar dispuesto a aprender de Él ((del Espíritu Santo)) tienes que estar dispuesto a poner en duda todo lo que aprendiste por tu cuenta, pues tú que no te enseñaste a ti mismo bien no deberías ser tu propio maestro. (T.11.VIII.3.8)

Sin embargo, tienes que aprender a dudar (...). (L.151.7.1)

Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. (T.24.introd.2.1)

El que hizo la ley, hizo la trampa.

Es imposible ganarle la partida al ego si jugamos a su juego, dejando que él ponga las reglas. Porque el ego hace las reglas a su propia medida, astutamente diseñadas para hacerte trampas y que todo acabe siempre como él quiere: en conflicto, sufrimiento y muerte.

Por lo tanto, no juegues con la baraja del ego. Él tiene todas las cartas marcadas (y marcadas con tu sangre para escribir tu sentencia de muerte). En vez de eso, abandona el juego del ego. Puedes hacer eso mediante el perdón. Al usar el sistema de pensamiento del perdón logramos salir de las tramposas reglas del ego, entrando bajo la protección de las bondadosas reglas de amor del Espíritu Santo, diseñadas para darnos paz y conducirnos dulcemente hacia el despertar.

El que juega con fuego siempre sale quemado.

El que juega con el ego siempre acaba quemado, desesperado y asesinado. Así que no juegues con el ego. Juega con el Dulce Compañero de juegos que es el Espíritu Santo, Quien no conoce más que un único juego: el de despertar en paz.

El que no llora, no mama.

Podemos comentar dos sentidos de este refrán:

1) Desde el punto de vista del ego significa que si fingimos fragilidad y victimismo será más probable que los demás se compadezcan de nosotros y nos den lo que deseamos. Algunos pueden llegar incluso a enfermarse físicamente, esperando despertar compasión en los demás. Esta estrategia la usa el ego incluso con relación a Dios. Como el ego cree que Dios pretende castigarnos, para librarse del castigo piensa que si se hace daño a sí mismo (enfermando, o sufriendo del modo que sea) Dios se compadecerá de nosotros y castigará a otros. Pues nuestro sufrimiento le demostrará que somos inocentes (así piensa el ego). En realidad, esta estrategia victimista no funciona de manera duradera. A veces produce "magia", pero tarde o temprano seguimos sufriendo insatisfechos.

2) Desde el punto de vista del Espíritu Santo significa que si somos constantes y persistentes en nuestra práctica del perdón, lograremos la paz y la iluminación. Al igual que un bebé llora y llora constantemente hasta que le dan de comer o le resuelven sus necesidades, nosotros podemos insistir constantemente mediante el perdón. Y como ya vimos en otras partes de esta serie de refranes, al que llama se le abrirá, y el que busca encontrará. "Pedid y recibiréis". El perdón es la manera correcta de pedir, buscar y llamar. Así es como le pedimos al Espíritu Santo que nos dé el regalo que Él está tan deseoso de darnos: la paz y el despertar.

El que tiene boca se equivoca.

Todos podemos equivocarnos, así que no merece la pena hacer un escándalo cuando alguien cometa una equivocación. Pero esto no quiere decir que sea sensato que dejemos que nuestro ego hable como una cotorra sin reparar en las repercusiones que lo que dice pueda tener sobre los demás, ya que esto genera problemas. Por eso, otro refrán dice que:

El que mucho habla, mucho yerra.

Al hablar desde nuestros falibles conocimientos humanos cometemos constantes errores e inexactitudes, nos demos cuenta o no. Y todavía otro refrán nos aconseja lo siguiente:

En boca cerrada no entran moscas.

Si permanecemos silenciosos (con la boca cerrada) el ego no podrá valerse de las palabras para atacar, por lo que le será más difícil generar problemas (problemas = "moscas"). Esto sí: como siempre, el principal significado de esto es a nivel mental y no a nivel de lo que digamos físicamente. Es nuestra actitud lo que realmente importa, que puede ser una actitud de silencio o de conflicto. Si estamos en silencio interior, sabremos automáticamente cuándo hablar y cuándo callar.

Un refrán relacionado con el anterior:

Por la boca muere el pez.

Cuando hablamos por impulso y desde el ego, metemos fácilmente la pata y acabamos generando problemas. Pero si nos mantenemos en nuestra mentalidad recta unidos al Espíritu Santo, todo irá bien: callaremos cuando convenga callar y hablaremos cuando convenga hablar, y en ambos casos lo que surja de nosotros vendrá desde el amor.

El que roba a un ladrón, tiene cien años de perdón.

Quien pretenda usar este refrán como justificación para el robo haría bien en darse cuenta de que en este mundo todos somos ladrones, porque todos somos mentes que creen haberse separado de la Unidad, habiéndole robado a Dios/Cielo la vida individual que ahora tenemos. Esto hace que a nivel inconsciente todos nos sintamos culpables y ladrones. Y si justificamos el robo a los ladrones, estaríamos diciendo que está bien robar y que se nos robe, pues todos somos culpables y merecemos castigo. Evidentemente, tal doctrina pertenece al ámbito de las creencias falsas del ego. Además, el concepto de robar está basado en la creencia de que hay carencia, la cual es una de las consecuencias de creer en la separación.

El que tuvo, retuvo.

Antes de la creencia en la separación nuestro estado era de unidad y perfección. Y si tuvimos ese estado perfecto debemos disponer todavía de él, porque la perfección no se puede perder. Si se perdiera no se trataría de un estado verdaderamente perfecto. Por lo tanto, si tuvimos/fuimos Eso, tenemos que tenerlo y serlo todavía, por lo que debe seguir en nuestro interior, esperando a que lo reconozcamos.

