miércoles, 26 de agosto de 2015

Un Curso de esperanza (VII) Ken Wapnick

Un Curso de Milagros: Una espiritualidad llena de esperanza

Extractos de las charlas llevadas a cabo en la Academia de la
 Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula (California) (USA) 

Doctor Kenneth Wapnick
 
Parte VII
"Entrando en la Presencia de Dios"

"No puedes entrar en la Presencia de Dios si atacas a Su Hijo" es una frase de la sección "La herencia del Hijo de Dios" en el capítulo 11 del Texto ((Aquí he traducido más literalmente la mencionada cita (T.11.IV.5.6), pues el verbo "entrar" que usa aquí Ken Wapnick —y que se usa literalmente en el Curso en inglés— se ajusta muy bien al tema de este artículo)). Es una de esas frases que resumen en sí mismas toda la teoría del Curso. Nos ayuda a entender por qué nos enfadamos, criticamos, juzgamos y encontramos culpa. También en esa sección, y de hecho en la sección anterior así como en muchas otras partes del Curso, se nos enseña que atacar a otros no es diferente de atacarse uno a sí mismo. Culparse a uno mismo es lo mismo que culpar a otros porque, dado que no hay un mundo ahí fuera ((T.12.III.6.6-7)) y que la proyección produce la percepción ((T.21.introd.1.1)), cualquier cosa que sintamos con respecto a nosotros mismos la expresaremos a continuación exteriormente. Cualquier cosa que expresemos exteriormente es el resultado directo de lo que estamos sintiendo dentro.

Por tanto, la idea de que no podemos entrar en la Presencia de Dios si atacamos a Su Hijo es cierta tanto en el caso de que nos ataquemos a nosotros mismos, como también es cierta para el caso de cuando atacamos a otros. Nuestro terror a entrar en la Presencia de Dios es el motivo por el que hicimos el mundo en primer lugar, y una de las principales formas de defendernos de ese miedo y privarnos a nosotros mismos de entrar en la Presencia de Dios es atacar. Por eso el Curso nos dice que "el mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios" (L.PII.Preg3.2.1). ¡Eso fue! Todo aquí es un ataque contra Dios: nacer es un ataque contra Dios, tomar una respiración es un ataque contra Dios, porque todo esto hace el cuerpo real, y si somos cuerpos, no somos mentes. Si no somos mentes, no hay manera de que podamos tener acceso al pensamiento que nos lleva a la Mente, la Mente de Dios o la Mente de Cristo. Así que atacamos porque no queremos entrar en la Presencia de Dios.

El cuarto obstáculo para la paz, "El temor a Dios", es una sección maravillosa por muchas razones. Las sub-secciones de "Los obstáculos a la paz" del capítulo 19 del Texto ((T.19.IV)) nos llevan a lo largo de un viaje, y cuando llegamos al cuarto obstáculo, la idea es que estamos casi listos para penetrar el velo final —deshacer el obstáculo final y estar en la Presencia de Dios, lo cual realmente es estar en la Presencia de nuestro verdadero Ser. Esa sección final no habla sobre Dios. No es sobre la unidad con la Divinidad o sobre "una Unidad ((o Unicidad)) unida cual Una sola" ((T.25.I.7.1 usando las mayúsculas del original de Ken de este artículo en inglés y del original en inglés de la 3ª edición de ACIM)); no se trata de ninguna quimera o fantasía, ni de ideas no-dualistas de tipo presuntuoso. De lo que habla esta sección es del perdón a tu hermano. Eso es lo que hace que el Curso sea tan diferente de cualquier otra espiritualidad. Al mismo tiempo que contiene todas estas ideas sublimes y maravillosas sobre nuestra unidad con Dios, sobre la naturaleza ilusoria del universo físico, y sobre el hecho de que la única realidad es Dios y la Unidad de Dios, nos anima y nos da pautas muy específicas sobre la manera de vivir en este mundo ilusorio. El principio que debe regir nuestra vida diaria aquí es el perdón. Esa es la manera de que logremos nuestra meta final de retornar a lo que en un pasaje se describe como "una Unidad unida cual Una sola" (T.25.I.7.1). La manera de que entremos en la Presencia de Dios es por medio del perdón total a otra persona, sea quien sea ese amor especial o ese odio especial.

En vez de hablar de a qué se parece la Presencia de Dios, lo que el Curso nos dice es cómo alcanzar la Presencia de Dios, cómo volver al lugar del que nunca salimos. El tema de esta clase ((el tema de esta charla de Ken)), No puedes entrar en la Presencia de Dios si atacas a Su Hijo, lo resume todo. Así es como lo hacemos. Esa idea nos da también una manera de entender por qué estamos constantemente atacándonos a nosotros mismos y los unos a los otros. No importa cuántos años hayamos estado estudiando este material y siendo dedicados, sinceros y serios sobre él, eso no nos impide juzgar, encontrar culpa ((hacer reproches)), criticar, enfadarnos; y ciertamente no nos impide tener todos los sentimientos de auto-odio que son auto-ataque o culpa. Esto explica por qué.

