sábado, 29 de agosto de 2015

Un Curso de esperanza (X) Ken Wapnick

Un Curso de Milagros: Una espiritualidad llena de esperanza

Extractos de las charlas llevadas a cabo en la Academia de la
 Fundación para Un Curso de Milagros
Temecula (California) (USA) 

Doctor Kenneth Wapnick
 
Parte X
"Entrando en la Presencia de Dios" (Conclusión)

Solo para complicar la cosa —lo cual es el motivo de que el ego sea tan brillante (la madre de todos los genios malignos, podríamos decir)—, una vez que elegimos la culpa como defensa, tenemos que defendernos de la culpa. El ego solo extiende capas de defensa sobre defensa sobre defensa. Nosotros elegimos la culpa como una defensa que dice que el pecado es real, y después tenemos que protegernos a nosotros mismos de los horrores de la culpa; concretamente, de que Dios nos va a castigar, porque es uno o el otro. Una de dos: o yo destruyo a Dios, o Él me destruye a mí. Entonces proyectamos nuestra culpa sobre un mundo que nosotros mismos fabricamos y sobre toda la gente que ponemos en él. Y luego nos enfadamos con la gente, esperando que por arte de magia Dios vea lo que está pasando, reconozca como sacrosanto el principio de uno o el otro y diga: "Sí, es uno o el otro y aquí están los culpables, son esos". Con lo que nosotros ahora nos convertimos en los inocentes.

Si tienes la culpa, entonces no la tengo yo. Yo soy no-culpable ((queriendo decir: inocente)). Bueno, la no-culpabilidad es el sinónimo de la inocencia ((Nota de Toni: por aportar un poco de contexto a esto, si no recuerdo mal, en Estados Unidos cuando se juzga a alguien no se decide entre "culpable" o "inocente" —que es la terminología judicial usada en España—, sino que allí se juzga entre "culpable" y "no culpable". Puede sobreentenderse que alguien "no culpable", o "inocente" como sería llamado en España, no es que sea con toda seguridad inocente, sino que simplemente no se pudo demostrar su culpabilidad durante el juicio. Es interesante este contexto porque nos indica que para el ego —y para nuestra sociedad basada en el ego— siempre queda la duda sobre la inocencia, como si no pudiese existir nadie 100% inocente: solamente existiendo los culpables y quienes son "no culpables" porque todavía no se ha podido demostrar fehacientemente su culpabilidad)). Yo soy inocente. Esa persona de ahí es la que es pecadora. Es a ella a la que hay que matar. Pero el problema es que cuando te ataco proyectando mi culpabilidad sobre ti, hay una parte de mí que sabe que estoy inventándome esto y que tú no eres responsable de que yo esté enfermo o de que me sienta molesto ((tb: disgustado, descontento, alterado, a disgusto, etc)), ni eres responsable por mi perpetuo estado de inquietud. Tú no has hecho nada. Por lo tanto si yo tengo esa creencia es porque estoy atacándote, y entonces tú estás justificado para responderme con un contraataque, y entonces tengo miedo. Ese es el ciclo de ataque-defensa del que habla la lección 153: "Los ciclos de ataque y defensa, y de defensa y ataque (...)" (L.153.3.2). Te ataco como una manera de deshacerme de mi culpa ((o sea, ataco a modo de defensa: como un método para defenderme de mi propia culpa; por eso lo de "ciclo de defensa-ataque", o de ataque-defensa)). Así paso de tener yo la culpa, a culparte a ti; pero ahora me vas a atacar como respuesta a mi ataque, y tengo miedo, lo cual significa que la culpa que se originó en mi mente al tratar de protegerse ((de protegerse la mente a sí misma)) de su miedo al amor, ahora engendra miedo. Así que primero tengo miedo y luego siento culpa como una defensa contra el miedo, la cual me conduce al miedo ((Nota de Toni: Con otras palabras: 1) Siento miedo del amor, de Dios; lo cual equivale a rechazar a Dios-amor, o sea, atacar a Dios-amor, lo cual me hace sentir miedo de la venganza de Dios, etc. 2) Siento culpa para defenderme de ese miedo por haber rechazado el amor. 3) Proyecto esa culpa, lo cual es atacar, pero ahora tengo miedo de las consecuencias de mi ataque)). ¡Brillante! —porque no sabemos lo que ha pasado. Lo único que sabemos es que tenemos miedo de que se nos ataque desde cualquier parte. Cada vez que tenemos un pensamiento de ataque —lo cual quiere decir cada vez que nos sentimos culpables porque inevitablemente la culpa siempre conduce a pensamientos de ataque— sentiremos culpa por el pensamiento de ataque, y la culpa exige castigo. Creeré que la persona a la que estoy atacando responderá devolviéndome el ataque.

