viernes, 11 de marzo de 2016

Miedo abstracto; y el uso de diferentes símbolos del perdón

Copio aquí un par de preguntas que me llegaron por mail, y debajo los comentarios que surgieron como mail de respuesta.

Mail inicial (preguntas): 

1) La práctica del perdón se va haciendo cada vez más sutil. Lo que tú llamas "afinando".
No es difícil hallar la o las imágenes proyectadas cuando estas muestran un perfil concreto, burdo... En estos casos, no es difícil el qué o el quién habré de perdonar.
Sin embargo, también me encuentro ante algunas sensaciones que no asocio a pensamientos ni hechos ni figuras determinadas. Esta sensación es como un presagio aciago; un "sentir" de fondo pesimista, temeroso de que "algo" negativo me aguarda...
Puedo rastrear este pesaroso sentimiento y asociarlo a la decisión en la creencia en la separación con el Absoluto, ese malentendido original que jamás sucedió en realidad; pero en el guión del mundo ficticio en que creemos vivir como yoes separados no puedo encontrar un símbolo proyectado concreto, una identidad ni personal ni circunstancial ni "fuera" ni en el pensamiento.
Y mi consulta es esta: en casos como el descrito, ¿a qué o a quién perdono?

2) La segunda lleva menos letras:
Como sabes por mis anteriores correspondencias, tengo costumbre por mis prácticas preliminares de años y años a identificar al Espíritu Santo (el recuerdo del Absoluto) con una deidad tibetana (Tara Verde) con la que he tenido buenas resonancias a la hora de sentirme protegido y cuidado; sin embargo, todavía no estoy totalmente tranquilo; algo me hace sentir dividido... como si tuviera dos Espíritus Santos... Como si cuando me dirijo a Uno no quisiera dejar atrás al Otro y viceversa.
Cuánto me gustaría haberme explicado con claridad para recibir una respuesta tuya que me mostrase el norte a la hora de unificar el recuerdo del Absoluto.


Mail de respuesta:

¡Hola de nuevo!

Siguiendo el mismo orden en que comentas los temas en tu mail:

1) No es necesario que tu inquietud la veas siempre asociada a un símbolo concreto dentro del mundo de las formas. Lo que importa es hacerte consciente de esa inquietud, independientemente de que veas una causa para ella en el mundo o no. Fíjate: incluso cuando ves como causa de tu inquietud algo del mundo de la forma (por ejemplo, si te sientes nervioso por una operación quirúrgica que esté programada próximamente), lo que verdaderamente perdonas no es la operación quirúrgica en sí, sino lo que ella representa: la inquietud por haber decidido (a nivel de la mente metafísica) creer en la separación de Dios.

Así que, cuando tengas un miedo abstracto que no asocies a ningún símbolo en concreto, lo que sí sigues sintiendo es esa inquietud (ese miedo), y lo que perdonas es la decisión en favor de la separación, que es la causa de ese miedo.

Cuando ves una causa en el mundo de la forma, estás perdonando también lo mismo que cuando no percibes ninguna causa formal. Siempre estás perdonando tu decisión mental de preferir la separación. Y en esos casos en que ves como causa un símbolo, podemos decir que también perdonas ese símbolo, pero perdonar un símbolo concreto significa simplemente que te das cuenta de que ese símbolo o forma no es causa de nada, sino que la causa de tu miedo/inquietud/sensación de carencia está en la mente, en la decisión de preferir creer en la separación, y es esa decisión lo que realmente perdonamos. Perdonar esa decisión significa que estamos dispuestos a aceptar que la separación es ilusoria y que lo que realmente queremos es la verdad: la unión, y no la ilusoria separación.

