Lección 168: Tu gracia me es dada. La reclamo ahora.
Esta lección y la siguiente hablan de la gracia de una forma diferente a la de otras exposiciones de este tema en otras partes del Curso. Por ejemplo en el primer capítulo del Texto Jesús habla del espíritu como siendo en un estado de gracia (T.1.III.5.4), el equivalente del Amor de Dios. Pero aquí, y más aún en la siguiente lección, él habla de la gracia como un aspecto de este Amor dentro de la ilusión. No es el Cielo, sino lo más cerca que podemos estar de ello en la tierra. Por lo tanto vemos aquí otro ejemplo de cómo el Curso hace un uso inconsistente de las palabras —la forma— y sin embargo la enseñanza —el contenido— sigue siendo la misma.
(1.1-2) Dios nos habla. ¿No deberíamos nosotros acaso hablarle a Él?
La palabra "habla" no debe interpretarse literalmente. Dios no tiene una boca con la que hablar, ni oídos con los que escuchar nuestras palabras. Lo que Jesús nos está señalando es que Dios está siempre dentro de nosotros. Podemos creer que Él nos abandonó, pero Él no se ha ido. Su Amor, por medio del Espíritu Santo —Su Voz dentro del sueño—, nos habla por Su misma Presencia en nuestras mentes, a pesar de que nosotros nos hayamos alejado/separado. Por lo tanto, al decir "¿No deberíamos nosotros acaso hablarle a Él?", Jesús nos insta a retornar al lugar en la mente donde habíamos elegido alejarnos/separarnos, elijamos de nuevo, y así situarnos en la presencia de Dios, tal como explica en el Texto:
Tu papel consiste simplemente en hacer que tu pensamiento retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo allí a la Expiación en paz. (T.5.VII.6.5) (Pág. 99)
(1.3-5) Dios no es algo distante. No trata de ocultarse de nosotros. Somos nosotros los que tratamos de ocultarnos de Él, y somos víctimas del engaño.
El engaño o ilusión no es sólo que podamos escondernos de Él, sino que de hecho lo "hacemos". Entonces el mundo y el cuerpo se convierten en instrumentos de este pensamiento engañoso/ilusorio de que podemos distanciarnos de Dios. Pero si las ideas no abandonan su fuente, entonces incluso si nos experimentamos a nosotros mismos como cuerpos, en realidad nunca hemos dejado nuestro lugar en la Mente de Dios. El principio de la Expiación es por lo tanto la respuesta a estos pensamientos delirantes y engañosos (ilusorios).
(1.6) Él siempre está enteramente accesible.
El objetivo de Un Curso de Milagros es que nos demos cuenta de que el Amor de Dios es "enteramente accesible" para nosotros, pues está en nuestro interior y aguarda pacientemente a que Lo elijamos.
(1.7-8) Él ama a Su Hijo. De nada excepto de esto se puede estar seguro, pero con esto basta.
Sólo necesitamos recordar que Dios nos ama, y recordar esto significa deshacer el sistema de pensamiento del ego, el sistema de pensamiento del pecado, la culpa y el miedo, el cual es el fundamento de su mundo [del mundo del ego], el cual es el producto final de la creencia de que Dios está enfadado y ya no nos ama. La verdad de la Expiación, sin embargo, es que Su Amor nunca ha cambiado, y esto implica que todo lo que el ego ha enseñado es falso. Por lo tanto no hace falta luchar contra su sistema de pensamiento, sino que basta con simplemente mirarlo con una dulce sonrisa. En la certeza de la feliz verdad del Espíritu Santo, el odio del ego se disuelve desapareciendo en su propia inexistencia.
(1.9-11) Él amará a Su Hijo eternamente. Aun cuando su mente duerme, Él lo ama. Y cuando su mente despierte, Él lo seguirá amando con un Amor que jamás ha de cambiar.