¿A causa de qué crees que enfermamos? Enfermamos porque cada vez que respiramos, cada vez que damos un paso, estamos matando cientos de miles de microorganismos, los cuales ahora se van a vengar de nosotros, por eso cogemos la gripe, los diversos virus, resfriados, y toda clase de extrañas y exóticas enfermedades. ¿Por qué elegimos enfermar? Porque enfermar es una manera de mitigar el castigo de Dios. Pensamos que nos merecemos ser castigados por Dios a causa de lo que hemos hecho. Y por supuesto que el castigo final es la muerte y ser expulsados del Reino para siempre, lo cual significa el infierno. Así que hacemos un trato con Dios. Las relaciones especiales funcionan siempre mediante tratos y regateos. Decimos: "Mira, sé que hice algo terrible. Sé que Tú estás muy ocupado, hay un montón de asuntos pendientes en Tu mundo, así que me castigaré a mí mismo para que así no tengas que molestarte en hacer ese trámite Tú Mismo. Voy a enfermar". Y de hecho pensamos que Dios se traga ese cuento.

¿Qué agentes nos hacen enfermar? Todos esos microorganismos que deliberadamente destruimos (en el colmo de nuestro egoísmo y egocentrismo) cada vez que respiramos, cada vez que comemos algo, y cada vez que damos un paso. Cada vez que nos metemos en un coche y conducimos, Dios sabe los estragos que estamos causando. Estamos matando a todos, pero no creemos que sean personas porque son muy pequeños y no podemos verlos. Pero nosotros sabemos que ellos lo saben y ellos tienen familia, y la noticia se propaga. Venguémonos de este tipo. Él acaba de pisotear a cientos de miles de nuestros parientes. ¡Cogedle! Y entonces me enfermo.

Una conocida teoría dice que el cáncer es causado por un virus. Pues bien, son todas esas personas que matamos, aunque no las llamamos personas porque establecemos diferencias entre lo que risueñamente llamamos seres vivos. A algunos los llamamos personas, y a otros los llamamos gérmenes, chicos malos, y no pensamos sobre eso. Cuando Buda dijo que debíamos tener compasión de todos los seres vivos, hablaba en serio. Por eso el budismo, cuando se practica verdaderamente en la forma en que se originó, es una disciplina y una espiritualidad muy amable y gentil. Enseña compasión hacia todos los seres vivos. Pero nosotros forjamos una creencia basada en las diferencias. No vemos a todos y a todo como lo mismo.

