miércoles, 26 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XVI)

La avaricia rompe el saco.

Y no solo eso, sino que el saco que a nosotros nos interesa, el saco de la dualidad o ego, es un saco roto de antemano. Está partido; separado; roto; dividido. Ese saco es el mundo; o el cuerpo; la individualidad. Al ser un saco que ya está roto desde el principio, ¿de qué sirve tratar de acumular cosas en él? Lo que metemos por un lado del saco, se va saliendo por el otro. Es como tratar de sacar toda el agua del mar con un colador lleno de enormes agujeros. Una tarea desesperante, inútil e imposible.

Todo lo que acumulemos para el cuerpo, lo perderemos. Pues ya de antemano el cuerpo es un saco roto. No busquemos tesoros en el mundo o en el cuerpo, donde todo tiene fecha de caducidad. Busquémoslos en la verdad, que es eterna. No busquemos esperanzas en el sistema de pensamiento del ego. Busquémoslas en el sistema de pensamiento de la paz. El saco del ego tiene cada día más agujeros, en cambio la paz nunca se alterará porque su naturaleza es inmutable.

Buscad el tesoro que no falla, que es constante (eterno), que la polilla no consume ni el gusano destruye. (Evangelio de Tomás, 76).

El mundo y el cuerpo son del ego y de eternos no tienen nada; no son más que un saco roto con el que no podremos retener nada. Identificarnos con el cuerpo ya es avaricia suficiente para romper el saco de nuestras esperanzas de encontrar plenitud. Porque el cuerpo es un saco roto y la felicidad no se encuentra en el ilusorio mundo externo, sino en nuestra inmutable paz interior. Si nos damos cuenta de esto y elegimos confiar en la verdad interior, despertaremos del sueño de los sacos rotos y reconoceremos que nuestro Ser lo es todo y no puede perder nada.

La ley del embudo, para mí lo ancho y para ti lo agudo.

El embudo simboliza nuestra capacidad de obtener cosas del mundo. El ego querría disponer del embudo más ancho del mundo, para quedarse con todo. Y si por el ego fuese, los demás deberían tener un embudo deficiente, por ejemplo un embudo usado del revés, que al presentar la parte estrecha y aguda, apenas pudiera recoger nada.

Nuestros cuerpos son una especie de embudo, chupando todo lo que pueden del mundo. Esto se debe al vacío interior que sentimos por haber elegido creer en la separación e identificarnos con lo limitado: ahora nos sentimos carentes, como si fuésemos cuerpos limitados y separados que necesitan absorber constantemente alimento y recursos para sobrevivir.

Mientras pensemos que estamos separados de otros nos veremos en competencia contra los demás, mirando de soslayo los embudos de los demás y esperando que obtengan los menos recursos posibles, porque creemos que se trata de "ellos o yo": cuanto más recursos acaparen los demás, menos habrá para mí... así que más vale que yo acapare lo máximo posible, aunque eso implique dejar sin medios a los demás. Esta actitud está equivocada porque lejos de resolver el problema del vacío interior, lo refuerza. La verdadera solución a nuestra sensación de necesidad y de escasez es la solución de siempre: cambiar nuestro punto de vista sobre el mundo y dejar de creer en la separación. A medida que hagamos esto, veremos cada vez más nuestros intereses como unidos a los intereses de los demás. Nos uniremos más y más a los demás, viéndolos como compañeros en el despertar, en vez de como competidores. Pasaremos de la actitud de "tú o yo" a la de "tú y yo", en la que la única manera de ganar es que todos ganemos. Y así, finalmente nuestros apegos se suavizarán, nos abriremos a la paz y finalmente aceptaremos completamente el despertar. Y tras despertar, a disfrutar sin interrupciones del Cielo, nuestro Ser.

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La buena obra, a quien la hace se torna. 

Cuando actuamos sinceramente para bien de los demás, ese bien nos bendice primeramente a nosotros mismos, pues estamos reforzando los intereses unidos, en vez de las diferencias. Y con una actitud así, estamos apoyando el despertar del sueño de la dualidad.

Lo que ofrecemos a los demás (perdón o condenación) es lo que estamos eligiendo para nosotros mismos. El Curso lo dice así:

Nunca olvides que sólo te das a ti mismo. El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse de la idea del sacrificio. (L.187.6.1-2)

No puedes darle nada a otro, ya que únicamente te das a ti mismo, y esto se aprende enseñando. (M.introd.2.6)

¿Cuántas veces se ha subrayado el hecho de que sólo te das a ti mismo? (M.17.2.6)

Protege todas las cosas que valoras dándolas, y así te asegurarás de no perderlas nunca. (L.187.4.1)

Da gustosamente, pues con ello sólo puedes beneficiarte. El pensamiento sigue vivo y su fuerza aumenta a medida que se refuerza al darse. Los pensamientos se extienden al compartirse, pues no se pueden perder. No hay un dador y un receptor en el sentido en el que el mundo los concibe. Hay un dador que conserva lo que da, y otro que también habrá de dar. Y ambos ganarán en este intercambio, pues cada uno de ellos dispondrá del pensamiento en la forma que le resulte más útil. Lo que aparentemente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con toda seguridad le será devuelto. (L.187.5)

Todo es pensamiento (incluso las formas del mundo), pero esta enseñanza se refiere principalmente a que si ofrecemos paz a los demás (perdonando en vez de culpando) estaremos ofreciéndonos paz a nosotros mismos. Pero si condenamos a alguien, estamos condenándonos secretamente a nosotros mismos (pues nuestra mente inconsciente sabe que todos somos lo mismo).