Siempre me gusta citar la famosa frase de Hamlet, "Aunque esto sea locura, hay cierto método en ella" ((se ha traducido de diversas maneras, otra forma que podría ser aún más clara: "Aunque sea locura, aún hay cierto sentido en lo que dice"; pero dejo como principal la otra forma más literal, porque en lo siguiente que dice Ken sigue el hilo de la palabra "método")). Hay un método en nuestra locura. Hay una razón, un propósito detrás de todo lo que hacemos aquí, especialmente para todos nuestros pensamientos de ataque. Esto es un tema importante del Libro de ejercicios, es un tema importante en todo este Curso. Hay esa importante lección, "Abrigar resentimientos es un ataque contra el plan de Dios para la salvación" (L.72). Pues bien, el plan de Dios para la salvación es el perdón. Si estamos albergando resentimientos, es obvio que no estamos perdonando. Abrigamos resentimientos por una razón: no queremos aceptar el plan de Dios para la salvación, el cual es el perdón. La consumación final de ese plan es la aceptación de la Expiación. Inventamos problemas por una razón. Hay una razón, no solo para enfadarnos, sino para ponernos ansiosos ((nerviosos, inquietos)), temerosos y deprimidos. Hay una razón para inventar problemas cuando no hay problemas, para inventar un mundo y creer que hay un mundo cuando no hay mundo. Hay una razón detrás de todo eso.

La sección "¿Qué es la paz de Dios?" del Manual para el maestro nos dice muy claramente que cuando nos enfadamos, es como si cayera un telón y entonces la paz de Dios desaparece de nuestra vista (M.20.3) ((El artículo en inglés da ese párrafo de M.20.3 como referencia, pero para entenderlo mejor con la metáfora del telón hay que seguir leyendo un par de frases del siguiente párrafo, hasta llegar a M.20.4.2)). Esta es una afirmación intencional ((centrada en actitudes que mantenemos deliberadamente, o sea, intencionalmente)). Nos enfadamos porque no queremos la paz de Dios —queremos que haya un telón, un velo o cortina, algo entre nosotros y la paz de Dios, algo entre nosotros y nuestro entrar en la Presencia de Dios. Por eso nos enfadamos; por eso consentimos todos nuestros pensamientos de especialismo y todas nuestras prácticas de especialismo. Por eso cualquier cosa que hacemos para reforzar el universo fenoménico —para hacer real el mundo físico— es intencional ((deliberada)). Una vez más, eso es lo que hace que este Curso sea único.

Muchas otras espiritualidades, especialmente de Oriente, también dicen que el mundo es una ilusión. Pero ninguna de ellas habla de la naturaleza intencional del mundo, por qué hicimos el mundo, por qué elegimos nacer en este mundo, por qué constantemente elegimos tener todos estos pensamientos, por más ilusorios que ellos sean. Hay una razón para todo eso: estamos aterrorizados de la posibilidad de desaparecer en la Presencia que hay más allá del velo. Hay esa maravillosa cita que viene cerca del final del cuarto obstáculo para la paz donde Jesús nos dice: "Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo, no para perdernos sino para encontrarnos a nosotros mismos; no para que se nos vea, sino para que se nos conozca" (T.19.IV.D.19.1) —no estar más tiempo en el mundo de la percepción, el mundo de sujeto y objeto, el mundo de la dualidad, el mundo de los cuerpos, sino que se nos conozca, lo cual en el Curso es un sinónimo del Cielo o Unidad.

La palabra clave en esa cita es "juntos". "Juntos desapareceremos en la Presencia que se encuentra detrás del velo (...)". Juntos, dice Jesús, tú y yo, y con nosotros, todos nuestros hermanos. La misma sección también dice que levantamos este velo "juntos, o no lo hacemos en absoluto" (T.19.IV.D.12.8; cursivas mías). La persona con la que hacemos esto juntos es cualquiera a la que estemos excluyendo, cualquier objeto de nuestro especialismo, sea de amor especial o de odio especial. Elevamos el velo "juntos, o no lo hacemos en absoluto", lo cual es la corrección del Espíritu Santo para el principio del ego de o uno o el otro. El principio de uno o el otro es lo que establece al ego como una aparente realidad, como una entidad separada. Era uno de dos: o el Amor de Dios y la perfecta Unidad, o nuestra separación y el amor especial, porque no pueden ser ambas opciones a la vez. Cuando decidimos creer en las mentiras del ego, cuando elegimos creer que la "diminuta y alocada idea" ((T.27.VIII.6.2)) de estar separados de Dios fue algo real, y la tomamos seriamente, en ese momento el ego nació. Ese fue el instante en que surgió el principio de uno o el otro. Una de dos: o yo existo, o Dios es.

Pronto en el Texto, Jesús muestra la diferencia entre existencia ((existence)) y ser ((being; esto último en el UCDM español frecuentemente se prefirió traducirlo como "estado de ser")). Ser es un estado de realidad; existencia es nuestra vida aparente en este mundo. Podemos decir que el ego existe; el espíritu es. Hay una frase en el Libro de ejercicios que dice: «Decimos "Dios es", y luego guardamos silencio» (L.169.5.4). ¿Qué más se puede decir? Dios es, lo cual significa que Dios es perfecto Ser. Ese es el estado de la perfecta Unidad. «Decimos "Dios es", y luego guardamos silencio, pues en ese conocimiento las palabras carecen de sentido». No hay labios para pronunciar las palabras, ni oídos para poder escucharlas, porque todo lo que hay en la realidad es "una Unidad unida cual Una sola" ((repitamos la referencia, T.25.I.7.1, ya dada anteriormente un par de veces)), una unidad indiferenciada, que es la manera en que muchos de los místicos se refieren a esa experiencia. No hay comienzo ni final. Hay un hermoso pasaje en el Libro de ejercicios que describe cómo las luces del Cielo se iluminan ((se encienden)), y no hay ningún lugar donde una comience y otra termine (L.129.7.5). Todas se vuelven una sola luz, un solo amor, un solo Ser.

Parte VIII: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/08/un-curso-de-esperanza-viii-ken-wapnick.html

Índice de las traducciones (esta serie consta de 12 partes en total): http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/08/un-curso-de-milagros-una-espiritualidad.html

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