No estoy diciendo que deberíamos dejar de respirar, o usar filtros especiales ((Nota de Toni: por ejemplo mascarillas para respirar sin matar microbios)), o caminar con una escoba como hacen algunos budistas para no pisar a ningún ser vivo ((insectos por ejemplo)). Simplemente tenemos que entender la locura del sistema, y cómo todo gira en torno a la culpa y el castigo. Es por eso por lo que constantemente elegimos venir a este mundo. Es nuestra culpa la que nos trae a este mundo; es la culpa la que nos mantiene en este mundo; y es la culpa la que refuerza a la propia culpa que nos trajo a este mundo. Es un círculo muy vicioso. Estamos atrapados en este tornillo de banco de la culpa ((Nota de Toni: un tornillo de banco es un instrumento que se compone de una parte fija y otra que se mueve mediante un tornillo, y entre ambas se puede sujetar o ir apretando cada vez más la pieza con la que se trabaja; para entenderlo puede ser mejor ver primero una imagen, como la que podéis ver debajo del final de este párrafo; no cuesta imaginarse un intrumento de tortura basado en sistemas parecidos, como el histórico "garrote vil" que se usaba para las ejecuciones, como podemos ver en la imagen inmediatamente posterior. Valen como metáforas de cómo la culpa nos asfixia y nos limita, torturándonos implacablemente mientras sigamos creyendo en ella)). La culpa nos impulsa a atacar; el ataque nos lleva a temer un contraataque, lo cual significa que tenemos que defendernos, con lo cual lo único que conseguimos es sentirnos más culpables.

Tornillo de banco

Garrote vil

Por lo tanto tenemos estos dos ciclos que se alimentan el uno al otro: el ciclo de culpa-ataque y el ciclo de ataque-defensa, y ambos terminan donde empezaron, con la culpa. Simplemente vamos girando y girando: culpa, ataque, ataque, defensa, y no hay manera de salir de eso. Veamos un maravilloso pasaje de la lección 153:

Es como si estuviera encerrada [se refiere a la mente] dentro de un círculo, dentro del cual otro círculo la atenaza, y dentro de ése, otro más, hasta que finalmente pierde toda esperanza de poder escapar. Los ciclos de ataque y defensa, y de defensa y ataque, se convierten en los círculos de las horas y los días que atenazan a la mente con gruesos anillos de acero reforzado, que parecen aflojarse por un momento, mas sólo para iniciar todo el proceso de nuevo. No parece haber respiro ni final para este aprisionamiento que atenaza cada vez más a la mente. (L.153.3) ((Nota de Toni: esta cita la he traducido con la frase 2 modificada con respecto a la publicación oficial de UCDM en español, para hacerla claramente entendible))

¡Un retrato muy claro de a qué se parece la vida en este mundo! Y la gente cree que este es un mundo agradable. ¿Cómo puede ser un mundo agradable cuando está sucediendo esto todo el tiempo? Los gobiernos, las religiones, las razas viven así porque los individuos viven así. Esto es el sistema de pensamiento del ego; esto es lo que fabricó el mundo. ¿Por qué está la mente aprisionada? Porque la mente elige estar aprisionada.

Hay dos secciones similares en el Texto: "La confusión entre dicha y dolor" y "La diferencia entre aprisionamiento y libertad" (T.7.X; T.8.II). Nosotros las entendemos al revés. Creemos que el pasaje de arriba de la lección 153 trata sobre la libertad: de que soy libre de mi culpa. Pues bien, realmente es aprisionamiento. A veces pensamos que nuestra vida va de maravilla porque hemos dominado la parte del ataque, pero nos hemos olvidado de la culpa. La mente-tomadora-de-decisiones elige aprisionarse a sí misma porque tiene miedo de lo que sucedería si la mente fuera libre. Si la mente fuese libre, reconocería libremente su decisión equivocada y libremente elegiría de nuevo. Cuando elija la Expiación del Espíritu Santo, cuando elija a Jesús como su maestro, y el perdón en lugar del resentimiento ((en lugar de quejas, críticas)), nuestro ser individual desaparecerá, porque este ser se sustenta mediante la culpa y se preserva mediante el ataque.

Elegimos aprisionar nuestra mente por medio de la culpa y entonces atacamos, para que así nunca tengamos que retroceder hasta esa parte tomadora de decisiones y elegir de nuevo. Todos nosotros huimos de la mente, colectivamente como el Hijo único. Hicimos la totalidad del cosmos, la totalidad del universo, y nos dividimos en pequeñas porciones de ego, las metimos en cuerpos, olvidamos que hicimos eso, y todo lo que nos queda a todos nosotros es esta vida aquí en el cuerpo, regida por principios de los que no somos conscientes: uno o el otro, mata o muere ((matar o ser matado)). Alguien detrás de nosotros está moviendo los hilos de nuestras marionetas, y ni siquiera lo sabemos. Creemos que estamos vivos. Esa es la absurda naturaleza de todo esto.