Por lo tanto, si queremos dejar de jugar a sufrir, demos lo único que tiene valor: inocencia, paz, unidad, perdón.

La caridad bien entendida empieza por uno mismo.

Esto es un mensaje para invitarnos a no creer en el sacrificio. No se trata de que nos sacrifiquemos para beneficiar a los demás, sino de comprender que todos estamos juntos: o todos ganamos, o todos perdemos. El ego pretende que todos perdamos (aunque nos dice que nosotros podemos ganar a expensas de los demás), pero el Espíritu Santo nos enseña que todos podemos ganar unidos, sin necesidad de que nadie se sacrifique. Para ello, basta con aceptar la Verdad.

Y me creaste para que fuese como Tú, de modo que el sacrificio es algo tan imposible para mí como lo es para Ti. (L.343.1.5)

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La cabra siempre tira al monte.

El ego siempre es ego: va siempre en busca de problemas, pues parte de la creencia errónea de que es carente porque se ha separado. No nos engañemos pensando que el ego nos va a dar lo que no es (él no puede dar paz, sino conflicto y sufrimiento). No nos engañemos pensando que el mundo puede darnos algo de valor en sí mismo: el mundo fue diseñado basándose en la separación y lo que ofrece cuando nos apegamos a él no es más que separación y carencia, separación y carencia, y más separación y carencia. Igualmente con el cuerpo, no nos engañemos pensando que tiene valor por sí mismo, pues si nos apegamos a él sufriremos.

Lo único que tiene verdadero valor es lo que es eterno. Y la única cabra que siempre se tira al monte de lo eterno es el Espíritu Santo. Sigamos a esa bondadosa Cabra/Espíritu y, aceptando su regalo de la mentalidad recta del perdón, despertemos de la pesadilla de la dualidad.

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La cara es el espejo del alma.

Este refrán se usa refiriéndose a la cara del cuerpo, el rostro físico, pero nosotros le vamos a dar una interpretación diferente, siguiendo la enseñanza de UCDM. La cara es lo que percibimos en el mundo. Y al mirar el mundo, podemos deducir qué es lo que estamos eligiendo a nivel de nuestra mente inconsciente. Esta es la esencia del proceso del perdón que nos enseña Un Curso de Milagros. El mundo refleja lo que sucede en la mente inconsciente. No somos conscientes de lo que hemos aceptado inconscientemente, y esto es así porque lo hemos reprimido: de lo contrario, no podríamos creer que el mundo es real. Pero aunque hayamos reprimido lo que estamos eligiendo inconscientemente, el Espíritu Santo nos está enseñando que podemos averiguar qué es eso que estamos reprimiendo. Y lo averiguamos mirando lo que vemos en el mundo. Porque el mundo (nuestras percepciones) es el reflejo de la mente inconsciente. Por lo que si queremos darle al refrán un estilo más ucedemiano podríamos parafrasearlo así:

El mundo es el espejo de la mente. Por ejemplo, si me percibo en conflicto con mi familia, o en conflicto con mi cuerpo (enfermedad, disgusto por la apariencia física, etc), esto significa que estoy eligiendo creer en la separación en mi mente inconsciente. Y cuando me percibo en armonía con los demás, esto indica que estoy aceptando la unidad en mi mente inconsciente. En términos generales, cada vez que me percibo sin paz es porque estoy eligiendo al ego/individualidad en la mente inconsciente. Y cada vez que me siento en paz, es porque estoy eligiendo la mentalidad recta del Espíritu Santo en mi mente inconsciente. De este modo, puedo utilizar el mundo como un espejo para cambiar lo que estoy aceptando en mi mente inconsciente. ¿No estoy en paz? Pues nada, si quiero cambiar eso, toca perdonar. No se requiere nada más para despertar: prestar atención a si estamos en paz o no, y cuando no lo estemos, practicar el proceso del perdón no-dual que enseña Un Curso de Milagros.

Hay una versión de este mismo refrán que expresa esto de manera más directa:

Los ojos son el espejo del alma.