Así que es bueno perdonar también los miedos abstractos. Hay una lección del Libro de ejercicios titulada "Pongo el futuro en Manos de Dios". Hay veces que puede preocuparnos el futuro, a veces asociado a cosas concretas por suceder, y otras veces sin nada concreto, miedo al futuro en sí. Eso revela una incertidumbre en nuestro interior que podemos perdonar. Lo que perdonamos es siempre la falta de paz, sin importar si la atribuimos a cosas concretas del mundo como si no. Pero en algunas lecciones del Libro de ejercicios, para facilitarnos la práctica del perdón en situaciones así, se nos sugieren diversas prácticas, por ejemplo en silencio dejar que esa inquietud se nos aparezca en forma de ideas más concretas (por ejemplo puede venirnos de repente la imaginación de una posible tragedia futura, o el miedo a alguna enfermedad o lo que sea), y entonces podemos perdonar tales imágenes, ya que no importa si nosotros las consideramos como que son "acontecimientos físicos" o "recuerdos" o "imaginaciones futuras" (preocupaciones por lo que pueda suceder) o lo que sea. Se perdonan, y lo relevante es desapegarnos de la "falta de paz" y retornar a la paz. Así que este tipo de "introspecciones" son también útiles, buceando silenciosamente en nuestra mente, atentos a cualquier imagen de temor o de inquietud que pueda haber ahí. Y si a pesar de esa introspección no te viene ningún símbolo o imagen a la mente, como dije más arriba, simplemente perdonas la decisión mental que ha producido esa apariencia de "miedo abstracto" (en el fondo es siempre un miedo a Dios, miedo a la verdad, miedo a tu propio Ser), y al perdonar esa decisión (que es la decisión en favor de la separación) y dejar el resto en manos del Espíritu Santo, ya has completado tu papel. Del resto se ocupa Él (que es la parte de ti que está siempre despierta).

A veces puede suceder también que al perdonar nuestro miedo abstracto antes de que se haya "coagulado" en alguna forma concreta, al sanar ese miedo ya no sea necesaria la forma concreta y ya no suceda la proyección de ese miedo en la forma. Recuerda las 4 divisiones de la mente. Las 4 divisiones se van sanando (perdonando) simultáneamente, pero como nosotros estamos muy enfocados en lo físico, es natural que nos centremos bastante en perdonar los símbolos más concretos (el mundo: la 4ª división de la mente). Pero los miedos abstractos, que corresponden a las otras 3 divisiones de la mente, pueden también perdonarse (y siempre son en realidad miedo a Dios), sin necesidad de esperar a que se reflejen como proyección en la 4ª división o mundo/cuerpo. De todos modos, ignorar estos miedos abstractos tampoco es un problema para el proceso del perdón, porque lo que "olvidemos" perdonar en lo abstracto, lo acabaremos viendo reflejado (proyectado) en la 4ª división de la mente, en forma de algo concreto, y entonces será más fácil que nos volvamos conscientes de ese miedo y lo perdonemos, gracias a su símbolo que nos sirve de espejo para que no se nos pase por alto perdonarlo.

Pero si consigues ser consciente del miedo antes incluso de que se proyecte, puedes perdonarlo directamente, y se hace exactamente igual que con los símbolos concretos, porque ese miedo, al igual que los símbolos en que a veces se proyecta, tienen una causa común: la decisión que has tomado en favor de la separación. Y es perdonar esta decisión todo lo que importa (y a la vez perdonarte a ti mismo, como soñador, por haberla tomado). Entonces la inquietud va desvaneciéndose a medida que la vamos perdonando. Independientemente de que la atribuyésemos a cosas externas o no. Y en caso de que la atribuyéramos a cosas concretas, esas cosas dejarán de inquietarnos, e incluso a veces podrían desaparecer en la forma, pues ya no son necesarias, al habernos dado ya el mensaje de qué requería todavía nuestro perdón.

