Pregunta: Buenos días, Toni.
Me pongo en contacto contigo para consultarte algo. Te pondré en antecedentes de los hechos superficiales:
En mi casa vivimos mi mujer y yo, y desde hace varios años, mi padre que se quedó viudo.
Desde poco tiempo después de llegar, mi mujer y mi padre ya se vio que iban a llevarse mal. Te ahorro detalles, que puedes imaginar fácilmente. En la actualidad, mi padre tiene 105 años. Está bien de salud; sobre todo de cabeza, que se dice.
El caso es que no cruzan ni una palabra desde hace muchos años. Tan solo unos escuetos "Hola" o "Buenos días". Eso es todo.
Mi mujer y yo tenemos enfrentamientos "kármicos" a cada poco. De resultas estamos bastantes días sin mediar palabra entre nosotros, sin hacer cosas comunes, ni siquiera dar un vuelta por la tarde.
Yo lo vivo emocionalmente muy mal: me siento intranquilo, lleno de desasosiego, etc. Si asistiera a un psicoanalista, estoy seguro que me diría que experimento una vivencia de abandono. Y a ese nivel superficial, no digo yo que no.
Pero, como sabes, desde hace bastantes meses -y gracias a ti- he conocido UCDM.
En los momentos más "fuertes", aplico el perdón a mi mujer, la perdono, perdono esa mujer mala que me sube enseguida a la cabeza y al pecho. Me repito una y mil veces que es completamente inocente, que se trata de una mera proyección conceptual, un personaje del sueño. Perdono las circunstancias, me repito que también son meras apariencias. Me recuerdo a mí mismo que no gozan de autoría alguna, que al igual que "quien yo creo ser" ningún elemento tiene ninguna responsabilidad en el guión de esta película... En fin, creo que no es preciso exponer más reflexiones de las que me hago.
Después, en referencia a la masa emocional que siento en pecho y boca de estómago, me digo que se trata de una proyección en "este mundo imaginario" del miedo a Dios, del castigo divino, etc. derivado del pensamiento-sentimiento de culpa por tomar la decisión de dar por buena la separación de Dios, una fantasía en la que elegí creer en un estadío primordial, algo que nunca se ha producido ni se ha de producir en la práctica real verdaderamente existente.
Por último, como ya sabes, hago entrega al Espíritu Santo de tal equívoca decisión con la que produzco la fantasía de mi mujer y nuestras circunstancias. También le entrego lo que siento emocionalmente, tanto si son culpas como intranquilidades o desasosiegos, a sabiendas de que se tratan de proyecciones del miedo a Dios.
Por último me encomiendo al Espíritu Santo para que por su infinita bondad, fuerza y sabiduría queden deshechos todo aquello que conforma la entrega anterior en la mente subconciente.
Hasta ahí, creo que no cometo errores significativos en esta práctica, que llevo a cabo desde que la conocí a través de ti, ya hace muchos meses.
Y ahora viene lo que realmente quiero decirte:
Toni, no se produce ningún cambio en esta vida mundanal, en esta pesadilla. Seguimos cometiendo los mismos errores, las mismas meteduras de pata, sufriendo todos como fieras...
Yo me repito siempre al comienzo de la práctica lo afortunado que soy por seguir experimentando esto, la gran oportunidad que es poder verlo a la luz del perdón.
Pero hoy tengo el día flojito, y la fe en el Espíritu Santo se me oculta por detrás de la fe en el ego.
Discúlpame por el desahogo.
Respuesta: Hola, ya lo haces bastante bien. Recuerda que esto es un proceso, con frecuencia va poco a poco. Además de seguir practicando la toma de conciencia que ya haces, resumida en "Nunca estoy disgustado por la razón que creo" (L.5) y "podría ver esto de otra manera, podría dejar de elegirlo" ("Podría ver paz en vez de esto", L.34), una vez tomamos conciencia de eso, simplemente procuramos relajarnos. Ya hemos entregado el tema al Espíritu Santo. Ahora simplemente observamos, sin implicarnos. Puedes observar las escenas, incluidas tus emociones. Ante todo tus juicios y emociones (ya que no son las circunstancias las que son conflictivas, sino nuestra manera de interpretarlas). El mero hecho de observar nuestras reacciones, sin alimentarlas más, las deja sin más alimento, por lo que a la larga se irán desinflando.
Al observar tus emociones, desde esa perspectiva que comentas (que la escena externa no es el verdadero motivo del conflicto, y que tu escozor emocional se debe no a la escena externa sino a la decisión interna que estamos aprendiendo a dejar de lado), lo externo, incluso la emoción "interna", va perdiendo poder sobre nosotros.
