sábado, 25 de octubre de 2014

L-194 Journey ... de Ken Wapnick


Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 194 — Pongo el futuro en Manos de Dios

Esta lección (voy a esperar hasta el 4º párrafo para comentar el significado metafórico del título) es sobre el instante santo, y contrasta el uso que el ego hace del tiempo con el uso que le da el Espíritu Santo, un tema que hemos tocado en la lección anterior. Puesto que el uso que hace el ego del tiempo es crucial para esta lección, repasaré eso brevemente aquí. Recuerda que la profana trinidad del ego —pecado, culpa y miedo— es la base de su sistema de pensamiento. Proyectada en la forma, esta profana trinidad se convierte en el tiempo lineal: el pecado equivale al pasado ("he pecado en el pasado"), la culpa es lo que el ego conoce como el presente ("me siento fatal ahora"), y el miedo es lo que seguro ha de suceder en el futuro ("seré castigado por mis pecados"). Por lo tanto estamos en un tremendo estado de temor, convencidos de que en algún momento del futuro el cielo de Chicken Little* caerá sobre nosotros como un castigo de Dios por nuestros pecados, destruyéndonos a todos. De hecho, todo lo que hay aquí termina muriendo al final: y esto sería la prueba del ego de que su sistema de pensamiento es correcto y el del Espíritu Santo —basado en la vida eterna— está equivocado.

* Nota de Toni: la frase puede entenderse borrando las palabras "de Chicken Little", pero he decidido mantenerlas para mostrar el sentido del humor de Ken Wapnick. Para entender la broma, hay que saber que Chicken Little es el personaje protagonista de una película de animación titulada también Chicken Little (del año 2005), quien es un pequeño pollo que se autoconvence de que el cielo está cayendo hacia abajo hacia todos, y que hay que salvar al mundo del desastre. No he visto esa película pero uno se hace una idea leyendo la sinopsis por ejemplo aquí: http://www.filmaffinity.com/es/film990307.html (es una comedia de Disney).

(1.1-3) La idea de hoy es un paso más en el proceso de alcanzar cuanto antes la salvación, y ciertamente es un paso gigantesco. Es tan grande la distancia que abarca que te lleva justo antes del Cielo, con el objetivo a la vista y los obstáculos ya superados. Tus pies ya se han posado sobre las praderas que te dan la bienvenida a las puertas del Cielo: el tranquilo lugar de la paz en el que aguardas con certeza el paso final de Dios. 

Esto es una descripción del mundo real. "Las praderas" del Cielo simbolizan la bella y serena culminación de la Expiación, cuando Dios abre Sus puertas [nota de Toni: en inglés: "Su puerta", en singular], llega, y nos lleva de vuelta hacia Sí Mismo. Estos dos pasajes de El Canto de la Oración reflejan el viaje hacia arriba por la escalera de la oración, culminando en estas acogedoras praderas:

Abandona tus sueños, santo Hijo de Dios, y alzándote tal como Dios te creó, prescinde de los ídolos y acuérdate de Él. La oración te sustentará ahora y te bendecirá según elevas tu corazón a Él en un canto ascendente que se eleva muy alto, y luego más alto aún, hasta que tanto lo alto como lo bajo desaparecen. La fe en tu objetivo crecerá y te apoyará a medida que asciendas por la luminosa escalera que te lleva a las praderas celestiales y al umbral de la paz. (O.1.introd.3.1-3) (Pág. 8)

Este es el final de la escalera (...). Ahora te encuentras ante el umbral del Cielo, con tu hermano a tu lado. Los jardines [o praderas: en inglés sigue diciendo "lawns" en todos los casos de este comentario, y el traducirlo por "praderas" o "jardines" o como sea es cuestión de lo que mejor resulte estéticamente en cada cita] son amplios y serenos, pues ahí el lugar señalado para el momento en que debías venir ha estado esperando por ti desde hace mucho. Ahí finaliza el tiempo para siempre. En ese umbral la eternidad misma se une a ti. (O.1.V.4.1-5) (Pág. 19)

(1.4-6) ¡Qué lejos nos encontramos ahora de la tierra! ¡Y cuán cerca de nuestra meta! ¡Cuán corto es el trecho que aún nos queda por recorrer! 

