jueves, 27 de julio de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XVII)

La esperanza es lo último que se pierde.

Es lo último que se pierde porque cuando agotamos completamente nuestras esperanzas, nos dejamos morir. A medida que la esperanza disminuye, aumentan nuestras tendencias suicidas conscientes o inconscientes. Por lo tanto, la esperanza es útil; es un brillo de luz en nuestra conciencia. Una reminiscencia de que en alguna parte de nosotros sigue intacta la felicidad. Pero debemos situar nuestras esperanzas en lo fiable, no en lo traidor. Debemos llevar cuidado de dónde depositamos nuestra esperanza. Si la depositamos en el ego y su cambiante mundo seremos decepcionados una y otra vez. Pero si ponemos nuestra confianza en el Espíritu Santo, nuestro despertar es seguro y encontraremos la paz y la felicidad.

Su Voz ((del Espiritu Santo)) te recuerda continuamente que tienes motivos para sentirte esperanzado debido a que estás a Su cuidado. (T.5.VII.1.6)

Es indudable, no obstante, que jamás encontrarás satisfacción en fantasías, de manera que tu única esperanza es cambiar de parecer con respecto a la realidad. (T.9.IV.10.2)

¿Pondrías tus esperanzas de paz y felicidad en lo que no puede sino fracasar? (T.19.IV.B.i.9.9)

Todo esfuerzo de encontrar esperanzas de paz en un campo de batalla ha sido en vano. (T.29.II.3.1)

No busques esperanzas más allá de tu Padre. (T.29.VII.10.6)

En él ((el mundo)) no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. Por mucho que te hayas esforzado por aprender la tarea que elegiste, la lección que refleja el Amor de Dios es todavía más fuerte. Y aprenderás que el Hijo de Dios es inocente, y verás otro mundo.

En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes. (T.31.I.7.6-11; 8.1)

Porque ese otro mundo es otra manera de ver el mundo, una en la que lo usamos para aprender la inocencia a través del perdón. La única utilidad feliz del mundo es usarlo como un aula en la que aprender a despertar de la creencia de que el mundo es real. Cualquier otra esperanza que pongamos en el mundo nos causará sufrimiento al reforzar la falsa creencia de que el mundo es real.

Aprende ahora, sin dejarte abatir por ello, que no hay ninguna esperanza de encontrar respuesta alguna en el mundo. (...) No sigas tratando de encontrar esperanzas donde no las hay. (T.31.IV.4.3,6)

Pero no te quedes sólo en eso. Sigue adelante:

Pues desde este punto —el más bajo— el aprendizaje te llevará a cumbres de felicidad (...). (T.31.IV.4.8)

De modo que pese a que:

El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee. (L.128)

Sin embargo:

Más allá de este mundo hay un mundo que deseo. (L.129)

Es el mundo mirado desde el punto de vista de practicar el perdón, y es algo que deseamos porque ver el mundo así (como un aula en la que practicamos el perdón) nos lleva a despertar del sueño de sufrimiento y reconocer la feliz verdad de nuestro Ser.

Así que habrá esperanzas genuinas o no, dependiendo de si miramos el mundo como algo real o como un aula en la que practicar el perdón y reconocer nuestra compartida inocencia.

La mente que no perdona vive desesperada, sin la menor esperanza de que el futuro pueda ofrecerle nada que no sea desesperación. (...) No tiene esperanzas, pero tú te conviertes en su esperanza ((al perdonarla)). Y al convertirte en su esperanza, te vuelves la tuya propia. (L.121.5.1; 7.3-4)

El único propósito digno de tu mente que este mundo tiene es que lo pases de largo, sin detenerte a percibir ninguna esperanza allí donde no hay ninguna. (L.128.2.3)

Pero, de nuevo, no nos quedemos sólo ahí, pues si nos desapegamos del mundo sin ser conscientes de nada a cambio, nos deprimiremos:

No puedes detenerte en la idea de que el mundo no tiene valor, pues a menos que veas que hay algo más por lo que sentirte esperanzado, no podrás evitar caer en la depresión. No estamos haciendo hincapié en que renuncies al mundo, sino en que lo intercambies por algo mucho más satisfactorio, algo rebosante de alegría y capaz de ofrecerte paz. ¿Crees acaso que este mundo puede ofrecerte eso? (L.129.1.2-4)

Es el perdón quien nos ofrece eso, puesto que nos conduce a la realidad. El perdón nos permite ver el mundo de otra manera, como un aula en la que aprendemos a despertar del sueño de esclavitud y a reconocer nuestra completa libertad. Ese sí es un mundo con esperanza, que aun siendo también ilusorio, nos acompañará como un río de agua fresca mientras sigamos aquí aprendiendo a despertar. Una vez que despertemos del todo, incluso el mundo del perdón desaparecerá y entonces disfrutaremos de la total Plenitud de nuestro Ser, sin interferencias.

