viernes, 31 de octubre de 2014

L-193 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 193 — Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda

La lección 193 prosigue con el mensaje del perdón. Al igual que en la lección anterior, el uso que Jesús hace del lenguaje es un factor importante a la hora de entender su enseñanza. Algunas contradicciones serán evidentes, y nuevamente tendremos que hacer una distinción entre los significados metafóricos y los significados literales. El comienzo de esta lección deja claro que Dios no enseña, pues Él nada sabe de aprendizajes que únicamente tienen sentido en un mundo erróneo y dual que necesita corrección. Además, tanto aquí como en otros lugares del Libro de ejercicios, la palabra Dios se refiere al Espíritu Santo. De modo que, por ejemplo, cuando Jesús dice "Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente" (lección 30), él se refiere al Espíritu Santo, el recuerdo de Dios, Quien mantiene el propósito del perdón en nuestras mentes. De hecho, a lo largo de Un Curso de Milagros nuestro Maestro es el Espíritu Santo, y cuando entendemos el contenido que subyace detrás de la forma, los problemas en este nivel se disuelven y somos capaces de fluir con el amor más allá de las palabras. Finalmente, esta lección es importante porque representa el propósito del mundo: un aula en la cual nuestro Maestro nos enseña el significado del perdón. 

(1.1) El aprendizaje es algo que le es ajeno a Dios.

Repito una vez más, esta declaración inicial parece contradecir la afirmación del título. Pero cuando el contenido es entendido, la aparente contradicción desaparece. 

(1.2-4) Su Voluntad, no obstante, se extiende hasta lo que Él no entiende, en el sentido de que Él dispone que la felicidad que Su Hijo heredó de Él permanezca incólume, sea perpetua y por siempre en aumento, que se expanda eternamente en la dicha de la creación plena, que sea eternamente receptiva y absolutamente ilimitada en Él. Ésa es Su Voluntad. Por lo tanto, Su Voluntad provee los medios para garantizar que se cumpla. 

En la lección precedente hemos visto que no hay manera de que podamos entender la naturaleza eterna de la creación. Pero podemos entender su reflejo: el perdonador sistema de pensamiento del Espíritu Santo. Esta es la extensión de la Voluntad de Dios "hasta lo que Él no entiende". Cuando, por medio del perdón, los bloqueos que hemos puesto en nuestras mentes desaparecen, entenderemos por experiencia directa que somos parte de la Voluntad de Dios eternamente. Sin embargo nuestro entendimiento aguarda a que desaprendamos el sistema de pensamiento del ego con el cual nos hemos identificado y que mantenemos oculto en nuestra mente. La única manera de acceder a este sistema de pensamiento reprimido es que el Espíritu Santo nos enseñe a ver su sombra (proyección) en el mundo que percibimos. Según la visión del Espíritu Santo el mundo se convierte en una amorosa aula, no porque tenga un valor intrínseco, sino porque se le ha dado el propósito de reflejar el mundo interior, del cual no estábamos siendo conscientes. Ahora nos damos cuenta de que el odio que dirigíamos hacia otros venía del odio que sentimos hacia nosotros mismos, y que podemos hacer algo al respecto. Ningún cambio significativo es posible hasta que reconozcamos que nuestra mente ha estado defendiendo ese sistema de pensamiento. Este es el mensaje sanador de la lección. 

(2.1-2) Dios no ve contradicciones. Sin embargo, Su Hijo cree verlas.

Creemos que hay luz y oscuridad, amor y miedo, y por encima de todo, vida y muerte. Pero son contradictorios. En el Cielo no hay opuestos: hay luz, amor y vida; y nada más: 

No hay nada externo a ti. Esto es lo que finalmente tienes que aprender, pues es el reconocimiento de que el Reino de los Cielos te ha sido restaurado. Pues eso fue lo único que Dios creó, y Él no lo abandonó ni se separó a Sí Mismo de él. El Reino de los Cielos es la morada del Hijo de Dios, quien no abandonó a su Padre ni mora separado de Él. El Cielo no es un lugar ni tampoco una condición. Es simplemente la conciencia de la perfecta Unicidad y el conocimiento de que no hay nada más: nada fuera de esta Unicidad, ni nada adentro. (T.18.VI.1) (Pág. 428)

En este estado de perfecta Unicidad no hay diferenciación, y por lo tanto no existen los opuestos ni las contradicciones. 

(2.3) Por eso tiene necesidad de Alguien que pueda corregir su defectuosa manera de ver y ofrecerle una visión que lo conduzca de nuevo al lugar donde la percepción cesa. 