Este "alejamiento" de lo terrenal depende, por supuesto, de que hayamos aprendido nuestras lecciones, especialmente la de hoy. Cuando aceptamos su mensaje, el sistema de pensamiento del ego es deshecho. Si Dios es de confianza y por lo tanto no algo temible, entonces el ego está equivocado, porque si has refutado uno de los aspectos del sistema de pensamiento del ego, eso implica que has refutado todo su sistema entero —sus pensamientos están atados juntos como uno, y son deshechos también todos a la vez como uno. Así el viaje es acortado por los milagros del perdón.

(2.1) Acepta la idea de hoy, y habrás dejado atrás toda ansiedad, los abismos del infierno, la negrura de la depresión, los pensamientos de pecado y toda la devastación que la culpabilidad acarrea.

La última parte de esta descripción se refiere a la profana trinidad del ego —pecado, culpa y miedo, siendo "la devastación que la culpabilidad acarrea" el inevitable castigo por nuestros pecados. Esto da lugar al miedo, el cual únicamente puede ser deshecho por medio del instante santo, en el cual Jesús mira con nosotros a lo que hasta ahora nos daba tanto miedo de ver, y así termina todo sufrimiento: 

La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. (...) A medida que la llevemos ante la luz, tu única pregunta será: "¿Cómo es posible que jamás la hubiese podido desear?". No tienes nada que perder si la examinas detenidamente, pues a una mostruosidad como esa no le corresponde estar en tu santa mente. (T.15.VII.3.1-2, 5-6) (Pág. 351)

El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. (T.15.X.2.1-2) (Pág. 359)

(2.2-3) Acepta la idea de hoy, y habrás liberado al mundo de todo aprisionamiento, al romper las pesadas cadenas que mantenían cerrada la puerta a la libertad. Te has salvado, y tu salvación se vuelve el regalo que le haces al mundo porque tú lo has recibido. 

Estas últimas lecciones hacen referencia constantemente a los temas principales del Curso. Aquí volvemos al tema de la igualdad entre dar y recibir. Si yo estoy a salvo, también lo está el mundo. Por lo tanto la salvación del mundo depende de mí porque el mundo y la mente son uno: si mi mente es sanada, el mundo estará sanado también. Esto también se expresa en el siguiente resumen del poder del instante santo para sanar nuestra creencia en la separación y la culpa, restaurándonos a nuestra plenitud [o: compleción] en Dios: 

En el instante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, puesto que se ha reanudado [o: restaurado] la comunicación. (...). Con esto, el completo perdón se consuma, pues no hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito cuán importante es el papel que todos juegan en ella. Bajo la protección de tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. Y comprendes que tu compleción es la de Dios, Cuya única necesidad es que tú estés completo. (T.15.VII.14.2, 6-8) (Pág. 354 y 355)

(3.1-3) No hay un solo instante en que se pueda sentir depresión, experimentar dolor o percibir pérdida alguna. No hay un solo instante en que se pueda instaurar el pesar en un trono y adorársele. No hay un solo instante en que uno pueda ni siquiera morir. 

Esto es similar a la afirmación del Texto: "No hay ni un solo instante en el que el cuerpo exista en absoluto". El "instante" es el instante santo, y aquí tenemos el pasaje completo: 

No hay ni un solo instante en el que el cuerpo exista en absoluto. Es siempre algo que se recuerda o se prevé, pero nunca se puede tener una experiencia de él ahora mismo. Sólo su pasado y su futuro hacen que parezca real. El tiempo lo controla enteramente, pues el pecado nunca se encuentra totalmente en el presente. En cualquier momento que desees podrías experimentar la atracción de la culpabilidad como dolor, y, por lo tanto, evitarías sucumbir a ella. La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el ahora. Toda su atracción es imaginaria, y así, es algo en lo que se piensa en conexión con el pasado o con el futuro. (T.18.VII.3) (Pág. 432)

En el instante santo tomamos a Jesús como nuestro maestro en lugar del ego, lo cual significa que hemos elegido no identificarnos con su sistema de pensamiento de pecado, culpa y miedo, abandonándolo así en cualquier parte. Cuando la profana trinidad del ego se ha ido, se van también sus efectos corporales: la depresión, el dolor, la tristeza y la muerte. Ellos se desvanecen cuando su causa subyacente se desvanece en el instante santo de la negación del "yo" especial, el héroe del sueño de separación del ego.