Así que, resumiendo este punto, lo que importa no son los símbolos concretos, lo que importa es ser consciente de cuándo te sientes sin paz, y entonces perdonar esa falta de paz. Siempre se trata de eso, de perdonar la falta de paz y así retornar a la paz. Los símbolos concretos son simplemente una ayuda para que seamos más conscientes de que estamos a disgusto (sin paz). Al ver el símbolo, como si fuese un espejo de nuestra falta de paz, nos volvemos conscientes de que tenemos un problema, y podemos elegir perdonarlo. El símbolo es simplemente un reflejo, no la cosa que realmente se perdona (lo que realmente perdonamos es la falta de paz, que es miedo a Dios, el cuarto y último de los obstáculos a la paz: T.19.IV.D). Por ejemplo, alguien puede sentirse nervioso y asustado y no darse cuenta porque reprime esos sentimientos, pero entonces lo ve reflejado en algún símbolo externo (por ejemplo su cuerpo enferma, o le despiden del trabajo) y debido a eso toma conciencia de que algo va mal. Al tomar conciencia, la decisión del perdón se vuelve posible. Uno no puede perdonar (no puede cambiar de mentalidad, no corrige su decisión) cuando es inconsciente de lo mucho que está sufriendo. Así que ver los símbolos reflejados puede ayudar a tomar conciencia de que no estás en paz. Pero si tomas conciencia antes incluso de ver ninguna causa externa, tanto mejor: se perdona directamente y ya está. No hace falta asociar la falta de paz a ningún simbolo (se trata realmente de miedo a Dios, no de disgustos por símbolos concretos: "Nunca estoy disgustado/asustado por la razón que creo" [L.5]), porque en realidad la causa nunca es ningún símbolo (incluso si lo percibimos así), sino que la causa es siempre una decisión mental. Y eso es lo que perdonamos, al dejar que el Espíritu Santo (que es el recuerdo de nuestro verdadero Ser) elija por nosotros la paz de Dios.

2) En cuanto al otro tema, el aparente conflicto entre el Espíritu Santo y la deidad tibetana Tara Verde, ahí también lo importante es detectar esa inquietud que sientes, y perdonarla. Tu preferencia en la forma es sólo un reflejo, una forma en que se proyecta esa inquietud, pero lo importante a perdonar es la inquietud en sí. En la forma puedes usar lo que te parezca más cómodo. Mira, para ponerlo en términos aparentemente menos "sagrados", esto es lo mismo que si me dijeras que sientes inquietud cuando eliges un helado entre dos sabores que te gustan, por ejemplo fresa y chocolate. Puede que cuando eliges el helado de fresa sientas inquietud o arrepentimiento por no haber elegido el de chocolate; y lo mismo al revés cuando te decides por el otro sabor. Pero lo que importa no es cuál helado eliges tomar en cada momento dado, sino que lo que importa es hacerte consciente de tu inquietud, y perdonar esa inquietud (reconociendo que es el efecto de la decisión en favor de la separación), y al elegir la unión en vez de la separación, permitirte reconocer la paz. La paz siempre está disponible, y cuando nos parece que no estamos en paz, es un buen momento para perdonar.

Así que no es tan importante si te sientes más cómodo con el concepto de Tara Verde, o con el concepto de Espíritu Santo, o con otros conceptos tales como podrían ser Jesús, Buda, Shankara, etc. Son simplemente símbolos. Elige el que más te guste, y perdona cualquier inquietud que surja.

Lo único que sí conviene tener en cuenta es asegurarte de que cuando eliges el símbolo que más te acomode, lo hagas como mera preferencia, sin querer rechazar a algún otro símbolo en concreto. Ya que el rechazo implica separación (todo rechazo es un reflejo de nuestra decisión en favor de la separación). En el Curso se nos anima a usar como símbolo a Jesús o al Espíritu Santo, en parte porque en occidente tenemos generalizado una especie de resentimiento contra Jesús y contra todo lo que suene a cristiano (lo que incluye al Espíritu Santo, a Dios, al lenguaje cristiano, etc). No siempre somos conscientes de este resentimiento, porque generalmente lo reprimimos (incluso los ateos están resentidos contra Dios, a pesar de que conscientemente no creen en Él, pues han reprimido todo esto, al igual que el resto de nosotros hemos reprimido el dilema a nivel de la mente metafísica y por eso todos percibimos el mundo de las formas). Usar estos símbolos (cristianos) para practicar el perdón, es una ayuda para desprendernos más rápidamente de algunos de estos resentimientos. Una vez que estos resentimientos quedan sanados, entonces ya no es tan ventajoso usar estos símbolos en preferencia a otros, sino que todos resultan ser igual de buenos. Entonces, elegir uno u otro se convierte en una simple preferencia. Uno puede elegir el símbolo que prefiera, y será igual de beneficioso que cualquier otro símbolo siempre que no estemos rechazando a algún otro símbolo en su lugar. El rechazo es un apego (un apego "negativo", podríamos decir). Incluso si uno prefiere un símbolo porque rechaza otro, es también una opción. Pero evidentemente no reconoceremos la paz completa hasta que no hayamos perdonado todo, lo que incluye deshacer todos nuestros rechazos.

