domingo, 13 de marzo de 2016

El sueño feliz (parte 2)

"El sueño feliz"

Extractos del seminario celebrado en la 
Fundación para Un Curso de Milagros (FACIM
en Temecula (California) 

Kenneth Wapnick


Parte 2

Dos niveles de sueños

Vamos a discutir un pasaje del Texto y un pasaje paralelo del poema en prosa "Los regalos de Dios", una serie de mensajes que Helen anotó en 1978, los cuales constituyen un maravilloso resumen de toda la gama de enseñanzas del Curso, con una incisiva discusión de estos dos niveles de sueños. Antes de que empecemos a considerar esos pasajes voy a comentar algo. El sueño comienza con la idea de que podríamos estar separados de Dios. A eso es a lo que el Curso se refiere como la diminuta y alocada idea, de la cual olvidamos reírnos, lo que significa que la tomamos seriamente (T.27.VIII.6). Esto nos lleva automáticamente a etiquetar la diminuta y alocada idea, el pensamiento de la separación, como algo pecaminoso. Esto es el comienzo del sueño del ego, al cual se hace referencia en "Los regalos de Dios" como el "primer sueño". En el Texto, se alude a esto como el "sueño secreto" (ver T.27.VII.11). Es el sueño en la mente ((antes de proyectar el mundo de las formas)) que se basa en la trinidad profana del pecado, la culpa y el miedo. El pecado dice que hemos pecado contra Dios; la culpa dice que nos sentimos abrumados por la enormidad de nuestro pecado, tanto es así que no sólo creemos que hemos pecado, sino que acabamos creyendo que nosotros somos el pecado. Esa es la peor experiencia de todas. No se trata sólo de que hayamos hecho algo malo, sino que nosotros mismos somos algo malo. Cada fibra de nuestro ser apesta con esta "maldad", con esta pecaminosidad; tanto es así, que la única cosa que puede resultar de esto es que seamos castigados. Además, puesto que es nuestro propio ser lo que es malo y pecaminoso, un ser que robamos de Dios al haberle arrebatado Su vida para apropiárnosla para nosotros mismos, así que es este ser que hemos robado el que será derrotado. Es la vida que hemos robado de Dios la que perderemos cuando Dios a su vez nos la quite a nosotros para recuperarla, y eso nos infunde un miedo tremendo, por no hablar de terror, el terror de nuestra propia aniquilación —que seremos aniquilados y desapareceremos en el olvido.

Ese es el egoico sueño del pecado, la culpa y el miedo, el cual es horrible. Todas nuestras peores pesadillas aquí en este mundo ((sueños "nocturnos" o "de cama")), todas nuestras peores películas de terror, todas las peores cosas que pasan en el mundo no pueden ni tan siquiera compararse con la cantidad de odio hacia uno mismo y el terror que contiene el sueño original. Este es tan horrible que no hay manera de que podamos tolerarlo, no hay manera de que podamos seguir ante la presencia de esos pensamientos, porque lo que en realidad están diciendo esos pensamientos es que lo que hicimos fue destruir el amor para satisfacer nuestras propias necesidades egoístas y egocéntricas. Dios no hizo nada malo. Nosotros supusimos que Él hizo algo malo. Lo único que sucedió es que creímos que el Amor de Dios no era suficiente para nosotros y queríamos más, más que la Totalidad, más que el Todo, más que el Amor total que todo lo abarca. Así que nos las apañamos para conseguirlo —o eso creímos—, destruyendo así el amor del Cielo y crucificando al Hijo de Dios al tomar el Ser de Cristo y decir que este ser ((limitado)) es Su sustituto y ahora está en Su lugar. La culpa por eso, una vez más, es extraordinaria, así como el miedo que tenemos a nuestro inevitable castigo.

Así que el ego ha convertido este primer sueño —que acontece en nuestra mente— en un campo de batalla en el que estamos enfrentados con Dios, y no tenemos ni la más remota posibilidad de vencer. Es entonces cuando surge la idea de un segundo sueño. El segundo sueño nace del consejo del ego velando por nuestros mejores intereses, o al menos eso nos dice él. Él nos dice que el modo de escapar de este terror, de esta aniquilación instantánea, es que abandonemos por completo el campo de batalla y que nos escondamos donde Dios nunca nos encontrará. Así que acto seguido ocurre la versión del Curso del Big Bang y somos catapultados fuera de la mente, para acabar en un universo físico. El pensamiento original de la separación, ahora cristalizado como pecado, culpa y miedo, se fragmenta en billones y billones de piezas para reforzar la idea de que somos individuos separados, y cada una de esas piezas de ese pensamiento queda encerrada en una forma que llamamos cuerpo —nosotros simplemente estaremos como un homo sapiens, a pesar de que la forma podría ser cualquier cosa, y es cualquier cosa posible: animada o inanimada, grande o pequeña. Tal como dice un pasaje del Texto, por muy infinitesimal que sea un grano de arena, ese grano de arena sigue siendo parte de la Filiación (T.28.IV.9.4). No estamos hablando de la forma, sólo del contenido o del pensamiento, pero nos centraremos precisamente en ese grupo particular de formas llamadas cuerpos que pertenecen específicamente a la especie homo sapiens.

