Ahora incluyo únicamente mi segundo email/comentario sobre el tema:
Da la sensación de que muchos problemas y retos de la vida son
compartidos, pues asuntos similares suceden a diversas personas, como lo
de tener un jefe o jefa muy molesto, etc. O el problema con el tener
que trabajar, que parece que lo tenemos o lo hemos tenido millones de
personas. Es interesante que percibamos el trabajo como una carga
pesada, porque la vida nunca debería ser una carga sino un disfrute
fluyendo siempre en el presente con espontaneidad. Pero aun así nos da
miedo dejar lo poco que tenemos, aunque sea una carga, por miedo a que
dejarlo sea caer en un vacío aún peor. Y no nos damos cuenta de que todo
iría muchísimo mejor y con felicidad si nos atreviésemos a dejarlo todo
y simplemente seguir en cada instante a nuestro corazón, fluyendo con
el presente latido tras latido. Aunque para eso hay que poder escuchar
al corazón (al Espíritu Santo), porque si en vez de dejarlo todo para
seguir nuestro corazón, lo dejamos todo para seguir a nuestro ego, el
resultado es bien diferente... y amargo jejeje. Pero con un poco de
voluntad no es difícil empezar a escuchar cada vez mejor los susurros
interiores de nuestro corazón, que nos repite una y otra vez que somos
libres y que el problema que percibimos es imaginario.
Me
gusta la idea aquella del Curso de que «Todas las cosas obran
conjuntamente para el bien», porque nos da la pista de que todo tiene un
uso beneficioso: como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga.
Por ejemplo un jefe acosador puede ayudarnos a ejercitar nuestra
paciencia, o a escuchar al Espíritu Santo que nos estaba diciendo que es
hora de dejar ese trabajo, etc. Pero al final todo es para bien, porque
el mal no existe. Y así, todo es o para celebrar, o para ayudarnos como
estímulo para despertar. Todo es para bien.
Me
gusta ese relato de Dostoievski ((nota: mi interlocutor hacía referencia en su email a este link: El día en que Dostoievsky descubrió el sentido de la vida)), y en 2012 compartí en el blog unos
fragmentos de ese mismo relato, los puedes encontrar aquí si quieres
mirarlos como complemento: https://jugandoalegremente. blogspot.com/search/label/ Dostoievski
Esta
tarde llovió aquí, pero luego dejó de llover y salí a dar mi paseo de
la tarde. Cuando estaba casi terminando mi paseo, por las pequeñas
callejuelas de la parte antigua del pueblo, cerca de mi casa, ha surgido
un símbolo de perdón. Había unos metros delante de mí un niño, y más
allá otros niños y niñas que conocían al primero porque se hablaban. El
más cercano a mí me saludó cuando nos hemos cruzado, diciéndome: «Hola,
que pase un buen día». Él iba avanzando calle arriba y yo andando
deprisa calle abajo, así que apenas me ha dado tiempo, con la sorpresa, a
responder con un breve «Hola», pero me ha gustado su amabilidad, ni
siquiera he podido verle la cara porque en ese sitio a mí me daba el sol
en toda la cara y me encandilaba y no veía apenas nada jajaja, así es
como si el sol me hubiera saludado con voz de niño, y de los niños en
general solo he podido percibir que creo que eran inmigrantes,
ecuatorianos creo, que por aquí hay muchos y en esas calles también. Y
bueno, es un acontecimiento demasiado simple, pero en esa sencillez veo
una señal o mensaje de la Vida, diciendo ¡Hola, que pase un buen día!
(los ecuatorianos suelen hablar de "usted", de ahí el tiempo verbal). Y
el día es bueno, en general lo son, y los ratos que surgen las
amarguras, que son frecuentes aunque breves, los aprovecho para perdonar
y así hacer verdad el saludo de pasar un buen día jajaj.
Y ahora que lo pienso, el Curso habla varias veces de cómo podemos pasar un buen día (mediante el perdón):
Ello [el perdón] te ayudará a que pases un día tan feliz como Dios Mismo quiere que tú seas. (L-62.4:2)
Tal
vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. Si esto
no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que
satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. Si
permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar
la paz. Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta
certeza: "Mía es la quietud de la paz de Dios", y nada podrá venir a
perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo. (L-273.1)
Resolvamos
hoy pedir lo que realmente deseamos, y sólo eso, de manera que podamos
pasar este día libres de temor, y sin confundir el dolor con la alegría o
el miedo con el amor. (L-339.1:9)
Y no
solo sale eso en las lecciones (aunque allí más porque es un asunto de
la práctica), sino que también el Texto dedica una sección entera
(T-30.I) a enseñarnos cómo podemos pasar un día tranquilo y amoroso. Es
la sección titulada "Reglas para tomar decisiones" y ahí dice cositas así:
Piensa
más bien en la clase de día que te gustaría tener, y dite a ti mismo
que hay una manera muy fácil de que este mismo día pueda transcurrir
así. (T-30.I.1:8)
Si no tomo ninguna decisión por mi cuenta, ésa es la clase de día que se me concederá. (T-30.I.4:2)
¿Qué clase de día vas a decidir tener? (T-30.I.16:9)
Permite
que esto sea lo único que tienes presente, y tendrás la clase de día
que deseas tener, y al tenerlo, se lo ofrecerás al mundo. (T-30.I.17:6)
He
copiado solo 4 frases sueltas para rememorar, pero la sección entera
contiene explicaciones de qué hacer cuando sentimos que no nos está
saliendo el día como quisiéramos, cuando sentimos que no estamos en
perfecta paz.
