domingo, 6 de marzo de 2016

Sobre el abandono y los símbolos externos de separación

Lo siguiente es un mail que escribí como continuación del intercambio de mails que mencioné en este post de ayer: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2016/03/desesperanza-y-suicidio.html

En este caso, el comentario se centra en el tema del abandono, explicando también sobre los símbolos externos de separación, en general:

Título del mail: Un ejemplo: el abandono en la vida cotidiana

Volviendo al tema del que hablábamos ayer, podemos ilustrar con un ejemplo algo que suele suceder en nuestras vidas cotidianas. Nosotros experimentamos la separación de la plenitud (la cual hemos elegido en el profundo nivel de la mente inconsciente) y la proyectamos en el mundo de la forma a través de innumerables formas diferentes, que son las diferentes formas en que la separación es simbolizada. Por ejemplo, las situaciones de abandono. En nuestra vida en el mundo, parece que alguien nos abandona, entonces nos sentimos mal o nos sentimos traicionados, sintiéndonos una víctima (otras veces es al revés: somos nosotros quienes parecemos abandonar a alguien, y sufrimos igualmente, esta vez porque nos sentimos culpables por supuestamente haber convertido a alguien en una víctima). No nos damos cuenta de que, como dice el Curso en la lección 5 del Libro de ejercicios, "Nunca estoy disgustado por la razón que creo". Creemos estar disgustados debido a la experiencia externa que estamos experimentando (en este ejemplo, una experiencia de abandono, o el recuerdo de dicho abandono). Creemos eso porque es lo que nos ha enseñado el ego. Pero el Espíritu Santo nos dice la verdad: no somos una víctima, sino que nuestro disgusto (aparentemente debido a algún acontecimiento externo) es un reflejo de nuestro estado mental interno. Esto es así con todo tipo de disgusto: la palabra disgusto se usa aquí como un comodín, ya que «el disgusto puede manifestarse en forma de miedo, preocupación, ansiedad, ira, odio, celos o un sinnúmero de otras formas, y cada una de ellas se percibirá como algo diferente. Mas no es cierto que sean diferentes» (L.5.1.3-4). La sensación de carencia o de abandono es también otra forma de disgusto, y el símbolo externo que percibimos es simplemente el reflejo de nuestra decisión de creer en la separación y de separarnos de Dios. Básicamente, nuestra mente decidió (y sigue eligiendo) separarse de Dios, luego se sintió carente y muy mal, y culpable por esa situación, pues a ese nivel creímos haber abandonado a Dios. Y al nivel del mundo externo, esto puede representarse de muchas maneras diferentes, por ejemplo en la forma de una pareja que nos abandona y nos deja asolados, como creemos que nosotros dejamos a Dios. Esto puede simbolizarse con diversos tipos de abandono/separación, por ejemplo, nuestra pareja nos abandona y nos sustituye por otra persona (lo cual es un símbolo de nuestra decisión de abandonar a Dios y sustituirlo por el ídolo o falso dios que es el ego —nuestra falsa identidad individual). El abandono puede adoptar la forma de una separación aparentemente involuntaria, por ejemplo que la vida nos separe de aquellos a quienes amamos, del modo que sea: por ejemplo, alguien muere en accidente o de enfermedad y nos quedamos separados, aparentemente sin esa persona; o nos meten en la cárcel (o a un ser querido) y nos sentimos separados; o nuestro jefe nos despide del trabajo; o nuestro socio de negocios nos traiciona y se lleva el capital de nuestra empresa, etc. Todos esos símbolos, aparentemente externos, pueden resultar muy dolorosos si los interpretamos desde el ego, pues el ego nos dice que todo eso es verdad y que físicamente hemos sido traicionados o abandonados. Pero el Espíritu Santo nos recuerda que eso es simplemente el símbolo externo de la decisión interna de abandonar mentalmente a Dios, y que además eso no sucedió realmente, pues es imposible que abandonemos a Dios porque Él es nuestro propio Ser. ¿Cómo podría alguien alejarse de sí mismo, o abandonarse a sí mismo? El Espíritu Santo nos recuerda que no nos hemos alejado de nuestro Ser, y que no hemos roto nada, pues nuestro Ser —Dios-Unidad— es inmutable. Sabiendo eso, nos resulta posible elegir el perdón, abandonar al ego, y despertar de la alucinación de la dualidad.