(3.4) Y así, cada instante que se le entrega a Dios, con el siguiente ya entregado a Él de antemano, es un tiempo en que te liberas de la tristeza, del dolor y hasta de la misma muerte. 

Nada cambia en el mundo, pero todo cambia en la mente a medida que el tomador de decisiones se da cuenta de su error y elige la verdad en lugar de la ilusión —la luz del perdón en lugar de las tinieblas de la culpa: 

Cuando hayas aprendido a ver a todo el mundo sin hacer referencia alguna al pasado, ya sea el suyo o el tuyo según tú lo hayas percibido, podrás aprender de lo que ves ahora. Pues el pasado no puede arrojar sombras que obscurezcan el presente, a menos que tengas miedo de la luz. Y sólo si tienes miedo elegirías dejar que la obscuridad te acompañase, y al tenerla en tu mente, verla como una nube negra que envuelve a tus hermanos y te impide ver su realidad. (T.13.VI.2.3-5) (Pág. 277)

El párrafo 4 explica por qué Jesús, una vez más, utiliza símbolos y lenguaje dualistas, haciendo afirmaciones en algunas partes de UCDM que contradicen en la forma lo que enseña en otras partes. Cuando decimos que ponemos el futuro en las Manos de Dios, por ejemplo, damos a entender que Dios conoce el futuro y por lo tanto conoce el tiempo lineal. Dado que el tiempo es ilusorio, esto no puede ser, aparte de que Dios no tiene manos. Estos símbolos simplemente transmiten a los pequeños Hijos de Dios —en un lenguaje no amenazante— el Amor que siente su Padre por ellos. Así, Jesús dice: 

(4.1-5) Tu futuro está en Manos de Dios, así como tu pasado y tu presente. Para Él son lo mismo, y, por lo tanto, deberían ser lo mismo para ti también. Sin embargo, en este mundo la progresión temporal todavía parece ser algo real. No se te pide, por lo tanto, que entiendas que el tiempo no tiene realmente una secuencia lineal. Solo se te pide que te desentiendas del futuro y lo pongas en Manos de Dios. 

Jesús nos está diciendo que está más allá de nuestra capacidad actual entender la no-linealidad del tiempo. ¿Cómo podríamos, dada nuestra creencia de estar aquí en el cuerpo, interpretar estas palabras con nuestros ojos y pensar en ellas con nuestro cerebro? Es evidente que no estamos listos para aceptar la irrealidad de la separación, pues hacerlo significaría tener que afrontar sus tremendas implicaciones: la irrealidad de nuestro ser. Por lo tanto, para evitar sentirnos abrumados, comenzamos al nivel de nuestra experiencia en el mundo dual del cuerpo. Ahí podemos aprender a confiar en Dios, Jesús y sus palabras en Un Curso de Milagros, que deshace el sistema de pensamiento del ego que enseña que no podemos confiar en nuestro Creador porque Él está empeñado en destruirnos. Sabemos que creemos en esa locura porque nuestro deseo de ser especial —sin el cual no podríamos existir— nos lo asegura: 

Tú que prefieres la separación a la cordura no puedes hacer que ésta tenga lugar en tu mente recta. Estabas en paz hasta que pediste un favor especial. Dios no te lo concedió, pues lo que pedías era algo ajeno a Él, y tú no podías pedirle eso a un Padre que realmente amase a Su Hijo. Por lo tanto, hiciste de Él un padre no amoroso al exigir de Él lo que sólo un padre no amoroso podía dar. Y la paz del Hijo de Dios quedó destruida, pues ya no podía entender a su Padre. Tuvo miedo de lo que había hecho, pero tuvo todavía más miedo de su verdadero Padre, al haber atacado su gloriosa igualdad con Él. (T.13.III.10) (Pág. 270)

En la próxima lección Jesús vuelve a esta idea de cuestionar la creencia de que Dios es de temer, y trata el tema a un nivel más profundo.

(4.6) Y mediante tu experiencia comprobarás que también has puesto en Sus Manos el pasado y el presente, porque el pasado ya no te castigará más y ya no tendrá sentido tener miedo del futuro. 