Así que ahora nos encontramos en un cuerpo, en un mundo, y el ego hace que un velo de amnesia (olvido) caiga entre la mente y el cuerpo, de modo que no nos queda ningún recuerdo de dónde vinimos o cómo fuimos a parar aquí. De lo único de lo que somos conscientes es de que ahora estamos sin-mente, aunque no lo decimos así porque ni siquiera somos conscientes de que hay una mente a la que ya no tenemos acceso. Únicamente somos conscientes de que ahora estamos en un cuerpo regido por un cerebro, con un genoma que determina cómo somos, cómo vivimos, cuál es nuestra apariencia física, nuestro estado de salud, etc. Eso es lo que ahora determina quién y qué somos, junto con todas las influencias ambientales que toman parte.

Este es entonces el segundo sueño, el sueño del mundo. Es un sueño que no es secreto. Es un sueño del que somos plenamente conscientes, excepto que al olvidarnos de su origen ya no somos conscientes de que se trata de un sueño —al igual que cuando estamos dormidos por la noche y tenemos un sueño, no somos conscientes de que estamos soñando, a menos que estemos teniendo un sueño lúcido. Sólo tras despertar es cuando rememoramos lo que habíamos experimentado y decimos que todo fue un sueño, que en ningún momento habíamos salido de la cama o de la casa, y que estamos aún donde estábamos cuando nos quedamos dormidos. Pero mientras dormimos, no somos conscientes de que se trata de un sueño. Bueno, tal como nos explica Jesús una y otra vez, no somos conscientes de que todo este universo, y ya no digamos nuestras vidas individuales que tenemos aquí, son todo parte de un sueño. Y los sueños individuales que nosotros pensamos que son tan particulares e individualizados en cada uno, son en realidad partes divididas del sueño mayor, de un colosal sueño colectivo. Cada fragmento de ese sueño colectivo cree que se trata de su propio sueño. Eso es parte de la arrogancia de estar en el mundo de las formas separadas.

Ahora bien: lo que es importante entender con respecto al sueño del mundo es su propósito. En el Curso se nos dice una y otra vez que el propósito lo es todo. En un lugar Jesús nos dice que la única pregunta que tenemos que hacernos ante cualquier situación en el mundo es para qué es, o cuál es su propósito (T.17.VI.2.1-2). Entender el propósito de algo te dará su significado. Bueno, el sueño del mundo, nuestras vidas aquí como especie (organismos dentro del cosmos) y nuestras vidas individuales aquí, todo eso es intencional (tiene un propósito). El propósito es ocultar el sueño secreto, asegurando así que continúe siendo secreto. Y puesto que en el Curso se nos enseña también que las ideas no abandonan su fuente (ver por ejemplo T.26.VII.4.7; 13.2), la idea del sueño secreto del pecado, la culpa y el miedo nunca ha abandonado su origen/fuente en la mente.

Eso significa que el sueño del mundo no es realmente el sueño del mundo. En cierto sentido, es simplemente parte del sueño secreto que creemos que se ha separado y que ahora tiene su propia existencia. Por eso Jesús nos dice que el mundo no existe (L.132.6.2); por eso él nos dice que el mundo es una ilusión; por eso nos dice que el mundo hace mucho "tiempo" que acabó, hace mucho que desapareció (T.28.I.1.6); por eso nos dice que el cuerpo no existe. Son simplemente proyecciones de lo que está en la mente, pero lo que se proyecta desde la mente sigue estando en ella, porque las ideas no abandonan su fuente. Este es uno de los principios más importantes del Curso. El ego dice que las ideas abandonan su fuente, lo cual es la manera en que el ego responde a la verdad de que las ideas no abandonan su fuente. El ego dice que el sueño secreto puede abandonar su fuente y parece tener una existencia independiente fuera de la mente: la existencia en el mundo.

