martes, 17 de mayo de 2016

Facimoutreach P-109

Una aclaración del término "mente"

P-109: Mi pregunta es sobre la mente. Según mi comprensión, somos espíritu, mente y cuerpo; y el cuerpo no es real, es sólo un producto de la mente. La mente, tal como yo la entiendo, tiene la función de crear y de permitir a nuestro espíritu (o alma) llegar a conocerse a sí mismo experiencialmente, lo cual es el objetivo final de todo desarrollo/evolución espiritual. La mente hace de intermediaria entre la experiencia del cuerpo y la del alma, pero la mente ha entrado en confusión debido a las experiencias que vivimos en el mundo, así que ahora la mente tiene que aprender a recordar quién es —lo cual es la Expiación—, siendo reeducada. De ese modo, el alma, al haberse experimentado a sí misma en el reino físico por mediación de la mente, puede reunirse con Dios e integrarse de nuevo en el conocimiento experiencial de lo que significa ser perfecta. Pero si esto es así, ¿por qué se necesita la mente en absoluto? ¿Por qué no puede el alma controlar directamente el cuerpo para conseguir todas las experiencias que necesita, evitando cualquier necesidad de la mente como intermediaria?

Respuesta: Tu pregunta insinúa que estás intentando combinar algunas de las enseñanzas del Curso con enseñanzas de otros caminos espirituales que no son realmente compatibles con el Curso. Por lo tanto, para aclarar, vamos a ver lo que dice el Curso, a la luz de tu pregunta, incluyendo una reflexión de cómo usa el Curso sus términos, en contraste con otros caminos, y sobre lo que dice el Curso acerca del propósito de la mente y del cuerpo.

El Curso ve únicamente al espíritu, o alma, como real (prefiriendo usar el término "espíritu" en lugar de "alma") (C.1.3). La mente tiene diferentes niveles de significado en el Curso (para un comentario más detallado del término mente, puedes consultar la pregunta P-65). La Mente, cuando se escribe con la inicial en mayúscula, se refiere a Dios o a Cristo, Su Único Hijo (C.1.1.2), y en ese sentido es en realidad equivalente a espíritu. Cuando se escribe en minúsculas, el término mente se refiere a la mente dividida del Hijo (C.1.2.1-3) después de que aparentemente se ha quedado dormido y está soñando un sueño de separación, creyendo que se ha dividido o separado de Dios, por lo tanto atacando a Dios. Esta mente es ilusoria y no tiene realidad más allá de nuestra creencia errónea en ella, y es el lugar de origen del pecado, la culpa y el miedo.

A modo de defensa contra esta imaginaria culpa y miedo de la mente por el ataque cometido sobre Dios, la mente dividida —bajo la guía del ego— inventa entonces un cuerpo para ocultarse en un mundo externo a sí misma, sobre el cual proyectar todo el ataque y la culpa que están en la mente. Repetimos, nada de esto es real, de acuerdo con el Curso. Pero nosotros creemos en ello porque queremos que la separación sea real pero sin querer ser responsables de ella.

El Curso no ve ningún propósito positivo o Divino en el pensamiento de la separación, que ha conducido a la mente dividida y a la necesidad de una defensa: el cuerpo y el mundo. Así que cualquier experiencia que viene de ellos no tiene ningún valor en sí misma. El Curso hace distinciones adicionales dentro de la mente dividida y es por medio de un entendimiento de éstas como podemos ver la forma en que el cuerpo y nuestras experiencias en el mundo pueden usarse con un propósito útil. Pero una vez más, el propósito no es hacer algún tipo de cosa positiva en sí misma, sino que es deshacer lo negativo permitiendo que todos nuestros errores o creencias erróneas acerca de nosotros mismos sean corregidos. El Curso llama a esto proceso del perdón.

La mente dividida es el hogar no sólo del ego (el aspecto de mentalidad-errada del ser post-separación) sino también del Espíritu Santo, que recuerda nuestra realidad como el Único verdadero Hijo de Dios, y por lo tanto es capaz de corregir todas nuestras creencias erróneas acerca de quiénes somos y qué es el mundo (C.1.5-6). Básicamente, Él nos recuerda que la separación nunca ocurrió y que nunca atacamos a Dios —que es a lo que el Curso se refiere como el principio de la Expiación (M.2.2.2-3). Así que, como el Hijo aparentemente separado, tenemos elección en cuanto a si vamos a elegir escuchar las crueles y estridentes mentiras del ego, las cuales sólo pueden llevarnos más profundamente dentro del lodazal del pecado y la culpa, o las amables correcciones del Espíritu Santo. Sus correcciones nos permiten deshacer nuestras creencias erróneas sobre lo que somos y regresar al Hogar que nunca abandonamos.

Para que este proceso de deshacer suceda, tenemos que prestar atención a nuestras experiencias corporales en el mundo, tomando conciencia de qué interpretaciones hacemos de tales experiencias —generalmente alguna variación de vernos como víctimas y a otros como los agresores para que la culpa quede fuera de nosotros mismos. Así que es en este sentido en el que el Curso diría que nuestras experiencias tienen valor. Pues entonces podemos llevar estos pensamientos erróneos al Espíritu Santo para que sean corregidos. El único verdadero propósito para el mundo y nuestro cuerpo es entonces enseñarnos que no son lo que creíamos que eran. Cuando dejamos a un lado estas falsas creencias, entonces recordamos Quién somos realmente como Cristo, cuya realidad como espíritu nunca ha cambiado en absoluto, siendo tan perfectamente inmutable como nuestra Fuente. Llegado ese punto, el cuerpo, el mundo y la mente dividida simplemente han desaparecido, como la oscuridad desaparece cuando la luz brilla sobre ella, pues no tienen realidad.

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions23.htm#Q109

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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