Vivir para despertar (practicando el perdón) sí es una vida llena de esperanza:

Pues tener esperanzas está ciertamente justificado. Tus dudas no tienen sentido, pues Dios goza de perfecta certeza. Y el Pensamiento de Él nunca está ausente. (L.165.7.2-4)

De manera que sí tenemos motivos para la esperanza, si vemos el mundo como el tranquilo refugio en el que practicamos el perdón. Es ahí donde radica la esperanza; en ninguna otra parte. En el mundo en sí (visto por el ego como un lugar real) no hay esperanza alguna, pues todo falla y nos conduce al dolor. En el Cielo tampoco hay esperanzas porque en él la esperanza es innecesaria porque ya hay plenitud de todo. La esperanza remite a beneficios futuros (por ejemplo la esperanza de despertar de la pesadilla de la dualidad), pero en el Cielo no hay futuro: todas las bendiciones ya están colmadas en el presente y por eso no hay necesidad de esperanza. ¿Quién podría tener la esperanza de lograr algo cuando ya disfruta de ello?

Por eso el Curso dice:

Si supieras el significado de Su Amor, tanto la esperanza como la desesperación serían imposibles. Pues toda esperanza quedaría colmada para siempre y cualquier clase de desesperación sería inconcebible. (L.168.2.1-2)

Así es en el Cielo. Así es en Dios. Ahí ya lo tenemos todo, pues lo somos todo. Somos Uno. Somos Él, lo que es:

En Ti ya se han colmado todas mis esperanzas. (L.286.1.6)

Eso es el Ser, despierto. Pero incluso ahora, cuando aún estamos en el proceso de despertar, el mero hecho de saber que ese es nuestro destino nos da esperanzas mientras seguimos practicando el perdón:

¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? (C.Epílogo.1.6)

De hecho, ese Epílogo de la Clarificación de términos es una joya de esperanza, muy recomendable de releer entero. Copiaré de muestra el comienzo del primer párrafo, que es bellísimo (incluye la frase que acabo de citar):

No olvides que una vez que esta jornada ha comenzado, el final es seguro. Las dudas te asaltarán una y otra vez a lo largo del camino, y luego se aplacarán sólo para volver a surgir. El final, no obstante, es indudable. Nadie puede dejar de hacer lo que Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto, recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte, pero aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión está la realidad y está Dios. (C.Epílogo.1.1-8)

Y con esta esperanzadora cita hemos puesto el broche de oro a este comentario sobre el refrán de la esperanza.

Otro refran relacionado:

Mientras hay vida hay esperanza. 

Y vida siempre tendremos, pues jamás podremos perderla (aunque sí imaginar que la distorsionamos), pues nuestro ser es inmortal. Por lo tanto, teniendo siempre vida en nuestro interior, nunca ha de faltarnos la esperanza.

De todos modos ya hemos tocado el tema de la esperanza en diversos capítulos de esta serie. Por ejemplo, las citas pueden complementarse con las dos que ya di en el capítulo XV, que son muy oportunas (las que vienen tras el refrán de "Hombre viejo, cada día un duelo nuevo").

☼☼☼

La experiencia es la madre de la ciencia.

Cuando miramos con discernimiento, la experiencia es la madre de la sabiduría. Si miramos atentamente los resultados de seguir el sistema de pensamiento del ego, pronto nos daremos cuenta de que siempre conllevan carencia, deterioro y sufrimiento. Y cuando tengamos esto bien claro por experiencia propia, tendremos la sabiduría de cambiar el ego por el perdón. Únicamente esto es sabio, pues únicamente esto nos llevará a reconocer nuestra verdadera felicidad.

La fe mueve montañas.

Si tenemos la fe de practicar con constancia el perdón, los obstáculos que pone el ego para obstruir nuestra felicidad desaparecerán. Esos obstáculos que parecían montañas se convierten en granitos de arena que podemos alejar con un simple soplido de perdón.