Esto es la mente. Al elegir al Espíritu Santo como nuestro Maestro, el mundo que creemos que está fuera de nosotros adquiere un nuevo propósito. La percepción es llevada de vuelta a nuestra mente, que es donde comenzó y donde puede ser cambiada. Por lo tanto el rol del Espíritu Santo consiste en ver por nosotros, lo cual Él no puede hacer cuando nos negamos a llevar nuestras percepciones erróneas a Su visión sanadora: 

Él ve por ti, pero a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. La visión de Cristo no es sólo para Él, sino para Él junto contigo. Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tenebrosos y secretos, y contémplalos con Él. (...) Uniéndote a Su manera de ver es como aprendes a compartir con Él la interpretación de la percepción que conduce al conocimiento. (...) Ver con Él te mostrará que todo significado, incluyendo el tuyo, no procede de una visión doble, sino de la dulce fusión de todas las cosas en un solo significado, una sola emoción y un solo propósito. (...) La única visión que el Espíritu Santo te ofrece brindará esta unicidad a tu mente con una claridad y una luminosidad tan intensas que por nada del mundo dejarías de aceptar lo que Dios quiere que tengas. (T.14.VII.6.6-8; 7.1,5,7) (Pág. 319 y 320)

Compartir el único propósito del perdón con el Espíritu Santo y con nuestros hermanos es el medio por el que volvemos a la Unicidad del Cielo, al haberse fundido la verdadera percepción en el conocimiento. 

(2.4) Dios no percibe en absoluto. 

Esto es otra manera de decir que Dios no tiene nada que ver con el universo dualista de la percepción. ¿Cómo iba a poder la Perfecta Unidad conocer alguna otra cosa que no sea Ella Misma? Por lo tanto la percepción, el estado de consciencia post-separación —el mundo de sujeto y objeto— no existe. El resultado de la ilusión solamente puede ser ilusión: 

Antes de que la separación introdujese las nociones de grados, aspectos e intervalos, la percepción no existía. El espíritu no tiene niveles (...). La conciencia —el nivel de la percepción— fue la primera división que se introdujo en la mente después de la separación, convirtiendo a la mente de esta manera en un instrumento perceptor en vez de en un instrumento creador. La conciencia ha sido correctamente identificada como perteneciente al ámbito del ego. El ego es un intento erróneo de la mente de percibirte tal como deseas ser, en vez de como realmente eres. (T.3.IV.1.5-6; 2.1-3) (Pág. 45)

(2.5-6) Él es, no obstante, Quien provee los medios para que la percepción se vuelva lo suficientemente hermosa y verdadera como para que la luz del Cielo pueda resplandecer sobre ella. Él es Quien responde a las contradicciones de Su Hijo y Quien mantiene su inocencia a salvo para siempre. 

Dios, por medio del Espíritu Santo, es la Fuente de esta nueva percepción. Repito una vez más: Dios no hace nada. Sin embargo, Jesús describe la sanación de nuestras percepciones erróneas en estos términos porque es la única manera de que podamos entender el proceso que descansa más allá de nuestra comprensión.

(3.1-2) Éstas son las lecciones que Dios quiere que aprendas. Su Voluntad se refleja en todas ellas, y ellas reflejan Su amorosa bondad para con el Hijo que Él ama. 

La lección es el perdón, el reflejo de la amorosa Voluntad de Dios. Reincidimos en este punto de nuevo: el Amor de Dios está más allá del mundo, sin embargo Su recuerdo ha permanecido con nosotros para enseñar la Expiación, simbolizada en nuestras mentes por el Espíritu Santo. 

(3.3-5) Cada lección encierra un pensamiento central, que se repite en todas ellas. Su forma es lo único que varía, según las circunstancias, los acontecimientos, los personajes o los temas, los cuales parecen ser reales, pero no lo son. Su contenido fundamental es el mismo. 

