¿Por qué el Espíritu Santo no puede guiarme de manera muy concreta a descubrir y sanar el sufrimiento?
P-746: Si el Espíritu Santo lo sabe todo, tal como Jesús nos asegura, ¿entonces por qué no puede Él guiarme para ayudar a todos los que sufren en el mundo? Por ejemplo, digamos que un niño ha sido secuestrado y está desaparecido. ¿Por qué no le puedo pedir al Espíritu Santo que me diga dónde está el niño, para que yo pueda ayudar a devolver el niño a su familia? No hay duda de que el Espíritu Santo sabe exactamente dónde está el niño.
Respuesta: Sí, el Espíritu Santo es el único que sabe exactamente dónde está el niño: en el hogar en Dios que él nunca dejó, y de donde él nunca fue secuestrado. Si el Espíritu Santo interviniera de la manera que describes, eso significaría que la separación realmente ocurrió, el mundo y el cuerpo serían reales y el ego tendría la razón en todo. Eso no es lo que queremos que el Espíritu Santo haga. El Espíritu Santo sabe también que todos estamos sufriendo en el mundo, y Él ha venido a ayudarnos a poner fin a nuestro sufrimiento al mostrarnos la manera de salir del mundo de la ilusión. Cuando la mente elige identificarse con el ego/cuerpo, se siente totalmente confundida. No sólo se niega nuestra verdadera Identidad como el inocente Hijo de Dios, sino que además se olvida la identidad con la mente. Por lo tanto todos estamos perdidos, secuestrados por la creencia en la separación. Ese es el verdadero problema, para el cual el Espíritu Santo ofrece una verdadera solución: el deshacimiento de la idea de la separación por medio del perdón.
Dado que el Espíritu Santo no forma parte del sueño de la separación, Él no sabe dónde concretamente está alguien en la ilusión. Él sabe todo lo que necesitamos saber, pero nada que no sea verdad. Por lo tanto Él no podría decirle a nadie cómo encontrar a determinada persona en un mundo que no existe. Su interés se centra únicamente en la mente que piensa que el mundo es real, y que tiene la capacidad de elegir defender esta creencia o aceptar Su perspectiva. Sin embargo, el Espíritu Santo sabe que nos hemos identificado con el cuerpo, y sabe el dolor que experimentamos por haber abandonado nuestro verdadero hogar al elegir el mundo: «He aquí [el mundo] el único hogar que cree conocer. He aquí la única seguridad que cree poder encontrar. Sin ese mundo que él mismo construyó se siente como un paria, sin hogar y preso del miedo. No se da cuenta de que en ese mundo es donde en verdad es presa del miedo y donde no tiene un hogar; donde es un paria que en su vagar se ha alejado tanto de su hogar, y por tanto tiempo, que no se da cuenta de que se ha olvidado de dónde vino, adónde va, e incluso de quién es en realidad» (L.166.4.1-4). Esto describe al niño perdido en todos nosotros. Pues al elegir creer al ego e identificarnos con el cuerpo, hemos perdido nuestro hogar, nuestra Identidad y nuestra Fuente. Además, no tenemos ni idea de cómo recuperar Eso. Y aquí es donde entra el Espíritu Santo con Su plan de salvación. Ayudarnos a encontrar el camino de regreso a nuestra Identidad y verdadero hogar es el objetivo de Su plan de estudios en Un Curso de Milagros. Él hace esto enseñándonos que tenemos una mente con el poder de elegir contra la separación, al igual que habíamos elegido a favor de ella. Este cambio es el milagro que Él enseña. Por otra parte, los que creemos que estamos en el mundo estamos más interesados en arreglar las cosas en el mundo: la magia. Impulsados por el deseo de hacer el mundo real, usamos el poder de la mente para manipular la forma, en vez de elegir ver de manera diferente. Debido a que no estamos dispuestos a asumir la responsabilidad por el poder de nuestras mentes y a que estamos asustados de este poder, lo negamos y echamos la culpa de los eventos externos a causas externas, en vez de reconocer que es únicamente la mente la que es verdaderamente activa. Por lo tanto, la mente que eligió perderse puede elegir encontrarse, y la mente que experimenta ansiedad debido a la decisión en favor de la separación puede volverse al Espíritu Santo para encontrar la paz. Primero debemos reconocer nuestro miedo a perder nuestra identidad como cuerpos, la cual es el "niño perdido" del ego. Entonces podemos girarnos hacia el Espíritu Santo para encontrar nuestra identidad "perdida" como el Hijo de Dios, por medio del perdón de todos nuestros pensamientos de juicio y ataque.
El símbolo de un niño perdido sirve también para los pensamientos de juicio que hemos proyectado hacia fuera para hacer real la separación de Dios en nuestra experiencia. Esto hace que nos sintamos perdidos, abandonados y sin esperanza. El Espíritu Santo nos invita a "volver a casa" a nuestras mentes mediante la recuperación de esos pensamientos: «Tomamos rienda de nuestros pensamientos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. No vamos a permitir que sigan descarriados. Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apartasen de nosotros. Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso» (L.188.9.2-6). Nuestros "anhelos extraños" de ser especial y de estar separados son así sanados, y por fin nos encontramos.
Para comentarios sobre el lenguaje del Curso que parece sugerir que el Espíritu Santo interviene en el mundo, ver las preguntas P-42, P-235 y P-457*. También el libro "El mensaje de Un Curso de Milagros", Parte dos: "Pocos eligen escuchar"; y la colección de cintas "La dualidad como metáfora" (T-39).
Link original en inglés: http://www.facimoutreach.org/qa/questions/questions140.htm#Q746
Índice de las P&R traducidas: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2015/11/indice-de-traducciones-de-p-de.html
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