Como dice el Jesús bíblico:

Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a este monte: "quítate de ahí y ponte allá", y el monte os obedecería. ¡Nada sería imposible para vosotros! (Mt 17:20)

Independientemente de que al recobrar el acceso a la mente inconsciente podemos transformar si queremos las circunstancias externas, aun así lo importante es lo interno: los obstáculos del ego son obstáculos en el interior de nuestra mente (creencias erróneas), mientras que las proyecciones externas son simplemente un truco para distraernos de lo interior. Con el perdón deshacemos los verdaderos obstáculos (internos) y alcanzamos la verdadera felicidad, que siendo felicidad interior no depende de la presencia o ausencia de los aparentes objetos externos.

La guerra engendra guerra.

Si elegimos el sistema de pensamiento del ego, no podemos esperar conseguir paz. Cosecharemos sus resultados: conflicto. Es un tema que ya hemos visto repetidamente, por ejemplo cuando vimos el refrán de "El que a hierro mata, a hierro muere" (capítulo I), el de "De tal palo, tal astilla" (capítulo IX), o el de "Si uno no quiere, dos no se pelean" (capítulo VIII), etc. Si elegimos el sistema de pensamiento de la paz, no experimentaremos otra cosa que paz.

La hermosura poco dura.

Este refrán está relacionado con el primero que vimos en este capítulo, sobre la esperanza. No debemos depositar nuestra esperanza en las cosas de este mundo, pues aquí todo es temporal y tarde o temprano se acaba. La belleza física puede deslumbrar durante algunos años, pero el mundo y el cuerpo son cambiantes (como todo lo relativo al ego) y están en constante deterioro. Por lo tanto, la única hermosura que sí dura es la belleza interior, que podemos descubrir mediante el perdón.

La información es poder.

Si disponemos de la información de que este mundo no es real y de que podemos recordar nuestro verdadero Ser mediante el proceso del perdón, esto nos da el poder de despertar. Esto nos conduce a la verdadera felicidad, al poder infinito de nuestro Ser, que es el Ser Mismo.

La intención es lo que vale.

Lo que realmente cuenta es lo interno (la mente, el propósito), no los actos externos. La intención o propósito con el que hacemos las cosas (con el ego o con el Espíritu Santo) es lo que determina su valor (sufrir o despertar en paz). Los actos externos son solamente formas. Lo que importa no es la forma, sino el contenido, el propósito desde el que obramos. En este sentido, la intención es lo que cuenta. Si ayudo a alguien para sentirme superior, entonces lo que cuenta es mi intención de despreciar a otro, y eso significa que yo mismo estoy eligiendo hundirme en el cenagal de sufrimiento del ego, al estar reforzando la intención o propósito del ego, que es mantenernos en el sueño del sufrimiento. Pero si ayudo a alguien reconociendo nuestra inherente igualdad y como una manera de apoyar nuestro mutuo despertar, entonces estoy obrando desde la intención de aceptar la verdad, y esa es la única intención valiosa, el único propósito digno, pues es lo que nos conduce a reconocer nuestra inagotable felicidad.

Cuando estamos en el ego ninguna intención es amorosa, por muy bienintencionada que parezca externamente:

No confíes en tus buenas intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. (T.18.IV.2.1-2)

Por lo tanto, incluso a la hora de ayudar a los demás, hagámoslo tomando como guía al Espíritu Santo. Porque con el ego toda ayuda se convierte en un regalo envenenado, con el propósito de reforzar el especialismo y el sueño de separación, en vez de ayudar de verdad. La única verdadera ayuda es la de apoyar en todo aquello que nos ayude a despertar. Y como un ciego no puede guiar a otro ciego, antes deberíamos de tener la humildad de despertar lo suficiente nosotros mismos, y una muestra de esto es tener el discernimiento de sintonizar con el Espíritu Santo (la mentalidad recta) antes de querer ayudar "a nuestra manera". Ya que "ayudar a nuestra manera" (desde el ego) no es ayudar. Como dijo Jesús:

Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán al hoyo. (Mt 15:14) (Evangelio de Tomás, 34)

Con el ego vamos ciegos. Pero si nos unimos al Espíritu Santo, entonces no podremos evitar ser inspirados y que todo lo que hagamos se convierta en una bendición de amor y una ayuda para despertar.

Por lo tanto, si la intención o propósito es lo que vale, lo que debemos vigilar es si estamos siguiendo al ego o al Espíritu Santo. Eso es lo que cuenta, y lo demás son apariencias de la forma. Al estar atentos a esto, podremos cambiar desde el ego hasta el Espíritu Santo cuando nos sintamos mal, y así recuperar nuestra merecida paz.

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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