Una vez que este velo de amnesia ha caído y nos hemos olvidado del origen del sueño del mundo, del sueño secreto, de lo único de lo que somos conscientes entonces es del sueño del mundo. Únicamente somos conscientes de nuestras propias experiencias aquí, en un cuerpo. La única cosa que podemos estudiar, analizar y tratar de entender es el mundo, el cuerpo/cerebro, y cómo funciona todo esto: a nivel macroscópico, cómo funciona el cosmos; y a nivel microcóspico, cómo funcionan nuestras vidas individuales. Los mayores cerebros de la historia han estudiado los diferentes aspectos de ambos, tanto del mundo colectivo como del mundo individual, desde todos los niveles: teología, filosofía, psicología, química, biología, astronomía, astrofísica, física, etc. etc. Todas estas disciplinas son maneras diferentes de intentar dar cuenta de lo que llamamos nuestra vida aquí, y quienes las estudian nunca se dan cuenta de que lo que están estudiando es una proyección de lo que está en la mente, porque una vez que estamos en el sueño del mundo, nos hemos vuelto sin-mente.

Otra manera de entender esta distinción entre la sin-mentalidad (mindlessness) y la con-mentalidad (mindfulness) es que Jesús está tratando de llevar nuestra atención del sueño del mundo hasta el sueño de la mente; desde el sueño externo hasta el sueño interno o secreto. Pero mientras pensemos que el sueño externo es real y que es el único juego en la ciudad ((o sea: mientras creamos que es la única opción disponible)), el único sueño en la ciudad ((siguiendo el juego de palabras, parafraseando la frase hecha anterior)), creeremos que el problema está ahí, porque todos experimentamos aquí el dolor, el sufrimiento y la infelicidad a todos los niveles, tanto a nivel individual como colectivo. Por lo tanto creeremos que este Curso, o cualquier espiritualidad, tiene el propósito de hacernos felices aquí, de perdonarnos aquí, de salvarnos aquí para que el sueño infeliz del mundo se convierta en un sueño feliz.

Por lo tanto, cuando leemos el Curso, creemos que los ojos de nuestro cuerpo están realmente leyendo, y nuestro cerebro interpretando lo que los ojos leen, por lo que automáticamente interpretaremos en términos de cuerpos todo lo que leamos. Eso es el trasfondo de la muy importante cita que dice: «Ni siquiera puedes pensar en Dios sin imaginártelo en un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer» (T.18.VIII.1.7). Por supuesto que pensamos en Dios como un cuerpo, porque creemos que somos un cuerpo, y la proyección produce o da lugar a la percepción (T.13.V.3.5; T.21.introd.1.1).

Lo que pensamos que somos es lo que percibiremos. Pues bien, este principio también es válido para la afirmación que dice (parafraseando la cita anterior): «Ni siquiera puedes pensar en este Curso sin imaginártelo como un cuerpo, o en alguna forma que creas reconocer», y eso es así por la misma razón. De hecho todos pensamos que somos cuerpos que leen, estudian y aplican este Curso. Creemos que leemos con nuestros ojos. Realmente pensamos que estamos leyendo algo, y después pensamos que estamos pensando sobre lo que hemos leído. Después pensamos que estamos aplicando físicamente lo que hemos leído, en términos de nuestras relaciones y situaciones. Eso es el colmo de la arrogancia del ego, y puede verse lo bien que funciona. Lo único que tienes que hacer es pensar en ti mismo y en todo aquel que haga esto con el Curso (como ejemplos de esto). De hecho creemos que Jesús está hablando con nosotros, los cuerpos que vemos cada mañana en el espejo, la persona con la que nosotros mismos y otras personas nos relacionamos, ésa que a algunas personas les gusta y a otras no. Creemos que de eso es de lo que se trata todo esto. Creemos que todo esto tiene que ver con la fijación en el sueño externo, pero tiene que ver exactamente con lo contrario.

El verdadero sueño feliz empieza cuando reconocemos que el sueño del mundo es simplemente una proyección del sueño secreto, y que el problema es el sueño secreto. Aún más específicamente que eso, el problema es el soñador del sueño secreto, y el soñador del sueño no es el yo que pienso que soy. El soñador del sueño es lo que llamamos el tomador-de-decisiones, un término que el Curso nunca usa en este contexto, pero es de lo que Jesús habla todo el tiempo. Tenemos la posibilidad de elegir entre dos sueños, entre dos maestros, entre la crucifixión y la resurrección, entre los milagros y los resentimientos. A lo largo de este Curso, Jesús apela al tomador-de-decisiones de nuestra mente, conocido también como el soñador.

Parte 3: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2016/03/el-sueno-feliz-parte-3.html

Fuente original en inglés: https://www.facim.org/online-learning-aids/excerpt-series/the-happy-dream.aspx

Índice en español (10 partes en total): http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2016/03/el-sueno-feliz-por-kenneth-wapnick.html

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