Pecado, culpa y miedo están expresando aquí la línea temporal: hemos pecado en el pasado, lo atestiguamos por nuestros sentimientos de culpa en el presente, y castigo garantizado en el futuro. Jesús nos pide que miremos con él este demente sistema de pensamiento y observemos hasta qué punto están impregnadas nuestras vidas por la creencia de que merecemos sufrir —ser traicionados, abandonados y desamparados. Jesús no nos pide que aceptemos inmediatamente que esto es mentira, sino simplemente que empecemos el proceso de cuestionar esa creencia, mientras él nos ayuda a desenvolvernos aquí: 

El ego tiene una extraña noción del tiempo, y ésa podría muy bien ser la primera de sus nociones que empiezas a poner en duda. Para el ego el pasado es importantísimo, y, en última instancia, cree que es el único aspecto del tiempo que tiene significado. Recuerda que el hincapié que el ego hace en la culpabilidad le permite asegurar su continuidad al hacer que el futuro sea igual que el pasado, eludiendo de esa manera el presente. La noción de pagar por el pasado en el futuro hace que el pasado se vuelva el factor determinante del futuro, convirtiéndolos así en un continuo sin la intervención del presente. Pues el ego considera que el presente es tan sólo una breve transición hacia el futuro, en la que lleva el pasado hasta el futuro al interpretar el presente en función del pasado. (T.13.IV.4) (Pág. 271)

En el instante santo damos un paso atrás con Jesús y observamos las creencias del ego, reconociendo que no tienen sentido. Si pudiéramos ver bien que nuestra manera de vivir no tiene sentido debido a las premisas en las que se basa nuestra vida, cambiaríamos estas premisas y consecuentemente cambiaría también la percepción que tenemos de nuestra vida. Este es el punto que nos enseña Jesús en esta lección. 

En otras palabras, Jesús nos está pidiendo que cuestionemos un sistema de pensamiento que dice que Dios no es de fiar. En nuestro fuero interno sabemos que creemos esto. Cada vez que a nosotros o a nuestros seres queridos nos sucede algo desafortunado, el ego usa eso como prueba de que Dios nos ha mentido. Su Palabra miente, declara el ego, porque dice que ya somos uno con Su Amor y por lo tanto que somos felices. Así que, si no somos felices, entonces es obvio que hemos sido engañados. El problema es que no somos conscientes de esta motivación subyacente de querer probar que Dios está equivocado, que es lo que hacemos al sentirnos abatidos, injustamente tratados y traicionados, o enfermos o deprimidos. Recuerda, "la enfermedad es una defensa contra la verdad", como aprendimos en la lección 136. Eso mismo son la desconfianza y la infelicidad. De hecho, todo aquí es una defensa contra la verdad. Por eso venimos. Si no reconocemos esta necesidad subyacente de probar que Dios está equivocado —y así proteger nuestra existencia como individuos especiales y únicos— nunca seremos capaces de cuestionarla, y mucho menos de cambiarla. Por lo tanto, la esencia de la enseñanza de Jesús es que estemos dispuestos a mirar con él el sistema de pensamiento del ego y cuestionemos su validez. Recuerda esta afirmación tan citada del Texto

Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. Ni uno solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. (T.24.introd.2.1-2) (Pág. 559)

Así que empezamos a pensar: quizá pueda confiar en Dios después de todo. Quizá pueda confiar en Jesús y su Curso. Quizá él está en lo cierto y soy yo el que está equivocado. Como Jesús pregunta: 

Dadas las circunstancias, ¿no sería más deseable estar equivocado, aparte del hecho de que, en efecto, lo estás? (T.13.IV.3.1) (Pág. 271)

(5.1-2) Libera el futuro. Pues el pasado ya pasó, y el presente, libre de su legado de aflicción y sufrimiento, de dolor y de pérdida, se convierte en el instante en que el tiempo se escapa del cautiverio de las ilusiones, por las que ha venido recorriendo su despiadado e inevitable curso. 