A pesar de que nuestro sueño viene acompañado de oscuras pesadillas de pecado, miedo y odio, nada de eso ha cambiado la luz, tal como Jesús nos asegura tranquilizadoramente cuando habla del anti-Cristo del ego:
Toda forma de anti-Cristo se opone a Cristo. Y pende ante Su faz como un obscuro velo que parece separarte de Él, dejándote solo y desamparado en las tinieblas. La luz, sin embargo, está ahí. Una nube no puede apagar el sol. Ni un velo puede hacer desaparecer aquello que parece dividir, ni atenuar en lo más mínimo la luz misma. (T.29.VIII.3.5-9) (Pág. 698)
(2.1-2) Si supieras el significado de Su Amor, tanto la esperanza como la desesperación serían imposibles. Pues toda esperanza quedaría colmada para siempre y cualquier clase de desesperación sería inconcebible.
En este mundo es imposible conocer el significado del Amor de Dios. Sin embargo, como veremos en breve, podemos aprender los medios mediante los cuales recordaremos ese Amor, reconociendo que en Su Presencia la desesperanza es inconcebible (impensable). Por lo tanto cuando estamos desesperados, solos, tristes o sin esperanza, eso no es el resultado del mundo externo, sino de la creencia de que nosotros nos hubimos separado del Amor de Dios. Recuerda estas inspiradoras palabras del Epílogo de la Clarificación de Términos:
Nadie puede dejar de hacer lo que Dios le ha encomendado que haga. Cuando te olvides de esto, recuerda que caminas a Su lado, con Su Palabra impresa en tu corazón. ¿Quién puede desalentarse teniendo una Esperanza como ésa? Ilusiones de abatimiento parecerán asaltarte, pero aprende a no dejarte engañar por ellas. Detrás de cada ilusión está la realidad y está Dios. ¿Por qué querrías seguir esperando por esto y substituirlo por ilusiones, cuando Su Amor se encuentra tan sólo un instante más allá en el camino donde todas ellas acaban? (C.Epílogo.1.4-9) (Pág. 99)
(2.3-6) Su gracia es Su respuesta para toda desesperación, pues en ella radica el recuerdo de Su Amor. ¿Cómo no iba Él a proporcionar gustosamente los medios a través de los cuales puede reconocerse Su Voluntad? Su gracia es tuya sólo con que la reconozcas. Y Su memoria despertará en la mente que le pida los medios a través de los cuales su sueño termina.
La idea que tradicionalmente se tiene sobre la gracia es que Dios la concede donde quiere y cuando quiere: Él elige dónde (a quién) y cuándo. Por lo tanto no es constante: el bueno recibe Su gracia y el malo no. En lugar de esto, Jesús quiere hacernos comprender que la gracia de Dios está plenamente presente en todos, todo el tiempo. Puesto que hemos elegido en contra de ella, debemos elegir su abundante plenitud en lugar de la escasez y la carencia del ego. Deshacer las percepciones de separación y carencia del ego a través del perdón permite que amanezca en nuestras mentes el recuerdo de nuestra semejanza y unidad inherentes. ¿Dónde está la desesperación cuando la verdad del amor ha vuelto, y dónde están los sueños de odio cuando recordamos el Amor que creíamos haber abandonado, pero el Cual nunca nos abandonó?
(3.1-2) Hoy le pedimos a Dios el regalo que con más celo ha conservado dentro de nuestros corazones, en espera de que se le reconozca. Se trata del regalo mediante el cual Dios se inclina hasta nosotros y nos eleva, dando así Él Mismo el último paso de la salvación.
En otras partes de Un Curso de Milagros, Jesús se refiere a esto como el "último paso" de Dios.
(3.3) Todos los pasos, excepto éste, los aprendemos siguiendo las instrucciones de Su Voz.
El Espíritu Santo, y en concreto este Curso, nos ayudan a subir la escalera que nos lleva a casa, paso a paso, a medida que profundizamos nuestra experiencia del perdón. Podemos aprender esto hasta que el ego es deshecho. En ese punto la escalera desaparece y Dios "se inclina hasta nosotros y nos eleva". Ni que decir tiene que la imagen de la escalera es una descripción metafórica de un proceso que es ilusorio, ya que en realidad nosotros nunca nos fuimos del Cielo.