Aunque estemos perdonando algo, es posible que no percibamos resultados visibles del perdón, debido a que nuevas capas de culpa inconsciente brotan a la superficie y pueden canalizarse a través de los mismos medios que estaban expresando la culpa ya perdonada. Por lo tanto puede parecer que no hay grandes cambios: las asperezas interpersonales pueden seguir ahí en apariencia, y nuestras emociones conflictivas podemos seguir sintiéndolas. Una cosa y otra, incluida la emoción de disgusto, sigue siendo la expresión de la culpa inconsciente. Al seguir observándola sin juzgarla, mediante la misma toma de conciencia que describías en tu email y que he vuelto a resumir brevemente en este email, se van a seguir perdonando más capas de culpa inconsciente. Es posible que finalmente percibas algún cambio externo o interno, pero en realidad ni siquiera es necesario. Lo relevante es que tarde o temprano te permitirás sentir paz: puede que notes que cosas que antes te afectaban, luego te afectan menos, o que te sientes más relajado pese a todo.
Potencialmente, incluso si la situación externa parece seguir igual, e incluso si sigues percibiendo en ti emoción de molestia, si las observas de ese modo, sabiendo que el disgusto no se debe a lo que parece a primera vista, sino que es el "detector automático de culpa inconsciente" haciendo "bip-bip" avisándote de que hay más culpa que puedes perdonar/procesar (observar sin implicarte), podrás llegar, con el tiempo, al punto en que conseguirás sentirte en paz incluso en presencia de la emoción de "disgusto". Es como que percibes tu disgusto, pero al mismo tiempo intuyes un fondo más profundo de ti, donde sigues estando en paz. Cuando aprendas a instalarte en ese "centro tranquilo", en el tranquilo "ojo del huracán" (mediante el perdón), acabarás pudiendo estar tranquilo incluso si tus emociones externas están un poco alborotadas. Esto es posible porque a medida que te identificas menos con los acontecimientos externos y con tus emociones de conflicto, te identificarás más con el nivel más profundo de paz, que siempre está ahí, nunca desaparece, aunque debido a nuestra identificación con los niveles más superficiales podemos creer que se nos va la paz. La paz siempre sigue ahí, aun cuando la pasemos por alto. El perdón nos ayudará a recordar dónde está nuestra paz.
La paz está siempre presente, y solamente podemos taparla mediante la decisión de rechazarla. Eso quiere decir que tenemos la paz siempre a un solo paso: el paso de decidir aceptarla en lugar de rechazarla. Independientemente de las circunstancias, cada vez que no sientes paz, puedes enfocar eso como una oportunidad para perdonarte por la decisión inconsciente en tu mente en favor de rechazar la paz y quedarte con la separación/individualidad. De este modo, conviertes la percepción de falta de paz en algo más útil: una oportunidad más para perdonar. Con la práctica, acabarás cansándote de seguir rechazando la paz, por lo que irás aceptándola gradualmente e irás sintiéndote cada vez más tranquilo, incluso en presencia de emociones "amargas".
No te juzgues por tus reacciones o emociones. Simplemente obsérvalas sin juicio, tomando conciencia de qué cosa son reflejo (de lo de siempre: la condición interna). Y si te juzgas, entonces no te juzgues por haber juzgado. Esto pone fin en algún punto a la cadena de juicios, y al dejar de juzgar en algún punto, comienza la cadena de la inocencia.
Puedes estar haciendo grandes progresos sin saberlo, así que no puedes juzgar por ti solo cómo va tu proceso. Como dice el Curso:
No te pongas a ti mismo a cargo de esto, pues no puedes distinguir entre lo que es un avance y lo que es un retroceso. Has considerado algunos de tus mayores avances como fracasos, y has evaluado algunos de tus peores retrocesos como grandes triunfos. (T.18.V.1.5-6)
Los milagros son expresiones de amor, pero puede que no siempre tengan efectos observables. (T.1.I.35.1)
Así que puedes no estar percibiendo resultados tangibles temporalmente, y sin embargo el perdón está deshaciendo capas y capas de culpa inconsciente, por lo que tarde o temprano la paz se abrirá camino: ya está ahí, aunque tenemos la inercia a rechazarla, y esta actitud será deshecha por el perdón.
En el foro hubo algún tema con relación a esto, tal vez en este encuentres alguna idea más que te sirva:
http://concordiayplenitud.foroactivo.com/t14-una-pregunta-sobre-la-practica-del-perdon
((Nota: Finalmente copié ese tema del foro también al blog: ¿Por qué sigo sin paz tras haber perdonado? Así quien prefiera leerlo en un sitio u otro, puede hacerlo, o lectores del futuro pueden revisar ambos links por si en alguno de los dos han surgido nuevos comentarios. Para el tema de la fe/confianza, puede echarse un vistazo a "Pedir o fortalecer fe", que no se mencionó explícitamente aquí porque este tema era el más reciente del blog en el momento de ese email, y quien escribió ya parecía haberlo leído, dado que la penúltima línea de su email alude indirectamente al tema de ese post sobre la fe))
Pregunta: Gracias, Toni. Me queda un matiz:
Dices: "...las asperezas interpersonales pueden seguir ahí en apariencia, y nuestras emociones conflictivas podemos seguir sintiéndolas. Una cosa y otra, incluida la emoción de disgusto, sigue siendo la expresión de la culpa inconsciente".
