miércoles, 23 de marzo de 2016

Facimoutreach P-1141

Tengo miedo de perder el amor de mis relaciones "especiales" si acepto la Expiación

P-1141: Estoy muy atemorizado por la idea de que ir al Cielo significa perder mi ego y olvidar todas las cosas de este mundo. Especialmente cuando pienso que olvidaré a las personas que conozco, o a mis padres, o a mi hijo. No quiero olvidarles. Quiero estar con ellos compartiendo amor por siempre. Pensando en estas cosas es cuando la resistencia crece en mí y realmente me asusto. Parece muy solitario eso de estar con Dios y ser únicamente uno. Toda mi vida me he sentido solo y separado, así que estar en el Cielo no me parece muy tentador. ¿Qué estoy entendiendo mal?

Respuesta: Tienes mucha compañía. El miedo que tú describes es lo que mantiene la explosión demográfica del mundo. Podemos ver largas colas en Disneylandia, pero ciertamente no vemos colas así ante las puertas del Cielo. Esto es así porque cuando la mente se identifica con el ego interpreta como profundamente amenazadora la naturaleza no-dualista del Cielo; y eso a pesar del hecho de que ella no tiene conocimiento de la no-dualidad. Para el ego, la única realidad es la multiplicidad de la separación. El ego mira con terror a la unidad, porque la existencia del ego depende de la dualidad. La esencia del ciclo de vida y muerte del ego es la variedad, el cambio, la agitación, las montañas rusas emocionales y la diversidad. De hecho, el lema o el tema de la canción del ego proclama: "Lo único que es constante es el cambio". Para fortalecer su argumentación a favor de la separación, la mente se imagina visiones del Cielo como un lugar solitario, aburrido y de aniquilación. Esto es un ejemplo perfecto del principio de la proyección: cuando la mente experimenta la soledad de su auto-impuesto exilio provocado por haber rechazado su Identidad como Hijo de Dios y por el abandono de su hogar, ella niega la soledad de la separación y se imagina un hogar sustituto (el mundo), repleto de relaciones especiales que llenen el vacío interior. Y entonces proyecta lo que ha negado, por lo que percibe el Cielo como un lugar solitario de exilio. Todo esto se hace para evitar que la mente se dé cuenta de los devastadores efectos de elegir la separación, de manera que siga aferrándose a ella. La mente lo vuelve todo del revés para resguardarse de tomar la decisión de volver a casa con Dios, donde desaparece todo sentido de soledad y donde todos los fragmentos de la Filiación (padres, hijos, amigos) se unen en la unidad del Amor de Dios.

En respuesta a nuestro miedo de regresar a nuestro verdadero hogar, Jesús tiene un mensaje muy reconfortante: «No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad. El tiempo es benévolo, y si lo usas en beneficio de la realidad, se ajustará al ritmo de tu transición» (T.16.VI.8.1-2). No sólo el tiempo es benévolo, sino que el perdón que Jesús enseña es un proceso de sanación dulce, benévolo, amable y suave. Este proceso no nos quita las relaciones especiales, sino que las transforma para que incluyan a quienes estaban destinados a ser excluidos. El ritmo se establece únicamente mediante nuestra predisposición a olvidar la mentira de la separación del ego y recordar lo que significa ser uno. Mientras la mente se identifica con el cuerpo, fabrica ojos que ven a otros cuerpos que parecen reales, y fabrica apegos emocionales que parecen ser más reales que la unidad que Dios creó. Estas relaciones especiales con seres queridos son los sustitutos del ego para la relación que hay entre el Padre y Su Hijo, que es la única relación verdadera. Esto sólo puede entenderse en el contexto de la enseñanza del Curso de que somos mentes y no cuerpos. Un Curso de Milagros enseña que no existe nada fuera de la mente (T.18.VI.8). La mente que elige creer que la separación es real se divide en dos partes:

La mente correcta recuerda la unidad del Amor de Dios, y cada parte fragmentada de la Filiación está incluida en ese recuerdo. Nadie está excluido, ni perdido, ni solo. El amor que fluye desde esta parte de la mente abraza a los miembros de la familia junto a todos los demás. Cuando la mente elige este amor todo-inclusivo como su única identidad, se une con la unidad del Amor de Dios, que es el Cielo del que ella nunca se fue.

La mente errada, por el contrario, elige identificarse con el cuerpo, el cual es exclusivo por el mero hecho de que está sujeto a limitaciones. Un cuerpo no sólo es que no pueda amar a todo el mundo, sino que no puede amar en absoluto. «[El cuerpo] fue concebido para limitar lo ilimitado» (T.18.VIII.1.3). Por el contrario, «El amor no tiene límites, al estar en todas partes» (L.103.1.4). Por lo tanto podemos concluir que lo que está limitado no es amor. Lo que el mundo llama "amor", el Curso lo llama especialismo; un "amor" sujeto a cambios, decepciones y pérdidas. Lo que cambia no dura, así que por muy placentero o noble que pueda parecer, el amor del ego inevitablemente se acabará. Lo que no dura no es real, ni eterno, ni se encuentra en el Cielo. La respuesta del ego al dolor y a la angustia de la vida es un sistema de creencias que enseña que en el Cielo encontraremos a personas queridas (como individuos). Eso es un cielo que refleja el mundo, sólo que mejor ((o sea, imaginamos un cielo con los parámetros del mundo que conocemos, pero "mejor", es decir, quitándole las cosas que nos desagradan: un cielo lleno de individuos y de seres queridos, lleno de seres diferentes unos de los otros, pero sin los problemas ni el sufrimiento del mundo que conocemos [sin enfermedades, ni muerte, etc]. Ese "cielo" es una imaginación idealizada del mundo, pero sigue siendo algo muy limitado y que por lo tanto nos impide experimentar y disfrutar nuestra gloriosa e ilimitada realidad, ya que de hecho ese cielo idealizado ni siquiera es posible, pues habiendo límites, resulta imposible separar el placer del dolor, lo agradable de lo desagradable, pues sigue basándose en lo limitado, en la dualidad, en la separación, en el conflicto y en la muerte)). Está destinado a apoyar la creencia en la separación y al Dios dualista del ego.

El Cielo no sólo no es el lugar solitario que el ego se imagina o proyecta, sino que es el estado mental en el que todos estamos incluidos como uno. Por medio del proceso del perdón, lo que era amor especial y que se reservaba únicamente para determinadas personas, se transforma gradualmente en el amor todo-inclusivo de la mente correcta. Hay muchos pasajes del Curso que describen la belleza del mundo real, el cual precede al paso final en el que entramos en la eternidad del Cielo. No se nos pide que entendamos lo que ha sido borrado de la conciencia por los «... pesados cortinajes de la culpabilidad» (T.18.IX.9.7), aunque podrías imaginar los sentimientos amorosos que tienes por tus padres y por tu hijo expandidos de tal manera que abarquen a todos. Ese es el resultado final de la unión de la mente consigo misma y de finalmente sentirse en casa. Mientras tanto, hasta que sea eliminada la última gota de oscuridad y no quede nada que empañe la visión de nuestro olvidado hogar, nuestro único interés será la práctica constante del perdón: los pequeños pero seguros pasos que van deshaciendo la creencia de que el cuerpo es lo único que existe.

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions239.htm#Q1141

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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