Igual que puedes elegir un helado de chocolate sin por ello estar rechazando el de fresa, puedes elegir un símbolo del amor/perdón en vez de otro, sin necesidad de que haya rechazo. El rechazo puede reconocerse como un sentimiento negativo (odio, aversión, fastidio, irritación, culpabilidad, etc, incluso miedo), o como una idea negativa (por ejemplo, la idea de que tal símbolo es "mejor" que el otro... una idea así está basada en la separación y no en la unidad). Cuando reconoces que dos símbolos son esencialmente iguales en esencia, puedes preferir el que más te guste, pues no estarás rechazando al otro.

Pero el ego intenta aprovechar cualquier resquicio para hacernos sentir culpables, hacernos sentir mal. Al ego lo mismo le da si el motivo es elegir entre dos helados, o elegir entre Tara Verde y el Espíritu Santo, o entre Buda y Jesús, o entre Jesús y el Espíritu Santo. Pero lo importante de esto es darnos cuenta de la inquietud. El dilema es falso, pero la inquietud que sentimos es la falta de paz que nos conviene perdonar, pues nos refleja nuestra decisión por la separación, a nivel de nuestra mente inconsciente. Así que lo que importa es detectar la falta de paz, y perdonar para retornar a la paz. Los símbolos son secundarios. Todos esos símbolos que hemos puesto como ejemplos, reflejan todos lo mismo: a Dios, tu propio Ser. Tanto Tara Verde, como el Espíritu Santo, Jesús, Buda, el helado de chocolate y el de fresa, pueden reflejarnos tanto nuestro Ser, como también pueden reflejarnos el ego, dependiendo de cómo los usemos (para la unión o para la separación; para el reconocimiento de la paz, o para reforzar el rechazo). Lo importante es perdonar la inquietud. Al perdonar la inquietud, te será más fácil estar en paz, sea cual sea el símbolo que prefieras usar. Y si no estás en paz, eso es perfecto pues te da la oportunidad de seguir perdonando, hasta que la paz sea más claramente reconocida. Al perdonar, también se facilita el que te lleguen inspiraciones con respecto a cómo podrías usar los símbolos concretos de la manera más cómoda y fluida. Así que perdonamos y fluimos. El problema nunca ha estado fuera (en los símbolos), sino dentro (en nuestra sensación de falta de paz, en nuestro miedo a Dios).

En el fondo, siempre estamos acusando (y/o perdonando) a Dios, por el mero hecho de que creemos estar aquí como víctimas, en un mundo creado por ese Gran Hipócrita que es Dios, Quien habla mucho de amor pero luego ha creado un mundo cruel como éste y ha permitido toda la serie de problemas en que los seres estamos atrapados (especialmente los seres humanos, ¡especialmente yo!). Lo que acabo de decir, es expresando en palabras lo que opina/siente el ego. Pero el ego no es sino nuestra propia creencia en la separación, y el sistema de pensamiento basado en ella. Basándonos en ese ilusorio sistema de pensamiento, estamos acusando constantemente a Dios por haber creado el mundo, los cuerpos y nuestros problemas. Esta acusación contra Dios (que es contra nosotros mismos, pues estamos acusando a nuestro propio Ser) generalmente la mantenemos a nivel inconsciente, pero incluso si somos intelectualmente conscientes de esto (debido a haber leído el Curso, por ejemplo), hasta que no hayamos perdonado completamente todo este resentimiento contra Dios, no estaremos totalmente en paz y no reconoceremos la Plenitud del Cielo. Perdonar a Dios es perdonar nuestro propio Ser y nuestra decisión de soñar con la separación. Y cualquier símbolo que usemos para ayudarnos con el perdón, será valioso. Puede ser Buda, Jesús, el Espíritu Santo, Tara Verde, Krishna, Shiva, el concepto de "Maestro interior", etc. Lo que importa es el perdón, no el símbolo que estemos usando para ayudarnos. Y con el perdón, nos abriremos a reconocer la paz. Y con la paz, reconoceremos la Paz, nuestro propio Ser, el Manantial de la Tranquilidad eterna, la inmutable y dulce intemporalidad.

