De un mail escrito el 1 de mayo de 2012:
Esto es un mini-complemento al otro mail que te he enviado antes (el cual posteé aquí).
Mientras me estaba afeitando me ha venido a la mente algo que tenía que
haber puesto en ese mail. No es que sea muy importante, pero es casi lo
primero que me vino a la cabeza cuando leía esto que dijiste:
Lo que ocurre también es que renunciar a los juicios,
parece ser sinónimo de sacrificio. Para muchos, los juicios son su
opinión personal, y a veces yo me incluyo en ese grupo. Nunca juzgo
culpando (etiquetando a los demás negativamente), pero sí me gusta dar
mi opinión personal (juicio) respecto a las cosas del mundo; me gusta
dar mi opinión respecto a ciertos temas, lo que me agrada y lo que me
desagrada, como por ejemplo el otro día le estaba comentando a un amigo
la decadencia de la calidad en el cine y el entretenimiento en general,
¿también tengo que renunciar a ese tipo de juicios, o basta con
reconocer interiormente que todo es una ilusión?
Lo
relevante es lo comentado (más minuciosamente) en el otro mail, pero
una manera informal de verificar rápidamente si vamos por buen camino o
no, es plantearnos una pregunta del estilo de la siguiente: ¿me tomo mis opiniones demasiado seriamente?
Si opinas siendo consciente de que son ilusiones, sin tomar a rajatabla tus opiniones ni obsesionarte por tener razón,
entonces es más probable que todo vaya ligero. Puedes dar tu opinión
sobre cine o cualquier cosa, y si en el fondo de ti eres consciente de
que las opiniones no son importantes, y que no es importante tener
razón, y que podría suceder que mañana o algún día veas ese tema de otra
manera o que el Espíritu Santo te inspire un punto de vista
diferente... entonces al no estar aferrado a tus opiniones, puedes
darlas desapegadamente, sin tanto peligro de tomarlas como algo serio.
Lo relevante es lo que explica el otro mail: ¿Con quién estás opinando?
(esperemos que con el Espíritu Santo; recuerda que es simplemente una
actitud, una ligereza y receptividad, una actitud de hermandad y no de
vencer o convencer a otros; y además no es un ritual ni algo que te congele la
espontaneidad). ¿Para qué es esa opinión? (¿o esa acción, etc)? (esperemos que para amar, para compartir, para despertar).
Mientras no opinemos para separarnos de los demás (lo cual implica
que creemos que podemos opinar por nuestra cuenta) las opiniones podrán
ser un simple juego, potencialmente tan divertido como cualquier otro
juego. Los juegos son inofensivos si jugamos bajo la tutela del Espíritu
jejeje
Este comentario (supongo que mucho más breve) estaba supuestamente
destinado a ser parte del anterior mail. Pero en el fragor de los
tecleos se me olvidó. Pero como dice el refrán: «No hay mal que por bien no venga», un refrán muy UCDMeniano, por cierto, porque digamos que «no hay mal que el Espíritu Santo no pueda interpretar como bien», o también «no hay mal que el Espíritu no pueda transformar en bien».
Y algo de bien ha sucedido en este caso: al enviarlo en un mail aparte,
queda un poco más destacado. Y probablemente así ha surgido ligeramente
ampliado, pues en el otro mail quizás podría haber saldado esto con una
línea. Simplemente no olvidemos reírnos, ¡incluso de nuestra propias
opiniones! Y recordemos que cualquier opinión que demos podría estar
equivocada, y por lo tanto la actitud humilde es dar nuestra opinión
pero sin fanatismo, sin exceso de seriedad, pues sabemos que quizás a
veces acertemos pero otras veces... jejeje... Sin embargo, si nos unimos
en equipo al Espíritu, incluso las opiniones defectuosas se convierten en una forma de compartir amor y de facilitar a todos el despertar (lo relevante es el contenido, no la forma). Por eso, una vez más, lo que importa no es qué opinemos, sino con quién y para qué nos estamos aliando. Que sea con el Espíritu y para despertar.
Posts relacionados:
Juicios (I): ¿Juicios positivos? http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2013/03/juicios-i-juicios-positivos.html
Juicios (II): Conceptos http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2013/03/juicios-ii-conceptos.html
¡Saludos!
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