Esa es la naturaleza del tiempo, manteniéndonos esclavizados al sistema de pensamiento del ego: despiadado e inevitable, pues todo el mundo nace únicamente para morir. Para liberar el futuro tenemos que retirar todas las proyecciones de nuestro pecaminoso pasado, el cual solamente nos aprisiona en un sistema de pensamiento de aflicción, dolor y muerte: 

Has dejado atrás los juicios y la condenación y, a no ser que los sigas arrastrando contigo, te darás cuenta de que te has liberado de ellos. Contempla amorosamente el presente, pues encierra lo único que es verdad eternamente. (...) El presente existe desde antes de que el tiempo diese comienzo y seguirá existiendo una vez que éste haya cesado. En el presente se encuentran todas las cosas que son eternas, las cuales son una. La continuidad de esas cosas es intemporal y su comunicación jamás puede interrumpirse, pues no están separadas por el pasado. Sólo el pasado puede producir separación, pero el pasado no está en ninguna parte. (T.13.VI.6.1-2, 5-8) (Pág. 278)

(5.3-4) Cada instante que antes eras esclavo del tiempo se transforma ahora en un instante santo, cuando la luz que se mantenía oculta en el Hijo de Dios se libera para bendecir al mundo. Ahora el Hijo de Dios es libre, y toda su gloria resplandece sobre un mundo que se ha liberado junto con él para compartir su santidad. 

La luz está presente en nuestras mentes correctas, y al volvernos a Jesús en busca de ayuda estamos afirmando que queremos que se nos enseñe que la luz es verdadera, y que la oscuridad de nuestro sistema de pensamiento es falsa. 

(6.1) Si pudieses ver la lección de hoy como la liberación que realmente representa, no vacilarías en dedicarle el máximo esfuerzo de que fueses capaz, para que pasase a formar parte de ti.

Necesitas trabajar en esto, lo que significa unirte con Jesús en un instante santo, en el que entiendas la dinámica del ego. Trabajarás en esto diligentemente en la medida en que entiendas que estarás alegremente en paz cuando dejes ir la culpa, el miedo y el castigo, así como tu creencia de que mereces sufrir y de que puedes ser tratado injustamente.

(6.2-3) Conforme se vaya convirtiendo en un pensamiento que rige tu mente, en un hábito de tu repertorio para solventar problemas, en una manera de reaccionar de inmediato ante toda tentación, le transmitirás al mundo lo que has aprendido. Y en la medida en que aprendas a ver la salvación en todas las cosas, en esa misma medida el mundo percibirá que se ha salvado. 

Jesús nos insta a convertir en un hábito la corrección de los viejos hábitos de apresurarse a juzgar y criticar a otros. De modo que desarrollamos el nuevo hábito de mirar más allá de los aparentes pecados hacia la petición de ayuda subyacente, y se requiere disciplina y trabajo duro para examinar honestamente nuestras proyecciones: 

Antes de tomar una decisión de la que se han de derivar diferentes resultados tienes que aprender algo, y aprenderlo muy bien. Ello tiene que llegar a ser una respuesta tan típica para todo lo que hagas que acabe convirtiéndose en un hábito, de modo que sea tu primera reacción ante toda tentación o suceso que ocurra. Aprende esto, y apréndelo bien, pues con ello la demora en experimentar felicidad se acorta por un tramo de tiempo que ni siquiera puedes concebir: nunca odias a tu hermano por sus pecados, sino únicamente por los tuyos. Sea cual sea la forma que sus pecados parezcan adoptar, lo único que hacen es nublar el hecho de que crees que son tus propios pecados y, por lo tanto, que el ataque es su "justo" merecido. (T.31.III.1.2-6) (Pág. 734)

Jesús no está diciendo que no vayamos a ser tentados, sino que cuando la tentación venga a juzgarnos a nosotros mismos o a otros, tenemos que recurrir a él en busca de ayuda. Nuestros pensamientos no tienen por qué ser puros, pero no debemos racionalizarlos, justificarlos o espiritualizarlos. La voluntad de mirarlos con Jesús es todo lo que el Espíritu Santo nos pide. 

(7.1-5) ¿Qué preocupación puede asolar al que pone su futuro en las amorosas Manos de Dios? ¿Qué podría hacerle sufrir? ¿Qué podría causarle dolor o la sensación de haber perdido algo? ¿Qué podría temer? ¿Y de qué otra manera podría contemplar todo sino con amor? 

Esta es nuestra experiencia en el instante santo, cuando el sistema de pensamiento del ego se deshace. Tanto el miedo a Dios como la culpa que lo causa se han desvanecido. Todo lo que queda es el amor que el miedo y la culpa trataban de ocultar. 