Los ojos (nuestra manera de mirar el mundo: con inocencia/paz o con culpabilidad/conflicto) reflejan lo que estamos eligiendo en nuestra mente inconsciente. Para sentir paz no hace falta cambiar las circunstancias del mundo; basta con mirar el mundo de otra manera:

Hay otra manera de ver el mundo. (L.33)

Puedes cambiar tu percepción del mundo tanto en su aspecto externo como en el interno. (L.33.1.1)

[El mundo] es el testimonio de tu estado mental, la imagen externa de una condición interna. (...) No trates, por lo tanto, de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él. (T.21.introd.1.5,7)

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La crítica es fácil y el arte difícil.

El ego quiere destruir (separar, dividir), no construir (unir, perdonar). Y nosotros, identificados con el ego (aferrados a nuestra individualidad), encontramos más fácil criticar que apreciar. Nos resulta más fácil condenar que perdonar. Preferimos centrarnos en las diferencias que parecen separarnos, en vez de enfocarnos en lo mucho que todos tenemos en común. Siempre estamos adoptando una de estas dos actitudes: uniéndonos o separándonos; apreciando o condenando; amando u odiando; viendo virtudes o viendo defectos; perdonando o condenando.

Mientras sigamos identificándonos con el sistema de pensamiento del ego nos resultará más fácil criticar que apreciar. El aprecio nos parece un camino estrecho o una puerta pequeña, algo difícil. En cambio, criticar nos parece un camino amplio, fácil de seguir; una puerta enorme, fácil de traspasar. La Biblia lo dice así:

Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran. (Mt 7:13-14)

Es decir, que nos resulta más fácil condenar que perdonar, porque identificados con el ego preferimos prestar atención al camino de "la perdición" (el conflicto, sufrimiento, miedo, separación). Pero en cualquier momento podemos elegir la otra opción: si empezamos a confiar en el Espíritu Santo nos resultará cada vez más fácil elegir el perdón en vez de la condenación. Al final del proceso, el camino ancho será el del perdón/salvación, mientras que el camino del ego se habrá vuelto tan estrecho que ni siquiera lo veremos, pues ya no nos interesará. Y solo vemos lo que queremos ver. Del mismo modo que solo nos parece fácil lo que realmente queremos conseguir.

Elijamos, por lo tanto, apartarnos del camino egoico de la condenación que nos conduce a la muerte y al sufrimiento; y cambiémonos al tranquilo camino del perdón que nos conduce a la plenitud y a la vida eterna. 

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La curiosidad mató al gato.

Según el mito de la separación, cuando el Hijo de Dios —que hasta entonces vivía en eterna plenitud— se preguntó qué tal sería vivir por su cuenta, separado de Dios... ¿A qué se parecería tener mi propia individualidad sin depender en nada de Dios?... Esa fue la curiosidad, y en ese sentido, el Hijo fue el gato. ¡Suerte que se trata de un gato inmortal jejeje! De todos modos, la separación nunca ocurrió; lo que es pleno no puede sentir curiosidad/duda porque lo sabe todo.

Pero una vez que ya hemos elegido creer en lo imposible... una vez que ya hemos aceptado el mito de la separación y nos experimentamos viviendo como individuos en un mundo de formas y espacio... podemos darle un par de nuevos sentidos a este refrán, dependiendo de que nos refiramos a la curiosidad basada en el ego o a la curiosidad basada en el despertar:

1) La curiosidad del ego mató al gato: Si seguimos creyendo que el mundo es real y seguimos sintiendo curiosidad/deseo por el mundo, esperando que finalmente obtendremos la felicidad en él, esta curiosidad es simplemente un apego al espacio/tiempo, una curiosidad/deseo de que algún día el mundo de las formas nos funcione y nos dé auténtica felicidad. Pero eso nunca ocurre. Ese día nunca llega.

2) La curiosidad por despertar, mató al gato/ego: Por otro lado, existe la curiosidad liberadora, por ejemplo la que se expresa en las preguntas: ¿Y si este mundo fuese irreal, tal como dicen los sabios? ¿Y si es un sueño del que se puede despertar? ¿No sería interesante averiguar si realmente despertar es la auténtica felicidad? ¿No es interesante probar el perdón para ver si realmente me da lo que el Espíritu Santo asegura que da? Esta curiosidad, que nos lleva a cuestionar el mundo y reconocer la paz por medio del perdón y que nos permite despertar, es la buena curiosidad (es desapego del mundo/individualidad). No mata realmente al gato/ego, porque el ego no existe y lo que no existe no puede surgir ni morir. Pero cuando uno deja de creer en el ego, éste deja de aparentar que existe. Al no desearlo más, desaparece en la nada en la que siempre ha estado. Ahora se vuelve claro que nunca hubo ego.

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La diligencia es la madre de la buena ventura.

La ociosidad es la madre de todos los vicios.

Estos dos refranes son complementarios. Si somos diligentes en practicar con constancia el perdón, reconoceremos nuestra buena fortuna, pues despertaremos del sueño del sufrimiento y reconoceremos nuestra eterna felicidad. Pero si nos distraemos del perdón (lo cual es el único sentido negativo de la palabra "ociosidad"), entonces estaremos eligiendo alargar nuestra pesadilla un ratito más.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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