En resumen, dices sentirte interiormente dividido por la lealtad hacia estos dos símbolos (el Espíritu Santo y Tara Verde). Esta sensación de conflicto no es más que uno de los síntomas o maneras en que se refleja tu mente dividida. Simplemente toma conciencia de que ese conflicto no es realmente el tener que elegir entre el Espíritu Santo y Tara Verde, sino que el verdadero conflicto es elegir entre la separación (lo que llamamos ego) y la unidad (la cual podemos simbolizar con cualquier símbolo, por ejemplo Jesús o Tara Verde). Cuando elegimos la separación, sentimos falta de paz (en cualquiera de sus variantes: miedo, culpabilidad, odio, etc). Cuando elegimos la unidad, nos sentimos en paz. Como nuestra mente está dividida, una parte de nosotros quiere la verdad, y otra parte de nosotros quiere la separación (mantener la individualidad, el especialismo). En ese sentido somos ambivalentes, queremos ambas cosas, la verdad y la ilusión, y tratamos inútilmente de conciliarlas. El proceso del perdón va sanando este conflicto, hasta que hayamos perdonado todo deseo de separación y solamente queramos la unión, la cual es instantáneamente reconocida cuando se la acepta de manera total. Así que simplemente vamos perdonando, o sea, eligiendo entre el ego y la paz (representada en el Curso de manera abstracta por el Espíritu Santo, y por Jesús cuando nos sentimos más cómodos con un símbolo más concreto —Jesús— en vez de algo tan abstracto como el Espíritu Santo). Lo que importa no es el símbolo con que nos ayudamos a elegir la verdad, sino el mero hecho de elegir la verdad. La verdad es paz, así que el proceso consiste simplemente en estar atentos a cada vez que no estamos en paz, y entonces perdonar. No importa si para ayudarnos en este proceso usamos un símbolo u otro, ni que sean símbolos del Curso o de cualquier otra tradición. Sea cual sea la tradición que practiquemos, siempre hay el asunto básico: o estamos en paz, o no. Y si no estamos en paz, es hora de darnos cuenta de algo. Y ese algo, ese darnos cuenta, recibe en el Curso el nombre de perdón.

Perdonar significa estar dispuestos a reconocer la paz, retirando nuestras ilusorias proyecciones, lo cual hacemos al dejar de darles valor. La paz nos lleva de la mano a la dulce intemporalidad, que es nuestro bellísimo Ser inmutable.

¡Un abrazo!

PD: Kenneth Wapnick respondió alguna vez sobre este tema de los diversos símbolos, por ejemplo brevemente aquí: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/12/facimoutreach-p-261.html (creo que ya te mencioné esta respuesta en otro mail, pero nunca está de más).