Todos estos temas se ven mejor en el contexto de las "Divisiones de la mente"; las 4 divisiones mentales mencionadas en el libro "La Desaparición del Universo" y en otros sitios donde se las menciona más brevemente, por ejemplo aquí: P-630.

Si te interesa repasar brevemente ese tema, ayer mismo salió el tema de la mente en el posteo diario del blog: P-65. No lo digo solo por el post en sí, sino también por los comentarios que hay abajo, pues un lector preguntó sobre el tema de la mente y aproveché para mencionar lo de las divisiones de la mente y dónde encontrar algunas referencias sobre el tema.

Mediante el perdón vamos adoptando el hábito de recordar que no estamos disgustados por la razón que creemos; o sea, que el verdadero motivo de nuestro malestar no es lo que percibimos externamente (la 4ª división de la mente: el mundo proyectado, de cuerpos, formas, tiempo, espacio, etc), sino que el verdadero motivo de nuestro malestar es nuestra decisión en los 3 primeros niveles de división de la mente: básicamente, nuestra decisión de separarnos de Dios, de nuestro Ser, de la plenitud, del amor ilimitado. Al perdonar, aceptamos que el símbolo externo (lo que percibimos a nivel del mundo, la 4ª división de la mente) es simplemente un símbolo que no tiene verdadero poder sobre la manera en que nos sentimos; y permitimos que el Espíritu Santo corrija nuestra decisión en las 3 primeras divisiones de la mente, en el nivel de la "mente metafísica" que está fuera del espacio/tiempo y de la que apenas somos conscientes. Pero basta con que seamos conscientes del símbolo externo (la 4ª división) y que le entreguemos ese símbolo al Espíritu Santo; ese símbolo es una proyección o símbolo de los otros 3 niveles/divisiones de la mente, y el Espíritu Santo, con nuestro permiso, corrige entonces el error en ese nivel interno el cual nosotros no percibimos directamente, pero que nos hacemos conscientes de ese nivel cuando percibimos su reflejo en el mundo, en la 4ª división de la mente. Así vamos desplegando nuestro proceso de ir perdonando cada símbolo que percibimos y que nos inquieta.

Nuestro estado mental nunca depende de las cosas externas. Nunca estamos disgustados por lo que percibimos externamente (más bien es nuestra interpretación de la situación lo que nos afecta). Igualmente, en realidad nunca sentimos placer debido a ninguna cosa externa, a pesar de las apariencias. Cuando sentimos placer, podríamos parafrasear aquella frase y decir: "Nunca siento placer por la razón que creo". El verdadero motivo de un placer no es que el cuerpo haya entrado en contacto con algún objeto agradable (la palabra "objeto" la usamos aquí en el sentido filosófico de la dualidad sujeto-objeto; o sea, un objeto puede ser tanto un pastel como una persona o un sentimiento o un pensamiento, etc). El verdadero motivo del placer no es nuestro cuerpo, ni ningún objeto externo, sino que el verdadero motivo es la decisión en nuestra mente de elegir la unión (al Espíritu Santo) en vez de la separación. Por eso, por lo general, unas veces sentimos disgustos y dolores, y otras veces sentimos placeres, debido a que nuestra mente está dividida y una parte de ella elige al ego, la otra al Espíritu Santo, y proyectamos ambas cosas en el mundo de los símbolos. Y pensamos equivocadamente que esos placeres y dolores/disgustos se deben a situaciones externas, sin darnos cuenta de que el motivo es siempre la mente: la situación mental interna, la cual se refleja tanto en cómo nos sentimos como también en la forma de símbolos externos. Con la práctica del perdón vamos tomando cada vez más conciencia de esto, y así el mundo va perdiendo poder sobre nosotros, y comenzamos a sentir una paz cada vez mayor, independientemente de cuál parezca ser la situación externa, la cual vamos reconociendo como un simple espejismo que acabará disolviéndose.

