domingo, 30 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XX)

Los amigos de mis amigos son mis amigos.

Nuestro verdadero Amigo es el Espíritu Santo. Haremos bien en aceptar la amistad de los amigos del Espíritu Santo, pues son también nuestros amigos y solo quieren amarnos, y ayudarnos a despertar para que seamos completamente felices. Estos amigos son: Jesús (o cualquier iluminado, o la esencia de cualquiera de nuestros hermanos), el perdón, el milagro, la inocencia, la paz, la amabilidad, el aprecio, la confianza, la bondad, el amor, la unión, etc.

Más específicamente, no deberíamos negar nuestro amor ni a uno solo de nuestros hermanos, pues todos ellos forman parte indispensable de nuestra bienaventuranza, al formar parte de nuestro propio Ser. 

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No dejes que los árboles te impidan ver el bosque.

Cuando prestamos demasiada atención a los detalles concretos perdemos de vista la visión más amplia, la perspectiva global. El ego tiende a lo concreto (porque busca la separación y lo concreto está limitado/separado de lo demás) y rehúye lo abstracto. El mundo de las formas, generado por el ego, es el lugar de las cosas concretas. Cada forma es concreta, limitada, separada de las demás. En cambio, el Cielo o conocimiento no-dual es abstracto, pues al no haber separación/límites no se puede definir. El cuerpo es concreto; Dios, abstracto. Al identificarnos con el sistema de pensamiento del ego (la creencia en la separación y sus ramificaciones), creemos ser un cuerpo y al percibirnos como cuerpos perdemos de vista a Dios (nuestro verdadero Ser), que es abstracto. El cuerpo es el árbol que nos impide ver el bosque que es Dios. El mundo es el árbol que nos impide ver a Dios (ser Dios; ser Lo que somos).

Si nos acercamos demasiado, un solo árbol puede taparnos todo lo demás (ocultando tanto la verdad como el resto de las ilusiones), al igual que un dedo cerca del ojo puede tapar la luna. Del mismo modo, si nos aferramos demasiado al cuerpo (o al mundo: los resentimientos, etc) prestándole demasiada atención, estaremos permitiendo que lo concreto (la forma) nos impida ver lo abstracto. Aquí, "ver" significa comprender, experimentar, incluso ser (conscientemente).

Veamos algunas citas del Curso en relación a esto:

Nada es tan cegador como la percepción de la forma. (T.22.III.6.7)

El pensamiento abstracto es pertinente al conocimiento porque el conocimiento es algo completamente impersonal, y para entenderlo no se necesita ningún ejemplo. La percepción, por otra parte, es siempre específica y, por lo tanto, concreta. (T.4.II.1.4-5)

La condición natural de la mente es una de abstracción total ((en la que todo es uno, sin diferencias, distinciones ni excepciones)). (...) Un hermano es todos los hermanos. Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. (...) La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. (...) Los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo. El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto. (L.161.2.1; 4.1-2,7; 5.2-5)

Y en la sección del Texto "Creación y comunicación" (T.4.VII) se ofrecen algunas aclaraciones relevantes sobre este tema:

Las ilusiones del ego son muy concretas aunque la mente es naturalmente abstracta. Parte de la mente, no obstante, se vuelve concreta al dividirse. La parte concreta cree en el ego porque el ego depende de lo concreto. El ego es aquella parte de la mente ((la mentalidad errada)) que cree que lo que define tu existencia es la separación. (T.4.VII.1.2-5)

El espíritu está en completa y directa comunicación con todos los aspectos de la creación, debido a que está en completa y directa comunicación con su Creador. (...) Creación y comunicación son sinónimos. (...) Esta comunicación es perfectamente abstracta, ya que su aplicación es de una calidad universal y no está sujeta a ningún juicio, excepción o alteración. (T.4.VII.3.4,6,9)

Tanto la existencia como el estado de ser se basan en la comunicación. La existencia, sin embargo, es específica en cuanto a qué, cómo y con quién vale la pena entablar comunicación. El estado de ser carece por completo de estas distinciones. Es un estado en el que la mente está en comunicación con todo lo que es real. En la medida en que permitas que ese estado se vea coartado, en esa misma medida estarás limitando la idea que tienes acerca de tu propia realidad (...). (T.4.VII.4.1-5)

La Abstracción Divina se deleita compartiendo. Eso es lo que significa la creación. Las preguntas "¿qué?", "¿cómo?" y "¿con quién?" son irrelevantes toda vez que la verdadera creación lo da todo, ya que sólo puede crear a semejanza propia. Recuerda que la diferencia que hay entre tener y ser en la existencia, en el Reino no existe. En el estado de ser la mente siempre lo da todo. (T.4.VII.5.4-8)

