viernes, 25 de diciembre de 2015

Facimoutreach P-135

¿Cuál es el punto de vista del Curso sobre el suicidio?

P-135: Las siguientes cuatro preguntas abordan todas ellas el tema del suicidio, así que serán contestadas conjuntamente: 

1) ¿Podría comentar el punto de vista del Curso sobre el suicidio? 

2) ¿Cuál es la manera "correcta" de hacer frente al suicidio, desde el punto de vista de Un Curso de Milagros?

3) Mi abuelo se suicidó. La muerte, nuestra separación de Dios, es enteramente una ilusión. Así que, ¿es el suicidio algo incorrecto? ¿O es el estado mental —sentirse separado de Dios— al cometer suicidio lo que está mal? ¿Qué ocurre si uno se suicida? ¿Se vuelven las personas uno con Dios cuando ellas no están en la ilusión del mundo? 

4) Mi esposa se suicidó recientemente. Ella y yo éramos estudiantes de Un Curso de Milagros. A veces me pregunto que, si todo esto es una ilusión, ¿cuál es el propósito de conservar nuestra vida? ¿Por qué deberíamos luchar en esta vida, que de todos modos no es parte del mundo real? ¿Cuál es el propósito de todo esto?

Respuesta: Desde la perspectiva del Curso, toda muerte es en realidad suicidio. Pues, como explica Jesús: «Nadie puede morir a menos que elija la muerte» (T.19.IV.C.1.4), y de nuevo más adelante: «Y nadie muere sin su propio consentimiento. Jamás ocurre nada que no sea una representación de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges» (L.152.1.4-5).

Pero el Curso también deja claro que la muerte es un pensamiento —en la mente— que no tiene nada que ver con el cuerpo (por ejemplo, L.163.1.1; L.167.2.1-3). Pues el ego en sí tiene como origen un demente pero ilusorio pensamiento de muerte: la creencia de que podemos atacar a Dios para arrancar de Él un yo separado individual. Tal pensamiento representa no solo un asesinato —la muerte de Dios— sino también un suicidio —la muerte de nuestro verdadero Ser como Cristo. Así que lo que proviene de esto —lo que sigue en el mundo de los cuerpos y de las conductas— no puede ser ni más real ni más cuerdo que su irreal y demente origen.

Debido a que el Curso nos pide que nos centremos en el contenido y en el propósito en vez de en la forma y en la apariencia, toda muerte en el mundo —que viene de un pensamiento del ego— será vista exactamente a la misma luz (de la misma manera). El propósito que tiene el ego con toda muerte es demostrar que la separación es real y que, al final, Dios triunfa sobre nosotros al quitarnos la vida que Le habíamos robado. Podemos o bien resistir hasta que finalmente sucumbamos ante fuerzas externas más poderosas, o bien resignarnos a nuestra suerte y entregarnos a la muerte por nuestra propia mano (suicidio). No importa la forma en que la muerte pueda llegar (por factores externos o por nuestra propia mano), pues el contenido es siempre el mismo —nuestra endeble, diminuta y dolorosa vida es nuestra solo por un tiempo limitado antes de que inevitablemente tengamos que perderla.

Por otro lado, al mirar con Jesús o el Espíritu Santo, veríamos que todas las formas de muerte, incluyendo el suicidio, no son diferentes en cuanto al contenido, sino solo en cuanto a la forma, como sucede con cualquier otra decisión que tomemos aquí en el mundo que esté basada en percibirnos como separados y solos, doloridos, vulnerables y victimizados. Y sin embargo sabríamos que esa percepción es falsa, basada como está en una premisa falsa sobre nosotros mismos: que somos este cuerpo, atrapados en un mundo duro y cruel el cual no hemos contruido nosotros, luchando desesperadamente contra adversidades insuperables para tratar de encontrar un poco de paz y de felicidad en una situación desesperada (sin esperanza) sobre la cual no tenemos control.