El principio del Cielo es la perfecta Unidad, lo cual se refleja al ver la unidad de todas las lecciones. Recordemos la lección 99, en la que Jesús usó varias de las mismas palabras para enseñar la misma idea: el Espíritu Santo ve tras todas las formas un único contenido: el contenido unitario del perdón. Al darnos cuenta de esta unidad de propósito, empezamos a entender que dentro del sueño somos lo mismo. Este es el significado de la oración al final del capítulo 15: "Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo" (T.15.XI.10.11). En otras palabras, Jesús nos pide que no nos dejemos engañar por las variadas formas de nuestros problemas, sino que veamos tras cada una de ellas el propósito del perdón que nos brinda el Espíritu Santo: 

Todos los problemas son iguales para Él, puesto que cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. (...) Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará mientras el problema persista. De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. Se presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no vuelva a surgir en ninguna forma. Sólo entonces te habrás liberado de él. (T.26.II.1.3,5-8) (Pág. 611)

Así que se nos pide que unamos nuestra visión con la del Espíritu Santo, percibiendo una única necesidad —el perdón— en toda relación y situación. Jesús ahora nos habla del contenido tras la forma: 

(3.6-7) Y es este: Perdona, y verás esto de otra forma

Sin importar lo que esté sucediendo a tu alrededor. Cambia tu mente y "verás esto de otra manera", lo cual significa experimentarlo de una manera diferente. Tus ojos físicos pueden ver el horror, la enfermedad, el dolor, o lo maravilloso, pero tu interpretación será diferente y por lo tanto tu experiencia será diferente. Cambiamos nuestra mente, no el mundo. Esto tiene mucho sentido cuando consideras la metafísica no-dualista de Un Curso de Milagros; concretamente el principio de que las ideas no abandonan su fuente. Puesto que no hay un mundo aparte de nuestros pensamientos, solamente estos últimos pueden cambiar significativamente. Recordemos esta afirmación del Texto

Las ideas no abandonan su fuente, y sus efectos sólo dan la impresión de estar separados de ellas. Las ideas pertenecen al ámbito de la mente. Lo que se proyecta y parece ser externo a la mente, no se encuentra afuera en absoluto, sino que es un efecto de lo que está adentro y no ha abandonado su fuente. (T.26.VII.4.7-9) (Pág. 623)

Este principio es la base del perdón: no perdono lo que parece estar fuera de mi mente, sino únicamente lo que está dentro, ya que son lo mismo —la proyección da lugar a la percepción.

(4.1) Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. 

Esta es una de esas exasperantes líneas en las que se niegan negaciones. El significado es que el sufrimiento ciertamente no parece provenir de la falta de perdón, una idea repetida en la lección 198 (9.5). El sufrimiento y el pesar parecen provenir de todo excepto de la falta de perdón. Una afirmación paralela habla de nuestra falta de conciencia del papel que desempeña la culpa en causar sufrimiento. Aquí está otra vez, en todo su contexto: 

Hubo un tiempo en que no eras consciente de cuál era la causa de todo lo que el mundo parecía hacerte sin tú haberlo pedido o provocado. De lo único que estabas seguro era de que entre las numerosas causas que percibías como responsables de tu dolor y sufrimiento, tu culpabilidad no era una de ellas. Ni tampoco eran el dolor y el sufrimiento algo que tú mismo hubieses pedido en modo alguno. Así es como surgieron todas las ilusiones. El que las teje no se da cuenta de que es él mismo quien las urde ni cree que la realidad de éstas dependa de él. Cualquiera que sea su causa, es algo completamente ajeno a él, y su mente no tiene nada que ver con lo que él percibe. No puede dudar de la realidad de sus sueños porque no se da cuenta del papel que él mismo juega en su fabricación y en hacer que parezcan reales. (T.27.VII.7.3) (Pág. 656)

De este modo la culpa o falta de perdón es protegida por nuestra ceguera, la cual deshacemos al elegir el perdón, el cual restaura a la mente su función de ser causa (T.28.II.9.3). 

(4.2-3) No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma. Esta uniformidad es lo que hace que el aprendizaje sea algo seguro, ya que la lección es tan simple que al final no se puede rechazar. 

La lección es: "Nunca estoy disgustado por la razón que creo" (lección 5). Lo que me molesta o me da placer no tiene nada que ver con lo externo. La mente errada ha montado el mundo para producir el resultado deseado por el ego —culpa o miedo; mientras que la mente correcta invierte esto para lograr el resultado del Espíritu Santo —perdón o amor: 

Dije anteriormente que sólo puedes experimentar dos emociones: amor y miedo. Una de ellas es inmutable aunque se intercambia continuamente, al ser ofrecida por lo eterno a lo eterno. Por medio de este intercambio es como se extiende, pues aumenta al darse. La otra adopta muchas formas, ya que el contenido de las fantasías individuales difiere enormemente. Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes. (T.13.V.1.1-5) (Pág. 274)

La inherente igualdad de las ilusiones le permite al perdón sanarlas a todas ellas: ante un único contenido de miedo, se aplica un único contenido de perdón —tal es la simplicidad de la salvación. 

