Lección 157 — En Su Presencia he de estar ahora
Esta lección, al igual que la anterior, refleja nuestras mentes rectas y nos ayuda a tomar conciencia de la verdad hacia la cual caminamos. No se hace hincapié en lo que hay en nuestras mentes equivocadas, sino en la visión del perdón, de manera que retornamos a un tema importante a lo largo de las lecciones anteriores.
(1) Este día es un día de silencio y de fe. Es un tiempo especial y muy prometedor en el calendario de tus días. Es un tiempo que el Cielo ha reservado para brillar sobre él y verter una luz perenne en la que se oyen ecos de la eternidad. Este día es santo, pues anuncia una nueva experiencia; una manera de sentir distinta y una conciencia diferente. Son muchos los días y las noches que te has pasado celebrando la muerte. Hoy vas a aprender a sentir el júbilo de la vida.
Jesús nos está diciendo: "Estoy tratando de ayudaros a recordar la verdad que está en vuestro interior, una verdad de felicidad y de paz. Esto os conducirá a una experiencia que reflejará Quién sois como Cristo. ¿No es hora ya de dejar de lado el dolor de haber elegido la muerte? Hoy nos permitimos elegir la vida". El medio para lograr este fin es el perdón: las oportunidades diarias que cada día nos ofrece para pedirle a Jesús que nos ayude a ver más allá de la falta de santidad —la nuestra y la de nuestros hermanos— hasta el santo Cristo que nos une como un único Hijo. Jesús conmovedoramente nos da una idea de los maravillosos dones que él ofrece cuando le permitimos ver por nosotros. Esta hermosa visión se hace eco de la belleza de la eternidad:
Cuando hayas contemplado lo que parecía infundir terror y lo hayas visto transformarse en paisajes de paz y hermosura; cuando hayas presenciado escenas de violencia y de muerte y las hayas visto convertirse en serenos panoramas de jardines bajo cielos despejados, con aguas diáfanas, portadoras de vida, que corren felizmente por ellos en arroyuelos danzantes que nunca se secan, ¿qué necesidad habrá de persuadirte para que aceptes el don de la visión? Y una vez que la visión se haya alcanzado, ¿quién podría rehusar lo que necesariamente ha de venir después? Piensa sólo en esto por un instante: puedes contemplar la santidad que Dios le dio a Su Hijo. Y nunca jamás tendrás que pensar que hay algo más que puedas ver. (T.20.VIII.11) (Pág. 496)
(2.1-2) Éste es otro punto decisivo en el plan de estudios. Añadimos ahora una nueva dimensión: otra clase de experiencia que arroja una nueva luz sobre todo lo que ya hemos aprendido y nos prepara para lo que todavía nos queda por aprender.
Aquí, de nuevo, Jesús nos hace recordar lo que hemos aprendido y cuán lejos hemos llegado —lo cual es la preparación para que él nos lleve todavía más lejos. En las lecciones previas él nos ha enseñado que el mundo es una ilusión, que no hay diferencia entre nuestras percepciones y pensamientos, y que hay otro Maestro al cual podemos elegir, Quien nos llevará gradualmente desde el cuerpo hasta la mente. Jesús comienza con nuestras experiencias externas, y su propósito es mostrarnos que éstas no son otra cosa que sombras o reflejos de las decisiones de la mente. Por lo tanto él nos está enseñando de dónde venimos y a dónde nos está llevando. Lo único que necesitamos es seguir estrechando su mano, a medida que todos juntos recorremos el camino del perdón.
(2.3-4) Nos lleva a las puertas donde finaliza el aprendizaje y donde captamos un atisbo de lo que se encuentra mucho más allá de lo que el aprendizaje puede lograr. Nos deja aquí por un instante, y nosotros seguimos adelante, seguros de nuestro rumbo y de nuestro único objetivo.
El objetivo de Un Curso de Milagros es llevarnos a lo que el Texto se refiere como "la puerta del Cielo" [o en plural poético metafórico para referirse a lo mismo: "las puertas del Cielo"]: el mundo real. En ese momento cesa todo aprendizaje y lo que sigue a eso es la experiencia del amor. Tanto en esta lección como en la próxima Jesús nos explica que la experiencia del Amor de Dios, la Unidad que es nuestro Ser, está más allá de lo que podemos aprender. Sin embargo, se nos puede enseñar a eliminar las interferencias a esa experiencia. Estas lecciones, por lo tanto, son un programa de entrenamiento de un año de duración que nos ayuda a desaprender lo que el ego nos ha enseñado. El desaprendizaje se logra mediante el perdón, el cual nos lleva a través del mundo de pasados odios hasta alcanzar el mundo real —la puerta del Cielo— y luego más allá hasta el amor.