Por lo tanto, si queremos ser felices y no perder de vista la plenitud de nuestro verdadero Ser, no dejemos que los árboles nos impidan ver el bosque. No nos apeguemos a lo concreto cegándonos a la infinitud abstracta de nuestro Ser. La manera de desapegarnos es practicar el perdón. El perdón no separa, sino que une. No ve diferencias concretas, sino que entiende nuestra universal igualdad. No ve las cualidades concretas que aparentemente nos diferencian y separan a unos de otros, sino que se centra en lo que todos tenemos en común: lo universal. Por ejemplo, nuestras formas difieren y el ego considera importantes esas diferencias, pero el perdón reconoce que las diferencias son ilusorias y no les da importancia, centrándose en lo universal que todos compartimos: todos aquí estamos dormidos, con un ego del que nos conviene despertar. En esto somos iguales. Y en el Cielo somos incluso más que iguales, pues en el Ser somos Uno.

No dejemos que lo plural (las ilusiones) nos vuelva ciegos a lo universal (el Ser/Unidad). A medida que practiquemos el perdón, los ilusorios árboles de lo concreto dejarán de taparnos el bosque de la verdad universal.

Los celos son malos consejeros.

Los celos, como la envidia y el resto de baratijas del ego, provienen de la creencia de estar separados e incompletos. Provienen de la sensación de carencia, que a su vez proviene de haber elegido creer en el sistema de pensamiento del ego. Estas baratijas refuerzan la sensación de carencia de la que provienen, y nos vuelven ciegos e incapaces de ver con sabiduría. Librarnos de estas baratijas, por lo tanto, nos devuelve la plenitud y la libertad que creíamos haber perdido.

Los extremos se tocan.

El ego cree en las diferencias, pero en lo básico no somos diferentes unos de otros, ni siquiera en casos considerados extremos por el ego. Por ejemplo, un fanático de la política "de derechas" puede parecer superficialmente muy diferente de un fanático de la política "de izquierdas", sin embargo ambos comparten las características de su común fanatismo: odio por los rivales, enfado ante las opiniones contrarias, incapacidad de ver los aciertos del lado opuesto, etc. Otro ejemplo: un policía puede parecer diferente de un ladrón, pero ambos, como todos nosotros, tienen un lado mental egoico y un lado mental pacífico, junto con la capacidad de elegir entre ambos lados. Un policía puede llegar a robar cuando está en su mentalidad errada, mientras que un ladrón puede comportarse con virtud cuando está en su mentalidad recta.

Otro ejemplo de que los extremos se tocan es lo fácilmente que pasamos del amor (el amor especial del mundo) al odio. Esto se debe a que en este mundo de opuestos, los aparentes opuestos (los extremos) son en realidad lo mismo. El amor especial no es más que una forma disimulada de odio. El amor de este mundo es odio disfrazado, por eso nuestros comportamientos y sentimientos son tan cambiantes, pues cambiamos constantemente de un disfraz a otro, aunque el contenido es siempre el mismo:

No hay amor en este mundo que esté exento de esta ambivalencia, y puesto que ningún ego ha experimentado amor sin ambivalencia, el amor es un concepto que está más allá de su entendimiento. (T.4.III.4.6)

Un ejemplo final: la diferencia entre el héroe y el cobarde es a veces inexistente, cuando ambos actúan desde el miedo. A veces, por miedo, uno reacciona huyendo y se le llama cobarde. Pero otro, debido al miedo, siente el impulso de atacar y se le llama valiente. Pero ambos son lo mismo: miedosos expresando su miedo de formas diferentes. Una vez más, los extremos u opuestos se tocan; porque ambos son ilusorios.

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Los niños y los locos dicen las verdades.

O sus variantes:

Del loco, del bobo y de la criatura se sabe todo.

Los niños, los borrachos y los locos no callan nada y lo largan todo.

Significa que aquellos incapaces de razonar o de disimular, muchas veces hablan más de lo debido, sin poder callarse o mentir de un modo creíble (las mentiras de un niño se descubren en menos que dura un guiño).

Pero a nosotros nos interesa otro matiz: cuando alguien descubre una verdad espiritual y la cuenta a otros, frecuentemente le menosprecian o se ríen de él, como si fuera un tonto, un niño, un loco o un borracho. Por eso, si uno afirma que el mundo es un sueño, o que la vida no tiene forma, o que el tiempo no existe, o que no somos cuerpos, es fácil que se le considere tonto o loco.

En este sentido, para el mundo resulta muy difícil distinguir al sabio del loco, pues ambos pueden llegar a decir "locuras", ideas increíbles.  En el mundo se confunde al genio con el borracho, al sabio con el niño o con el bobo, etc.