(4.4) Nadie se puede ocultar para siempre de una verdad tan obvia, que aunque se presenta en innumerables formas, se puede reconocer con la misma facilidad en todas ellas, sólo con desear ver la simple lección que allí se encierra. 

El punto es que no queremos ver esta lección porque hacerlo significa que nunca volveríamos a tomar en serio nuestras vidas, socavando así la estrategia del ego que tiene como objetivo asegurarse de que nos tomemos más seriamente el cuerpo y el mundo. Consecuentemente, no pensamos sobre la mente en absoluto. Reconocer que hay una mente más allá de este mundo y del cuerpo es lo que nos permite reírnos de la enfermedad, el hambre, la pobreza y la muerte —es decir, no dándoles el poder de que nos quiten nuestra paz. Así que no son lo que parecen ser —este es el pensamiento que el ego quiere que nunca consideremos, porque al retornar a la mente reconoceremos nuestra decisión errónea y elegiremos nuevamente, lo cual marca el comienzo del fin del ego. 

Cuando el dolor del ego se vuelve insoportable y solicitamos ayuda —tiene que haber otra manera de vivir aquí— hemos invitado a Jesús de vuelta a nuestra mente. Él puede enseñarnos que lo que hemos estado experimentando no es otra cosa que nuestro propio guion, y él nos ayudará a ver por qué lo inventamos. Por lo tanto detrás de todo hay un contenido simple:

(5.1) Perdona, y verás esto de otra forma.

Si quieres sentir y ver de otra manera, dice Jesús, necesitas soltar tu terca insistencia en que tienes razón y él se equivoca; renunciar a tu auto-impuesta postura (=opinión) y permitirle ser tu maestro. 

(5.2) Éstas son las palabras que el Espíritu Santo te dice en medio de todas tus tribulaciones, todo dolor y todo sufrimiento, sea cual sea la forma en que se manifiesten. 

Al final del Texto, Jesús nos recuerda:

En toda dificultad, disgusto o confusión Cristo te llama y te dice con ternura: «Hermano mío, elige de nuevo». (T.31.VIII.3.2) (Pág. 751)

Elegir de nuevo —al Espíritu Santo sobre el ego— es la respuesta a todo nuestro dolor y sufrimiento. 

(5.3-5) Éstas son las palabras con las que a la tentación le llega su fin, y la culpabilidad, abandonada ahora, deja de ser objeto de reverencia. Éstas son las palabras que ponen fin al sueño de pecado y eliminan todo miedo de la mente. Éstas son las palabras mediante las cuales al mundo entero le llega la salvación. 

El ego es deshecho y el mundo salvado al darnos cuenta de que estábamos equivocados: no es el mundo la causa de nuestro dolor, sino la decisión equivocada de la mente.

(6) ¿No deberíamos acaso aprender a decir estas palabras cada vez que nos sintamos tentados de creer que el dolor es real y la muerte se vuelva nuestra elección en lugar de la vida? ¿No deberíamos acaso aprender a decirlas una vez que hayamos comprendido el poder que tienen para liberar a todas las mentes de la esclavitud? Éstas son palabras que te dan poder sobre todos los acontecimientos que parecen tener control sobre ti. Ves esos acontecimientos correctamente cuando mantienes estas palabras en tu conciencia, sin olvidarte de que son aplicables a todo lo que ves o a todo lo que cualquier hermano contemple erróneamente. 

No hay excepciones. La idea es recordar —en el momento en el que nos sentimos tentados a creer que el dolor es real en nosotros mismos o en otros— que el sufrimiento, la enfermedad y el juicio expresan un sistema de pensamiento de muerte, el cual conduce a la infelicidad. Entonces decimos: "Puedo ver esto de manera diferente únicamente si perdono. Esto significa que pido ayuda a Alguien más, pues no puedo hacer esto yo solo. Tengo que aprender a no tener miedo de Su Amor, sabiduría y bondad, porque únicamente éstas me traerán la felicidad". Este principio se aplica sin excepción a todo lo que vemos incorrectamente, y también a todo lo que los demás ven incorrectamente. 