Perdona el pasado y olvídate de él, pues ya pasó. Ya no te encuentras en el espacio que hay entre los dos mundos. Has seguido adelante y has llegado hasta el mundo que yace ante las puertas del Cielo. Nada se opone a la Voluntad de Dios ni hay necesidad de que repitas una jornada que hace mucho que concluyó. Mira a tu hermano dulcemente, y contempla el mundo donde la percepción de tu odio ha sido transformada en un mundo de amor. (T.26.V.14) (Pág. 621)
Efectivamente Jesús nos está diciendo: "¿Por qué elegirías permanecer en un mundo de odio cuando te estoy ofreciendo mi mundo de amor? Hermano mío, elige de nuevo". Esto se reitera en "The Gifts of God" ["Los Regalos de Dios"]:
"Elige una vez más" sigue siendo tu única esperanza. La oscuridad no puede ocultar los dones [=regalos] de Dios a menos que tú quieras que así sea. En paz vengo, y te ruego ahora que pongas punto final al tiempo y saltes conmigo dentro de la eternidad... sosteniendo mi mano mientras regresas a casa, porque volvemos juntos. Ahora las huestes del Cielo vienen con nosotros para barrer todos los vestigios de sueños y cada pensamiento basado en la ilusoria nada. ¡Cuán querido le eres a Dios, Quien no te pide otra cosa sino que camines conmigo y lleves Su luz adentro de un mundo enfermo, que el miedo ha vaciado de amor y vida y esperanza. (The Gifts of God, p. 117)
(3.1) Hoy se te concederá tener un atisbo del Cielo, aunque regresarás nuevamente a las sendas del aprendizaje.
Una vez más, Jesús nos dice que está al corriente de que esto es un proceso. Sin embargo el ritmo se acelera si procuramos hacer las lecciones correcta y diligentemente, practicando a través del año de entrenamiento que provee el Libro de ejercicios. La experiencia de la verdad del amor vendrá a medida que dejamos ir nuestros egos, aunque sólo sea por un instante. Eso no significa que nuestro viaje habrá terminado o que hayamos completado el aprendizaje, sino que el "atisbo del Cielo" es una señal de que Jesús está llevándonos a la realidad, ya presente en nuestro interior.
(3.2-3) Tu progreso, no obstante, ha sido tal que puedes alterar el tiempo lo suficiente como para poder superar sus leyes y adentrarte en la eternidad por un rato. Aprender a hacer esto te resultará cada vez más fácil, a medida que cada lección, fielmente practicada, te lleve con mayor rapidez a este santo lugar y te deje, por un momento, con tu Ser.
Jesús vuelve a subrayar nuestra necesidad de ensayar fielmente estas lecciones, lo que significa que tenemos que practicarlas una y otra vez. Cuando alguien ensaya un papel en una obra de teatro, lo que hace es repetir su parte del guión una y otra vez hasta que lo domina. Jesús nos está pidiendo que hagamos lo mismo con el guión de su obra llamada "Expiación". Esto no significa que repitamos de memoria la idea del día, sino que se trata de una repetición en el sentido de traer constantemente nuestros problemas hacia su corrección, permitiéndole así llevarnos a casa.
(4) Él dirigirá tu práctica hoy, pues lo que estás pidiendo ahora es lo que Su Voluntad dispone. Y al haber unido tu voluntad a la Suya en este día, es imposible que no se te conceda lo que estás pidiendo. No necesitas más que la idea de hoy para iluminar tu mente y dejar que descanse en tranquila expectación y en sereno gozo, desde los cuales dejas atrás rápidamente al mundo.
En este párrafo tenemos un mayor desarrollo de los temas de las dos últimas lecciones. "No necesitas más que la idea de hoy" porque Jesús no requiere nada de nosotros excepto que elijamos estar en la presencia de Cristo en lugar de en la del ego. Aprendo no solamente que he cometido un error al elegir al segundo, sino que dispongo de otro Maestro al que puedo elegir. Aquí, por cierto, las palabras de Jesús hablan de Cristo en este rol, aunque es en realidad el Espíritu Santo Quien enseña.
(5.1) A partir de hoy, tu ministerio adquirirá un genuino fervor y una luminosidad que se transmitirá desde tus dedos hasta aquellos a quienes toques, y que bendecirá a todos los que contemples.