((Fin de los mails copiados))

Quisiera añadir aquí algo que no dije tan explícitamente en ese mail. Mencioné que en el fondo, todo miedo es un miedo a Dios, por lo tanto, independientemente de si lo atribuimos o no a símbolos concretos que podamos estar percibiendo, en el fondo se trata de un miedo abstracto a Dios, o lo que es lo mismo, a la verdad, a nuestro propio Ser. Lo que quisiera añadir ahora, es que esto implica también que, en el fondo, todo perdón es realmente un perdonar a Dios (o lo que es lo mismo, a nuestro verdadero Ser). Estamos acusando inconscientemente a Dios por todo lo desagradable que sentimos (tanto los miedos concretos que percibimos en la forma, como el miedo abstracto del que también podemos volvernos conscientes), y todo eso es un reproche inconsciente a Dios: acusamos a Dios por nuestra situación, por habernos creado con la capacidad de sentir miedo o de sufrir. El perdón nos permite reconocer que el miedo/sufrimiento no existe, y por lo tanto se trata también de un perdón a Dios, al cual podemos volver a amar al darnos cuenta de que Él no creó el miedo. Y al amar a Dios, finalmente reconocemos que Él es nuestro propio Ser. Y sólo esta verdad puede colmarnos plenamente para siempre.Y es lo único que existe.

Por lo tanto, la pregunta de ¿a qué o a quién perdonamos cuando sentimos un miedo abstracto, no asociado a ningún símbolo concreto?, puede responderse de ese modo. Estamos perdonando a Dios. O lo que es lo mismo, a nosotros mismos (a nuestro verdadero Ser). O lo que es lo mismo: estamos perdonando nuestra decisión de creer que nos hemos separado de la Plenitud que siempre somos. ((Si recordamos las 4 divisiones de la mente, en ese contexto podemos decir que a nivel de la 4ª división perdonamos los símbolos del mundo, a nivel de la 3ª división perdonamos a Dios —el Dios-cruel que hemos proyectado mentalmente—, a nivel de la 2ª división nos perdonamos a nosotros mismos como soñador del sueño, y a nivel de la 1ª división perdonamos la separación en sí misma, el miedo en sí mismo en su estado más abstracto, perdonando esto al reconocer que la separación nunca ha ocurrido)).

Otra cosa más: en el mail, como ejemplo de la preferencia entre símbolos diferentes, mencioné el caso de elegir entre helados (de fresa o de chocolate, por ejemplo). Ese ejemplo fue elegido para quitarle hierro al asunto, pues ya se trate de preferir entre Tara Verde o el Espíritu Santo, o entre un helado de chocolate y otro de fresa, lo que importa es si nos sentimos culpables por nuestra elección o no. Si nos sentimos culpables, entonces no estamos en paz, y eso nos indica que estamos bajo la influencia del ego: es hora de perdonar. Lo que quisiera añadir ahora es que esa lección de perdón puede aparecer adoptando muchas otras formas. Por ejemplo, en vez de elegir entre helados, puede que nos encontremos eligiendo pareja, y nos sintamos culpables por haber elegido a una persona en vez de a otra (o al elegir a alguien como compañero en determinada actividad, en vez de elegir a otra persona que también se había ofrecido, etc). Sea cual sea la forma externa de la lección, el significado es siempre el mismo: o nos sentimos en paz, o no. Y si no estamos en paz, eso quiere decir que estamos siguiendo el juego del ego, de lo cual podemos liberarnos al perdonar. Si afrontamos nuestras preferencias con la mentalidad correcta del Espíritu Santo, entonces no nos sentiremos culpables, sino que nos sentiremos en paz, tanto si se trata de preferir un helado en vez de otro, una pareja en vez de otra, un símbolo espiritual en vez de otro, etc. Sobre este tema, se puede echar un vistazo a las respuestas de Ken Wapnick en la sección "Apego/desapego/preferencias" del índice http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html (en la parte de más abajo, en el índice "POR TEMAS"). Por ejemplo, la pregunta P-595 sirve para ilustrar el asunto, aunque el ejemplo sea otro.

Actualización (30 de junio de 2016): Sobre el tema de perdonar lo concreto y lo abstracto, pueden leerse también las preguntas P-603P-335P-123, respondidas igualmente por Ken Wapnick.