Visto así, podríamos recordar el dicho bíblico de "Dejad que los niños se acerquen a mí" y parafrasearlo con "Dejad que los sabios se acerquen a mí". Aunque el sentido de ese dicho bíblico no es exactamente ese, pues ahí la palabra "niño" no simboliza al sabio, sino más bien la inocencia y humildad, es decir, a aquellos que son receptivos y están dispuestos a aprender: "Dejad que los humildes y los inocentes se acerquen a mí". Porque ellos son sinceros y buscan y respetan la verdad.

Los reyes y los jueces no se casan con nadie.

Es decir, que quienes desempeñan cargos de poder deberían ser imparciales y no beneficiar a ninguna de las partes en litigio (pues eso sería ser parcial). Recordemos lo que hemos hablado más arriba sobre lo concreto y lo abstracto. El ego busca lo concreto y es parcial: ve intereses separados y prefiere a unos sobre otros, en interés propio. El Espíritu Santo reconoce lo universal (los intereses compartidos, y en última instancia la abstracción pura) y es imparcial: ama y bendice a todos por igual. En este sentido, no confiemos en el ego como líder o guía, pues el ego es un rey/juez cruel y parcial. Y un líder parcial perjudica a quienes le siguen, pues les conduce al sufrimiento y a la muerte. Confía, pues, en el Espíritu Santo, que es un guía bondadoso e imparcial que nos lleva hacia la Vida y que nos conduce a reconocer nuestra propia verdadera realeza.

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Los tiempos cambian.

El mundo de espacio/tiempo, de la dualidad, es cambiante: en él nada es seguro. La felicidad se troca en tragedia, la tristeza se troca en alegría, el placer se troca en dolor, y así sucesivamente en ciclos que se repiten indefinidamente. Unas veces estamos arriba en la noria de la vida, otras abajo. Pero siempre girando, alternando entre placeres y conflictos inacabables. La única escapatoria es despertar de este mundo/sueño irreal, lo cual podemos hacer mediante la práctica del perdón.

Aquí, en el mundo de la dualidad, todo pasa y es fugaz, alegrías y dolores por igual. Aquí nada es permanente. Si buscamos algo de verdadero valor, algo permanente, debemos buscarlo donde está: en la verdad, en lo eterno. Y el perdón es el medio que nos conduce a esta gozosa revelación. Todo lo demás no importa, pues ahora aparece y luego desaparece. Todo pasa, excepto la verdad. Y el perdón es el medio para eliminar los obstáculos que nos impiden reconocer la verdad.

Sobre el tiempo ya hemos comentado algunas ideas en esta serie, por ejemplo al final de la parte VI, en los comentarios a los refranes "El tiempo es oro", "El tiempo todo lo cura", "No hay mal que cien años dure", "No hay bien que dure ni mal que no se acabe".

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Los toros se ven mejor desde la barrera.

Explicación normal: "Resulta fácil juzgar algo desde un sitio donde no hay peligro alguno" (CVC).

Desde la tranquilidad y la seguridad todos somos valientes, pero cuando estamos en medio del peligro aparecen amenazas aparentemente urgentes de afrontar y perdemos el buen juicio y la tranquilidad. En definitiva, perdemos los papeles y es más fácil que caigamos en las redes del ego, reaccionando con miedo, crueldad, remordimientos, a la defensiva, etc.

El mundo del ego es un campo de batalla en el que, identificados con un cuerpo implicado con diversidad de problemas, luchamos por sobrevivir. Al sentirnos implicados en el campo de batalla no vemos las cosas con tranquilidad ni ecuanimidad, por lo que se cierra nuestro discernimiento y caemos fácilmente en el miedo y los líos resultantes de pensar y reaccionar como egos.

Ante este feo y desconcertante panorama, el Espíritu Santo nos da la solución: "Elévate por encima del campo de batalla y no serás afectado por las ilusiones, pues en ese elevado punto no podrán tocarte". Elevarse por encima del campo de batalla es desidentificarnos del cuerpo (el "héroe" del sueño) e identificarnos con el soñador, es decir, con la mente que está proyectando el sueño. El soñador, también llamado "Testigo" en otras tradiciones, o "Tomador de decisiones" por Kenneth Wapnick, es libre de cambiar su identificación con el sistema de pensamiento del ego, eligiendo en su lugar dar su lealtad al sistema de pensamiento de perdón del Espíritu Santo. Esto nos eleva del campo de batalla, nos despierta del sueño y nos conduce de vuelta a casa, a nuestro Ser.