(7.6) Pues el que ha escapado de todo temor de futuros sufrimientos ha encontrado el camino de la paz en el presente y la certeza de un cuidado que el mundo jamás podría amenazar.

Jesús no está diciendo que el mundo se convertirá en un lugar maravilloso, sino que lo verás desde la perspectiva correcta, al darte cuenta de que no tiene poder sobre ti y que por lo tanto no puede ser una amenaza. Una vez más: el mundo no cambia, sino que son nuestras mentes las que cambian. Y de este cambio proviene el instante santo, en el cual encontramos la paz que nos lleva desde la duda hasta la certeza, como se expresa muy bien en el "pequeño" poema de Helen titulado "El Instante Santo": 

Cada instante celebra otro nacimiento
más perfecto que el anterior, a medida que el tiempo transcurre
para encontrarse con la eternidad. Sin embargo, uno puede llegar
entre cada instante y el siguiente, a hacer
del intervalo un acortamiento del tiempo
por un salto inconmensurable adelante.
¡Cuán cercana parece la meta después! Cuán infalible
el Guía del viaje, cuán verdaderas Sus palabras, cuán puro
el Hijo de Dios a quien Él le habla. Y observa
cuán rápidamente la duda se desvanece en la certeza. 
(The Gifts of God [Los Regalos de Dios], p. 6)

(7.7-8) Está seguro de que aunque su percepción puede ser errónea, jamás le ha de faltar corrección. Es libre de volver a elegir cuando se ha dejado engañar; de cambiar de parecer cuando se ha equivocado. 

Estas afirmaciones son importantes porque Jesús admite que vamos a cometer errores: "Te olvidarás de mí y de este Curso, y volverás al ego deleitándote en la comodidad de su sistema de pensamiento de odio. Esa tendencia no desaparecerá de inmediato". Sin embargo tenemos a nuestra disposición los medios para mirar de una manera diferente, como vimos en la lección 193: "Perdonaré, y esto desaparecerá". Una vez más: no debemos sentirnos presionados o culpables si surgen pensamientos del ego y tentaciones, sino que lo que necesitamos aprender es que el ego no nos hará felices, y que en cualquier momento que elijamos el perdón seremos liberados de la dolorosa prisión de nuestras percepciones erróneas. La decisión fundamental es siempre esta: la libertad con Dios o la esclavitud del ego: 

Tienes que elegir entre la libertad absoluta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternativas que existen. Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que decidir. Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. (T.15.X.9.3-5) (Pág. 362)

(8.1-2) Pon, por lo tanto, tu futuro en Manos de Dios. Pues de esta manera invocas Su recuerdo para que regrese y reemplace todos tus pensamientos de maldad y pecado por la verdad del amor. 

No podemos hacer que el amor reemplace nuestros pensamientos de pecado y de maldad sin antes ser conscientes de tales pensamientos. Como ya hemos visto, el propósito del Espíritu Santo para el mundo es que sea un aula en la que aprendemos que el pecado y la maldad que vemos fuera de nosotros —ya sea en nuestro cuerpo o en otros— provienen de una decisión que nosotros mismos hemos tomado a nivel mental. Ahora que somos conscientes de nuestra decisión errónea, podemos elegir de nuevo y reemplazar el pecado y la maldad con amor, invocando el recuerdo de Dios —el Espíritu Santo— para que sea nuestro Maestro y Guía. Otro de los pequeños poemas de Helen, "La Voluntad de Dios", nos ayuda a expresar nuestra recién adquirida certeza de la seguridad que llega cuando uno descansa en la Voluntad de Dios —Sus amorosas Manos: 

Hay un silencio y una certeza
aparte del tiempo; una paz y quietud
rodeada por las alas de mil ángeles,
y mantenida inmaculada por la Propia Mano de Dios. 
Es para todo el mundo. Sin embargo, muy pocos
la han encontrado. Ella esperará en favor de todos
quienes la buscan, y todos ellos encontrarán finalmente
este secreto refugio, oculto del mundo,
y sin embargo a la vista. Esta claridad
es fulgurante, sin embargo no es vista con frecuencia. 
Su llamada es constante, sin embargo rara vez es escuchada. 
El ataque la pasa por alto, mientras que al amor
se le da una instantánea respuesta. Aquí la Voluntad 
de Dios es reconocida y apreciada aún. 
Y es aquí donde finalmente el Hijo de Dios
entenderá que su voluntad y la de Dios son una. 
(The Gifts of God, p. 7)

