martes, 19 de julio de 2016

Facimoutreach P-780

Entiendo que el cuerpo no es real, pero sigo muy enraizado en él

P-780: Un Curso de Milagros es muy claro en que el cuerpo no es nada, no siente nada, y que el dolor es una invención de la mente. Habiendo dicho esto, vuelvo a mi pregunta. Al responder a la pregunta P-542, escribisteis: «Así que es incluso posible partirse una pierna y no sólo no sentirse uno disgustado, sino que ni siquiera se sienta dolor, a medida que con el tiempo nuestra identificación cambie desde nuestro cuerpo hasta nuestra mente por medio de la práctica del perdón». Y en la pregunta P-545*: «Lo que le sucedió al cuerpo de Jesús al final de su "vida" terrenal ilustra este principio. Su cuerpo no representaba ningún pensamiento de muerte, de enfermedad o de dolor en su mente, ya que su mente estaba libre de culpa. Él no utilizó su cuerpo para reforzar la creencia en el pecado y en la victimización en su mente (T.6.I.5) —así que su cuerpo se mantuvo incorruptible en su percepción, a pesar de que su forma pudiera parecer cambiar». 

Si me rompo una pierna, yo sentiría un dolor extremo a pesar de que el Curso dice que esto es físicamente imposible. La pregunta P-542 dice que el cambio de identidad desde el cuerpo hasta la mente sólo es posible por medio de la práctica del perdón, lo cual a mi entender significa perdonar a mi hermano por lo que él no ha hecho. Es decir, no ocurrió nada y no se requiere ninguna reacción. 

La historia habla de Jesús diciendo que sufrió una muerte horrible en la cruz, lo cual debe significar que mi mente no ha aceptado los pensamientos que tuvo Jesús acerca de sí mismo, sino que más bien ha elegido (mi mente) destruirle por razones que habéis mencionado muchas veces en esta web. De ahí la frustración. Intelectualmente comprendo lo que le hago a Jesús y me hago a mí mismo, pero tras muchos años de práctica sigo profundamente enraizado en el mundo.

Respuesta: ¡Estás siendo muy duro contigo mismo! Puede ser útil entender los principios metafísicos del Curso y saber adónde finalmente está Jesús conduciéndonos, pero eso no será tan útil si usamos sus explicaciones de cuáles serán los pasos finales de nuestra sanación como una vara de medir con la que juzgarnos ahora a nosotros mismos, que es lo que parece que tú estuvieras haciendo. El hecho de que Jesús sabía que él no era su cuerpo (T.6.I.4) de ningún modo significa que él espere de nosotros que aceptemos y experimentemos eso inmediatamente, él no espera que nos aceptemos y nos experimentemos ahora mismo como otra cosa que cuerpos, a medida que empezamos a poner en práctica sus enseñanzas sobre el perdón. Él no nos está pidiendo que neguemos que el dolor que parecemos experimentar en nuestros cuerpos se siente muy real para nosotros, ni que neguemos que lo que nuestros hermanos parecen hacernos parece ser también muy real y tener efectos sobre nosotros.

Jesús sólo está pidiendo que empecemos a cuestionar nuestra interpretación de todo lo que experimentamos y que estemos abiertos a una explicación alternativa, la cual debe venir de fuera de nuestro sistema de pensamiento basado en el ego/cuerpo. Y para ser capaces de empezar a llevar a cabo el cambio, primero tenemos que entender el propósito que hay tras las interpretaciones que les damos ahora a todas nuestras experiencias como cuerpos. Queremos que se experimente dolor en nuestros cuerpos y queremos ver a los demás como si nos estuvieran atacando, para poder seguir siendo víctimas de fuerzas fuera de nuestro control. Y, consecuentemente, seguimos inconscientes de la verdadera causa de nuestro dolor —nuestra decisión de vernos como separados del amor. Pero, una vez más, Jesús no está pidiendo que abracemos su interpretación de nuestras vidas, sino más bien que estemos dispuestos a cuestionar la validez de las nuestras. Él ofrece la suya, no para que tratemos de forzarnos a nosotros mismos a mirar las situaciones del mismo modo que él lo hace, sino simplemente para que podamos llegar a reconocer que puede haber una alternativa muy razonable a nuestra interpretación.

Si pienso que mi objetivo inmediato es ver el cuerpo como nada, el dolor como irreal, y a mi hermano como que no me está haciendo nada, el proceso del Curso me parecerá muy frustrante y conflictivo. Y Jesús sería un maestro poco razonable si fueran esas sus expectativas para mí. Pero no es así. El Curso está planeado como un proceso muy suave que empieza pidiéndonos que nos aceptemos en el punto donde creemos estar. Y también nos pide que estemos dispuestos a ser honestos con nosotros mismos sobre cuál ha sido el resultado hasta ahora (mientras hemos continuado poniéndonos a nosotros mismos a cargo de nuestra propia felicidad). Pues si somos honestos, tendremos que admitir que no hemos estado haciendo un trabajo demasiado bueno. Al reconocer nuestro fracaso en conseguir la paz y la felicidad por nuestra cuenta es cuando nos volvemos dispuestos a permitir que sea Jesús quien esté a cargo de los pensamientos de nuestra mente. Y de eso es de lo único que trata el perdón —dejar de lado nuestros propios juicios e interpretaciones de los acontecimientos y de las personas de nuestras vidas para que Jesús pueda ofrecernos una interpretación alternativa que no refuerce la separación ni la culpa.

Con el tiempo, como parte de practicar el perdón como un proceso de por vida, disminuirá cada vez más nuestra inversión en nuestra propia interpretación de lo que está ocurriéndonos y, en particular, de quién y qué debería ser considerado como responsable por nuestra infelicidad. Cada vez estaremos más dispuestos a apartarnos de la creencia en la culpa en nuestra mente y, como resultado, tendremos menos necesidad de proyectar la culpa fuera de nuestra mente hacia los demás y hacia nuestro propio cuerpo. Muy poco a poco, gradualmente, como un efecto secundario del proceso del perdón, aunque no es nuestro foco de atención, descubriremos que estamos menos identificados con el cuerpo y sus necesidades, y empezaremos a reconocer cada vez más que todo dolor viene de un pensamiento en la mente y no tiene nada que ver con el cuerpo. Pero este entendimiento no se encuentra donde empezamos, ni será nuestra experiencia hasta que estemos bien avanzados en nuestro camino del perdón.

Por cierto, la mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento están de acuerdo en que los relatos de los evangelios sobre la muerte de Jesús no fueron escritos por testigos oculares de los eventos de su vida. Así que esas narraciones, en la medida en que estuvieran destinadas a retratar sucesos reales, sin duda alguna fueron coloreadas por las proyecciones de los narradores, quienes creían en la realidad del pecado, la culpa, el dolor, el sufrimiento y el cuerpo, como sus teologías demuestran claramente. Y en la medida en que aceptemos la misma teología del ego, nosotros también creeremos que Jesús debe haber sufrido en su crucifixión y que de alguna manera somos responsables de ello. El hecho de que él vive en nuestra mente (T.11.VI.7.3-4), sin acusaciones y aceptándonos completamente, sugiere lo contrario, y sus palabras en «El mensaje de la crucifixión» (T.6.I) proporcionan esa interpretación alternativa. Así que, aunque puede que creas que lo que le has hecho a Jesús te lo haces a ti mismo, su mensaje es que no le hemos hecho nada a él, así que por lo tanto, con el tiempo, a medida que aprendamos a perdonar, nos daremos cuenta de que no nos hemos hecho nada a nosotros mismos.

Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions148.htm#Q780

Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html

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