sábado, 22 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XII)

El perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

El refrán expresa la actitud egoica de quien ni disfruta de algo ni deja que los demás lo disfruten. Como el ego lo ve todo en función de "o tú o yo", es decir, en clave de competencia/oposición (lo que tú tienes yo lo pierdo, y lo que yo tengo lo pierdes tú), intenta despojar de cosas a los demás. Incluso si no las disfruta él mismo. Todos hemos visto ejemplos de la infancia, cuando un niño no quiere un juguete pero al ver a otro niño tomar el mismo juguete, de repente sí lo quiere. No es por el juguete en sí mismo, sino más bien por el placer de privar a otro niño de él. El juguete parece revalorizarse debido a que otro niño sí lo desea. Al tenerlo yo —piensa el ego—, no soy feliz porque este objeto no me importa, pero al menos consigo que la otra persona tampoco sea feliz, pues le privo del juguete.

Esta perversa lógica de "o tú o yo" nos conduce a que pensemos equivocadamente que cuanto más felices sean los demás, menos felicidad queda para nosotros. Y por lo tanto, cuando nosotros nos sintamos felices nos sentiremos también culpables, porque creeremos que estamos robando felicidad a los demás. Al creer en la separación/limitación, creemos que la felicidad es también limitada y que las personas en busca de la felicidad somos diferentes unas de otras y que unas son más felices que otras. Pero todas estas suposiciones son del ego y están equivocadas.

Si elijo el perdón/felicidad, estoy eligiendo para mí y para todos por igual, ya que todos compartimos una misma mente:

No soy el único que experimenta los efectos de mi manera de ver. (L.18)

No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos. (L.19)

La luz del mundo les brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón. (L.63)

Esa tonta actitud infantil de privar a otro de su juguete aunque a nosotros no nos guste el juguete se refleja también en uno de los matices de este otro refrán:

Mal de muchos, consuelo de tontos.

Porque el Espíritu Santo, al contrario que el ego, nos enseña que todos estamos unidos. No se trata de "o tú o yo", sino de "tú y yo". Y de que tú y yo seamos ambos felices, no ambos infelices. ¿Cómo puede consolarnos realmente que otros muchos estén sufriendo también, si nosotros seguimos exactamente igual de mal?

El ego dice que cuanto más felices sean los demás, menos felicidad quedará para nosotros. Pero el Espíritu Santo responde que es al revés: cuanto más feliz es uno, más fácil es sintonizar la felicidad para todos. Cuanto más paz sientan los demás, más fácil será que yo también sienta paz. Por lo tanto, es un consuelo de tontos quitarle el juguete al prójimo con la equivocada esperanza de que al dejarle infeliz, la felicidad quedará en nosotros. La verdad es que o ambos somos inocentes/felices, o ambos culpables/infelices. Todos somos lo mismo y compartimos una misma mente. Si elegimos la felicidad, la estamos eligiendo para todos. Y cuando otros eligen la felicidad, la están eligiendo también para nosotros mismos.

El pez grande se come al chico.

El mundo del ego se rige por la "ley de la selva", la "ley del más fuerte": es un campo de batalla. Pero si alguien se aprovecha de su superioridad en el espacio/tiempo para comerse a quien está en inferiores condiciones, debería considerar que en el mundo de las formas siempre habrá un pez mayor que acabará comiéndonos a nosotros mismos. Así que si aceptamos instalarnos en el campo de batalla, acabaremos comidos. Ya vimos refranes parecidos en la parte I: "El que a hierro mata, a hierro muere", etc.

Pero tenemos la opción del perdón, saliendo así del campo de batalla y evitando comer y ser comidos. Entonces vivimos en paz. En última instancia, el pez más grande y poderoso de todos es Dios, la Totalidad que se come todas las ilusiones. Pero como las ilusiones no existen realmente, no ha sucedido nada. El Único Pez que existe no es realmente un pez, y como es pleno no se siente vacío y no necesita comer. Ya lo tiene/es todo. No hay ninguna otra cosa excepto Él. Y simplemente ES.

El que busca, encuentra.