(8.3-5) ¿Crees acaso que el mundo no se beneficiaría con ello y que cada criatura viviente no respondería con una percepción corregida? El que se encomienda a Dios ha puesto también al mundo en las mismas Manos a las que él ha recurrido en busca de consuelo y seguridad. Ha dejado a un lado las enfermizas ilusiones del mundo junto con las suyas, y de este modo le ofrece paz al mundo, así como a sí mismo. 

Esto nos trae de vuelta al tema de nuestra inherente unidad como el Hijo de Dios. Además, el mundo que habíamos percibido como separado es uno con nosotros también. Por lo tanto, cuando somos sanados no sanamos a solas, pues nadie puede ser excluido si se trata de una verdadera sanación: 

Creer que puede haber una sola excepción es confundir lo que es lo mismo con lo que es diferente. Una sola ilusión que se abrigue y se defienda contra la verdad priva a ésta de todo significado y hace que todas las ilusiones sean reales. (...) Y la fe en la inocencia sería fe en el pecado si la creencia excluyera una sola cosa viviente y le negase la bendición de su perdón. (T.22.II.4.3-4, 7) (Pág. 528)

(9.1-5) Ahora sí que nos hemos salvado. Pues descansamos despreocupados en Sus Manos, seguros de que sólo cosas buenas nos pueden acontecer. Si nos olvidamos de ello, se nos recuerda dulcemente. Si aceptamos un pensamiento que denota falta de perdón, éste queda prontamente reemplazado por el reflejo del amor. Y si nos sentimos tentados de atacar, apelamos a Aquel que vela nuestro descanso para que tome por nosotros la decisión que nos aleja de la tentación. 

Jesús nos dice una vez más que nos olvidaremos, aceptando pensamientos despiadados y sintiéndonos tentados a atacar. Sin embargo, ahora sabemos que hay un Maestro en nuestras mentes Quien nos liberará de nuestras prisiones de culpabilidad. Para ser liberados, lo único que se requiere es la vigilancia y disciplina que dice: mi sistema de pensamiento no me hace feliz. Entonces tenemos que ver lo rápidamente que volvemos a caer en los brazos del ego: cómo el juicio, el deseo de ser especial y la enfermedad parecen abrazarnos. Sin embargo, estos no surgen espontáneamente. Los hemos elegido inconscientemente como guardianes de nuestra individualidad, es decir, que todavía pensamos que estamos en lo correcto y Jesús se equivoca, y nos ponemos a defender esta decisión. No obstante, cuando volvemos a nuestra cordura y a él, dejamos caer nuestras espadas y juicios y decimos: 

(9.6) El mundo ha dejado de ser nuestro enemigo, pues hemos decidido ser su amigo.

Cuando el pecado, la culpa y el miedo forman nuestra identidad, el mundo ciertamente es nuestro enemigo, debido a que nuestro pecado se ha proyectado sobre él. Sin embargo, cuando hacemos de Jesús nuestro amigo, el mundo se convierte en nuestro amigo porque nos enseña sus amigables lecciones de perdón, la visión que ve la faz de Cristo en todos. "El Espejo del Perdón" de Helen ofrece una agradable conclusión a esta importante lección, al expresar la visión que nos permite ver el universo como un espejo, reflejando de vuelta hacia nosotros el amistoso propósito de Jesús de despertarnos a la santidad del Hijo de Dios: 

No puedo fallar en nada. Estoy
respaldado por los ángeles, conducido por Dios
hacia Sí Mismo. Cristo establece
mi propia Identidad como suya. El amor
de todo el universo de Dios me pertenece. 
¿Qué lugar tiene la tristeza en mi universo
cuando no es más que un espejo para lo que Dios
creó por siempre pleno de alegría?
El perdón es el espejo de Su Amor,
y es esto lo que le ofreceré a Él,
para alcanzar el sueño de la santidad que Él da, 
y luego descubrir que no es un sueño. 
(The Gifts of God, p. 30)


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Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

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