De un mail escrito en febrero de 2013:
Ayer mencioné el título de algunas de las lecciones del Libro de Ejercicios, una de ellas la lección 133 titulada: «No le daré valor a lo que no lo tiene».
Y hoy, al leer el Texto me he encontrado justo lo primero con una
sección que está relacionada con el tema. Por si te gusta leerla, la
sección entera está genial para leer, es la T.15.III (desde la página 339 a la 342). La sección se titula: «La pequeñez en contraposición a la grandeza».
Copio el primer párrafo entero:
No
te contentes con la pequeñez. Pero asegúrate de que entiendes lo que
es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte
satisfecho con ella. La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo.
La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza. En este mundo no hay
nada que tenga valor porque es un mundo que procede de la pequeñez, de
acuerdo con la extraña creencia de que la pequeñez puede satisfacerte.
Cuando te lanzas en pos de cualquier cosa en este mundo creyendo que te
ha de brindar paz, estás empequeñeciéndote y cegándote a la gloria. La
pequeñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para
dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia. Y siempre elegirás
una a expensas de la otra. (T.15.III.1)
Y aunque es mejor releer la sección toda completa, copio unas frases sacadas también de esa misma sección:
Pues sólo en la grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho. (T.15.III.2.6)
Tú que has encontrado la
pequeñez que buscabas, recuerda esto: cada decisión que tomas procede de
lo que crees ser, y representa el valor que te atribuyes a ti mismo. Si
crees que lo que no tiene valor puede satisfacerte, no podrás sentirte
satisfecho, pues te habrás limitado a ti mismo. Tu función no es
insignificante, y sólo podrás escaparte de la pequeñez hallando tu
función y desempeñándola. (T.15.III.3.3-5)
Dios no está dispuesto a que Su Hijo se sienta satisfecho con nada que no sea la totalidad. (T.15.III.4.10)
Él no te ha abandonado, ni tú lo has abandonado a Él. (T.15.III.5.5)
Dar el don de Dios está más
allá de tu pequeñez, pero no más allá de ti. Pues Dios quiere darse a Sí
Mismo a través de ti. Él se extiende a Sí Mismo desde ti hacia todo el
mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin
abandonarte. Él se extiende eternamente mucho más allá de tu
insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. No obstante, Él
te ofrece todas Sus extensiones a ti, puesto que eres Su anfitrión. (T.15.III.7.3-7)
¿Es acaso un sacrificio dejar
atrás la pequeñez y dejar de deambular en vano? Despertar a la gloria
no es un sacrificio. Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que
no sea la gloria. (T.15.III.8.1-3)
Cuando hayas aprendido a
aceptar lo que eres, no inventarás otros regalos para ofrecértelos a ti
mismo, pues sabrás que eres íntegro, que no tienes necesidad de nada y
que eres incapaz de aceptar nada para ti. Y habiendo recibido, darás gustosamente. El anfitrión de Dios no tiene que ir en pos de nada, pues no hay nada que él tenga que encontrar. (T.15.III.10.7-9)
Lo que nos hace sufrir es darle valor a lo que no lo tiene. Al
apegarnos a las ilusiones, sufrimos cuando éstas cambian, y las
ilusiones siempre cambian. Si elegimos lo verdadero conoceremos la
satisfacción total, pues lo verdadero es eterno y nunca cambia. En la
lección 133 que mencioné una de las cosas que dice es esto:
En primer lugar, si eliges
algo que no ha de durar para siempre, lo que estás eligiendo carece de
valor. Un valor temporal no tiene valor alguno. El tiempo jamás puede
anular ningún valor real. Lo que se marchita y perece jamás existió, y
no tiene nada que ofrecerle al que lo elige. Éste se ha dejado engañar
por algo que no es nada, pero que se ha manifestado en una forma que él
cree que le gusta. (L.PI.133.6)
Antes de eso también dice:
No
pides demasiado de la vida, al contrario, pides demasiado poco. Cuando
dejas que tu mente se ocupe de asuntos corporales, de las cosas que
compras y de lo que es eminente de acuerdo con los valores del mundo,
estás invitando al pesar, no a la felicidad. Este curso no pretende
despojarte de lo poco que tienes. Tampoco trata de substituir las
satisfacciones que el mundo ofrece por ideas utópicas. En el mundo no se
puede hallar ninguna satisfacción. (L.PI.133.2)
En el Texto comenta sobre el tema:
¿Qué
dispone la Voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga todo. Y Él
garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. Es imposible perder
nada, si lo que tienes es lo que eres. (...) Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco,
pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a
cambio de su propio miserable tesoro. Mas no puede hacer esto sin
experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. Éste
es el tesoro tras el que ha ido en pos. Y sólo puede tener miedo de
ello. ¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede ser la incertidumbre tu
deseo? ¿O es simplemente que te has equivocado con respecto a lo que es
tu voluntad y a lo que realmente eres? (T.26.VII.11.1-4; 7-14)
Cuando nos concentramos en lo limitado (la pequeñez) sufrimos y nos
sentimos inseguros e incompletos y por eso deseamos recibir en lugar de
dar. Al querer recibir, nos obsesionamos con los resultados y mostramos
una actitud exigente basada en la sensación de carencia, nos basamos en
la escasez, en sentirnos incompletos. Cuando renunciamos a la pequeñez
nos relajamos y podemos dar sin miedo, sin controlar los resultados
porque la Abundancia (la Plenitud) se da a Sí Misma sin preocuparse de
nada, pues sabe que todas sus necesidades son satisfechas
espontáneamente. Al dar (en lugar de exigir recibir) nos liberamos de
nuestra sensación de escasez. Y no hay nada mejor para dar que el amor,
la libertad, el ser.