(3.4-6) Pero al final es Él Mismo Quien viene, y tomándonos en Sus Brazos hace que todas las telarañas de nuestro sueño desaparezcan. Su regalo de gracia es algo más que una simple respuesta, pues restaura todas las memorias que la mente que duerme había olvidado y toda la certeza acerca del significado del Amor.
Jesús no está hablando de recuerdos específicos, sino del recuerdo (o memoria) de Quién somos como Cristo. A medida que llevamos a cabo nuestro propósito del perdón, se desprenden de nuestros ojos las telarañas del miedo, y la visión —el reflejo de la gracia de Dios— nos permite ver solamente amor o peticiones de amor. A medida que despertamos, este reflejo desaparece en lo que refleja: la certeza del significado del Amor. Pero para esto, primero tenemos que perdonar:
Aún no se recuerda el Cielo totalmente, pues el propósito del perdón todavía necesita alcanzarse. Sin embargo, todo el mundo está seguro de que irá más allá del perdón y de que sólo seguirá aquí hasta que éste se perfeccione en él. (...) Todo temor ha desaparecido porque él está unido a sí mismo en su propósito. (...) Pues así es como se prepara para dar el paso con el que se transciende el perdón.
El paso final lo da Dios porque únicamente Él pudo crear un Hijo perfecto y compartir Su Paternidad con él. (T.30.V.3.1-2,4,7; 4.1) (Págs. 716 y 717)
(4.1-2) Dios ama a Su Hijo. Pídele ahora que te proporcione los medios a través de los cuales este mundo desaparece, y primero vendrá la visión, y un instante más tarde, el conocimiento.
El mundo desaparecerá en este último paso. Nuestra tarea es dar los pequeños pasos que Dios nos pide que demos hacia Él (L.193.13.7). Éstos son nuestro día a día: nuestras oportunidades diarias de perdón, en las que somos conscientes de cuándo elegimos contra el amor de Jesús y nos ponemos a favor de ser indulgentes con nuestro deseo de ser especial. Una vez que hemos dado nuestros pasos, Dios completa el viaje sin distancia en el que el mundo se desvanece. Citando de nuevo el poema de Helen, "The Star Form" ["La forma de estrella"], leemos su hermosa conclusión:
Entonces el silencio llega
en el cual no hay forma, ni sonido, ni sueño.
Había una cruz, pero ha desaparecido. Había un mundo, pero sólo hay Dios.
en el cual no hay forma, ni sonido, ni sueño.
Había una cruz, pero ha desaparecido. Había un mundo, pero sólo hay Dios.
(The Gifts of God [Los regalos de Dios], pp. 66-67)
(4.3-5) Pues en la gracia ves una luz envolver al mundo con amor, y al miedo borrarse de todos los semblantes conforme los corazones se alzan y reclaman la luz como suya. ¿Qué queda ahora que pueda demorar al Cielo un solo instante más? ¿Qué queda aún por hacer cuando tu perdón descansa sobre todas las cosas?
Cuando hayas perdonado totalmente, el mundo se habrá ido porque él existía únicamente dentro de una mente que no perdona, la cual creía en la separación. Cuando nuestras mentes son sanadas, la Filiación es sanada también, pues su mente es una. Por lo tanto el mundo desaparece. Esto podría no parecer así, pues dentro del sueño las figuras/personajes podrían optar por seguir dormidas. Sin embargo en la mente que ha sanado todo se ha ido. El mundo, primero transformado en el mundo real —"el mundo del amor"—, se disipa dulcemente "conforme los corazones se alzan y reclaman la luz como suya". El sueño de crucifixión ha acabado, la cruz ha desaparecido, y la resurrección saluda al mundo con alegría:
Los maestros de Dios tienen como meta despertar las mentes de aquellos que duermen y ver la visión de la faz de Cristo ocupar el lugar de lo que ellas sueñan. El pensamiento de asesinato es reemplazado por bendiciones. Se abandonan los juicios y se le entregan a Aquel cuya función es juzgar. Y en Su Juicio Final se restaura la verdad del santo Hijo de Dios. Él ha sido redimido, pues ha escuchado la Palabra de Dios y ha comprendido su significado. Es libre porque ha permitido que la Voz de Dios proclame la verdad. Y todos aquellos a quienes antes pensó crucificar resucitan ahora con él, a su lado, según se prepara con ellos para encontrarse con su Dios. (M.28.6.3-9) (Pág. 76)
(5.1) Hoy es un día nuevo y santo, pues recibimos lo que se nos ha dado.