Saludos

2 comentarios:

  1. Hola, como comentas, Toni, y comparto, el miedo es todo abstracto, o mejor dicho, no hay tal miedo. Sin embargo, en este plano ese miedo de la Mente se transfiere a aparentes  cosas o situaciones  concretas.

    Ese "miedo abstracto' lo he experimentado en más de un sueño. El escenario que proyectaba la mente inconsciente mientras dormía era que estaba con más personas y huíamos sin saber de qué, y lo peor, sin saber a dónde ir. Aquí en el plano que llamamos físico es igual, pues todos tenemos miedo y no encontramos ese "sitio" donde estar seguros y a salvo (en paz).

    La sensación de miedo que experimento en esos sueños es la más profunda y aterradora que haya podido tener y en ellos no se manifiesta nada concreto. Ahora que sé que esta el Espíritu Santo, lo que hago es entregárselo a él. Al principio era tan fuerte el miedo que no podía desapegarme de él (es hipnótico, igual que este mundo), hasta que lo reconoces.

    Es todo lo mismo, el personaje que escribe esto ya es la proyección de ese miedo de la Mente Inconsciente.
    No lo olvidemos: Somos el Hijo de Dios, el Ser, invulnerable, libre, ilimitado, que se experimenta aquí a través de la Mente.
    Y La Mente sólo quiere ser perdonada, amada.

    El miedo no desaparece con rechazarlo ni atacarlo. Huir del miedo es huir de Si Mismo.

    Un saludo. Y grácias por compartir.

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    1. Así es, David, no importa que nos parezca que el miedo es a algo concreto, o que sea abstracto, ni que suceda en el sueño nocturno o en lo que llamamos estado de vigilia (que es igualmente onírico). Tampoco importa la duración del miedo, ni su intensidad. En todos los casos, el miedo es siempre a lo mismo, y la solución es la misma: perdonar.

      Efectivamente, el miedo en sí es siempre abstracto (en el sentido de que proviene del "nivel metafísico", de la mente, y no de los objetos "externos" o "internos" del mundo o del cuerpo). Cualquier miedo es, en el fondo, miedo a Dios (como creo que he comentado en alguno de los posts de este mes). Dios no es realmente temible, pues es puro Amor y es nuestro propio Ser, pero tememos el concepto que como "soñador del sueño" hemos atribuido a Dios. En lo más profundo de nuestra mente hay un intensísimo miedo a un supuesto Dios Sanguinario, Vengativo y Cruel, que en realidad no existe. Y todos los miedos concretos o abstractos de los que somos conscientes, son pequeños fragmentos de este miedo original mayor que hay en nuestra mente inconsciente. Por ejemplo, si nos sobresaltamos por cualquier motivo, por ejemplo, al ver de repente una avispa que tememos que nos pique; o al confundir en la oscura noche al levantarse uno de la cama, y confundir a un familiar que, por un segundo, es tomado por un extraño y nos sobresaltamos; o al ver una película de terror; o al escuchar un grito repentino, o el ladrido de un perro que aparece de repente a nuestra espalda, etc. En todos los casos, es miedo inconsciente a Dios (no tememos al zombi de la película de terror que estamos viendo, o al extraño que por medio segundo creímos que había casa, que al final era simplemente un familiar; sino que tememos al Dios Sanguinario que viene, según el ego, a matarnos por haberle roto Su Cielo, por haber arrancado un trozo de Su Ser; y la solución es el perdón). Al perdonar al "Dios Sanguinario", vemos que no era tal, sino que como en el otro ejemplo, era un familiar (la rana se convierte en príncipe al perdonarla). En vez del Dios Sanguinario que imaginábamos, lo único que había era el Dulce Amor, nuestro propio Ser que es como si nos siguiera para decirnos: "Tranquilo, que sigo aquí y todo está bien: no me has perdido". Evidentemente nuestro Ser no está fuera de nosotros, sino "dentro": es nuestro propio Ser. Pero mientras temamos recordar lo que somos, lo seguiremos proyectando hacia fuera. El proceso del perdón rectifica este error que parece producir tanto sufrimiento ilusorio.

      Un abrazo

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