Así que en nuestra vida cotidiana percibimos los símbolos, sean cuales sean. Y los perdonamos, perdonando de este modo también nuestra decisión mental de separarnos de Dios; por eso, en el fondo, todo perdón es perdón de uno mismo, pues estamos entregándole al Espíritu Santo una decisión mental: la decisión ilusoria de querer separarnos de Dios y de creer que tal separación/dualidad es posible. No es posible la dualidad, pues la Unidad es inmutable. El perdón, por lo tanto, no hace nada en realidad (sólo disuelve ilusiones). Simplemente es el reconocimiento de estar dispuestos a aceptar que la verdad es siempre verdad y no se la puede cambiar ni dañar. Así pues, siempre hemos estado a salvo. El Cielo no se rompió, jamás pudimos romper nada (excepto en nuestra alucinatoria imaginación, la cual podemos elegir dejar de creer en ella), pues sólo existe lo real, que es inmutable y no puede ser modificado ni romperse de ningún modo.

Así que vemos por ejemplo, en el mundo externo, que nuestro jefe nos traiciona en el trabajo, o que nuestra pareja nos abandona (o fallece, etc), o que nuestros hijos nos niegan el saludo, o que enfermamos, o que nos sentimos deprimidos, o que en las noticias nos informan de que comienza una guerra entre varios países, o que el gobierno nos sube los impuestos, etc etc etc. Y perdonamos esos símbolos, ahora que sabemos que son símbolos ilusorios que no tienen poder sobre nosotros, que no pueden determinar cómo nos sentimos, y que lo único que determina cómo nos sentimos es nuestra propia decisión, la cual vamos aprendiendo a dejar en manos del Espíritu Santo.

El perdón lo practicamos lo mejor que sepamos, y funciona. No es necesario que creamos completamente en este proceso del perdón, pues lo importante es que lo practiquemos, y la propia práctica nos irá demostrando que funciona y nos vamos resintonizando con la paz (L.introd.8.1-6; 9.1-5), y entonces poco a poco vamos comprendiendo el proceso mejor. Nuestro perdón no necesita ser perfecto, pues nadie hemos perdonado perfectamente, excepto los que ya han llegado al final del proceso y están iluminados. Los demás, simplemente es suficiente con que estemos dispuestos a perdonar lo mejor que sepamos en cada momento dado. Y el Espíritu Santo se encargará del resto.

Una frase que he usado muchas veces como recordatorio, ante cualquier símbolo externo que me incomode, es algo del estilo de: «Jesús (o Espíritu Santo), te entrego la decisión con la que he proyectado (o producido) esta fantasía». Las palabras no importan, sino la actitud de sustituir la separación por la unión, al ego por el Espíritu Santo, lo ilusorio por lo verdadero, la condenación/juicios por el amor. Cada uno puede usar sus propias palabras, o las sugerencias en palabras que aparecen en el Curso o en libros como "La Desaparición del Universo". La palabra "decisión" de "te entrego esta decisión", me sirve para recordar que el verdadero problema no es externo ("nunca estoy disgustado por la razón que creo" o que percibo) sino a nivel de las divisiones internas de la mente, igualmente ilusorias pues la mente nunca se dividió realmente, sino que sigue siendo puro espíritu inmutable. La palabra "fantasía" (podría decir también "espejismo", "película", "sueño", "alucinación", etc) me sirve para recordar que el símbolo externo es completamente ilusorio y no es algo real, no es algo que tenga efectos verdaderos sobre mi verdadero ser. La palabra "proyectado" me recuerda la 4ª división de la mente (la proyección del mundo, de los cuerpos, del espacio/tiempo), o puedo usar la palabra "producido" para compararlo a una película, como las producciones de cine, recordando que una película no es real, y aunque el protagonista parezca salir perjudicado en la película, en realidad al actor no se le está perjudicando en nada.