Jesús asume que hemos tomado la decisión correcta de reclamar la gracia que ya nos ha sido dada a través del Espíritu Santo. Nosotros habíamos elegido contra esto, al tomar en su lugar al ego como nuestro maestro, pero ahora nosotros cambiamos nuestras mentes [cambiamos nuestra opinión, nuestro modo de pensar, nuestra decisión]. El siguiente extracto, del "The Shining Instant" ["El instante resplandeciente"] de Helen, expresa el nuevo y sagrado instante del que nace este día de perdón, culminando en el final del sueño del mundo:
Acaricia este instante. Todo el tiempo está situado
dentro de sus límites.
(...)
En el espacio libre de los agobios
abre tus brazos dejando que cese todo conflicto,
y llama a la tranquilidad a aquellos en todas partes
quienes esperan por la libertad. Tú no los traicionas
en su agonía y paciencia, cuando sus gritos
se desvanecen en el silencio aquí. Pues Cristo se quedará
hasta que el débil eco final se extinga
y la quietud reclame el mundo. Y luego Él toma
eso en Su mano y espera un instante más,
y el tiempo ha terminado. Incluso ahora Él hace
tu camino hacia Él. Este instante es la puerta
hacia eso en lo cual el mundo desaparecerá
en Él, tal como Él se desvanecerá en Uno
Quien permanecerá eternamente. En este claro
y resplandeciente instante todo el tiempo está acabado.
(The Gifts of God, p. 74)
(5.2-3) Nuestra fe radica en el Dador, no en nuestra aceptación. Reconocemos nuestros errores, pero Aquel que no sabe de errores es Quien responde a ellos proporcionándonos los medios con los que podemos dejarlos atrás y elevarnos hasta Él con gratitud y amor.
Dios es ese "Aquel" del que habla Jesús, y por medio del Espíritu Santo Él nos ha dado el perdón, el deshacimiento del sueño de muerte del ego. Esto es logrado cuando alegre y agradecidamente admitimos que nosotros estábamos equivocados y que solamente Jesús estaba en lo cierto [solamente Jesús tenía razón, y no nosotros].
(6.1) Y Él desciende para recibirnos, según nosotros nos acercamos a Él.
Una vez más, Jesús emplea metáforas y símbolos. "Nosotros nos acercamos a Él" a través del perdón, y a medida que nos acercamos más, comenzamos a experimentar el Amor de Dios, hasta que nuestra identidad individual se desvanece y nosotros desaparecemos para siempre en Su Corazón. En realidad, sólo "nosotros nos acercamos", puesto que sólo nosotros nos habíamos "alejado". Dios simplemente es, y no hace nada.
(6.2-4) Pues lo que Él nos ha preparado, Él lo da y nosotros lo recibimos. Tal es Su Voluntad, pues Él ama a Su Hijo. A Él elevamos nuestras oraciones hoy, devolviéndole tan sólo la palabra que Él nos dio a través de Su Propia Voz, Su Palabra, Su Amor:
"Su Propia Voz" es el Espíritu Santo, y "Su Palabra" es la Expiación, o, concretamente, las palabras de este Curso.
(6.5-9) Tu gracia me es dada. La reclamo ahora. Padre, vengo a Ti. Y Tú vendrás a mí que te lo pido. Soy el Hijo que Tú amas.
En términos de estos símbolos, una vez más, Dios no "viene a nosotros" hasta que primero nosotros vamos a Él. No es que Él ponga condiciones o tenga exigencias, sino que como fuimos nosotros quienes nos alejamos, somos nosotros quienes tenemos que retornar. Así llegamos a experimentar el Amor que amorosamente nos ha esperado.
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Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.
Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.
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