Y bueno, el perdón es la clave, o
en otras palabras, ir tranquis por la vida, en actitud de amable pero
potente indefensión, con buena onda hacia todos (porque reconocemos que
todos obran para el bien) y como si a todos les dijésemos «Hola, ¡que pases un buen día!», y al enviarle ese mensaje a los demás, eso mismo es lo que recibiremos nosotros, pues lo que compartimos es lo que experimentamos.
¡Buen día! :-)
PD:
Volviendo al tema del "tener que trabajar" y las cargas de la vida, que
está relacionado con el deseo del ego de controlar y planificarlo todo
(como comenta la lección L-135), me he acordado de unas citas bíblicas
que son bellísimas y que bien entendidas expresan muy bien el mensaje
del Curso:
Mateo 6:26-33
26 Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas?
27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?
28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan;
29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos.
30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
El propio Curso también da algunas pinceladas relacionadas, no me voy a poner a buscarlas todas pero incluyo algunas al azar:
Él allanará el camino que te conduce a la felicidad, y la paz y la confianza serán Sus regalos, Su respuesta a tus palabras. (L-98.9:3)
Tal
vez te preguntes cómo vas a poder estar en paz si, mientras estés en el
tiempo, aún queda tanto por hacer antes de que el camino que lleva a la
paz esté libre y despejado. Quizá te parezca que esto es imposible.
Pero pregúntate si es posible que Dios hubiese podido elaborar un plan
para tu salvación que pudiese fracasar. Una vez que aceptes Su plan como
la única función que quieres desempeñar, no
habrá nada de lo que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin
ningún esfuerzo por tu parte. Él irá delante de ti despejando el camino,
y no dejará escollos en los que puedas tropezar ni obstáculos que
pudiesen obstruir tu paso. Se te dará todo lo que necesites. Toda
aparente dificultad simplemente se desvanecerá antes de que llegues a
ella. No tienes que preocuparte por nada, sino, más bien, desentenderte
de todo, salvo del único propósito que quieres alcanzar. De
la misma manera en que éste te fue dado, asimismo su consecución se
llevará a cabo por ti. La promesa de Dios se mantendrá firme contra todo
obstáculo, pues descansa sobre la certeza, no sobre la contingencia.
Descansa en ti. ¿Y que puede haber que goce de más certeza que un Hijo
de Dios? (T-20.IV.8)
Sólo
el Espíritu Santo sabe lo que necesitas. Pues Él te proveerá de todas
las cosas que no obstaculizan el camino hacia la luz. ¿Qué otra cosa
podrías necesitar? Mientras estés
en el tiempo, Él te proveerá de todo cuanto necesites, y lo renovará
siempre que tengas necesidad de ello. No te privará de nada mientras lo
necesites. Mas Él sabe que todo cuanto necesitas es temporal,
y que sólo durará hasta que dejes a un lado todas tus necesidades y te
des cuenta de que todas ellas han sido satisfechas. El Espíritu Santo no
tiene, por lo tanto, ningún interés en las cosas que te proporciona. Lo
único que le interesa es asegurarse de que no te valgas de ellas para
prolongar tu estadía en el tiempo. Sabe que ahí no estás en casa, y no
es Su Voluntad que demores tu jubiloso regreso a tu hogar. (T-13.VII.12)
En
vez de "Busca primero el Reino de los Cielos" di: "Que tu voluntad sea
antes que nada alcanzar el Reino de los Cielos" y habrás dicho: "Sé lo
que soy y acepto mi herencia". (T-3.VI.11:8)
Busca
primero el Reino de los Cielos porque ahí es donde las leyes de Dios
operan verdaderamente; y no pueden sino operar verdaderamente porque son
las leyes de la verdad. (T-7.IV.7:1)
Has buscado primero el Reino de los Cielos, y todo lo demás
ciertamente
se te ha dado por añadidura. (Canto-Oración-1.I.3.6)
El
perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de gloria, maravilloso
de ver. Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros
se ve reflejado el júbilo del Cielo. (T.26.IV.2:1-2)
En él se ve brotar la hierba, los árboles florecer y los pájaros hacer sus nidos en su ramaje. (L-pII.Preg2.4:4)
Los
ángeles revolotean amorosamente a tu alrededor, a fin de mantener
alejado de ti todo sombrío pensamiento de pecado y asegurarse de que la
luz permanezca allí donde ha entrado. Las huellas de tus pasos iluminan
al mundo, pues por donde tú caminas, el perdón te acompaña
jubilosamente. (T-26.IX.7:1-2)
Nuestras
prácticas se convierten en las pisadas que alumbran el camino a todos
nuestros hermanos, quienes nos seguirán a la realidad que compartimos
con ellos. (L-134.14:3)
Mas
en ti hay un Niño que anda buscando la casa de Su Padre, pues sabe que
Él es un extraño aquí. Su infancia es eterna, llena de una inocencia que
ha de perdurar para siempre. Por dondequiera que este Niño camina es
tierra santa. Su santidad es lo que ilumina al Cielo, y lo que trae a la
tierra el pristino reflejo de la luz que brilla en lo alto, en la que
el Cielo y la tierra se encuentran unidos cual uno solo.
Este Niño que mora en ti es el que tu Padre conoce como Su Hijo. Este Niño que mora en ti es el que conoce a Su Padre. (L-182.4:3-6; 5:1-2)
Y
a este Niño, Cristo, la Vida nunca le niega nada. Y este Niño es
nuestra esencia. Al centrarnos sólo en él, todo lo demás se nos da por
añadidura. Pues ya estamos salvados.
Parte 1: El agobio del mundo (I): La pesada carga de un trabajo insoportable
Parte 3: El agobio del mundo (y III): Arenas movedizas
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Parte 1: El agobio del mundo (I): La pesada carga de un trabajo insoportable
Parte 3: El agobio del mundo (y III): Arenas movedizas
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