En el párrafo 7, junto con 3 lugares en el Texto que voy a citar a continuación, Jesús nos ofrece un criterio simple para juzgar si estamos escuchando con la mente correcta o con la mente equivocada. El criterio es la paz interior —si no estás tranquilo, eso es que has elegido al maestro equivocado; si estás inquieto por algo que has oído en las noticias, o por algo que te ha dicho un amigo o un miembro de tu familia, o por algo que piensas o sientes, eso es porque te has separado de tu fuente de quietud en tu mente, diciéndole a Jesús: "Tu amor y tu paz no son suficientes. Quiero ser por mi cuenta". Tal afirmación es la fuente del malestar que proyectamos sobre el mundo, asegurando que estamos en problemas debido a "causas" externas, ninguna de las cuales es cierta: 

Existe una sola prueba —tan infalible como Dios— con la que puedes reconocer si lo que has aprendido es verdad. Si en realidad no tienes miedo de nada, y todos aquellos con los que estás, o todos aquellos que simplemente piensen en ti comparten tu perfecta paz, entonces puedes estar seguro de que has aprendido la lección de Dios, y no la tuya. A menos que sea así, es que todavía quedan lecciones tenebrosas en tu mente que te hieren y te limitan, y que hieren y limitan a todos los que te rodean. La ausencia de una paz perfecta sólo significa una cosa: crees que no quieres para el Hijo de Dios lo que su Padre dispuso para él. (T.14.XI.5.1-4) (Pág. 329)

¿Cómo puedes saber si has elegido las escaleras que llevan al Cielo o el camino que conduce al infierno? Muy fácilmente. ¿Cómo te sientes? ¿Estás en paz? ¿Tienes certeza con respecto a tu camino? ¿Estás seguro de que el Cielo se puede alcanzar? Si la respuesta es no, es que caminas solo. (T.23.II.22.6-12) (Pág. 553)

Lo único que es seguro en este mundo cambiante que no tiene sentido en la realidad es esto: cuando no estás completamente en paz, o cuando experimentas cualquier clase de dolor, es que has percibido un pecado en tu hermano y te has regocijado por lo que creíste ver en él. (T.24.IV.5.2) (Pág. 570-571)

Jesús ofrece un criterio adicional, con el mismo contenido que acabamos de ver: 

(7) ¿Cómo puedes saber cuándo estás viendo equivocadamente o cuándo no está alguien percibiendo la lección que debería aprender? ¿Parece ser real el dolor en dicha percepción? Si lo parece, ten por seguro que no se ha aprendido la lección, y que en la mente que ve el dolor a través de los ojos que ella misma dirige permanece oculta una falta de perdón. 

Si el dolor es real para ti —en ti o en cualquier otro— date cuenta inmediatamente de que has elegido al ego, pues hay una culpa en tu mente que debe deshacerse (la "falta de perdón" es otra manera de referirse a la culpa o el ataque). Si quieres saber quién está sentado contigo viendo las noticias, solo necesitas notar si tu paz se ve perturbada por los informes de sufrimiento. Esto de ninguna manera sugiere que debas negar lo que tus ojos ven, o negar el dolor de la gente. El punto es que si ya no estás en paz, no es a causa del programa de noticias, sino a causa de que has tomado la decisión de rechazar a Jesús. Si él estuviera contigo, estarías mirando con compasión los temas que salen en los relatos de las noticias, dándote cuenta de que tú estás entre ellos —y de hecho que todos están entre ellos. Si estuvieras escuchando con Jesús, entenderías que los informes de sufrimiento en tu familia o en el mundo no son más que formas específicas del dolor que todos experimentamos, y entonces no haríamos distinciones entre las víctimas. 

Esto no significa, repito, que te volverías cruelmente insensible a los sufrimientos de los demás. Lo que sí significa, sin embargo, es que los considerarías de una manera diferente, a través de los ojos de un maestro diferente. Darle la espalda a la gente, descartando su dolor diciendo que es una ilusión, sería una actitud que difícilmente se podría considerar amorosa. Aún quieres ver el sufrimiento, pero en todos: en quienes están en dolor, en quienes infligen dolor, y en quienes observan el dolor. Se trata del dolor universal de creer en la irreparable e irremediable separación de Dios. Asegúrate, sin embargo, de no usar declaraciones como estas contra ti mismo, sino que debes verlas como los regalos que Jesús te envía para ayudarte a identificar la fuente del problema y para que puedas experimentar el amor que ha sido dejado aparte de tu conciencia.

(8) Dios no quiere que sigas sufriendo de esa manera. Él quiere ayudarte a que te perdones a ti mismo. Su Hijo no recuerda quién es, y Dios no quiere que se olvide de Su Amor ni de todos los dones que Su Amor trae consigo. ¿Renunciarías ahora a tu propia salvación? ¿Dejarías acaso de aprender las sencillas lecciones que el Maestro celestial pone ante ti para que todo dolor desaparezca y el Hijo pueda recordar a su Padre? 