No interpretes esto al pie de la letra, por favor, o de lo contrario te verás tocando estúpidamente a los demás con tu dedo santo, o apagando las luces para que la gente te vea brillar. Se trata de símbolos y evidentemente no deben ser tomados como una verdad literal. Puesto que Jesús es muy claro en que el cuerpo es una ilusión, ¿por qué te diría que tus dedos debieran brillar? Menciono esto solamente porque hay quienes podrían tener la tentación de tomar estas palabras literalmente. Es nuestra mente la que "brilla" —con la perdonadora luz de Cristo que abarca a la Filiación a través de nuestra devoción a la verdad, la cual brilla en nosotros cual una sola.
(5.2-3) Una visión llegará a todos aquellos con quienes te encuentres, a todos aquellos en quienes pienses y a todos aquellos que piensen en ti. Pues la experiencia que has de tener hoy transformará tu mente de tal manera que se convertirá en la piedra de toque de los santos Pensamientos de Dios.
Volvemos a la enseñanza central de Un Curso de Milagros: no uno o el otro, sino todo o nada. O bien la visión de Cristo toca a todos los Hijos de Dios, o no toca a ninguno de ellos, incluidos nosotros. Recordemos esta maravillosa declaración de la visión final del Texto:
Traigo a vuestros cansados ojos una visión de un mundo diferente, tan nuevo, depurado y fresco que os olvidaréis de todo el dolor y miseria que una vez visteis. Mas tenéis que compartir esta visión con todo aquel que veáis, pues, de lo contrario, no la contemplaréis. Dar este regalo es la manera de hacerlo vuestro. Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese. (T.31.VIII.8.4-7) (Pág. 753)
Más temprano en el Texto Jesús señala lo mismo, hablando de la relación santa como un heraldo de la eternidad que proclama la unidad del amor:
Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del pecado y del miedo. Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que se encuentra mucho más allá de éste. Dos voces que se alzan juntas hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. Y en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida. ¡Que la paz sea con vuestra relación santa, la cual tiene el poder de conservar intacta la unidad del Hijo de Dios! Lo que le das a tu hermano es para el bien de todos, y todo el mundo se regocija gracias a tu regalo. (T.20.V.2.1-6) (Pág. 485)
Felizmente aprendemos la lección de Jesús de "o juntos, o de ninguna manera" (T.19.IV-D.12.8): la visión que transforma nuestra mente y la mente de la Filiación por medio del pensamiento de total perdón, reflejando el Pensamiento de Dios de total amor.
(6.1) Tu cuerpo será santificado hoy, al ser su único propósito ahora iluminar el mundo con la visión de lo que has de experimentar en este día.
Obviamente no es el cuerpo lo que es santificado. El punto de Jesús es inconfundible: el propósito santifica al cuerpo, pues en sí mismo no es nada, ni santo ni profano. La mente puede servir a ambos: al profano propósito del ego de reforzar el pecado de separación, o al santo propósito del Espíritu Santo de deshacer esa elección y corregir los errores del ego mediante el perdón. Sin embargo, como creemos que somos cuerpos, esta lección debe ser traducida para la mente en una forma que podamos aceptar y entender. Una vez más, es el contenido lo que es santo, no la forma. El siguiente mensaje del Texto contrasta estos dos propósitos de la mente: el juicio o la visión, el pecado o la impecabilidad [=ausencia de pecado]:
El cuerpo es el medio a través del cual el ego trata de hacer que la relación no santa parezca real. (...) Y su propósito aquí es el pecado. (...) Y si lo que ves es el cuerpo, es que has optado por los juicios en vez de por la visión. Pues la visión, al igual que las relaciones, no admite grados. O ves o no ves. (T.20.VII.5.1,3,7-9) (Pág. 492)
Todo aquel que ve el cuerpo de un hermano ha juzgado a su hermano y no lo ve. No es que realmente lo vea como un pecador, es que sencillamente no lo ve. En la obscuridad del pecado su hermano es invisible. (...) Y ahí, en la obscuridad, es donde te imaginas que la realidad de tu hermano es un cuerpo, el cual ha entablado relaciones no santas con otros cuerpos y sirve a la causa del pecado por un instante antes de morir. (T.20.VII.6.1-3,7)
Existe ciertamente una clara diferencia entre este vano imaginar y la visión. La diferencia no estriba en ellos, sino en su propósito. Ambos son únicamente medios, y cada uno de ellos es adecuado para el fin para el que se emplea. (T.20.VII.7.1-3)
Tú te enseñaste a ti mismo a juzgar; mas tener visión es algo que se aprende de Aquel que quiere anular lo que has aprendido. Su visión no puede ver el cuerpo porque no puede ver el pecado. Y de esta manera, te conduce a la realidad. (T.20.VII.8.4-6) (Pág. 493)
Jesús no quiere decir que neguemos lo que nuestros ojos ven. Más bien, no ver el cuerpo significa no ver a través del propósito de juicio y pecado del ego —intereses separados— sino el propósito de perdón del Espíritu Santo —intereses compartidos.