El que siembra vientos, cosecha tempestades.

Lo que siembres, eso cosecharás. Si eliges el sistema de pensamiento del ego no podrás cosechar otra cosa que sus resultados: separación, culpa, conflicto, miedo, muerte y sufrimiento. Pero si plantas las semillas del sistema de pensamiento del Espíritu Santo, darán sus frutos de unión, paz y despertar.

El sabio siempre quiere aprender, el ignorante siempre quiere enseñar.

Esto se refiere a la humildad y a la receptividad para aprender. Quien cree saberlo ya todo, se cree con el derecho de imponer sus creencias sobre los demás, llamándolas además "sabiduría". Pero el humilde dice como Sócrates: "Sólo sé que no sé nada", y por lo tanto está abierto al aprendizaje y es capaz de aprender algo de todos. Como egos no sabemos realmente nada. Sólo a medida que empezamos a escuchar al Maestro de la paz interior es cuando empezamos a conectar con nuestra verdadera sabiduría, pero esto no se logra cuando se carece de humildad.

El tiempo pone a cada uno en su sitio.

Si nos damos tiempo suficiente, tarde o temprano lo que es del César va a parar al César y lo que es de Dios va a parar a Dios. Es decir, que si elegimos seguir el sistema de pensamiento del ego, acabaremos entrando en conflictos, carencias, sufrimiento y finalmente muerte. Pero si elegimos seguir el sistema de pensamiento del Espíritu Santo, ese camino nos llevará tarde o temprano al sitio al que conduce: el estado de paz y el feliz despertar.

Lo que es del ego conduce al ego; lo que es de Dios, conduce a Dios. 

De hecho, para la paz no se necesita tiempo realmente. Podemos aceptarla ahora mismo. Pero mientras aceptemos en alguna medida al ego, en esa misma medida tendremos tiempo y conflicto. Y todos seguimos aceptando al ego en mayor o menor medida (excepto los pocos iluminados, que son los únicos totalmente libres de ego). Conforme deshacemos la creencia en el ego, deshacemos simultáneamente el conflicto y el tiempo. Dediquemos nuestro tiempo, por tanto, a la única tarea útil aquí: deshacer el ego y así despertar. Esto equivale a dedicar nuestro tiempo a la tarea de deshacer el tiempo. Finalmente, una vez libres de ego/tiempo, disfrutaremos de la intemporalidad, que es la mayúscula Paz.

En el pecado lleva la penitencia.

El error de creer en la separación/individualidad acarreará sus efectos y nos conducirá al sufrimiento. Por fortuna, basta con que recordemos que haber elegido creer esto ha sido un simple error, y al dejar de creerlo desaparecerán también sus nefastas consecuencias. No somos individuos. No estamos separados. Y por lo tanto no podemos sufrir. Cuando dejemos de imaginar que somos individuos, dejaremos de imaginar que sufrimos.

En el ajedrez el rey y el peón van siempre al mismo cajón.

Aunque nuestras formas y características sean diferentes, en esencia todos somos iguales: tenemos una mente errada o ego, una mente recta de paz, y la capacidad de elegir entre una y otra. Cuando elegimos identificarnos como egos, somos iguales básicamente: todos creemos ser individuos que nacen, crecen, comen, sangran si les cortas, sienten placer y dolor, envejecen, mueren, renacen y vuelta al ruedo, etc (es un ciclo que se repite interminablemente mientras sigamos eligiendo creer en el ego/separación). Cuando elegimos soltar nuestra creencia en la individualidad, identificándonos con el sistema de pensamiento de mentalidad recta del Espíritu Santo, todos seguimos siendo iguales: capaces de amar y de relajarnos en la paz; capaces de despertar y reconocer nuestra Unidad.

Como egos, todos —ricos y pobres, listos y tontos, guapos y feos, etc— acabamos en el mismo cajón tras la muerte: un ataúd, o un final de un tipo u otro (hasta que llegue la próxima partida o próxima vida, al igual que las diversas piezas del juego del ajedrez, que al acabar la partida comparten un mismo cajón hasta que se juega la siguiente partida). Pero no somos egos. Como mentes hijas del despertar, todos acabamos en el mismo feliz desenlace: experimentando el hermoso final del cuento de la dualidad, despertando en la feliz Verdad de nuestro Ser, donde todos somos Uno.

Así pues este refrán nos recuerda que, a pesar de las diferencias aparentes, en realidad todos somos iguales y compartimos un mismo destino.

En todas partes cuecen habas.

Antiguamente las habas eran un típico alimento de personas humildes y también para los animales. Era habitual que en cualquier lugar, cercano o remoto, las personas cocieran habas con frecuencia. Este refrán es otro de los refranes que nos recuerdan que todos somos básicamente iguales. En todas partes hacemos las mismas cosas ("cocer habas") y nos comportamos de modos parecidos. Esto se debe a que nuestras mentes son iguales: todos tenemos una parte egocéntrica que se cree separada, una parte amable e inspirada, y la capacidad de elegir entre la una y la otra. No es sorprendente ver por todas partes las características que nosotros mismos compartimos. En todas partes las gentes aman, odian, luchan, colaboran, roban, anhelan felicidad, sienten placer, dolor, etc. Y en todas partes lo que realmente necesitamos todos es reconocer nuestro ego, soltarlo, y despertar del sueño de la dualidad. Todos estamos cociendo habas, pero las únicas habas que nos sacarán realmente de apuros son las habas del perdón. Todos disponemos del perdón. Y todos acabaremos usándolo para despertar. Incluso en esto somos iguales.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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