Similar a citas bíblicas como la siguiente:

Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. (Mt 7:7-8)

Si elegimos el sistema de pensamiento de separación del ego, estamos pidiendo conflicto, buscando conflicto y encontrando conflicto. En cambio, si elegimos el sistema de pensamiento del perdón, estamos pidiendo paz y encontramos la paz.

El que la hace, la paga.

Si elegimos creer que somos un cuerpo, nos parecerá nacer y morir. Ser un cuerpo tiene sus consecuencias, pues las formas cambian y se deterioran. Nacer, deteriorarse y morir es el precio del "pecado" de creer en la separación.

No se dan cuenta de que negar a Dios es negar su propia Identidad, y en este sentido el costo del pecado es la muerte. (T.10.V.1.5)

O como dice la Biblia:

Porque la paga del pecado es la muerte, mas la dádiva de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:23)

Pero seguimos siendo libres de elegir recordar qué somos realmente. En ese caso no tenemos que pagar ningún precio, sino que reconocemos nuestra feliz infinitud.

De todos modos, aunque elijamos demorarnos en despertar, no podemos pagar nada realmente, pues las ilusiones y el sufrimiento son simplemente eso, inofensivas ilusiones que no hacen nada realmente, por mucho que creamos en ellas. Pero nuestra experiencia será sufrida debido a nuestro deseo de negar la verdad, por lo que no experimentaremos nuestra verdadera felicidad hasta que nos cansemos de jugar a sufrir, eligiendo entonces despertar.

El que la sigue, la consigue.

Significa lo mismo que el que ya hemos visto más arriba: "El que busca, encuentra". Quien es constante y tenaz con el perdón, acaba consiguiendo despertar.

El que calla, otorga. 

Si nos referimos a las formas, entonces esto es falso porque uno puede estar callado ante las tonterías ajenas sin que eso signifique que les dé la razón. De hecho, frecuentemente es peor discutir que callar, especialmente con aquellos poco dados a escuchar los argumentos de los demás.

Pero si nos referimos a un nivel más profundo, el nivel mental, si ante las creencias del ego nos mostramos pasivos (= callar) sin mirarlas con el Espíritu Santo y descubrir su falsedad, entonces estaremos otorgando realidad al ego y sufriremos las consecuencias: nuestra experiencia de vida se amargará. Por tanto, en este sentido, no debemos quedarnos callados ante el ego, sino hablarle del único modo posible: con el silencioso perdón.

No es lo mismo el silencio que el silencio (el silencio pasivo que el silencio del perdón). No es lo mismo callar que callar (el callar pasivo que el callar del sabio que ha reconocido tranquilamente la ilusoriedad de las creencias del ego).

El que mucho habla, mucho yerra.

Más vale hablar poco y bien, que mucho y mal. Es un tema que ya hemos comentado con más detalle en algunos refranes de la parte VI.

El que pega primero, pega dos veces.

Es un refrán del ego, que ataca porque tiene miedo. Los que no tienen miedo, en vez de atacar pueden permitirse poner la otra mejilla, pues saben que las ilusiones son inofensivas y el daño imposible.

Pero incluso si el prójimo no nos ataca (pues "pone la otra mejilla"), aun así el ego tiene miedo de ser atacado y nos susurra otro de sus refranes:

La mejor defensa es un ataque.

¡Por si acaso!, dice el ego. Pero el ego no se da cuenta de que es precisamente cuando atacamos como generamos nuestro propio sufrimiento.

Ya hemos comentado refranes similares a los dos anteriores, en la parte II, a partir del refrán que dice que "a palabras necias, oídos sordos".

Finalmente, digamos que poner la otra mejilla, o "callar" ante las piruletas sin sentido del ego, nos libera de la dinámica del ataque y nos lleva a la paz. Porque en este sentido, el que calla (= perdona; = pone la otra mejilla) no otorga.

Es muy importante que estos comentarios no se refieren a nuestro comportamiento físico o a nivel de las formas; se refieren a nuestra actitud mental, tal como ya explicamos en la mencionada parte II.

El que mucho corre, pronto para.

Esto es una invitación a abordar las situaciones con calma, sin prisas. Porque las prisas provienen del miedo. Es un tema que ya hemos tocado en varios refranes de la parte IV, por ejemplo "vísteme despacio que tengo prisa", "a camino largo, paso corto", etc.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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