(6.2-3) Una experiencia como ésta no se puede transmitir directamente. No obstante, deja en nuestros ojos una visión que podemos ofrecerles a todos, para que puedan tener lo antes posible la misma experiencia en la que el mundo se olvida calladamente y el Cielo se recuerda por un tiempo.
Una vez más: es el aprendizaje lo que puede ser dado y entendido. La experiencia viene cuando el proceso está completo. El mundo se olvida calladamente mediante el olvido del sistema de pensamiento que lo hizo, lo cual significa elegir contra el ego. Aprendemos que Jesús tenía razón: "La salvación es una empresa de colaboración" (T.4.VI.8.2) y no algo que se gana a costa de otra persona, como insiste el ego. Por lo tanto aprendemos a dejar ir los juicios y a elegir la visión, tal como Jesús nos instruye:
La salvación es la meta del Espíritu Santo. El medio es la visión. Pues lo que contemplan los que ven está libre de pecado. Nadie que ama puede juzgar, y, por lo tanto, lo que ve está libre de toda condena. Y lo que él ve no es obra suya, sino que le fue dado para que lo viese, tal como se le dio la visión que le permitió ver. (T.20.VII.9.4-8) (Pág. 493)
(7.1) A medida que esta experiencia se intensifica y todos tus objetivos excepto éste dejan de ser importantes, el mundo al que retornas se acerca cada vez más al final del tiempo, se asemeja un poco más al Cielo en todo y se aproxima un poco más a su liberación.
Una vez más: no es que el mundo se transforme en el Cielo. ¿Cómo puede transformarse lo que no es nada? Otros caminos espirituales hablan de la transformación del mundo, y la Biblia habla de una Nueva Jerusalén en la tierra (Apocalipsis 3:12, 21:2). Esto, sin embargo, no es lo que Jesús quiere decir. Lo que es transformado es nuestro sistema de pensamiento, lo que significa que el propósito del mundo es cambiado. La frase de arriba implica claramente que Jesús está hablando de un proceso: "A medida que esta experiencia se intensifica y todos tus objetivos excepto éste dejan de ser importantes". Jesús no dice que se conviertan en totalmente inútiles, al menos no todavía. El mérito y valor que le concedemos al mundo y a nuestras experiencias aquí disminuirá con el tiempo, a medida que aprendemos a no valorar lo que carece de valor (L.133). Jesús habla de esto en la tercera etapa del desarrollo de la confianza:
Mediante esa renuncia [a lo que no tiene valor], aprende que donde esperaba aflicción, encuentra en su lugar una feliz despreocupación; donde pensaba que se le pedía algo, se encuentra agraciado con un regalo. (M.4.I.A.5.8) (Pág. 11)
Paso a paso somos conducidos a través del mundo perdonado hasta la puerta del Cielo, más allá de la cual el aprendizaje no puede ir —pero nosotros sí.
(7.2-4) Y tú que le brindas luz podrás ver la luz con más certeza; la visión con mayor nitidez. Mas llegará un momento en que no retornarás con la misma forma en la que ahora apareces, pues ya no tendrás más necesidad de ella. Pero ahora tiene un propósito, y lo cumplirá debidamente.
Cuando el propósito del perdón se ha consumado y entramos en el mundo real, ya no tendremos más necesidad del cuerpo como un aula [recurso de aprendizaje], al haber recordado que somos el Hijo de Dios. Nuestra siguiente aparición en el cuerpo sería por lo tanto diferente, pues nuestra mente habría cambiado. Sin embargo, antes de que llegue ese feliz día, estar en el cuerpo sirve al santo propósito de aprender el perdón, además de ser un ejemplo para que otros aprendan lo mismo. Tal es el propósito de la relación santa: unirnos con Jesús mientras nos unimos con nuestros hermanos, compartiendo la luz mutuamente y con el mundo.
Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se había ocultado en la obscuridad. Has estado dispuesto a llevar la obscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a todos los que quieren permanecer en la obscuridad. Los que quieran ver verán. Y se unirán a mí para llevar su luz a la obscuridad cuando la obscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. (T.18.III.6.1-4) (Pág. 422)
Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la obscuridad. La obscuridad en ti se llevó ante la luz. Lleva esa luz ahora a la obscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu obscuridad. (T.18.III.7.1-3) (Pág. 422)
Este pasaje del Libro de ejercicios también hace referencia específicamente a lo que Jesús ocasionalmente le decía a Helen: que la próxima vez que ella venga sería diferente; queriendo decir que ella estaría en el mundo real*.
* Ver mi libro "Absence from Felicity" ["Ausencia de Felicidad", publicado en español por la editorial Grano de Mostaza], p. 476 [en la publicación en español está a partir de la página 526].
(8.1) Hoy nos embarcamos en un viaje con el que jamás has soñado.
Esa frase puede entenderse literalmente y en sentido figurado. No hemos soñado con ello porque nuestra culpa no nos ha permitido creer que retornar al Cielo sea posible; pero al mismo tiempo, no hemos soñado con ello porque la realidad está más allá de todos los sueños. Los sueños del ego nos llevan más y más lejos de Dios, mientras que los sueños felices del Espíritu Santo nos llevan venturosamente de vuelta.
(8.2) Pero el Santísimo, el Dador de los sueños felices de vida, el Traductor de la percepción a la verdad, el santo Guía al Cielo que se te ha dado, ha soñado por ti esta jornada que emprendes y das comienzo hoy, con la experiencia que este día te ofrece para que sea tuya.
El Espíritu Santo traduce —cambiando su propósito— las experiencias que tenemos en el mundo perceptual, llevándonos desde el propósito del ego —que nos arraiga todavía más al sueño— al Suyo, que nos ayuda a despertar del sueño mediante Su visión del perdón:
La visión es el medio a través del cual el Espíritu Santo transforma tus pesadillas en sueños felices y reemplaza tus dementes alucinaciones —que te muestran las terribles consecuencias de pecados imaginarios— por plácidos y reconfortantes paisajes. Estos plácidos paisajes y sonidos se ven con agrado y se oyen con alegría. Son Sus substitutos para todos los aterradores panoramas y pavorosos sonidos que el propósito del ego le trajo a tu horrorizada conciencia. Ellos te alejan del pecado y te recuerdan que no es la realidad lo que te asusta, y que los errores que cometiste se pueden corregir. (T.20.VIII.10.4-7) (Pág. 496)
Ahora viene este bello cierre:
(9) En la Presencia de Cristo hemos de estar ahora, serenamente inconscientes de todo excepto de Su radiante faz y de Su Amor perfecto. La visión de Su faz estará contigo, pero llegará un instante que transcenderá toda visión, incluida ésta, la más sagrada. Esto es algo que jamás podrás enseñar, porque no lo adquiriste a través del aprendizaje. No obstante, la visión habla del recuerdo de lo que supiste en ese instante, y de lo que, sin duda, habrás de saber de nuevo.
En este inspirador pasaje Jesús te dice que es posible tener una experiencia en la cual tu identidad se transformará, permitiéndote abandonar completamente el mundo del ego. Volverás porque aún no has dejado de lado totalmente a tu ego. Sin embargo el Espíritu Santo traducirá tu visión en la experiencia aquí, la cual puede entonces llegar a los demás. Esto no tiene nada que ver con las palabras ni con el comportamiento, sino con la ausencia de ego en tu mente. Si bien no puedes enseñar el Amor de Dios y la Unidad, sí puedes enseñar a deshacer la culpa —tu ausencia de juicios hacia ti mismo y hacia los demás deshace las interferencias al recuerdo de la experiencia de la unidad. Por lo tanto, no enseñas directamente la verdad sino que enseñas a deshacer la ilusión, y así la verdad volverá a tu conciencia cuando tú te vuelvas a ella.
Permítanme mencionar que no es un error tipográfico haber deletreado «rememberance» con una "e" de más [la palabra formalmente correcta en inglés es «remembrance»; en español, traducido como "recuerdo", obviamente este tema no sucede]. La sílaba extra se necesitaba para la métrica (recuerden que esto está escrito en pentámetro yámbico), un ejemplo de licencia poética.
☼☼☼
Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.
Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios actualmente cerrados. Si quieres comentar algo podrías inscribirte en el foro 'Concordia y Plenitud' mientras siga abierto:
http://concordiayplenitud.foroactivo.com/
Saludos :-)
☼☼☼
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.