El Amor de Dios está siempre presente. Hemos renunciado a él, y por lo tanto podemos recuperarlo. Únicamente necesitamos la buena disposición a que se nos demuestre que estábamos equivocados, especialmente al creer que es la Voluntad de Dios que suframos como pago por nuestros pecados contra Él. Temprano en el Texto, Jesús cita el versículo bíblico "Mía es la venganza, dice el Señor" como un grueso error de percepción, originado por nuestra culpa: 

La afirmación: «Mía es la venganza, dice el Señor» es una percepción falsa mediante la cual uno le atribuye a Dios su propio pasado "malvado". Ese pasado "malvado" no tiene nada que ver con Dios. Él no lo creó, ni tampoco lo sustenta. Dios no cree en el castigo. Su Mente no crea de esa manera. Dios no tiene nada contra ti por razón de tus "malas" acciones. (T.3.I.3.1-6) (Pág. 40)

De hecho, lo que realmente tenemos contra Dios es que Él no desea que suframos, sino que únicamente quiere que recordemos Su Amor y nuestro Ser. Así que Jesús nos dice en el Texto: "Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueses crucificado" (T.24.III.8.13). 

(9) Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que aprendas. Él no deja ningún pensamiento rencoroso sin corregir, ni que ninguna espina o clavo lastime en modo alguno a Su santo Hijo. Él quiere asegurarse de que su santo descanso permanezca sereno e imperturbable, sin preocupaciones, en un hogar eterno que cuida de él. Quiere que todas las lágrimas sean enjugadas y que no quede ni una sola más por derramar, ni ninguna que sólo esté esperando el momento señalado para brotar. Pues Dios ha dispuesto que la risa reemplace a cada una de ellas y que Su Hijo sea libre otra vez. 

La palabra clave en la primera frase es "Todas" —pues la salvación no tiene excepciones. Nuestras vidas son las aulas en las que aprendemos, y todo lo que ocurre es siempre una oportunidad para aprender y practicar el perdón.

Por supuesto que Dios no enjugará literalmente las lágrimas, lo cual de paso es una referencia bíblica (Isaías 25:8 y Apocalipsis 7:17; 21:4a). El mensaje de Jesús es que nuestras lágrimas provienen en última instancia de una decisión equivocada, la cual corregimos al unirnos con él. Esta decisión se expresa a través de nuestro cambiar —tomando prestado el simbolismo de la Semana Santa— de las espinas y los clavos de la crucifixión a los lirios del perdón. Estos son los regalos que les damos a nuestros hermanos y a nosotros mismos, y es el único regalo que Dios nos pide, como se expresa en el temprano poema de Helen titulado "Él pide únicamente esto": 

Mi diminuto imperio no es un regalo apropiado
para el inmensamente sagrado Hijo de Dios. Su Padre le da 
a Él un dominio infinito y una herencia 
ilimitada, que se extiende más allá
para abrazar al universo. 

¿Qué puedo ofrecerle a Él (Quien vino
a salvarme del mundo que inventé) sino a Sí Mismo?
Pues aún hay dentro de mí un regalo
que es todavía digno de serle entregado a Él. 
Permíteme perdonarme a mí mismo. Pues esto es lo único
que Él pide y necesita. Y Él aceptará este regalo, 
y lo llevará a Su Padre desde Sí Mismo.
(The Gifts of God [Los Regalos de Dios], p. 37) 

En este perdón son enjugadas las lágrimas nacidas de la culpa, felizmente reemplazadas por la bondadosa risa de los heraldos de nuestro regreso al hogar que nunca dejamos. 

(10.1-4) Hoy trataremos de superar en un solo día miles de aparentes obstáculos a la paz. Deja que la misericordia llegue a ti cuanto antes. No trates de posponer su llegada ni un solo día, minuto o instante más. Para eso se hizo el tiempo. 

Originalmente, el tiempo fue inventado por el ego para ser algo cruel, pues eso refleja su propia crueldad. 