Hay una metáfora que es la de ver el mundo como un teatro. Si nos identificamos con el personaje que encarnamos en la obra de teatro, sufrimos. Un paso en la dirección correcta es recordar que no es un mundo real, sino puro teatro, una escenificación (un sueño irreal, etc). Entonces pasamos de ser un personaje en la obra de teatro, a ser el actor. Esto es un paso ventajoso porque el personaje es quien parece estar en peligro; en cambio, el actor es alguien que ha recordado que la historia que está representando es una ficción. En consecuencia, sufre menos que el personaje. El siguiente paso es desidentificarnos del actor y pasar a vernos como el espectador. El espectador está aún más libre y tranquilo que el actor, porque el actor aún está en el escenario mientras que el espectador se sabe tranquilamente sentado en la butaca, observando la obra sin implicarse en ella. Simplemente la observa. Es el testigo de la obra de teatro. El soñador; el tomador de decisiones; la mente que se durmió y que puede elegir despertar. El paso final, que ocurre espontáneamente tras una continuada práctica espiritual (como por ejemplo el proceso del perdón), consiste en salir del teatro. Es decir, ahora nos desidentificamos del espectador y simplemente salimos del teatro. Y entonces ya no hay ilusiones que observar. Ya solo se reconoce la inmutable Verdad (lo Absoluto); y se entiende que el teatro nunca existió, ni tampoco el actor ni el espectador. Nunca hubo teatro, pues lo único siempre existente es Dios; el Ser Libre de ilusiones. La Plenitud ilimitada.

Pero en este refrán no se está haciendo hincapié en ese paso final, sino en el paso intermedio de convertirnos en el espectador, en el soñador, en la mente tomadora de decisiones: el Testigo. Esto es lo que significa "elevarse por encima del campo de batalla". O lo que es lo mismo, "ver los toros desde detrás de la barrera". Pues ahí estamos a salvo. Como cuerpos parecemos estar en peligro, pero como la mente que sueña (el espectador, el Testigo, etc) estamos completamente a salvo. Ahí no puede pillarnos el toro. Y entonces vemos las cosas de otra manera, desde otra perspectiva que nos permite estar en paz, elegir el sistema de pensamiento del Espíritu Santo y despertar.

Elevarnos por encima del campo de batalla (T.23.IV) es lo mismo mantenernos en el "centro tranquilo" de la paz (T.18.VII.7-8) y consiste básicamente en lo que hemos comentado: pasar del sueño al soñador, y desde ahí elegir la paz del perdón. Otra manera de decirlo es que consiste en soltar el pasado y el futuro y centrarnos únicamente en el presente puro (que no debe ser confundido con el presente temporal). En este oasis interior podemos sentirnos seguros, amados y en paz.

Algunas citas del Curso relacionadas con este tema:

Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla. (T.23.IV.4.7)

Elévate, y desde un punto más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. Aquí, en medio de él ((del campo de batalla del mundo)), ciertamente parece real. Aquí has elegido ser parte de él. Aquí tu elección es asesinar. Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. (T.23.IV.5.1-7)

Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo. 

No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. (T.23.IV.6; 7.1)

Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? ¿Y podría ser algo que durase eternamente? 

Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. ¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofrecer o poseer. Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. ¿Qué puede estar en conflicto con lo que lo es todo? (T.23.IV.8.7-9; 9.1-6)

((la mente: el Testigo; el Tomador de decisiones)) eres el soñador del mundo de los sueños. (T.27.VII.13.1)

Sueña con la bondad de tu hermano en vez concentrarte en sus errores. (T.27.VII.15.3)

Lo anterior es una llamada al perdón. Al sustituir nuestros resentimientos por el perdón estamos dando el paso de dejar atrás el personaje para tomar conciencia del Testigo o soñador.

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. (...) Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño. 

Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. (T.27.VIII.10.1,5-6; 11.1)

¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! (T.27.VIII.13.1)

Y con referencia al "centro tranquilo":

No hacer nada es descansar, y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. (...) Con ello se niega el tiempo, y, así, el pasado y el futuro desaparecen. (...) A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Él permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente. 

Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia. (T.18.VII.7.7,5,8-9; 8.1-5)

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Y para finalizar este capítulo de la serie, comentemos brevemente este último refrán:

Los últimos serán los primeros.

Su fuente son estas palabras de Jesús en el evangelio: 

Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros. (Mt 20:16)

Significa que quienes son humildes (los últimos) serán los primeros en despertar a la paz, pues están receptivos para aprender y practicar el perdón. Por el contrario, los arrogantes que creen saberlo ya todo y se creen superiores, están hundidos en el ego y tardarán más en despertar: los arrogantes (los "primeros") serán los últimos en despertar. En realidad estas aclaraciones ya vienen incluidas en la propia Biblia también:

Pero que el mayor de vosotros sea vuestro servidor. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Mt 23:11-12)

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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