Cuando das un paso atrás, te das cuenta de que es una farsa. Alguna otra cosa ((diferente de nosotros)) está moviendo los hilos que nos hacen actuar, decir, pensar y sentir. No tenemos ni idea de que somos simples robots, programados por una mente que está impulsada por la culpa y dice: "Dios nunca se ha olvidado, así que identifícate con el cuerpo y estarás a salvo". No recordamos eso. De lo contrario, tal como lo describe un pasaje en forma humorística, le diríamos al ego: Me diste gato por liebre. Me dijiste que yo estaría seguro en un cuerpo. Pero ahora estoy en un cuerpo y estoy siendo atacado todo el tiempo. (T.4.V.4). Pero nos olvidamos de que se nos dijo eso, así que todos nosotros nos hemos quedado aquí siendo un cuerpo, escuchando la misma voz que dice "ataca, ataca, ataca", y nos olvidamos de la decisión mental en favor de la culpa que nos sigue conduciendo a atacar, atacar, atacar, y después a defender, defender, defender. Eso es lo único que oímos, y así es como vivimos.

Creemos que el principio de uno o el otro tiene que ver con mi cuerpo frente a tu cuerpo, mi religión contra tu religión, mi país contra tu país, mi equipo deportivo contra el tuyo, mi sexo contra el tuyo. Eso no importa. Siempre estamos librando una batalla, y nos olvidamos de que el principio de uno o el otro no tiene nada que ver con cuerpos. Tiene que ver con un sistema de pensamiento demente que está en la mente, pero está protegido en la mente por su decisión de olvidar que tenemos una mente, y después identificarnos con un cuerpo que creemos que es externo a la mente. De hecho, ni siquiera sabemos que tenemos una mente. Simplemente pensamos que el cuerpo está aquí.

Pero si las ideas no abandonan su fuente, entonces los cuerpos del mundo y el mundo mismo son simplemente proyecciones de un sistema de pensamiento que nunca ha abandonado su fuente en la mente. Por eso el problema tiene que verse donde está, no en otra parte. Mi problema no es la relación especial que tengo contigo o con mis padres. Mi problema no es que mi cuerpo envejezca, ni las personas con las que estoy viviendo o trabajando. El problema no es con el gobierno del que soy ciudadano. El problema es la decisión de mi mente en favor del ego, pura y simplemente. Es tan simple que no podemos creer que ese sea el problema, por lo cual el ego construyó un sistema de pensamiento muy complicado que desemboca en un mundo muy complicado en el que no hay soluciones. Nunca resolveremos los problemas del mundo o del cuerpo, porque el cuerpo y el mundo no son el problema. El problema es que estamos aterrorizados de que nuestra mente elija entrar en la Presencia de Dios. Así que apreciamos ((valoramos)) nuestra culpa, apreciamos la gravedad del pecado ((es decir, nos parece valioso considerar el pecado como algo serio y grave, como algo realmente importante y de enorme gravedad, algo muy serio)), apreciamos nuestro miedo a ser castigados por Dios, y apreciamos la defensa que aparentemente nos protege de todo eso, la cual es vivir en el mundo como un cuerpo. Y entonces nos olvidamos de que el único propósito del Curso es que Jesús nos anime para regresar a la mente para que podamos elegir de una manera diferente: la libertad en lugar del encarcelamiento. Y esa es nuestra única esperanza.

Parte XI: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/08/un-curso-de-esperanza-xi-ken-wapnick.html

Índice de las traducciones (esta serie consta de 12 partes en total): http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/08/un-curso-de-milagros-una-espiritualidad.html

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