El ego, por otra parte, considera que la función del tiempo es extenderse a sí mismo en lugar de extender la eternidad (...). El único propósito que el ego percibe en el tiempo, es que, bajo su dirección, haya continuidad entre pasado y futuro, y que el presente quede excluido a fin de que no se pueda abrir ninguna brecha en su propia continuidad. (T.13.IV.8.1-2) (Pág. 273)

Sin embargo, cuando le pedimos ayuda a Jesús, el tiempo nos libera de sí mismo. No es que Dios haya creado el tiempo, ni tampoco Jesús, pero él corrige nuestro error de haberlo inventado, asignándole un propósito diferente —el instante santo: 

Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad. Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe. En él nada del pasado te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto, completamente libre y sin condenación alguna. Desde este instante santo donde tu santidad nace de nuevo, seguirás adelante en el tiempo libre de todo temor y sin experimentar ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo. (T.15.I.9.4-7) (Pág. 335)

De este modo llega más rápidamente la misericordia de Jesús, pues el tiempo y el espacio están bajo su control (T.2.VII.7.9).

(10.5-6) Úsalo hoy para lo que es. Dedica, mañana y noche, el tiempo que puedas a lo que éste tiene como propósito, y no permitas que el tiempo que dediques sea menos que el que sea necesario para satisfacer tu más imperiosa necesidad. 

En otras palabras, no trates de meditar u orar con un cronómetro. Simplemente descansa en la quietud del amor de Jesús, llevando a esa quietud tu inquietud, para que su amor pueda brillar dulcemente y desvanecerla.

(11) Da todo lo que puedas, y luego da un poco más. Pues ahora nos levantaremos apresuradamente e iremos a casa de nuestro Padre. Hemos estado ausentes demasiado tiempo y ya no queremos seguir demorándonos más aquí. Según practicamos, pensemos en todas las cosas con las que nos hemos quedado para resolverlas por nuestra cuenta y que hemos mantenido fuera del alcance de la curación. Entreguémoselas a Aquel que sabe cómo contemplarlas de manera que desaparezcan. La verdad es Su mensaje; la verdad es Su enseñanza. Suyas son las lecciones que Dios quiere que aprendamos. 

Jesús nos pide que llevemos nuestros pensamientos de ser especiales a su amor sanador, pues pierden su atractivo cuando nos damos cuenta de que se interponen en nuestro camino de regreso a casa. Además, se nos pide específicamente que le llevemos a él los problemas que habíamos tratado de resolver por nuestra cuenta, esperando mágicamente que así estaríamos protegidos de su amor, pues habíamos creído al ego cuando nos decía que su oscuridad [la oscuridad de estos problemas] nos mantendría apartados de su luz [la luz de Jesús], preservando nuestro especialismo. De modo que Jesús quiere que veamos más allá de esta estratagema, reconociendo el dolor que conlleva. Por lo tanto nos pregunta: "¿Por qué te mantienes fuera del Reino, cuando mi amorosa mano aguarda a que la tomes para guiarte a casa?". 

(12) Hoy, y en los días venideros, dedica un poco de tiempo cada hora a practicar la lección del perdón tal como se indique. Trata de aplicarla a lo acontecido en esa hora, de manera que la próxima esté libre de todo ello. De esta manera, las cadenas del tiempo se desatarán fácilmente. No dejes que ninguna hora arroje su sombra sobre la siguiente, y cuando haya transcurrido, deja que todo lo acontecido se vaya con ella. De este modo, permanecerás libre y en paz eterna en el mundo del tiempo. 

Por ejemplo, lo que me dijiste hace media hora no tiene el poder de molestarme ahora. Lo que me dijiste hace medio minuto no tiene el poder de molestarme ahora. Esas cosas tampoco tienen el poder de mantenerme en el infierno ni de llevarme al Cielo. El ego quiere hacerme creer que eso es así, y así yo me olvidaría de que todo poder en el Cielo y en la tierra me fue dado a mí —en mi mente. He negado ese poder y te lo he entregado a ti, proclamando que eres tú quien puede hacerme feliz o hacerme entristecer. Por lo tanto, a medida que transcurre tu día, mira hasta qué punto te has aprisionado a ti mismo con el pasado —ya se trate de hace 30 años, de ayer, o de hace un minuto. Date cuenta de que le has dado tu poder a una mota de polvo —tu propio cuerpo o el de algún otro— y entonces creíste que eso tenía el poder de evitar que recuerdes el amor del Cielo. Al liberarnos a nosotros mismos por medio del instante santo, liberamos al mismo tiempo a nuestros hermanos, a quienes habíamos encadenado a nuestra culpa. Conociendo la demencia del ego, quién en su mente recta no elegiría este bendito instante, pregunta Jesús: 

¿Cuánto dura un instante? (...) Practica conceder ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. Mediante tu dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus hermanos. Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. (...) En la cristalina pureza de la liberación que otorgas radica tu inmediata liberación de la culpabilidad. (T.15.I.13.1, 3-5 ,7) (Pág. 336)

Cada vez que te descubras a ti mismo condicionado por el pasado, elige el instante santo tan rápidamente como puedas y pide la ayuda de Jesús para mirar esa situación de otra manera. Al elegir el instante santo, te elevas por encima del mundo del tiempo y del espacio hasta alcanzar el lugar en tu mente donde entiendes que tu dolor fue causado por haber elegido erróneamente, una elección que ahora deshaces para reencontrarte con la paz. Este es el uso adecuado del tiempo, pues así no se refuerza a sí mismo, sino que se lleva el tiempo a su feliz final. 