Una parte de nosotros está empeñada, obsesivamente, en creer que el mundo externo es real, y entonces esta parte de nosotros insiste en sentirse dolida ante determinados hechos externos, a nivel de los cuerpos, del mundo, o de los sentimientos o pensamientos limitados (todo eso es ilusorio). Esta parte de nosotros insiste en que la la tragedia externa es real (esto es sólo nuestra equivocada interpretación, no un hecho real), para así tener razón en que está justificado sentirse mal. Y esta parte de nosotros elige deliberadamente sentirse mal, debido a que tiene miedo de regresar a Dios, tiene miedo del amor. La otra parte de nosotros quiere despertar de la dualidad, y dejamos que esta parte de nuestra mente predomine cada vez que practicamos el perdón. Mediante el perdón, vamos disolviendo al ego: se va disolviendo la parte de nuestra mente que tiene miedo de despertar. Por eso, si practicamos el perdón durante el tiempo suficiente (generalmente años, por eso se dice que el proceso del despertar es algo "para toda la vida", no una píldora mágica de despertarnos ya pero sin dejar de aferrarnos al ego), finalmente sucede el despertar. Y antes del despertar, los beneficios provisionales van llegando: una mayor paz, y una mayor tranquilidad con respecto a las aparentes circunstancias externas, sean cuales sean.

A medida que practicamos el perdón, puede que conforme va desapareciendo nuestro ego, eso se refleje externamente en nuestra vida "externa", mediante símbolos de bienestar. Pero independientemente de que esto suceda o no con cada símbolo en concreto, o del tiempo que tarde en haber cambios "externos", lo relevante es que interiormente podemos elegir estar en paz ahora. Y esto es el verdadero objetivo del Curso, esta paz interior que nos ayuda a despertar de la dualidad, y no los cambios externos. Porque si el enfoque fuesen los cambios externos, podríamos apegarnos a los resultados externos, y confundir lo ilusorio (lo externo) con lo relevante (nuestro estado mental interno). Lo importante es sentirse uno bien internamente, independientemente de las imágenes que estén siendo proyectadas en la película de "nuestro cuerpo" o de "nuestra vida" externa.

Cuanto más claramente se comprende el perdón, más claramente se ve todo y más se siente uno en paz. Y uno va comprendiendo más el perdón conforme va practicándolo. El estudio del Curso, y sobre todo su práctica en nuestro día a día, es lo que acelera nuestro proceso de reconocer la paz y despertar. Finalmente ya no necesitamos culpar a nadie ni a nada por nuestro malestar o por nuestra falta de paz. Tampoco necesitamos culparnos a nosotros mismos, pues nos vamos dando cuenta de que en realidad no hemos estropeado nada: ¡la separación nunca ocurrió realmente! Simplemente asumimos nuestra responsabilidad (que no es culpa) por haber elegido creer en la separación, y aceptamos que el Espíritu Santo cambie esta decisión, corrija todos sus aparentes efectos (todos ellos ilusorios) y nos establezca de nuevo en la verdad y en la paz, la cual nunca hemos abandonado.

Y como en realidad nosotros nunca hemos abandonado a la Verdad, entonces al darnos cuenta de esto, y darle permiso al Espíritu Santo para corregirlo, ya no nececitamos los símbolos que estaban representando el abandono/separación de la Verdad. Ya no necesitamos los símbolos de separación externa, y en caso de que alguno todavía no se haya desvanecido, pierde el poder de afectar a nuestro estado mental de tranquilidad interior. En el caso de los iluminados, como han perdonado completamente, viven en una permanente paz interior. Los demás, conforme vamos practicando el perdón, vamos permitiéndonos reconocer más y más la paz, aunque mientras haya ego, surgirán grietas en nuestra paz, las cuales son simplemente oportunidades para recordarnos que sigamos practicando el perdón.

En realidad ya estamos a salvo, pues el perdón simplemente nos conduce a despertar: al reconocimiento de dónde estamos verdaderamente, o sea, de cuál es nuestro verdadero estado mental: la inmutable paz permanente, la plenitud ilimitada, el amor infinitamente compartido y que nunca se acaba.

¡Simplemente confía, pues la decisión de no confiar es simplemente eso: una decisión de la parte de nuestra mente que no quiere reconocer la verdad... y esta decisión la podemos revocar cada vez que queramos mediante el perdón!

¡Un abrazo!

Nota: Sobre el tema de la soledad (a veces relacionado con la sensación de abandono), pueden leerse las preguntas y respuestas que se pueden encontrar en este índice sobre el tema: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html (consultando en la parte de abajo, la de "POR TEMAS", la sección titulada "Soledad", donde hay unas cuantas respuestas traducidas sobre este tema).

1 comentario:

  1. Ahí estamos, Toni; ahí estamos, jaja.
    Muchas gracias por estas entradas-recordatorio.
    Un abrazo,
    Codorníu.

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