La actitud de dar es tan poderosa que Santa Teresa de Calcuta en su
compasión por todos se entregó ayudando a los pobres cada día y según
Arten/Pursah se iluminó mediante esa entrega generosa, a pesar de que es posible que sus ideas teológicas no fueran del tipo de la no-dualidad (su actitud triunfó, porque la entrega completa que ella hacía de sí, unida al sincero deseo de dar y ofrecerse a todos sus hermanos, conduce a la experiencia de la libertad/iluminación, independientemente de la ideología que uno maneje). Al dar adoptamos una
actitud abierta que nos ayuda a despreocuparnos de nosotros mismos, y al
olvidarnos del "yo", el ego se deshace. Al contrario, el ego siempre
está pendiente de sí mismo y solamente piensa en los demás para exigir
(para conseguir algo o para criticar a los demás), no para dar sin pedir
nada a cambio. Esa actitud exigente se expresa también en forma de
criticar a otros (o a uno mismo), etc. Al dar amorosamente, nos
liberamos de una actitud limitadora y aceptamos una actitud de amor y
abundancia.
La actitud de apertura, de entrega relajada al fluir de la Vida, la expresó muy bien Jeff Foster con estas pocas palabras:
Es muy sencillo. Yo no quiero nada y todo lo que sucede me parece bien.
UCDM nos ayuda a ir poniendo en práctica la actitud liberadora.
Seamos pacientes, porque como decía Gary Renard (o Arten o Pursah) la
maestría en esta actitud requiere mucha práctica, al igual que un
pianista o un músico necesita practicar mucho (uno no se hace pianista o
guitarrista en cuatro días) y luego cuando da un concierto se ven los
resultados de esa práctica, lo mismo pasa con los practicantes del
perdón: usualmente requiere años de práctica y así poco a poco se va convirtiendo
en un hábito espontáneo que nos hace la vida muy fácil y feliz.
Mediante el perdón el tiempo se acorta. Sin el perdón, los
acontecimientos/símbolos que nos dan miedo surgirán de todos modos, tal
como están programados (muertes, enfermedades, sustos, accidentes,
decepciones, separaciones, soledad, discusiones, conflictos, escasez,
etc). Con el perdón los símbolos programados surgirán también (excepto
los símbolos desaparecidos por las "páginas arrancadas de nuestro libro", los cuales ya no será necesario que aparezcan porque el
tiempo/sueño queda acortado, anulado, desvanecido) pero los símbolos
programados que surjan no nos darán miedo porque estaremos viéndolos
desde el punto de vista que nos inspira nuestro dulce Acompañante: el
Espíritu Santo.
Lo que tenga que pasar va a pasar (aparentemente, pues el sueño son
meras apariencias), así que lo que podemos hacer es elegir con qué
consejero vamos a interpretar lo que parezca suceder: con el ego o con
el Espíritu Santo. ¡Así somos libres para despertar!
No somos lo que pensamos que somos, sino lo que Dios piensa de
nosotros. Somos tal como Dios nos creó y no carecemos de nada. Toda la
Plenitud, todo lo bueno, bello y feliz, forma parte de nuestro propio
ser. Y no hay nada más que nuestro propio ser. No estamos separados de lo
bueno. No estamos separados de lo que amamos. No estamos separados de
nuestra perfecta felicidad, la cual compartimos con todos. Somos un gozo
perfectamente feliz y plenamente satisfactorio. Y podemos decidir
reconocer esto ahora.
Dios es Bueno. Todo está bien. :-)
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