(13.1-3) Ésta es la lección que Dios quiere que aprendas: Hay una manera de contemplarlo todo que te acerca más a Él y a la salvación del mundo. A todo lo que habla de terror, responde de esta manera:  

Perdonaré, y esto desaparecerá

La frase anterior era: "Perdona, y verás esto de otra forma". Cuando perdono totalmente, finalizando así el viaje, el problema literalmente desaparece. Jesús nos está enseñando su otra manera, y nosotros tenemos que estar dispuestos a aprenderla, lo cual implica aprender que estábamos equivocados y él tenía razón —¡acerca de todo! 

(13.4) Repite estas mismas palabras ante toda aprensión, preocupación o sufrimiento.

Otra vez la palabra clave es "toda" —pues no hay excepciones. Cuando cualquier cosa te moleste —ya sea en mayor o menor medida— recuérdate a ti mismo que podrías estar en paz si volvieras a la mente, pidiendo ayuda a tu maestro para poder mirar la situación de otra manera. Recuerda que esto es un Curso de deshacer el ego, lo cual significa mirarlo sin juicio ni miedo. Por lo tanto, mirar así trae la oscuridad de las ilusiones a la luz de la verdad de Jesús; trae nuestro conflicto imaginario entre Dios y el ego —la fuente de todo sufrimiento— hasta la paz que trasciende toda preocupación y dolor:

¡Observa cómo desaparece el conflicto que existe entre las ilusiones cuando se lleva ante la verdad! Pues sólo parece real si lo ves como una guerra entre verdades conflictivas (...). Así pues, el conflicto es la elección entre ilusiones (...). En esta situación el Padre jamás podrá ser recordado. Sin embargo, no hay ilusión que pueda invadir Su hogar y alejarlo de lo que Él ama eternamente. Y lo que Él ama no puede sino estar eternamente sereno y en paz porque es Su hogar. (T.23.I.9) (Pág. 546)

(13.5-7) Y entonces estarás en posesión de la llave que abre las puertas del Cielo y que hace que el Amor de Dios el Padre llegue por fin hasta la tierra para elevarla hasta el Cielo. Dios Mismo dará este paso final. No te niegues a dar los pequeños pasos que te pide para que puedas llegar hasta Él. 

Esos pequeños pasos están compuestos por nuestras experiencias de cada día: lo que sucede momento tras momento. Jesús nos pide que no dejemos pasar ni siquiera una pequeña punzada de molestia sin que le prestemos atención y nos recordemos a nosotros mismos: "Esto expresa mi deseo de mantener a distancia al amor y así conservar intacto mi especialismo". Entonces pregúntate: "¿Es esto lo que realmente quiero?". 

A medida que practicamos cada vez más los intantes santos ellos sucederán más frecuentemente, hasta que finalmente todos los instantes santos acabarán fundiéndose en un único instante santo. Entonces hemos alcanzado el mundo real, en el que Dios se inclina hacia nosotros y nos levanta de vuelta hacia Sí Mismo. Este es el último paso que en realidad nunca fue, tal como Jesús nos explica a continuación en el cierre de esta maravillosa lección, el cual nos lleva de vuelta al Dios que en realidad nunca habíamos abandonado: 

Dios no da pasos porque Sus obras no se realizan de forma gradual. (...) No hace nada al final, porque El creó primero y para siempre. (...) Por lo tanto, el "último paso" que Dios dará fue cierto al principio, es cierto ahora y será cierto eternamente. Lo que es eterno está siempre presente porque su ser es eternamente inmutable. (...) Dios no te revela esto porque nunca estuvo oculto. Su luz jamás estuvo velada porque Su Voluntad es compartirla. ¿Y cómo iba a ser posible que lo que se comparte plenamente se hubiese ocultado primero para luego ser revelado? (T.7.I.7.1, 3, 8-9, 13-15) (Pág. 125 y 126)

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Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

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