Desde el punto de vista mayoritario del mundo, el suicidio tiene asociado con él un estigma y un juicio moral negativo, pero eso es simplemente parte de la defensa del ego, que insiste en que tanto la vida de un yo separado como la muerte de ese yo son reales. Desde el punto de vista del Curso, el pensamiento que hay detrás del suicidio, si viene del ego [Jesús también deja claro que la muerte puede ser elegida desde la guía del Espíritu Santo (M.12.5; O.3.II)], es una equivocación, un error, pero eso es todo. No es un pecado, ni conlleva consecuencias negativas que sean diferentes en modo alguno a las de cualquier otra decisión que tomemos con el ego como nuestro maestro —todas ellas refuerzan la culpa que inconscientemente queremos mantener viva en nuestra mente para demostrar que la separación es real. Así que el suicidio no es un error mayor que el error que cometimos al elegir nacer en el mundo. En ambos casos estamos tratando de lidiar con el problema de la culpa que hay en nuestra mente, centrándonos en el mundo aparentemente externo y en nuestro cuerpo, lo que garantiza que no encontraremos la solución. Estamos tratando de resolver el problema de la separación en el mundo, como si el mundo fuera el problema, en vez de resolverlo en la mente, que es donde está enterrado el verdadero problema (la loca idea de la separación).

Así que, tanto si cometemos suicidio como si morimos de cualquier otra manera, al creer que la muerte es real seguiremos atrapados en la auto-impuesta egoica creencia de la separación. La muerte no nos libera del sistema de pensamiento del ego, ni del mundo que es su defensa. Es solo al mirar el sistema de pensamiento del ego con la presencia sin-juicios de Jesús o del Espíritu Santo a nuestro lado y decidiendo de una vez por todas que la idea de la separación no tiene valor para nosotros, cuando podemos regresar a la experiencia de nuestra unidad con Dios. Pues el mundo no nos está privando de nada —únicamente nuestra decisión de estar separados es lo que nos mantiene en la privación.

A pesar de que este mundo es una ilusión, al igual que son una ilusión nuestras vidas individuales aquí —vidas que están encorchetadas entre el nacimiento y la muerte—, no creemos eso. Si lo creyéramos, y verdaderamente supiéramos que el propósito del mundo fue atacar a Dios y por lo tanto a nuestro Ser, entonces por supuesto que nunca pensaríamos de nosotros mismos como estando en cuerpos. Pero el hecho de que todos vivimos de esa manera —respirando, comiendo, bebiendo, reproduciéndonos, etc.— demuestra que aunque podemos creer intelectualmente lo que Un Curso de Milagros nos dice, eso no es nuestra experiencia en absoluto.

Por lo tanto, el propósito que tiene el Espíritu Santo para nuestra presencia aquí, una vez que hemos nacido, es que aprendamos Sus lecciones del perdón, incluyendo la última lección de que la muerte es irreal. Así el mundo se convierte en un aula en la cual aprendemos alegremente lo que Él nos está enseñando. Querer dejar el mundo simplemente refuerza su realidad para nosotros. Al fin y al cabo, ¿quién querría dejar un lugar a menos que primero creyera que ese lugar es real y desagradable? Por eso Jesús nos dice en el Texto: «Existe el riesgo de pensar que la muerte te puede brindar paz» (T.27.VII.10.2). La verdadera paz no proviene de dejar el mundo físico, sino que llega únicamente a través de la práctica del perdón, el cual deshace la culpa de la mente, que es la única causa del dolor y el sufrimiento, como también de la creencia en la realidad de la muerte. Así que, conforme vayamos estando dispuestos, al ritmo que elijamos, daremos los pequeños pasos del perdón que nos traerán de vuelta al glorioso Ser eterno que nunca podríamos destruir, el Ser que ha continuado siendo nuestra Identidad a pesar de nuestras tontas digresiones o divagaciones en las ilusiones de muerte.

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions28.htm#Q135

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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