Yo cuando me siento intranquilo y desasosegado no lo relaciono con la culpa inconsciente, sino con el miedo al castigo divino (o miedo a Dios). Más adelante sí, más adelante ya relaciono el miedo a Dios con la culpa incosciente.
Yendo a un ejemplo emocional: en la proyección "angustia de abandono", rastreo antes el miedo a Dios. No entro directamente a relacionar la emoción con la culpa sin pasar antes por el miedo. No sé si me explico.
Respuesta: Sin problema: al final acabas en lo mismo (dependiendo de cuántas palabras usemos para sintetizar el asunto, lo diremos de un modo u otro, o hablaremos de culpa o miedo, etc). Al final de todo, la ilusoria causa primigenia de todos nuestros problemas es la culpa inconsciente por la creencia en la separación (nuestra mente cree haberle arrancado un trozo a Dios, haber roto el Cielo, etc, lo cual sería el supuesto motivo de la culpa, llamado "pecado" por el Curso, queriendo decir lo seriamente que se lo toma nuestra mente inconsciente). Esta culpa inconsciente genera la cadena de secuencias de la que si has leído a Kenneth Wapnick habrás leído a menudo: pecado-culpa-miedo (miedo a ser castigados por "tan abominable pecado").
El "pecado" (obviamente ilusorio) se refiere a la creencia en la separación. La culpa es la consecuencia de ese pecado. Y el miedo al castigo es la consecuencia de la culpa: si soy culpable de haber roto el Cielo, o en otras palabras, de haberle arrancado un trozo a Dios, ¡entonces Dios debe estar muy enfadado conmigo, ME VA A CASTIGAR!
Así piensa nuestra ilusoria mente ontológica. Otra manera de decirlo: "Uy, he matado a Dios, qué mal me siento!!" (carencia, culpa por el "pecado" de la separación), pero de repente: "Uy, no lo maté del todo, DIOS HA REVIVIDO Y ESTÁ SEDIENTO DE VENGANZA!!! ¿Y AHORA DÓNDE ME ESCONDO?" (miedo al castigo, a consecuencia del cual finalmente nos escondimos: proyectando un mundo del espacio/tiempo, etc).
De modo que si te resulta cómodo entrar en contacto con el miedo al castigo divino, pues genial, así está bien. Ese miedo te lleva aún más atrás hacia la ilusoria culpa que es la que genera el miedo... y una vez que ves que la causa de esa culpa, el pecado de la separación, en realidad no ocurrió (T.6.II.10.7), entonces al desaparecer el pecado (dejando de creer en él... esto es el perdón) dejamos de creer también en la culpa, y al reducirse la culpa se reduce también el miedo que ésta causaba. Como consecuencia de la reducción del miedo/culpa, esto afecta también a nuestra percepción del "escondite" que habíamos proyectado (el mundo de las formas), y entonces los acontecimientos externos nos afectan menos (cada vez menos, a medida que cada vez vamos creyendo menos en el pecado, culpa y miedo), porque las proyecciones son menos necesarias como "chivo expiatorio" cuando dejamos de tener tanta culpa/miedo en la mente. Cuando hay culpa/miedo, la mente, asustada, trata de desembarazarse de eso, proyectándolo en el mundo de las formas... pero cuando vamos dejando de creer en la culpa/miedo, se va reduciendo también la necesidad de proyectar, por lo que empezamos a usar las formas para proyectar inocencia, en lugar de odio/miedo/culpa ((Nota: utilizo las palabras "proyectar inocencia" aunque eso no es estrictamente una proyección, en el sentido de que al ser la percepción correcta no implica separación, y en el lenguaje del Curso se podría haber dicho "extender inocencia"; sin embargo, he preferido utilizar la palabra "proyectar" para no confundir el otro uso que el Curso hace del término "extensión": referido al ámbito de la pura realidad: el Cielo o conocimiento del Ser)). Tanto si las escenas externas parecen cambiar como si no, al proyectar ahora inocencia sobre ellas, podemos estar en paz. Y esto facilita el despertar, porque a medida que en la mente ontológica elegimos la inocencia en vez de la culpa, ya no veremos motivos para huir de la verdad y sentiremos paz y alegría de reaceptar lo que realmente somos. Pues Dios no es un Asesino que busca venganza contra nosotros, sino el Amor de nuestro verdadero Ser, nuestra propia plenitud.
Gracias amigos!!!
ResponderEliminarTranquiliza mucho oir palabras de peranza y de tener mucha mucha paciencia.Tengo tramos que parece que vuelvo a empezar de cero de nuevo y realmente se hace duro.Asi que estas palabras y esta exposicion ayudan mucho.
Gracias Toni!!